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Golpean y torturan durante días a José Daniel Ferrer, líder de la UNPACU, en la prisión de Mar Verde

José Daniel Ferrer. Foto tomada de su perfil en Facebook.

Por ICLEP

Jul 5, 2025 | 8:55 PM


El preso político cubano José Daniel Ferrer fue víctima de brutales golpizas y torturas durante varios días consecutivos en la prisión de Mar Verde, en Santiago de Cuba, a manos de oficiales del penal y reclusos comunes utilizados como instrumento represivo por las autoridades carcelarias del régimen.

La denuncia fue realizada este sábado 5 de julio a través de perfil en Facebook, luego de que su esposa, Nelva Ismarays Ortega, su hijo, un primo y la activista Fátima Victoria lograran verlo brevemente tras superar múltiples trabas impuestas por las autoridades del penal.

Los familiares constataron que Ferrer se encuentra visiblemente golpeado, sumamente debilitado y en condiciones físicas extremas y responsabilizan directamente a la dictadura cubana por los hechos y aseguraron que “están intentando asesinarlo”. Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU), se encuentra en huelga de hambre desde el 25 de junio y ha sido sometido a tratos crueles, inhumanos y degradantes.

Ese día comenzaron las golpizas por orden directa del teniente coronel Vladimir Pineda Guerra, jefe del penal. Fue el propio Pineda quien inició la agresión física, secundado por el teniente Chacón, segundo al mando; el capitán José Miguel Hechavarría Gorget, jefe de Orden Interior; el mayor Luis Yáñez Herrera, jefe de Tratamiento Educativo; y el capitán Liván Laugart Riquelme, jefe de Colectivo. Este último, según palabras de Ferrer, es “tan criminal como Pineda”.

Además de golpearlo salvajemente con puños, patadas y objetos contundentes en la cabeza, el abdomen, la espalda, las piernas y los brazos, le impidieron el acceso a alimentos, medicamentos y artículos de aseo. La brutalidad fue tal que Ferrer llegó a defecarse encima. Luego de la agresión inicial, seis reclusos comunes fueron introducidos en su celda para continuar la cadena de maltratos, como parte de un castigo planificado para obligarlo a ponerse el uniforme de preso común y doblegar su voluntad, a lo que se ha negado constantemente.

Ferrer fue agredido nuevamente los días 26 y 28 de junio, y a partir del 1 de julio, las golpizas se han repetido diariamente y sin horario fijo, por grupos de entre seis y hasta diez sicarios. Además de los golpes sistemáticos en todo el cuerpo, fue sometido a otras formas de tortura: le torcieron los dedos y le giraron las muñecas con fuerza hasta casi fracturarlas; le apretaron la nariz y la cara para obligarle a abrir la boca mientras otro represor lo sujetaba por el cuello, en un intento de forzarlo a ingerir leche.

El 1 de julio casi lo asfixian y lo dejaron completamente empapado de leche durante más de 24 horas, tirado en el suelo de su celda, sin poder levantarse. Ferrer dijo a su familia que, al secarse la leche, sintió como si las moscas lo devoraran vivo y no pudo asearse hasta pasadas 48 horas.

El preso político impidió que sus familiares lo besaran porque antes del día 25 le pusieron cerca un recluso con tuberculosis y teme haber contraído la enfermedad ante lo débil que está su organismo.

Ferrer pidió a su familia que no dejaran alimentos, porque continuará en huelga de hambre, ni artículos personales, advirtiendo que los carceleros se los roban. También les pidió que, de morir, abandonen el país, ya que ha recibido amenazas directas contra su esposa, sus hijos y otros miembros de la familia Ferrer. Denunció que el régimen pretende “hacerles la vida más miserable de lo que ya la tienen”, llevar a prisión a Nelva y enviar a su hijo a un centro de menores, con el objetivo de acabar con toda su familia.

“Dijo que la dictadura está tan desesperada y cegada que no tiene dudas que el menor de sus temores es matarle y el menor de sus temores es dar su propia vida antes de ceder a sus chantajes. Que él mientras viva seguirá luchando, aunque esté así ahora, por la libertad, la democracia y el respeto de los DDHH”, añade la denuncia.

Las agresiones físicas y psicológicas cometidas contra José Daniel Ferrer constituyen una grave violación a la libertad de expresión, al ser una represalia directa por su negativa a vestir el uniforme de recluso común. Con esa decisión, Ferrer ejerce un acto simbólico y político claro: reafirmar que es un preso de conciencia, encarcelado no por delitos comunes, sino por su activismo opositor y sus ideas contra la dictadura.

El uso forzado del uniforme representa un intento de anular su identidad política y silenciar su lucha, y negarse a portarlo es una forma legítima de protesta reconocida en los marcos internacionales de derechos humanos. Golpearlo salvajemente por ello equivale a castigar una expresión política no violenta, lo que constituye una vulneración directa del derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y expresión.

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