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Opinión
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Miguel Díaz Canel, el siervo más fiel
Feb 13, 2023

A finales de la década de los noventas, tiempos en los que la espía Ana Belén Montes, insistía con éxitos que el castrismo no era peligroso para Estados Unidos, afirmación que caló en algunos funcionarios estadounidenses que siempre han mirado la dictadura insular con ternura, un numero notable de cubanos rechazamos esa aseveración, arguyendo que la naturaleza agresiva del régimen, no le dejaba pasar por alto ninguna oportunidad que le permitiera afectar los intereses estadounidenses. 

Sin embargo, todo parecía indicar que después de la muerte de Fidel Castro la proyección imperialista del proyecto que auspició perdería impulso, ya que, durante el mandato de Raúl, se apreció una notable disminución de la participación de Cuba en el campo internacional, situación que ha ido cambiando, lentamente, desde que el dictador designado, Miguel Díaz Canel, recibió, al menos, aparentemente, la batuta, como identificaban la jefatura de gobierno los compatriotas de principios del siglo pasado.  

El totalitarismo insular ha tenido al menos dos actuaciones particularmente intensas. Una hacia el interior del país a través de la cual controla el poder y otra hacia el exterior para hacerse de clientes políticos y asociados, que, a través de los años, le han sido particularmente útiles, además, la nomenclatura castrista, ha usado magistralmente sus reales o supuestos éxitos en el exterior, haciéndolo parte esencial de su coliseo o circo con el objetivo de manipular a la población, consciente de la visión chauvinista que padecen muchos cubanos. 

El primer viaje de Díaz Canel como encargado del estado fallido de Cuba, fue a Venezuela, una visita que asegura la mutua dependencia de ambos regímenes. La isla suministra experiencia represiva y de control social y Caracas sigue proveyendo el vital petróleo, como muestra una información de una agencia cablegráfica que refiere que el gobierno venezolano compró aproximadamente 440 millones de dólares en crudo en el extranjero y lo embarcó hacia puertos cubanos  bajo condiciones de pagos muy favorables. 

No hay dudas, cada vez más es fácil colegir que los vínculos entre estos países, son una especie de parodia de los que fueran las relaciones entre Benito Mussolini y Adolfo Hitler, autócratas de igual ralea. 

Hay que reconocer que el designado se acomoda a los tiempos y contrario a lo que hacían sus predecesores viaja con su esposa, Lis Cuesta, que, al parecer, gusta disfrutar las ventajas de ser la “primera combatiente” como se dice en la querida Venezuela. 

A esa diferencia con los Castro, hay que agregarle una semejanza, y es que el déspota viaja con un guardaespaldas que por demás es su hijastro, situación que evidencia que el nepotismo es una constante en esa vieja dictadura.   

La prensa insular, siempre fiel al caudillo, ha destacado los numerosos viajes de Díaz Canel al extranjero desde que fue designado Dictador, calificándolo de “presidente incansable”, un título no tan distinguido como los que le concedía a Fidel Castro, pero, del lobo en la piedra un pelo, diría Don Miguel.  

La proyección internacional del siervo más fiel, calificativo merecido porque sacó del juego a otros distinguidos vasallos, como Carlos Lage, Roberto Robaina y Felipe Pérez Roque, entre otros, ha sido constante, si tenemos presente que en sus primeros ocho meses de mandato realizo 11 viajes al extranjero demostrando en uno de ellos Jamaica, que es tan mentiroso como los hermanos Castro porque dijo descaradamente que Cuba estaba "en el perfeccionamiento del socialismo" y en la construcción de una nación "próspera y sostenible", mientras, en su comparecencia en Naciones Unidas, habló cínicamente sobre su compromiso de luchar contra el hambre crónica, una constante en su gobierno como en el de sus benefactores.  

El más reciente periplo del designado fue a Argelia, Rusia, Turquía y China, países que visitó en busca de una vital ayuda para su régimen, a la vez que le reiteraba al coronel Vladimir Putin, su respaldo irrestricto a la invasión de Ucrania, un apoyo que Kiev debería evaluar, si es cierto eso de que “el amigo de mi enemigo es mi enemigo”.   

Díaz Canel es irremisiblemente fiel a la ruta castrista de ser aliado de los países hostiles a Estados Unidos, como demuestra la visita del canciller iraní a la capital cubana y la cacareada e invencible amistad de Pyongyang con La Habana. 

