Los soldados y reclutas cubanos están oficialmente presentes en la región euroasiática. Su misión es habitual, dado el papel que ha desempeñado el comunismo cubano desde 1959. En esta ocasión, debido a la invasión ilegal e inmoral de Ucrania por parte de Rusia, están proporcionando carne de cañón al régimen de Putin. Aunque esto no debería sorprender, es importante que Occidente y, en particular, los Estados Unidos comprendan plenamente las implicaciones del mercenarismo cubano en este genocidio contra Ucrania.
Desde el primer día, Cuba comunista, como un Estado marxista-leninista comprometido, ha participado con entusiasmo en guerras mundiales y campañas terroristas. Muchos de estos conflictos armados y operaciones subversivas, que buscaban derrocar gobiernos legítimos o ayudar a regímenes marxistas a permanecer en el poder, contaron con la ayuda y el apoyo intelectual de La Habana. Hay razones que explican este patrón de comportamiento. Algunos han atribuido este aventurerismo que ha costado miles de vidas, tanto de cubanos como de latinoamericanos, africanos, asiáticos y estadounidenses (y otros), a compromisos ideológicos de principio. Bajo el disfraz de la “liberación”, los cubanos comunistas han librado indiscutiblemente una guerra brutal, por lo que etiquetaron como descolonización, antiimperialismo, antirracismo, anticapitalismo, etc.
La lógica detrás de la obsesión del comunismo cubano con la intromisión internacional ha sido estratégica, reactiva y fundamentalmente innata a sus objetivos de supervivencia. El activo más importante de Cuba, desde que cayó bajo el dominio marxista, es su voluntad de involucrarse en los asuntos de otros países. Este compromiso activo en estrategias de ruptura sociopolítica, y/o solidaridad socialista, ha establecido un lugar para Cuba comunista en la mesa de los actores globales. Esta proclividad, ejercida también en la esfera de la inteligencia, ha incrementado enormemente la influencia de los comunistas de la isla. Cuba no posee recursos naturales muy codiciados. En cuanto a la producción industrial y tecnológica, el régimen castrista ha retrocedido en algunos aspectos hasta la época colonial, si se compara históricamente. Lo que sí tiene son bienes inmuebles. Su proximidad a Estados Unidos ha convertido a la isla en una mercancía para los malhechores del mundo.
Fidel Castro era un asesino de masas, pero no era estúpido y entendía la geografía, la tendencia de las democracias a ser sensibles al desarrollo de una crisis dados los patrones electorales, y la necesidad de forjar lazos profundos con países influyentes. América Latina, África, Asia y Oriente Medio fueron testigos de la presencia de tropas y/o personal militar cubano, no solamente para extender o preservar el comunismo. Sangre, inteligencia, apoyo logístico y táctico han sido elementos prescindibles utilizados como inversiones, siempre con la vista puesta en la longevidad del régimen. El castrocomunismo ha sido como un capo de poca monta con alarde de bravura, que ha usado esta mística para amplificar la protección de mafiosos de mayor envergadura.
Con una completa red de herramientas represivas, un terror de Estado despiadado y la estructura de un régimen totalitario bien cuidado, la dictadura cubana ha sido capaz de retrasar su decadencia. Sin embargo, comprendiendo bien la importancia primordial de los factores internacionales a la hora de determinar la durabilidad de un régimen no democrático, el castrocomunismo empleó desde el principio su capacidad bélica y de generación de terror como palanca para su supervivencia. Durante un corto periodo de tiempo, Estados Unidos pareció comprender la amenaza que representaba un régimen marxista-leninista hiperactivo a 90 millas de su costa y actuó en consecuencia. Sin embargo, el traicionero revés de John F. Kennedy en Bahía de Cochinos y el infame Pacto Kennedy-Khrushchev, que aseguraba la neutralidad estadounidense y la vigilancia de los intentos de liberación armada del exilio cubano, envalentonaron las misiones internacionalistas de la dictadura comunista. Fue la luz verde que señaló el establecimiento de una fracasada política estadounidense de tolerancia de una sede para una amplia gama de actividades subversivas y desviadas, perjudiciales para Occidente y, especialmente, para Estados Unidos.
