La reciente aparición en el espacio público habanero de un árbol de Navidad, algo anacrónico en el entorno citadino durante los últimos 63 años, ha suscitado amplios debates ciudadanos en la capital del país.

“Se respiran aires de apertura”, manifestó en público el capitalino William Noriega Acosta, residente en la calle Galiano, a una cuadra del parque Fe del Valle, en Centro Habana, donde fue plantado el pino aderezado con los adornos navideños.

Hay algo evidente: el suceso ha causado revuelo; tanto hacia el interior como el exterior del país. Múltiples agencias de prensa se han hecho eco del acontecimiento. Pero, ¿este hecho realmente parte del corazón de la dictadura o es solo un simulacro de apertura? Algo que pudiera interpretarse como que otra Cuba está en camino.

Para los ilusos, aquellos que imaginan que después de 63 años de un guayabo pueden brotar peras, la respuesta no se hizo esperar, y de la propia mano de las autoridades.

El medio oficialista Canal Habana aclaró que no es un árbol navideño, sino un árbol de la Amistad entre Italia y Cuba. La iniciativa es del Gobierno provincial de la capital y la Embajada de Italia en la Isla. Agregó el informativo citado que solo se trata de un “gesto que homenajea la solidaridad de los médicos cubanos con ese país europeo durante la pandemia de la Covid-19”.

La ilusión de los cubanos, en especial de los capitalinos, de una Cuba abierta a las tradiciones del mundo Occidental, de la Cristiandad, tuvo poco recorrido. 

Hay que partir del hecho de que para un sistema que desde sus inicios planteó como bandera su ateísmo fervoroso, ya mantener una peregrinación anual como la que se da hacia el Santuario de San Lázaro, en el Rincón, es como arrancarse un brazo cada doce meses.

Publicado originalmente en la edición 205 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Amanecer Habanero.