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¿Quién es el presidente de Suiza?
Feb 12, 2023

Durante años he preguntado a mis estudiantes universitarios quién es el presidente de Suiza. Nadie ha respondido nunca; es una pregunta con trampa. A diferencia de otros países, la Confederación Suiza no tiene un presidente o primer ministro actuando como jefe de estado o gobierno. En Suiza el poder ejecutivo no se asigna a un individuo sino a un Consejo Federal de siete miembros.

Cada miembro del Consejo tiene poderes similares, y cada uno es operacionalmente responsable por un ministerio. De acuerdo a la antigüedad, los siete miembros del Consejo rotan anualmente para actuar como Presidente de la Confederación y presidir las reuniones del Consejo. Durante esta asignación temporal podemos llamarle figurativamente Presidente de Suiza, aunque sea solamente primus inter pares (primero entre iguales).

El Presidente es responsable principalmente de obligaciones representativas, pero sin autoridad sobre los otros Consejeros, y debe continuar dirigiendo su ministerio. Los jefes de estado visitantes son recibidos por el Consejo en pleno, y los tratados se firman por los siete miembros. Curiosamente, aunque Suiza es clasificada como una democracia semi-directa (versus democracia representativa), los miembros del Consejo no son electos por los votantes, sino por las cámaras del parlamento en sesión conjunta.

Hay mucho más en este exclusivo sistema suizo de gobierno, pero lo que quiero destacar es que Suiza es una sociedad multicultural con cuatro diferentes grupos étnicos: alemán 65%, francés 18%, italiano 10%, romanche 1%, y 6% compuesto por varias etnias. Y aunque el alemán constituye una mayoría dominante, y pudiera ganar todas las elecciones, el país maneja un sistema federal que otorga a cada grupo étnico el poder de administrar sus asuntos locales con significativa autonomía y en el lenguaje que prefieran.

Además, los suizos han adoptado una “fórmula mágica 2-2-2-1” de representación en el Consejo Federal, con dos asientos para los Democratacristianos, dos para los Socialdemócratas, dos para los Radicales y uno para el Partido del Pueblo. Por excéntrico que nos parezca el sistema, para los suizos funciona.

En Estados Unidos, durante la Convención Constitucional y el proceso de ratificación, los Padres Fundadores enfrentaron un conjunto de temas completamente diferentes en el diseño de una república federal. Entonces la sociedad americana era homogénea étnicamente. Como destacó John Jay en Federalista No. 2, América era “un pueblo unido – descendiente de los mismos ancestros, con el mismo lenguaje, profesando la misma religión”.

Sin embargo, el problema de las “facciones” como lo articuló James Madison en Federalista No. 10 es holgadamente análogo al de las facciones étnicas en la Confederación Suiza. Madison definió las facciones como “un número de ciudadanos, sean minoría o mayoría… que están unidos y actúan por impulsos comunes de pasión, o intereses, adversos a los derechos de otros ciudadanos…”.

En ambos casos el punto era, y es, cómo protegerse contra las facciones, o grupos de ciudadanos, cuyos intereses desafiaban los derechos de otros ciudadanos. Para Madison las facciones eran inevitables debido a la propia naturaleza humana. Como él lo veía, mientras mantengamos opiniones diferentes, y poseamos diferentes recursos financieros, continuaremos formando alianzas con personas coincidentes. La solución de Madison no era buscar cambiar las causas de las facciones, como intentan hacer los igualitaristas, sino controlar su efecto. Cualquier esfuerzo por eliminar las causas de la facción, argumentaba Madison, destruiría la libertad que es esencial para la vida política.

Estados Unidos y Suiza son sociedades extremadamente exitosas que clasifican en la cima de la mayoría de las medidas de desempeño nacional como libertades civiles, transparencia gubernamental, riqueza o calidad de vida. Además, ambos países enfocaron los asuntos de gobernabilidad y de las facciones de formas dramáticamente diferentes. Esto plantea la cuestión fundamental de a cuáles elementos de sus respectivos sistemas atribuir el éxito.

Podremos no saber quién es el Presidente de Suiza, pero no tiene importancia. La presidencia de un país no es un proyecto metafísico. En esta historia de dos sistemas el común denominador es que ambas sociedades han buscado maximizar las libertades individuales. Y esa es la razón de sus éxitos.

 

 

El último libro del Dr. Azel es “Reflexiones sobre la libertad”

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He estado pensando en la libertad como opción
Feb 11, 2023

El primer objetivo de todo ser humano es sobrevivir, y en eso comparte terreno común con el resto del mundo animal. Pero a diferencia de ese mundo, el ser humano es el único que siente que sobrevivir no es suficiente, que la vida es más que la supervivencia física, y que para ser algo más que un animal necesita elegir los valores que le permiten no sólo estar bien consigo mismo sino dar un sentido a su existencia.