Su capacidad para rechazar el neutralismo, desarrollar una trayectoria de activismo belicoso de base ideológica y evitar las repercusiones sistémicamente desafiantes del líder del Mundo Libre ha proporcionado a la dictadura cubana muchas cosas que necesitaba para perdurar en el poder. Ha ganado favores y concesiones de países como la URSS/Rusia, China, Irán, Corea del Norte, cuasi-colonias como Venezuela, Nicaragua y Bolivia, y gobiernos y movimientos revolucionarios de izquierda en todo el mundo. Al mismo tiempo, el comunismo cubano descubrió que sus violaciones descaradas y su conducta incivilizada no eran respondidas con políticas serias y discordantes. Al contrario, el imperialismo cubano ha conseguido intimidar a los gobiernos democráticos y a sus instituciones financieras, que se han mostrado genuflexos y han aceptado aberraciones morales clave como los crímenes sistemáticos de lesa humanidad y su apoyo a actos de terror, además de su implicación en el narcotráfico. En lugar de castigar el comportamiento criminal de La Habana, Occidente la ha recompensado con créditos, inversiones, subvenciones, condonaciones de deuda y un respetado asiento en los foros internacionales.
Durante la década de 1970, cuando el régimen cubano estaba abiertamente implicado en graves conflictos bélicos en numerosos países de los continentes africano y americano, Estados Unidos aplacó a la dictadura marxista con concesiones y reconocimiento. Gerald Ford, en 1975, suavizó el embargo estadounidense contra el gobierno de Castro, permitiendo a las filiales estadounidenses comerciar con Cuba. En 1977, Jimmy Carter facilitó los viajes a la isla y abrió secciones de intereses en La Habana y Washington, preludio del restablecimiento de relaciones. La actividad beligerante del castrocomunismo se vio recompensada por sus sangrientas empresas intervencionistas.
Cuba comunista es miembro de la Unión Euroasiática. Esta alianza estructural, política y económica, creada en 2015, incluye a Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Armenia y, como miembros observadores, Moldavia y Uzbekistán. Se trata de un grupo paralelo que sigue el modelo de la Unión Europea. El régimen cubano es un aliado incondicional de la dictadura rusa. La red de espionaje cubano-rusa está bien definida. El “síndrome de La Habana” ha sido uno de sus proyectos favoritos. Los bancos de Putin han servido como uno de los mecanismos más activos de blanqueo de dinero y evasión de sanciones de la isla. Era de esperar que los militares castristas aparecieran, en algún momento, rumbo a Ucrania.
Los comunistas cubanos no susciten en las obras de caridad. Putin, sin duda, remunerará generosamente a La Habana por la sangre de sus súbditos. Además de quedarse probablemente con entre el 75 y el 92% de lo que pague Rusia, saben que esto les unirá más estrechamente a Putin y, consecuentemente, a China, un aliado clave de Rusia. Dado que Estados Unidos y la Unión Europea han adoptado disposiciones moralmente impotentes respecto a los vínculos no tan secretos de Cuba con el putinismo, la dictadura cubana confirmará la esterilidad de las políticas de búsqueda de la libertad apoyadas por Washington. Dondequiera que la democracia se vea amenazada, pueden apostar a que el castrocomunismo estará presente de alguna manera. Si Estados Unidos cree de verdad que lidera el Mundo Libre y quiere librarse de un grave problema para su seguridad nacional, debe ayudar a derrocar la atroz dictadura de seis décadas al sur del Estrecho de Florida.
Ante el clima de odio, de mentira, de corrupción y de falta de espiritualidad en que pudiera zozobrar Cuba, quisiera reflexionar hoy acerca de los cuatro pilares con los que nuestros padres fundadores, Varela y Martí, construyeron nuestra cultura y nacionalidad: el amor, la verdad, la fe y la virtud.
