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INMERSIÓN

La Habana, destruida por el sistema socialista. Foto: Neife Rigau

Por Elisa Arteaga

Jan 16, 2023 | 11:10 AM


Sumergirse en la Cuba profunda es peligroso, deja surcos en el alma. La persona sensible que lo ha hecho ya no regresa igual a la superficie, ya no puede ver con indiferencia las fotos que los turistas publican en Instagram ni las siempre optimistas noticias de la prensa nacional. Experimentar la Cuba de callejones, pedraplenes, pueblos, caseríos, casuchas, solares, ruinas, centrales, guajiros, campamentos, prostitutas, exconvictos… da miedo, da vengüenza, trauma, duele.

La Habana, ciudad que maravilla por sus contrastes, guarda bajo su cielo y sus molduras de yeso la historia de un país, de los gozos y esperanzas de su gente, de sus crímenes y miserias humanas, de sus diferencias sociales, sus odios y venganzas de clase. La ciudad de columnas fracturadas y vidrieras deslumbrantes, de perros de pelea y carros americanos de lujo, nos presenta, a la vuelta del hotel más caro, la pobreza más aterradora y denigrante como un elemento más de su pintoresco paisaje urbano. Todo eso nos parece lejano hasta que al fin atravesamos el umbral y nos encontramos ya, irremediablemente, dentro del misterio, entre escombros y marginalidad, con el puñal de la desesperanza al costado.

El campo, ese resto de Cuba, que aún con sus ciudades nos empeñamos en llamar “campo” (y lo es en su forma más triste y más hermosa), esa cara oculta de la Luna con un aire más limpio, no acapara tanta atención como la capital, ni instantáneas, ni visitantes. Esa gran “área verde” adornada de maleza y marabú no es tan importante, nunca lo ha sido, y su gente lo sabe, lo asume, mira desde el foso las cimas de La Habana, encandilada por el brillo de la cúpula del Capitolio, que flota como un diente de oro sobre jardines vedados a los transeúntes. ¿A quién le interesa el caserío de Guayabal en lo más recóndito de la aridez tunera? ¿O las comunidades del lomerío con su jerga singularísima y su gente que aún lava entre piedras y palos? ¿O el maestro de pueblo que va a trabajar, con la nevera vacía y los zapatos rotos, después de una madrugada de apagón? Luego de un bautismo por inmersión en esta naturaleza verde, sepia y salvaje, en este pedazo del mapa que siempre nos ha parecido menos Cuba porque no está en los libros de Historia, se saborea y se entiende a Cuba.

Donde el extranjero ve postales costumbristas de rostros alegres, contrastes y colorido tropical, el cubano que bajó a las profundidades sólo ve promesas en ruinas, pobreza denigrante, niños sucios y viejos desdentados abandonados a su suerte que intentan ganarse la vida sonriendo a los turistas, mientras al otro extremo, se levantan montruos de concreto y cristal para albergar a más turistas y engrosar los bolsillos del monopolio militar, y así continuar el círculo vicioso de la riqueza inmerecida de unos pocos a costa de la miseria y la invisibilidad de la mayoría.

 

Publicado originalmente en la revista La Hora de Cuba

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hUmiZoN Nov 22, 2023. 11:25 AM

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