Por eso es tan importante en el ser humano eso que llamamos “coherencia”, que no es más que hacer coincidir lo que se piensa con lo que se dice y lo que se hace.

Si una persona coherente no quiere vivir sometida a una ideología, o a un sistema político, se supone que lo más lógico es que lo exprese verbalmente y que tome acciones para cambiar ese sistema que siente que la oprime y no le permite realizarse.

Esto puede funcionar sin mayores consecuencias en un sistema con democracia, donde existen mecanismos que respetan la libertad y que permiten que la sociedad vaya decidiendo los caminos por los que quiere transitar.

No es así cuando se vive en un sistema totalitario o dictatorial, donde no sólo no se respeta la libertad sino que se despliega una gama de mecanismos de control que van desde la propaganda continua sobre las bondades del sistema, hasta la represión brutal y sistemática de todo aquel que se atreva a cuestionar ese sistema.

Ante esta situación, es cierto que una persona puede elegir vivir en coherencia con sus valores, y puede tomar la opción de decir y hacer lo que considere necesario, aceptando cualquier precio que se derive de sus acciones.

Pero ya hemos dicho que el primer objetivo del ser humano es sobrevivir. Por eso, ante el riesgo que supone la verdad, es lógico que la persona busque “adaptarse a las circunstancias”, y entre en una vida de mentira, de simulación, de doble moral, de “pactos” con el sistema. Esta situación le permitirá, ciertamente, lograr la sobrevivencia que busca, pero al precio altísimo de la esclavitud eterna.

Entonces, además de “plantarse” y elegir la verdad abiertamente, o de escapar hacia otras geografías más benignas, ¿hay algo que se pueda hacer?

Sí, tenemos el arma del silencio y de la no participación. Porque todo sistema totalitario necesita continuamente la renovación del “apoyo popular”, necesita “declaraciones”, actos de reafirmación política, y por supuesto, actividades de masas: marchas, concentraciones, “bulto”.

Lo genuinamente humano sería salir al paso de todo lo que oprime y hace miserable la vida de la gente, pero mientras no nos atrevamos a pagar los precios inevitables de esta actitud, podemos aprender a callar, a no apoyar, a no aplaudir. Podemos aprender a no participar, a no acudir, a no dejar que utilicen nuestra presencia como un arma de propaganda a favor de lo que queremos cambiar.

Es verdad que esta simple actitud también puede generar miedo, pero la libertad no se conquista sin miedo, la libertad no se conquista mientras sigamos haciendo caso a los repetidos “y si…” de nuestra mente sobreprotectora: “¿y si me pasa algo?”… “¿y si toman represalias conmigo?”… “¿y si le hacen algo a mis hijos…?”

Todo sistema totalitario sabe que el pueblo al que oprime no necesita aceptar la mentira del paraíso inexistente. Basta que la gente acepte vivir como si lo aceptara, como si lo creyera, basta que la gente pacte con la mentira, porque ya con eso, la misma gente que quiere un cambio de sistema, lo ratifica, lo consolida, lo mantiene con vida.

 

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Aquí, ni pan con azúcar
Feb 10, 2023

Rafael recuerda con nostalgia, y casi saboreándose, los días de su infancia en pleno Período Especial, cuando llegaba a su casa hambriento, después de horas de mataperrear, y se iba directo a la cocina, agarraba un pan, abría el tambuche de azúcar y sobre la masa espolvoreaba tres, cuatro, cinco cucharadas del dulce. Se lo comía en un santiamén, lo desatascaba con un vaso de agua y de nuevo a mataperrear.

Me cuenta su historia porque reconoce que sus dos hijos están pasando hambre. “Ellos no lo dicen, y se conforman con lo que su mamá y yo podemos darles; pero cuando me pongo a comparar, me doy cuenta de que ellos tienen menos de lo que tuve yo, y eso me parte el corazón”, lamenta.

Rafa compra diariamente una bolsa de pan que le cuesta 250 pesos. Trae ocho panes pequeños, de esos que hay comerse dos para sentirse más o menos satisfecho. Destinan cuatro al desayuno de la familia y los otros cuatro a la merienda de sus hijos en la escuela, dos para cada uno.

“Podría ser uno para cada uno y así ahorramos algo; pero aguantar con un pancito en el estómago el día entero no es fácil. Nos da lástima. A veces mi esposa y yo no desayunamos para que ellos tengan merienda cuando vengan de la escuela porque llegan ‘fachaos’ (con mucha hambre)”, afirma.