Es inefable la coherencia entre el profeta Félix Varela y el apóstol José Martí, por eso son, y serán siempre, las dos columnas fundacionales que sostendrán la nueva República. Esta unidad entre el profeta y el apóstol fue elocuentemente expresada por el propio Martí en su periódico Patria, el 6 de agosto de 1892, en el artículo titulado “Ante la tumba del Padre Varela” donde dice:
“La ciudad de San Agustín… venerada hoy para el cubano, porque allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba, tan cerca de Cuba como pudo, sin alocarse o apresurarse, ni confundir el justo respeto a un pueblo de instituciones libres con la necesidad injustificable de agregarse al pueblo extraño y distinto que no posee sino lo mismo que con nuestro esfuerzo y nuestra calidad probada podemos llegar a poseer: los restos del Padre Varela.”
Y más adelante dice: “Me conmovió, comandante, al preguntarles dónde querían ir, oírles decir: “Antes que todo, a la tumba del Padre Varela”: y allí fuimos, bajo el sol abrasador: la visita se la contaré con la palabra de uno de nosotros que no sabe mucho de letras, y dijo que le parecía que estaba vivo el Padre.” (José Martí en Obras completas, tomo 2, Centro de Estudios Martianos, Colección digital, La Habana, 2007, pp. 96-97).
He aquí la conexión intrínseca entre Varela y Martí, el que repitió en su publicación las mismas impresiones de un grupo de patriotas que antes que él, habían visitado la tumba del Padre Varela. Martí llama a Varela: “Patriota entero y “Santo cubano”. No acabo de entender por qué se ha demorado tanto la canonización del Padre Varela si desde su muerte y por el propio Martí, se le ha considerado santo a lo largo y ancho de nuestra historia. Nunca dejaré de insistir en que Cuba tiene estos dos más grandes padres fundadores cuyo ejemplo y enseñanzas bastarían para reconstruir la nación cubana, para refundar nuestra República en libertad, democracia y progreso.
No hay que salir por el mundo a buscar raíces y fundamentos. Ya los tenemos. Al mundo hay que abrirse para integrarnos a lo mejor de todos y para compartir lo mejor que tenemos desde los cimientos de la nación. En esos cimientos están grabados indeleblemente estos cuatro pilares de nuestra eticidad: amor, verdad, fe y virtud.
Amor y verdad
Este primer binomio, Amor y Verdad, bastarían para edificar una nación. Por eso, los valores que han sido fundamentos de Cuba son incompatibles con la filosofía del odio, de la lucha de clases, de la vida en la mentira. Amor sin verdad es debilidad y doblez. Verdad sin amor es fanatismo e inclemencia. La historia demuestra que no se puede amar desde la mentira. La historia, incluida la de la Iglesia, nos enseña que defender la verdad sin amor puede llegar a ser inquisición e impiedad. El amor no esconde la verdad y la verdad no disminuye al amor.
Nosotros sabemos, por Jesús de Nazaret y por Varela y Martí que “Dios es Amor” (1 Juan 4,8), que “nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13). Y que como dijo Martí: “Hay que deshelar, con el calor de amor, montañas de hombres; hay que detener, con súbito erguimiento, colosales codicias; hay que extirpar, con mano inquebrantable, corruptas raíces…” ahora se necesitan más que nunca templos de amor y humanidad que desaten todo lo que hay en el hombre de generoso y sujeten todo lo que hay en él, de crudo y vil.” (José Martí, 1881, O. C. Tomo 7. p. 285. Y en La Nación. New York. 1884, O. C. Tomo 10. p. 80).
