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A propósito del VI Domingo de Pascua. (Evangelio: Juan 14, 15-21)

Ilustración Canva

Por el Sacerdote Alberto Reyes

May 14, 2023 | 10:28 AM


Dice el libro del Génesis cuando relata la creación del ser humano: “Y vio Dios que era muy bueno”. El núcleo primigenio del ser humano es la bondad. El mal vino después y se enroscó en nuestra naturaleza, pero no pertenece a nuestra identidad esencial y, de hecho, al final, no acompañará nuestra alma en su morada definitiva junto a Dios.

El vehículo de la bondad es el amor. Amar es expresar la bondad, y es esta expresión de la bondad aquello en lo cual Jesucristo nos insiste en este Evangelio. Expresar la bondad teniéndolo a él como ejemplo, observando su vida para aprender a comportarnos como él.

Y en su comportamiento descubrimos que, en Jesús, el amor se despliega adaptándose a cada situación. Jesús discierne en cada momento el modo en que el otro necesita ser amado.

Así, se esconde de las multitudes para poder dedicarse a formar a sus discípulos, pero cuando la multitud lo sorprende y él ve que andan “como ovejas sin pastor”, pospone el descanso con sus discípulos y se pone a enseñar a la multitud “con calma”. Se pasa toda una tarde sanando enfermos en una aldea y al otro día, a pesar de que “todos lo buscan”, se va con sus discípulos a otra aldea, y no a curar, sino a predicar. Defiende ante el demonio que “no sólo de pan vive el hombre”, pero no duda en multiplicar los panes y los peces para saciar el hambre de una multitud. Se encara con los fariseos y les cuestiona sus falsedades, pero en la cruz no sólo no los maldice, sino que ora por ellos.

Porque amar no va sólo de hacer el bien, sino de hacerlo adaptándose a cada momento, intuyendo el modo de amar que necesita la persona que tengo delante, en cada momento.

Esto suena hermoso, pero no es tan sencillo, ni tan fácil. Por ejemplo, cuando se acerca una persona anciana a contarte sus sufrimientos, sus dolencias físicas, sus soledades… no es tan fácil escuchar atentamente, con calma y sin ponerse a “arreglarle la vida”. Cuando en medio de tu tiempo limitado o de tu cansancio crónico viene tu hijo a enseñarte feliz el dibujo que ha hecho, o a pedirte un abrazo o, peor aún, un rato de juego… no es tan sencillo hacer un corte en la agitada vida y, simplemente, “estar” con él. Cuando toca lidiar con gente que no tiene tu rapidez mental, o que no logra entender las cosas a la primera, o que no valora lo que para ti es importante… es titánico no tratar con rudeza a esa persona. Cuando por enésima vez caes en la cuenta de que amas a tu pareja pero que el amor no hace que tu pareja sea como tú, ni la vuelve una copia de ti, ni la convierte en “tu alma gemela”, y entiendes que tiene sus modos propios de sentirse amada, sus modos propios de sentirse tenida en cuenta y escuchada… no es nada fácil dejar “tus modos de amar” para entrar en “sus modos de sentirse amada”.

Y es que hacer cosas buenas es fácil, pero hacer el bien necesario, a la persona necesaria, en el momento necesario, eso, eso ya no es tan fácil, pero es el modo del Maestro.

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