La historia de Rafa y su mujer se multiplica en miles de hogares cubanos, donde los mayores optan por pasar hambre para que sus niños sufran un poco menos. Sin embargo, el único dilema no es conseguir el pan. A veces simplemente no pasa el vendedor porque no se consiguió la harina, o la levadura que entró era de tan mala calidad que solo sirvió para elaborar el pan normado, pero no el que se vende tan caro en el mercado negro.

Si el vendedor desaparece por varios días, la gente sabe que, cuando vuelva, la misma bolsa de ocho panes estará más cara.

“La he pagado hasta en 350 pesos. Ahora mismo el vendedor que pasa por mi cuadra la tiene en 300”, asegura Beatriz Carmona, madre de dos niños que cursan la escuela primaria. “A veces me desespero porque una bolsa de pan en mi casa no dura nada. Ellos siempre tienen hambre. Yo sé que es la edad, pero me llevan de la mano y corriendo (…) Aquí en la Habana Vieja los vendedores tienen los precios por las nubes. Como ven que esto está de nuevo lleno de extranjeros, se hacen la idea de que una va caminando y los dólares caen de los balcones”.

El incremento de turistas en el Centro Histórico no ha hecho ninguna diferencia en el poder adquisitivo de Beatriz, que trabaja para el estado y cobra 3 600 pesos mensuales para mantenerse ella y a sus dos hijos. A veces gana un extra, pero eso no significa que pueda darse gustos. La mujer lamenta que antes se podía comprar algún dulcecito, pero ahora una tortica de morón cuesta ochenta pesos.

“¿Tú sabes lo que es eso? Yo y mis hermanos crecimos comiendo torticas, era lo más normal del mundo. Ahora una sola, que tampoco es la delicia ni mucho menos, me cuesta una fortuna. Es inconcebible lo que pasa en este país”.

Beatriz recuerda cómo en su época de estudiante universitaria —no tan lejana— compraba diez torticas de morón en la dulcería “San José”, al final del bulevar de Obispo, donde costaban 0.10 centavos CUC, y con eso se mataba el hambre, a la vez que disfrutaba de un postre que le fascina desde la infancia. Hoy no puede recordar la última vez que compró dulces para ella y sus niños. Ni siquiera puede hacerlos en casa porque el azúcar de la cuota no alcanza.

Desde hace meses los retrasos e irregularidades en la entrega del azúcar —refino y crudo— por la cartilla de racionamiento golpea duramente a los cubanos, que se han visto obligados a incurrir en un gasto extra para endulzar el café, la leche o el jugo del desayuno, cuando hay.

“El bodeguero siempre tiene azúcar blanca, a cien pesos la libra, pero hoy mismo la tiene a 120, y no queda más remedio que comprarla”, cuenta Silvina Duarte, amante de la repostería, que cada día ve más reducidas sus posibilidades y gustos. La señora, que presume de haber comido dulces de todo tipo y a sus 76 años tiene la glicemia “en talla”, confiesa que nunca pensó que la crisis cubana llegaría a los campos de caña.

“Mi padre decía que en un país las cosas van mal de verdad cuando falta el pan, pero yo en el caso de Cuba diría también que cuando falta el azúcar (…) Sin esas dos cosas, tú puedes decir con seguridad que este país se jodió”.

La conclusión de Silvina coincide con la de Rafael, varias décadas más joven, aunque él pertenece a la generación que entiende que Cuba comenzó el proceso de autoaniquilación cuando se dejó arrancar las libertades individuales. A Silvina le duró un poco más la visión romántica sobre el proceso revolucionario; pero ambos, desde sus respectivas experiencias, entienden que una mesa donde falta el pan es la más pobre sobre la faz de la tierra, y que el país que alguna vez fue primer productor y exportador de azúcar en el mundo tiene que estar hundido sin remedio cuando ni siquiera puede garantizar dos libras por consumidor, una vez al mes.

 

Cortesía de  CubaNet

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“La leyenda del río”, una nueva novela de Frank Correa
Feb 8, 2023

LA HABANA, Cuba.- En su empeño por que se conozca la obra de los autores cubanos censurados por el régimen en su país, Ediciones Ilíada, en Alemania, publicó recientemente la novela La leyenda del río, del escritor y periodista independiente Frank Correa.

En esta, como en otras de sus novelas, Frank Correa nos deslumbra con su fabulación, su uso de la intertextualidad y su maña y fluidez  para narrar.

No abundan los autores cuya personalidad sea tan idéntica a su escritura como ocurre en el caso de Frank Correa. Y ese es el más inobjetable indicio de la autenticidad de un escritor.