Fe y virtud
El segundo binomio fundacional nos presenta la relación indispensable entre la fe y la virtud. Fe sin virtud es hipocresía. Virtud sin fe, se seca. La fe es motor y alma de la virtud y la virtud es fruto y semilla de la fe. Cuba necesita cultivar su fe y su espiritualidad. Es una necesidad de supervivencia. Martí dijo: “Todo pueblo necesita ser religioso, no solo lo es esencialmente, sino que por su propia utilidad debe serlo… un pueblo irreligioso morirá porque nada en él alimenta la virtud” (J. Martí. Fragmentos O.C. p. 392).
El Padre Félix Varela, “el que nos enseñó primero en pensar”, el padre de nuestra cultura y nacionalidad, dijo: “Así pensaba yo, mi caro Elpidio… sobre la historia lamentable de los errores humanos… de los sufrimientos de la virtud siempre perseguida, y de los triunfos del vicio, siempre entronizado… el orbe nos presenta un inmenso campo de horror y de exterminio… Mas, entre tantas ruinas espantosas, se descubren varios puntos brillantísimos, que jamás oscurecieron las sombras de la muerte…: los sepulcros de los justos,… sus almas puras, que volaron al centro de la verdad; cuyo amor fue su norma y por cuyo influjo vivieron siempre unidos y tranquilos. Sobre las losas que cubren estos sagrarios de la virtud, resuelven sus imitadores el gran problema de la felicidad y arrojan miradas de compasión sobre los que… corren tras sombras falaces, y, burlados, se dividen; divididos, se odian, y odiados, se destruyen” (P. Varela (1835) “Cartas a Elpidio”. Tomo I Sobre la Impiedad. Carta primera. p. 5).
El mismo Padre Varela culminaba sus “Cartas a Elpidio” con aquella recomendación a sus discípulos y que constituye el más grande aporte a la eticidad, el civismo y a la verdadera religión del pueblo cubano: “Te encargo pues que seas el órgano de mis sentimientos y que procures, de todos modos, separarlas del escollo de la irreligiosidad. Si mi experiencia puede dar algún peso a mis razones, …que por desgracia o por fortuna conoce a fondo a los impíos, puede asegurarles que son unos desgraciados y les advierte y suplica que evitan tan funesto precipicio. Diles que ellos son la dulce esperanza de la patria, y que no hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad” (F. Varela. Cartas a Elpidio, Tomo 1, p. 181-182).
Y, como sintetizando el primer binomio de amor y verdad con el segundo binomio de fe y virtud, Martí expresa: “La grandeza está en la verdad y la verdad en la virtud.” (O.C. Tomo 6. p. 457). El Apóstol eleva, hasta ponerlo alrededor de la estrella solitaria de nuestra libertad, el valor supremo para Cuba y le llama la fórmula del amor triunfante: “…alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla… Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula de amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos” (J. Martí, (1891) “Discurso del 10 de octubre de 1891”. O.C. Tomo 4. p. 279).
Volvamos a nuestras raíces cubanísimas y allí encontraremos un proyecto de vida para nuestra nación y república que puede ser resumido y reconstruido sobre estos cuatro pilares: Amor, Verdad, Fe y Virtud. Solo poniendo “por encima de todo el amor” (Biblia. Col. 3,14) podremos construir la Cuba que soñaron y fundaron Varela y Martí.
Centrémonos en esos fundamentos. Unámonos en ellos. Construyamos sobre ellos el futuro de Cuba.
Desarrollar una oposición política efectiva en una sociedad democrática es un asunto complejo y delicado, pero cuando se reta a una dictadura, la situación se agrava drásticamente, puesto que el propósito de los autócratas es la conservación por siempre del poder y para eso, deben destruir a los opositores, antes de que se conviertan en una fuerza capaz de destronarlos.
Esta reflexión, motivó al ex prisionero político, Amado Rodríguez, 23 años tras las rejas, decir, cuando se hacía oportuno, “en Cuba hay muchos opositores, muchos valientes, pero aún no ha sido posible en estos más de 60 años, articular una oposición eficiente porque la dictadura lo impide con sus frecuentes redadas, más el férreo control social que ejerce sobre la población” y es que uno de los primeros requisitos del absolutismo, es imponer un severo control sobre la ciudadanía a través de una represión sistemática, continua y brutal.