Por la naturalidad con que escribe, sin recurrir a artificios efectistas, sin rebuscamiento alguno, cuando uno lee a Frank Correa es como si estuvieras escuchándolo, con su acento oriental, contándote una anécdota suya o de alguno de sus amigos y conocidos de Guantánamo, Santa Fe o Jaimanitas, que casi siempre  son los personajes de sus cuentos y novelas.

Ese es el caso de La leyenda del río, que narra la historia de Rascacio, un humilde poblador de Jaimanitas que se gana la vida buceando en busca de prendas perdidas por los bañistas en la playa. Rascacio, obsesionado con una vieja historia de tesoros que cuentan los pescadores, se dedica a buscar el cofre de oro y piedras preciosas que, según la leyenda, luego del naufragio de la goleta Reina Isabel en 1682, al noroeste de La Habana, enredado en un gigantesco sargazo, empujado por las corrientes marinas recorrió los océanos durante cuatro siglos hasta que finalmente una tormenta lo condujo al río de Jaimanitas.

El tenaz Rascacio, que con su determinación a no dejar que las muchas vicisitudes lo venzan recuerda por momentos al Santiago de El viejo y el mar, no ceja hasta encontrar el tesoro. Pero su enriquecimiento de la noche a la mañana lo hace blanco de la Seguridad del Estado, que lo arresta, confisca sus bienes y… No voy a contarles el final. Lean la novela.

Como si no bastara la fabulación que derrocha Frank Correa con la historia de Rascacio y el tesoro, en La leyenda del río también están las historias de Pejediente, Atila, los Bocañanga, Luisón, Chiqui, Miguelito Melón, Luisa Ojos Secos, el trovador Héctor Tortilla y decenas de otros pescadores y buscavidas de Jaimanitas. Historias tragicómicas que Frank Correa logra concatenar, una tras otra, sin apenas tomar aliento, con una habilidad pasmosa, a lo largo de toda la novela.

Algunas son delirantes, como la fiesta en casa de los Bocañanga por el centenario de Jaimanitas; el tiburón cazado en el río por Cheo, el menor de los hijos de Pejediente; el viaje de Rascacio y Amatista, su mujer, a Bayate; la noche en que luego de sacarse dos muelas que tenía soldadas a la mandíbula, Rascacio es mordido por un perro y se le infesta la herida y a Amatista se le atraganta una espina de pescado. Y ni hablar de la búsqueda del tesoro en el putrefacto fondo del río de Jaimanitas.

El autor, que lleva más de 20 años viviendo en Jaimanitas, se ha compenetrado con los moradores de ese viejo pueblo de pescadores y conoce bien esas historias, algunas de ellas si no reales, bastante parecidas a la realidad.

Los personajes de sus historias son todos patéticos náufragos de la sociedad socialista que luchan por  subsistir a como dé lugar. Y Frank Correa cuenta sus historias y a veces las de él mismo, con crudeza y realismo, sin caer en el panfleto, pero no por ello dejando de llamar las cosas por su nombre.

Nacido en Guantánamo en 1963, el futuro de Frank Correa en las letras cubanas parecía promisorio. En 1991 ganó los concursos nacionales Regino Botti, Tomás Savignón y Ernest Hemingway y le publicaron, en la colección La Fama, su libro de cuentos La elección. Pero excomulgado de la cultura oficial por sus ideas políticas, se hizo periodista independiente y, por tanto, se convirtió en un objetivo de la Seguridad del Estado.

En las dos últimas décadas, sus crónicas y artículos han aparecido en Cubanet, Diario de Cuba, Primavera Digital y ADN Cuba. Pero no ha dejado de escribir ficción y poesía. En 2012 ganó el primer premio de Nuevo Pensamiento Cubano con el cuento “La mujer del escritor”. Tiene publicadas, además de La leyenda del río, las novelas Larga es la noche, en la editorial checa Fra, Un rey sin corona y Pagar para ver, esta última por Latin Heritage Foundation y Ediciones Cenifenc, de España.

 

Publicado originalmente en Cubanet.

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Relaciones Cuba-EE.UU.: de las falsedades de Obama a las ambivalencias de Biden
Feb 7, 2023

LAS TUNAS, Cuba. — Es falso, según dijo el expresidente Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, que las políticas estadounidenses respecto a Cuba no han logrado “impulsar nuestros intereses”, como tramposo resulta que los comunistas cubanos quieran aprender a “convivir de forma civilizada”, más allá de sus “diferencias”, según afirmó Raúl Castro aquel mismo día.