Otro factor es la indigencia económica de los opositores, particularmente, cuando la dictadura actúa en el marco de un sistema totalitarios. Si la guerra demanda dinero, la política no se queda atrás, así que controlar los bienes limita su desarrollo y el acceso a los mismos es traición que los gobernantes no se creen, pero sus servidores sí.
Las elecciones, aun en democracia, son difíciles y complejas, así que no es complicado imaginar bajo dictaduras como las de Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, como son los falsos comicios a los que convocan, particularmente, después de las experiencias de los autócratas Rafael Correa y Daniel Ortega, quienes llamaron a elecciones sin amarrar bien el fraude.
Por otra parte, como la gestión pública es un monopolio del estado-gobierno, la operatividad política de sus contrarios es sumamente complicada, factor que no impide la aparición de los Opositores, sin que deje de ser sumamente peligroso desarrollar y articular, una oposición eficiente que pueda retar con probabilidades de éxito al gobierno.
Para integrar una oposición viable es imprescindible que se incorpore a la misma, con total compromiso, un por ciento de personas similar al sector que integra el núcleo duro del poder. Digamos, que cualquiera de nuestros déspotas tiene un 35 por ciento de la masa electoral identificado con su programa, de ser así, el opositor debe tener un respaldo similar, si quiere competir con posibilidades de éxitos, en el supuesto caso de que las elecciones no sean amañadas.
Un factor que juega plenamente a favor de esos gobernantes es la proliferación de candidatos. Cuando se presentan muchos aspirantes, aun siendo unas primarias, la fuerza opositora se divide, salvo que los pretendientes y sus partidarios, tengan una absoluta voluntad de cambio con independencia de quien lo dirija.
Además, hay una situación, a pesar de lo mucho que se ha repetido, que no ha servido de enseñanza a los líderes opositores, y es que el régimen, al estar consciente de la farsa electoral que promueve, no hace concesiones en lo que atañe al poder electoral, a sabiendas, que los opositores, por su discurso democrático, están en cierta manera obligados a participar, aunque no existan garantías suficientes para los comicios.
Enfrentar una dictadura, particularmente las populistas de cualquier signo, demanda una gran solvencia moral y mucho coraje. Los autócratas, políticos, o simples delincuentes, no respetan las diferencias y recurren al crimen sin contemplaciones, también, les sobran los perros de presa, que, creyendo, que interpretan la voluntad de sus amos, casi nunca se equivocan, despedazan a los enemigos de este.
Además, es importante destacar, que una de las características fundamentales de estos regímenes es el alto nivel de participación política de la población. Es difícil encontrar indiferentes. Se está en contra o a favor, siendo lo más notable la cólera, irascibilidad e intolerancia, que hace acto de presencia en las discusiones relacionadas con la cosa pública, una situación que invariablemente termina a favor de la autoridad.
No se debe obviar, lo considero la base de esta columna, que los depredadores políticos, sean, castro chavistas, marxistas o fascistas, no consideran a quienes se les oponen como meros rivales o adversarios, para ellos, quienes los rechazan, son enemigos a destruir física y moralmente, en consecuencia, quienes no estén de acuerdo en que sus condiciones de vida cambien por decisiones de los otros, que sus opiniones sean censuradas, deben prepararse para enfrentar enemigos mortales, que buscan nuestra destrucción.
Cuando hablamos de calidad de vida, nos referimos a un concepto que implica desde el bienestar social hasta ciertos aspectos específicos del individuo, esto incluye tanto aspectos objetivos como subjetivos, donde el propósito final es el bienestar individual.
La evaluación de calidad de vida, según estudios académicos requiere tener en cuenta varios indicadores, entre estos el bienestar físico, bienestar material propiedades, relaciones interpersonales y bienestar emocional, entre otros aspectos básicos. Ante las anteriores tesis cabe preguntarse ¿Cómo se comporta la calidad de vida en Cuba?