Ambivalente entre esas declaraciones, pretendiendo unir dos intereses diferentes e irreconciliables: el de la democracia del pueblo cubano y las pretensiones del régimen para perpetuarse en el poder, el presidente Biden no debería hacer concesiones al castrocomunismo, como no lo hicieron sus predecesores republicanos y demócratas antes que Obama, que sí consiguieron acuerdos para mantener los intereses de los Estados Unidos en la región.

Es falso que desde la administración Eisenhower hasta nuestros días los gobiernos de Estados Unidos y Cuba no hubieran mantenido de forma pública, o secreta, reuniones bilaterales. Anecdótica y particularmente ilustrativa resultó la primera de esas citas.

Aparentemente humilde, pero en realidad orgullosamente mesiánico, en abril de 1959 Fidel Castro fue a Estados Unidos a publicitar su imagen y conseguir dinero, pero sin pedirlo, sino procurando que se lo ofrecieran. “Yo no vine aquí a pedir dinero”, dijo, y recalcó: “No deben pensar en nuestro país como un mendigo”. Como respuesta, no le fue concedido un centavo ni en préstamo ni en calidad de ayuda, cuando aún decía que no era comunista.

Todos los presidentes estadounidenses, excepto Gerald Ford y George Bush (padre), sin hacer concesiones estratégicas, consiguieron del régimen de La Habana acuerdos importantes para Washington; a saber: Kennedy logró la libertad de los prisioneros de la Brigada de Asalto 2506 tras su captura en Bahía de Cochinos; Johnson, el acuerdo migratorio que posibilitó la salida de cubanos a Estados Unidos; Nixon, lo concerniente a la cooperación bilateral para impedir la piratería aérea; Carter obtuvo los acuerdos sobre limitación marítima, pesca, migratorios y, sobre todo, abrió la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, que, de hecho y sin aspavientos, funcionó como una embajada sin poseer ese rango. Ronald Reagan, sin bajar la guardia contra el comunismo, logró los acuerdos migratorios de 1984 y 1987, y, sobre todo, los convenios que hicieron volver a las tropas cubanas de Angola; Bill Clinton llevó a buen puerto los pactos migratorios de 1994 y 1995 para impedir la migración no autorizada y el narcotráfico, donde participaron militares de ambos países; George W. Bush, a quien los castrocomunistas dedicarían diatribas en cientos de páginas y miles de horas de radio y televisión, no solo hizo de Estados Unidos el mayor proveedor de productos agrícolas a Cuba, sino que logró hacer de Raúl Castro y sus soldados los guardianes exteriores de la base naval de Guantánamo cuando la convirtió en una cárcel antiterrorista.

No diga ahora la administración Biden, como antes dijo personalmente Obama, que las políticas de Estados Unidos durante décadas “no ha logrado impulsar nuestros intereses”. Los objetivos estratégicos de los Estados Unidos concernientes al régimen castrocomunista en los años de la Guerra Fría fueron cumplidos con creces. Estados Unidos no quería una alianza político militar entre la Unión Soviética y Cuba que influyera en las Américas. Mucho antes de Obama, esa alianza no existía porque la administración Reagan tuvo un rol decisivo en la desaparición de la Unión Soviética.

Los presidentes estadounidenses antes de Obama y Biden estuvieron en desacuerdo con la exportación de la llamada “revolución cubana” a los países de Latinoamérica y África. Como consecuencia, todas las guerrillas impulsadas por Fidel Castro y Che Guevara terminaron hace mucho tiempo con todos los generales en la mesa de negociaciones en Nueva York, y con Fidel Castro suprimido de las campañas africanas cuando quiso hacer de libertador de pueblos con idiosincrasia propia.

Entonces sería preferible que los socialistas en Estados Unidos admitieran su adhesión a esa ideología y que, por tal razón, además de para salvar al castrocomunismo de la crisis en que se encuentra, pretenden una relación amigable con el régimen cubano. Podrán comportarse como fariseos, con hipocresía y falsedad, pero no pretendan vendernos que cambiaron las relaciones con los comunistas por el bien de la democracia de Estados Unidos y de Cuba.

 

Publicado originalmente en Cubanet.

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El nuevo proyecto de Ley de Comunicación social anula la opinión pública
Feb 6, 2023

CDMX, México. – La constitución cubana de 2019 cancela la posibilidad de la prensa libre y de la opinión pública porque los medios de difusión ―el régimen solo reconoce los medios estatales de propaganda― siguen secuestrados por el único partido legal de la dictadura. En otras palabras, ni libertad de expresión para los ciudadanos, ni libertad de prensa para los periodistas. Todos los “medios” oficiales cubanos están subordinados al discurso del Departamento Ideológico del PCC.

El nuevo proyecto de Ley de Comunicación, que no fue presentado ante el Parlamento en diciembre pasado probablemente por el rechazo popular en las redes sociales, mantiene el control sobre los contenidos y permite solo los que sean “socialistas”; por lo tanto la crítica social sigue atada a los criterios de los censores del Partido. 

Lo novedoso de la ley es que permite el financiamiento de los medios oficiales como GranmaCubadebateTrabajadoresJuventud RebeldeTribuna de La Habana, etc., por patrocinadores cubanos o extranjeros; y deja que estos cobren por colocar publicidad en sus páginas impresas o digitales.

De esta forma, la ley oficializa el financiamiento internacional que ya, por ejemplo, han recibido instituciones como el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), bajo la dirección de Mariela Castro, hija del dictador Raúl Castro.

Lo perverso del asunto es que los periodistas independientes y los medios de prensa independientes al Partido no tienen ningún derecho a ser financiados porque no son reconocidos como legales dentro del país por la dictadura.

El proyecto de ley entiende la comunicación social solo en el sentido vertical del Partido-Estado hacia la sociedad, pero la ciudadanía no tiene canales abiertos para incidir en el Gobierno, en las políticas que le perjudican, ni en detener los abusos de poder de las autoridades. 

La participación popular sigue constreñida a los espacios cerrados reducidos, y a los temas que defina previamente el Partido único, lo que algunos especialistas califican de “participación parroquial” de la ciudadanía. La opinión pública no aparece en el texto de la ley, y el control popular se menciona varias veces, pero no se explica la posibilidad de hacerlo.

El 16 de enero Cubadebate publicó un artículo de la Dra. Martha Prieto Valdés con informaciones falsas sobre el proyecto de ley de Comunicación Social. En su función de jurista, esta especialista intentó persuadir a la población de que la ley respeta sus derechos de libertad de expresión, libertad de prensa y de control del Gobierno por la ciudadanía: 

“Entonces, pensando en Cuba, los medios, instituciones y organizaciones que se implican en la comunicación tienen el mandato de propiciar la realización de estos derechos; deben tener claro que, con este hacer cotidiano, expresan el pensamiento crítico que nace del pueblo para cambiar todo lo que debe ser cambiado, y preservar lo que acordamos, además de contribuir a la realización efectiva del control popular”. 

En otras palabras, los medios secuestrados por el PCC son los únicos autorizados a canalizar la crítica ciudadana y el control popular sobre el Gobierno, es decir, los censores del PCC y su Instituto de Información tienen las manos libres para silenciar la opinión pública nacional.

Esta interpretación falsa y fuera de contexto de Prieto Valdés no hace más que confirmar su respaldo a la dictadura comunista cubana y su menosprecio a los derechos e intereses del “soberano”. En la próxima sesión del Parlamento cubano esta ley se aprobará por unanimidad y a mano alzada, como viene ocurriendo desde 1976. Contraria al Derecho Internacional, la dictadura cubana no reconoce a la opinión pública.

 

Publicador originalmente en Cubanet.

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La nación cautiva y sus presos
Feb 3, 2023

Este texto fue publicado en junio de 2022, pero ICLEP lo republica por su vigencia en el caso de Lázaro Yuri Valle Roca.

Eralidis Frómeta extiende uno de sus delgados brazos, para señalar una marca en el frente de su casa, en La Habana. Oficiales de la policía política, borraron con espátulas palabras que había pintado por la libertad de su esposo, periodista independiente, preso desde junio de 2021 por cubrir una manifestación contra el régimen en la avenida Zanja.

La casa de Eralidis queda en Nuevo Vedado, símbolo del esplendor capitalista antes de 1959, y raudamente habitada por los líderes Socialistas que condenan el modo de vida burgués al tiempo que lo disfrutan. Eralidis dice que la policía política se puso nerviosa cuando ella pintó "Libertad para Lázaro Yuri Valle Roca". No querían que "los jefes" tuvieran en su propio vecindario, donde pasean tranquilos a sus perros y sus hijos aprenden a manejar los autos del estado, el recordatorio de un preso. Quedaron a penas unas sílabas trucidadas en la pared de la casa, como en la boca de cientos de presos políticos cubanos, condenados mayormente por pronunciar, escribir o distribuir palabras que al Estado no le gusta escuchar.

El control del lenguaje, establecer una métrica de qué es políticamente correcto decir y qué no, limitar el libre flujo de ideas en nombre de alguna bondad y erigir castigos para el disidente, es raíz de tiranía. El analista político Michael Knowels, en su libro Speechless, reconoce el castigo en distintas variantes, desde lo social a lo penal. Por eso Eralidis ha vivido detenciones, pero también cortes de Internet; multas, y también actos de repudio por acólitos castristas; citaciones policiales, pero difamaciones en webs afines al socialismo. Detrás de todo puede adivinarse la mano del Estado.

Día a día Eralidis usa las redes sociales para denunciar el injusto encarcelamiento de Lázaro Yuri. Sus posts van encabezados con números: 340, 341, 342. Son los días que su esposo, de 60 años de edad, y con petición fiscal de seis, pasa en la prisión de máxima seguridad Combinado del Este.

La paulatina penetración de Internet en la isla, que el régimen admitió para recibir divisas desde el exterior, pero que aplazó todo lo posible previéndolo como un terreno espinoso en su control de la información, ha ofrecido una válvula de escape para la sociedad civil. Si en la "vida real" no pueden asociarse, expresarse o reunirse, en el plano virtual sí. Por supuesto, es una empresa estatal socialista, Etecsa, la que maneja la conectividad de los cubanos. No es la libre competencia empresarial la que ofrece contratos, sino un monopolio hecho a la medida del Partido Comunista.

Eralidis lo sabe, y espera cuando no tiene acceso a internet para volver a postear sobre el calvario de su esposo. Vivir en el último estado totalitario del hemisferio occidental no es sencillo. Acá el tiempo se convierte en una melaza densa y oscura. Entre sus dedos huesudos sostiene uno de los muchos cigarros que lleva a su boca en el día para calmar la anisedad.

En los últimos días de mayo ha esto esperando una llamada. La que Fiscalía debió haber hecho desde el día 16, para fijar la fecha del juicio. El 14 de junio de 2022 se cumple un año desde que Lázaro Yuri fuera detenido por cubrir con su celular el lanzamiento de octavillas con frases de José Martí, Antonio Maceo y por la democracia en el centro de La Habana. Eralidis estrella una colilla humeante contra la mesa de la cocina y se repite: "él es inocente, él es inocente".

No hay incertidumbre como la del que enfrenta a un tirano en su propia cara. Cuba posee varios récords hemisféricos oscuros, entre ellos el del país con más encarcelados por motivos políticos. La ong Prisoners Defenders contó mil 218 entre mayo de 2021 y abril de 2022.

Familias como la de los hermanos Nadir y Jorge Martín, lo intentan todo desde el pacifismo. Marta Perdomo, madre de ambos jóvenes, presos por participar en el las manifestaciones antisocialistas del 11 de julio de 2021 (11J), publicó semanas atrás una carta abierta al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, en la que solicitaba mediación con el régimen para liberar de los manifestantes, sobre los que han caído hasta condenas de más de 20 años.

"Yo, como madre, fiel cristiana protestante, le he pedido a Dios que en su infinita misericordia se apiade de nuestros presos", escribió Perdomo, al tiempo que recordaba que otras mujeres, católicas, han hecho igual desde su fe, con el objetivo de lograr la "incondicional excarcelación de aquellos que salieron a pedir libertad y cambios democráticos para nuestra isla".

Pero López Obrador, promotor del Grupo de Puebla, y entonces de visita oficial en Cuba, nunca respondió a Perdomo y las otras madres firmantes.

Semanas después de la detención de Lázaro Yuri, estalló el 11J en casi toda la isla. Una protesta ciudadana que reclamaba alimentos en un país hambriento, medicinas en una isla enferma y libertad en una nación cautiva. Sus únicos antecedentes, por la masividad, se encuentran en las ciudades de La Habana Camaguey a fines del siglo pasado.

Eralidis recuerda que el 11 de julio de 2021 salió a la Avenida 26 y tomó un viejo taxi Chevrolet hasta Centro Habana para unirse a las manifestaciones. Coreó "Patria y Vida", "Abajo [Miguel-Díaz] Canel", con todos sus pulmones, antes de que comenzara una brutal represión policial y de simpatizantes del socialismo contra los protestantes. Cuando habla de estar allí lo refiere como un privilegio. "Mi esposo no tuvo ese privilegio", lamenta, mientras recuerda su nombre. Lo repite como las madres y padres de los presos políticos. Repiten para que el silencio no trague sus vidas. Permanecer callados es dejar sellado el sepulcro que el régimen cavó en el presidio.

 

Publicado originalmente en Diario de las Américas.