Evaluar la calidad de vida en Cuba, no puede ser una repetición mecánica de las variables que expresa el Índice de Desarrollo Humano, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), exige un análisis más profundo. La calidad de vida del cubano es muy mala.
La presencia de un sistema de salud en crisis, carente de medicinas, especialistas, recursos y con una pésima práctica médica, no garantiza una adecuada atención a la salud de cada ciudadano. La inseguridad tanto personal como social, ha ido en aumento, como resultado de las continuas olas de violencia y crímenes que se originan casi todos los días, a esto vale añadir el incremento de los suicidios, indicador este de la inseguridad personal que se vive en la isla.
La falta de alimentos, de una vivienda digna, unidos a la crisis del transporte y los servicios, empeoran aún más vida de los cubanos. Un país donde no se respeten los derechos humanos y libertades individuales, no puede hablar de una vida digna. Grupos poblacionales vulnerables, como ancianos y niños no tienen garantizada una existencia digna.
El promedio de vida de la tercera edad continúa decreciendo, pese al discurso de los medios oficiales. Las mentiras del régimen cubano, sobre una calidad de vida óptima en la isla, ya no pueden engañar a nadie, la triste realidad que se vive hoy en la isla es el testimonio más fidedigno de un país que vive en el umbral de la pobreza extrema y con una calidad de vida muy cuestionable.
Publicado originalmente en la edición 162 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano
Muchos coinciden en que el plato fuerte en la recién concluida primera sección ordinaria de la décima legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, lo constituyó las palabras de Juan Esteban Lazo Hernández, Presidente del Parlamento cubano. Una especie de harakiri o mea culpa (mi culpa) –del régimen–.
El gentío nacional se ha quedado con la boca abierta. En el actual dilema que vive la Isla, de gente cansada, de pueblo hastiado del mismo triunfalismo sin nada dentro (hueco), la diatriba de Esteban, eclipsó tanto a los debates redundantes de los diputados como a las conclusiones de Díaz Canel.
Lazo arrasó. Se llevó el show. ¿Qué dijo Lazo Hernández? Aquí les va: “(…), prácticamente el ciento por ciento de la canasta básica se está importando. (…). Y el país no tiene dinero. (…). Estamos muy cansados ya de programas, medidas, estudios, diagnósticos y la realidad dónde está, es decir, la solución del problema dónde está.
En mayo se aprobó la ley esta [soberanía alimentaria], hace un año y dos meses y todavía estamos discutiendo si se implementó bien sino no se implementó bien, (…) y ya lleva un año y dos meses de aprobada la ley. ¿Hasta cuándo vamos a estar en esa situación?”, palabras de Lazo. Al respecto, dudas, un arcoíris.
“¡Ah!, este estaba borracho”, fueron las primeras impresiones de la gente en los barrios, apelando al hermetismo de la dictadura en cuanto a reconocer el daño que han causado a la nación; además de lo que significa tirarse de la guagua andando (acto suicida) en caso de que las palabras de Lazo sea resultado de iniciativa propia. “Su último parlamento”, decían otros.
Cuántos disidentes o gente de pueblo no hay presa en Cuba ahora mismo, acusados de haberse robado una gallina, por decir esto mismo que ha dicho Lazo en la Asamblea Nacional. Una verdad en boca de un jerarca que llueve a raudales sobre el día a día. Sólo depende de quién lo diga, será o no delito.
La gran duda de la gente está, según los comentarios apreciados en los barrios, en dilucidar si el harakiri de Lazo responde a un ataque de conciencia, por razones de honor personal, o si se trata de un suicidio por orden superior.
Lo cierto es que hay una realidad: el país no aguanta más, no existe la más mínima esperanza de mejoría – Rusia está más enredada que un bejuco– y el régimen no ha podido borrar del calendario el 11 de julio; está latente, para bien o para mal, en cuanta cabeza cubana existe.
Por tanto, las dudas de la gente sobre el seppuku (harakiri) de Esteban Lazo en la Asamblea Nacional se fundamentan en que detrás de ese aparente suicidio como sistema fallido hay algo. Más que un ejercicio de mea culpa, alguna treta que les permita conservar el poder.
Publicado originalmente en la edición 198 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa
Que hay deseos compulsivos en el pueblo cubano por la calle no es nada nuevo; y ha quedado demostrado en múltiples ocasiones a lo largo y ancho de la Isla; sin embargo, que Caimanera devino protagonista de la última sublevación popular en Cuba, eso sí es “un notición”.
El oriente de la República insular, con énfasis en tres de sus provincias: Santiago de Cuba, Granma y Guantánamo, siempre ha sido considerado por los gobernantes de la isla como un bastión de la Revolución bolchevique caribeña. Por tanto, cualquier conato de rebeldía en la zona acarrea doble significación.
Pero, de las tres provincias mencionadas, Guantánamo guarda especial consideración: en su bahía se encuentra enclavada la base militar norteamericana bajo contrato legal rubricado con gobiernos anteriores, cuando existía en la Isla una verdadera República.
Profundizando en el territorio guantanamero, en máxima trascendencia tenemos al municipio Caimanera, que precisamente está muy próximo a la base militar. No es secreto que sobre dicho territorio pende constantemente el ojo alerta de los militares cubanos, y se les escapó.
Se la formaron. Allí no puede vivir cualquiera, sobre todo con olor a gusanera (como el régimen tilda a los que piensan diferente), y el resto de los nacionales de la isla precisan de un salvoconducto especial para acceder a sus predios. En otras palabras, se supone que los que están allí son los que son.
Los comecandelas adictos al comunismo. De ahí que la rebelión en Caimanera, donde el pueblo pedía libertad, gritaba Patria y Vida y tenemos hambre, guarda especial significación. Algo así como si en el seno del Comité Central del Partido Comunista ocurriera una manifestación en contra del régimen.
Caimanera, el coto privado del comunismo en Cuba, explotó. Entonces, la situación es verdaderamente crítica, y sumando, para los que ostentan el poder en Cuba. La dictadura avizora que de continuar el actual estado de calamidad en el país su legado se va por el retrete, y es cuando corre raudo y veloz hacia la mano del gobernante ruso Putin; a quien conviene socorrer al hijo bobo (improductivo) del Caribe, en su actual condición mediática de villano del planeta, amén de otras consideraciones estratégicas por la posición geográfica de la isla.
Pero, regresando a nuestro asunto, el impacto de la última rebelión popular en el país nos dice algo trascendental: en Cuba ya no quedan cotos seguros para el comunismo. O leído de otra manera, cualquier lugar te la puede formar. Ya no quedan en el país lugares seguros para el régimen. Esta es la gran lectura de la explosión popular en Caimanera. Lo de ese municipio guantanamero fue otro tipo de manifestación.
Publicado originalmente en la edición 218 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Amanecer Habanero.
Entre los caprichos de la termoeléctrica matancera Antonio Guiteras, que con su descalabro arrastra a todo el Sistema Electroenergético Nacional (SEN), y el asedio de las altas temperaturas del verano, ante el apagón los cubanos comienzan de nuevo a copar portales y aceras durante la noche.
Este fenómeno, la toma de los portales, ha sido bautizado en los barrios por quienes malhumorados se ven obligados a salir de sus casas, y no le queda de otra que socializar de portal a portal, como “salir de la cueva”. Entre las críticas, siempre aparece la Guiteras o “la maldición de la Guiteras”, como suelen comentar los tertulianos de aceras. La apatía popular sobre esta industria se deriva de que siendo el mayor bloque generador del país siempre está en coma.
Pero, qué indica esta nueva arremetida sobre los espacios exteriores de los barrios. Sólo dice, este es el gran mensaje, que la recuperación tanto del SEN como del país se vislumbra como una quimera inalcanzable con el actual sistema político que rige en la Isla. Si la cabeza del SEN siempre tiene problemas, el resto del cuerpo está podrido.
Es una suerte de contagio o maldición eléctrica: cuando se va la Guiteras, al unísono, se van tres o cuatro bloques más en el resto del país; lo cual indica que habrá portales para rato en Cuba. Mosquitos, calor y descontento popular a granel. Cada noticia que llega desde Matanzas es un cubo de agua fría sobre el pueblo cubano por el papel que representa este bloque generador. Algo anda mal en esa provincia, como que no pega o ajusta, pues tanta inestabilidad debe tener alguna razón.
Los medios de prensa se hicieron eco de uno de sus últimos descalabros: tras 72 horas de aportar carga al SEN y después de una reparación que tomó cerca de 90 días, la termoeléctrica Antonio Guiteras salió del sistema por avería.
Basta seguir de cerca la secuencia de la angustiosa puesta en marcha de la máquina matancera para advertir que si no hay chapucería en las acciones de reparación, es la hermana de esta. El asunto está, de ahí la eternización de los portales, que cada parada de esta termoeléctrica toma un periodo de cuatro días de enfriamiento para retomar las acciones de reparación; lo cual profundiza el sufrimiento de la gente.
Publicado originalmente en la edición 197 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa
La inflación se ha convertido en centro de los problemas del cubano común y en el punto más crítico que identifican las autoridades en sus políticas económicas. Lo evidencian el ascenso prolongado de precios en mercados mal abastecidos, mientras los salarios permanecen estáticos, y la lentitud del gobierno para implementar estrategias que ha enunciado públicamente.
En un intento desesperado por frenar este fenómeno económico, el régimen cubano ha diseñado varias estrategias económicas, sin resultado alguno, entre ellos el control de los precios y salarios, en una errada política de reordenamiento salarial y fiscalización de precios.
No hay que ser un dotado economista para entender que los controles de precios y salarios resultan ineficaces como curas para la inflación existente por estos días en Cuba. En algunas oportunidades aliviaron momentáneamente los síntomas de la inflación, en otras redujeron las expectativas de inflación, sin embargo, en todos los casos, dichos controles duran poco tiempo y nunca fueron totalmente efectivos en lo que se refiere a los fines previstos.
Estos controles o reordenamiento monetario de salarios y precios, lejos de disminuir el proceso inflacionario han provocado un efecto pernicioso en la economía, de modo tal que empeoran la situación inflacionaria. Los actuales índices de inflación que existen en Cuba, según fuentes oficialistas (dato conservador) alcanza el 45 %.
Si bien es cierto que los procesos inflacionarios son los de mayor complejidad que puede enfrentar una economía y no existen soluciones sencillas y rápidas para enfrentarla y revertir sus efectos es cierto que este fenómeno requiere una solución urgente.
Ante el incremento de los índices de inflación el régimen cubano adopta una agresiva política de multas contra comerciantes privados, condenando el efecto de un fenómeno que él ha generado. Una vez más los economistas cubanos siguen obviando las cosas importantes y utilizando argumentos absurdos.
No existe receta mágica para resolver el problema de la inflación, solo hay una solución y parece que no la ven o no quieren asumirla: garantizar una adecuada producción de bienes materiales y alimentos, que satisfagan las crecientes necesidades de la población, esta es la receta.
Es la única posibilidad de disminuir los precios de los productos y que los salarios se conviertan en un medio de vida. El discurso tradicional del régimen cubano ya cansa y agota, el bloqueo es la eterna excusa, las causas reales están en un modo de producción obsoleto e incapaz, y un sistema político en colapso total. Si los controles de precios y salarios resultan ineficaces como cura, ¿de qué otras medidas se dispone?
Publicado originalmente en la edición 161 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano