Qué triste es la realidad de una madre cubana, el día a día que enfrentamos es una constante agonía y un sinvivir, cada mañana estamos pendientes de las necesidades que enfrentamos, de las carencias que sufrimos y, lo peor de todo, es que no podemos o más bien no hacemos nada por cambiar esto.
Desde lo más sencillo que es un desayuno, un vaso de leche, un pan para la merienda de la escuela de nuestros hijos, un almuerzo, una comida; esto se ha convertido en un lujo que no todos pueden o tienen cómo costear, cabe reconocer que el adoctrinamiento del pensamiento, del sentir y de expresarse ha surtido efecto durante estos más de 60 años de condena que vivimos gracias al socialismo.
Es insólito que hoy muchas de nosotras tengamos que mandar a nuestros hijos a la escuela sin merienda, sin nada en el estómago porque no tenemos de dónde inventar; de hecho, hasta las personas que tienen mejor solvencia económica se las están viendo fea, ¿qué podemos esperar los que no tenemos nada o los que vivimos de un mísero salario de 2500 pesos al mes?
Llevo meses rompiéndome la cabeza, no sé ni de dónde más inventar para que a mi hijo no le falte nada, me paso la vida luchando y aun así no consigo llegar a donde quiero. Todo esto ha decepcionado a las personas, ha incrementado el estrés de la población y ha propiciado que una de las salidas más fiables sea irse del país, huir de este infierno y abandonar este barco que zozobra.
Cuba ha acabado con la esperanza y la ilusión del pueblo, la dictadura ha cavado un hueco donde enterró la alegría y la jocosidad del cubano, lo enterró en vida y le echó cemento encima para que jamás pueda salir de ese agujero.
El enfrentar esto día a día, el levantarse pensando en qué vas a inventar para que tu hijo pueda subsistir un día más mientras tú te apagas como una vela que llega a su fin, sólo me provoca el triste sentimiento de derrota, de repetirme día a día “ya no puedo más”.
Publicado originalmente en la edición 148 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Cimarrón de Mayabeque
Vivimos en un país con altos índices de violencia, eso no constituye un secreto para nadie, es la dura realidad que vivimos. Conceptos como tranquilidad ciudadana y seguridad, han ido desapareciendo en los últimos meses del actual año.
Los cubanos vivimos en un continuo sobresalto y temor, no solo a la violencia propia de las calles y la convivencia diaria, sino la violencia oficial que también crece y suele ser más brutal, porque nadie castiga a los culpables.
El problema de la violencia no radica tanto en los números o estadísticas, más bien debemos de abordar sus causas, esas que están a la vista y que unos denuncian y otros pretenden ocultar. Desde que se iniciara el actual año, el número de hechos violentos se ha incrementado de manera alarmante, los crímenes no respetan ni edad, ni sexo, ni status social. Cualquier ciudadano puede ser víctima de la delincuencia.
¿Qué está sucediendo en la isla? Esa es una buena pregunta que requiere de una buena respuesta. La violencia, como fenómeno social, no es aleatoria, es el resultado directo del entorno social y del modelo político dominante. El fracaso del modelo político cubano, y la actual crisis socioeconómica que se vive en el país, son las causas fundamentales de la actual ola de violencia. El máximo responsable es el régimen cubano.
En un país, donde se han agotado todas las posibilidades para una existencia digna, donde alimentarse es uno de los problemas más complejos y donde la miseria crece por días, la delincuencia germina como la mala hierba.
Las pocas garantías que tienen los cubanos y sobre todo los jóvenes, sin ánimos de justificar, son factores que han permitido que muchos opten por la violencia como método de sobrevivir. Esto unido al poco accionar de los cuerpos policiales en la prevención y erradicación de los delitos de violencia, configuran un escenario poco alentador.
A lo anterior se suma la violencia política ejercida por el régimen, esa que actúa en total impunidad y que es el resultado directo, como expresara Gandhi, del miedo a los ideales de los demás. El fin de la violencia en Cuba, implica un cambio político.
Publicado originalmente en la edición 158 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano
Es sencillamente asombroso, no existe otro calificativo, la manera en que el Noticiero de la Televisión cubana (NTV) dibuja un país que no existe, alejado 180 grados de la realidad nacional. La protesta del pasado sábado 6 de mayo en el municipio guantanamero de Caimanera, nunca ocurrió.
En la emisión del noticiero del día siguiente, 24 horas después de la rebelión popular en el oriente del país, donde los ciudadanos pedían libertad en las calles, el NTV contaba una historia nacional de felicidad, producciones y bailes de casino.
Bastaba cerrar los ojos para en el mismo lugar y en la misma isla, aterrizar en el país de Alicia y su cadena de maravillas. De no ser por los crujidos de estómagos vacíos el sueño sería eterno mientras durara la sarta de logros del noticiero estelar de la televisión.
¿Cómo podemos aceptar los cubanos de aquí adentro y protagonistas de muchas de las situaciones, que un órgano informativo de cobertura nacional no refleje un suceso de tal magnitud como el de Caimanera? Ellos, que tienen “segurosos” donde quiera, no estaban enterados.
Sucede que cada letra que se escriba o cada palabra que se pronuncie en un medio oficialista debe ser autorizado por el brazo censor del Partido Comunista. Usted habla si yo lo apruebo.
¿Habrá otro ejemplo trabajo esclavo en las letras? Desde el año 1959, después de la Cuba A, ha habido censura, pero se les está yendo la mano. Todo indica que en cuestiones de hermetismo periodístico le están “dando nalgadas” a Corea del Norte, un vestigio del arrinconamiento actual de la dictadura.
Lo repetimos, es sencillamente asombroso el modo en que el NTV cuenta de un país que no existe, mientras las redes sociales explotaban con la rebelión popular en Caimanera. En la actualidad se escuchan comentarios de personas, todavía confundidas, como navegando entre dos aguas, la Cuba B y la isla del NTV.
El crimen es de lesa humanidad. Un día, si alguien tendría que responder por el daño causado a la libertad de los cubanos, ese sería el Noticiero de la Televisión cubana.
Publicado originalmente en la edición 214 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Amanecer Habanero.
Maquiavélico es un término utilizado a menudo para caracterizar políticos inescrupulosos del tipo descrito por Nicolás Maquiavelo en “El Príncipe”. Pero los escritos de Maquiavelo también fueron inspiradores para la filosofía política de la Ilustración, y él es caracterizado frecuentemente como padre de las ciencias políticas modernas. En 1517 expresó que a veces es “algo muy sabio simular locura”. Su argumento era que parecer un poco demente podría ser una herramienta útil para persuadir al adversario a abandonar sus políticas.
Quizás fue Maquiavelo quien inspiró al presidente Richard Nixon a desarrollar su “Teoría de la Locura”. En 1969, tras ocho meses en la Presidencia, Nixon estaba frustrado con la hostilidad y obstinación del liderazgo norvietnamita. Durante la campaña presidencial había prometido terminar la guerra de Vietnam y quería negociar una salida de ese país, pero Vietnam del Norte se mantenía inflexible en sus posiciones.
Nixon quería que la Unión Soviética presionara a Vietnam del Norte, y creía que el líder soviético Leonid Brezhnev solamente lo haría si creyera que Estados Unidos se estaba preparando para hacer alguna locura. (Considérese aquí el paralelo con la situación enfrentada por el presidente Donald Trump lidiando con Corea del Norte).
Nixon deseaba que los líderes soviéticos y vietnamitas creyeran que él era irracional y volátil. Quería que ellos no se sintieran confiados de poder predecir cómo Nixon actuaría. Nixon quería a sus adversarios tratando de adivinar su temperamento y toma de decisiones. Quería que el liderazgo norvietnamita, con quien estaba negociando, estuviera preocupado sobre cómo reaccionaría si fuera provocado.
Con ese fin, informó a su jefe de Gabinete, H. R. Haldeman:
“La llamo Teoría de la Locura, Bob. Quiero que los norvietnamitas crean que he llegado a un punto donde puedo hacer cualquier cosa para terminar la guerra. Déjales saber que, ‘por el amor de Dios, saben que Nixon está obsesionado con el comunismo. No podemos controlarlo cuando está molesto - y él tiene en sus manos el botón nuclear,’ y en dos días el mismo Ho Chi Minh estará en París rogando por la paz”.
La Administración Nixon hizo más que “dejarles saber”. En octubre 1969 la Administración dio señales de que la locura se estaría alistando para la acción. Nixon ordenó una alerta total global, y durante tres días seguidos nuestros bombarderos con armas nucleares volaron cerca de las fronteras soviéticas.
Según Melvin Laird, Secretario de Defensa de Nixon, la idea era hacer creer a los soviéticos que “ustedes nunca podrán descifrar lo que él (Nixon) podría hacer”. Henry Kissinger, como Asesor de Seguridad Nacional, jugó su papel, presentando la incursión de Estados Unidos en Cambodia como síntoma de la supuesta inestabilidad de Nixon. A la larga se negoció la terminación de la guerra de Vietnam. Valorar los términos de ese arreglo es asunto diferente. El punto es que hacer creer a los adversarios que presionar demasiado puede traer consecuencias impredecibles y peligrosas tiene sus méritos.
Durante el año pasado el presidente Trump y el norcoreano Kim Jong Un han estado ambos jugando el juego de la locura, intercambiando amenazas militares e insultos. Yo lo llamo la Teoría de la Locura versión dos (.2). El presidente Trump se burló de Kim llamándolo “hombrecito-cohete” y prometió “destruir totalmente” Corea del Norte. Kim llamó a Trump “senil” y “lunático”, y amenazó con disparar bombas nucleares contra EE. UU.
Sin embargo, ahora se anunció que Kim Jong Un invitó al presidente Trump a reunirse para negociaciones sobre su programa nuclear, y que el presidente aceptó encontrarse con el dictador norcoreano. Kim prometió también detener los ensayos nucleares y de misiles, como exigía Estados Unidos. Es imposible subestimar estos acontecimientos; nunca ha habido negociaciones cara a cara, ni siquiera llamadas telefónicas entre los líderes en ejercicio de Corea del Norte y Estados Unidos.
Independientemente de lo que uno pueda pensar sobre el heterodoxo cáustico estilo del presidente Trump, parece claro que las herramientas de política exterior, implementadas bajo la Teoría de la Locura, trajeron a Kim Jong Un a la mesa de negociaciones. El presidente Trump tiene reputación como negociador: esperemos que logre un acuerdo que suponga al menos una verificable península coreana desnuclearizada.
Para asomarnos a la realidad de hasta dónde llega el deterioro social en la isla, basta observar el declive en las tradiciones que desde siempre han caracterizado a los cubanos. Ya nadie se pone contento cuando lo visita un familiar.
¿Cuál es la primera reacción del anfitrión cuando de sopetón le cae un pariente? Mirarle para la mano a ver qué trajo para solventar los días que durará la estancia del familiar. Incluso, no interesa que el pariente llegue a la capital del país por un imperativo médico; sea un hijo o un nieto remitido a los centros sanitarios habaneros, donde se concentra la calidad en los servicios de esta índole.
Dicen los que saben del tema que de la primera ojeada a la mano se descubren muchas cosas. No sólo si el bulto que cuelga es grande o chico; más arroz o menos frijoles, por el relieve granulado de la bolsa; o si llega en la mano zurda o derecha, por lo general en esta última pesa más; o si hay indicios de sangre en el envoltorio, lo cual supone carne. Así se vive hoy en Cuba, a la caza de oportunidades miserables.
Ese grande de las letras francesas y universales, Víctor Hugo, lo definió con excelencia en su obra Los Miserables: “La miseria genera actitudes miserables”. ¿De cuál hombre nuevo estamos hablando? Nadie pone en duda que el periodo post Batista ha traído un marcado deterioro social. La lucha cotidiana de los cubanos se resume en un sálvese quien pueda, y de esto no escapa la familia.
La cacareada unidad entre los cubanos de la isla es un texto de ciencia ficción mal escrito, más por los deseos compulsivos del régimen que por la realidad reinante en la isla. Para nada está bien que antes del tradicional abrazo entre parientes que desde hace tiempo no se ven, la primera mirada recale en la mano del recién llegado.
Este simple hecho, que pudiera interpretarse al descuido, muestra la decadencia social que se vive en Cuba. La miseria que inunda al país tiene un solo responsable, la dictadura. Hoy, es la mano; mañana será otra cosa. No nos asombremos de lo que está por venir mientras dure esta pesadilla llamada régimen.
El hombre nuevo no deja de impresionarnos: ya nadie se pone contento cuando llega un familiar, a no ser, que la diestra venga cargada. El abrazo de alegría familiar, si la mano así lo amerita, llega después.
Publicado originalmente en la edición 214 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Amanecer Habanero.
Desde que tengo uso de razón la dictadura comunista siempre ha tenido como estrategia primordial mantener a su pueblo pasando hambre todo el año, y cuando se va acercando una fecha conmemorativa, con gran peso ante la sociedad, vender migajas para tapar bocas y evitar las posibles manifestaciones ante el descontento y la inconformidad.
Para nadie es un secreto que este año la vida comenzó más dura que el anterior, la escasez de alimentos y artículos de primera necesidad son elevadas y el pueblo no tiene opciones para llevar a la mesa.
Como todos conocemos, el pasado 14 de mayo se celebró en Cuba el Día de las Madres, y para contrarrestar esta fecha la dictadura se empeñó nuevamente en realizar una feria agropecuaria el sábado 13 y así mantener al pueblo entretenido; pero, al fin y al cabo, lo que logró fue incomodar más a la población.
Como siempre, el pueblo espera algo bueno cuando de feria se trata, piensa en ofertas variadas, asequibles para todos los niveles, sin embargo, recibe siempre lo mismo, el rezago de mala calidad.
Para la dictadura al pueblo hambriento le viene bien cualquier porquería: oferta boniatos picados, yucas jojotas, croquetas y picadillo de tilapia y unas gallinas flacas que lo que dan es lástima solamente de mirarlas. Lo que le hace falta verdaderamente a la población no lo venden, el pueblo se quedó esperando el arroz, alimento primordial en la mesa y que hoy está bastante ausente.
Las galletas saladas estuvieron desaparecidas una vez más y los sorbetos quedaron en el olvido; sólo se mantiene firme el refresco de pipa, que tiene poca aceptación por la población pues su calidad es pésima, y las bolsas de chocolate, las cuales ya no traen ni siquiera azúcar.
Es doloroso vivir esta situación cuando hay niños pequeños en casa padeciendo hambre, muchas veces dejando de almorzar para garantizar un bocado para la comida; mientras tanto, los dirigentes culpables de esto viven con sus barrigas bien llenas, con la única preocupación de no perder sus ganancias.
Publicado originalmente en la edición 256 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Panorama Pinareño
Quizás el concepto MIPYMES no está bien empleado, pero popularmente hoy se les llama así a las micros, pequeñas y medianas empresas dedicadas a la venta de productos listos para el consumo al por mayor.
Son esos locales donde todo el que tiene un pequeño negocio va a comprar suministros. Antiguamente, estas personas tenían que comprarle a la dictadura en MLC en las tiendas mayoristas, esto claramente encarecía aún más la mercancía puesto que había que cambiar los pesos cubanos a esa moneda o a euros para poder comprarle al régimen.
Ahora todo es más fácil, en estas MIPYMES hay variedad de ofertas, compiten entre ellas con buenos precios, los productos son de primera calidad y las confituras finalmente bajaron un tanto de precio para que los padres puedan acceder a ellas.
Lo que sí es realmente insólito con esto es que una persona natural, un cubano de a pie, tenga la capacidad para mantener abastecida una de estas nuevas tiendas mayoristas de su bolsillo y que la dictadura no pudo hacer lo mismo porque supuestamente el bloqueo se lo impide.
Es irónico que las MIPYMES demuestren al pueblo que en verdad el régimen lo que no quiere es invertir, comprar y facilitar las cosas.
Esto se ha convertido en todo el país en un “sálvese quien pueda”, en un raro sistema de capitalismo ligado con socialismo; de hecho, los locales donde se encuentran estas MIPYMES son arrendados, almacenes en desuso que el socialismo había cerrado para que se cayeran a trozos.
Inclusive, hasta muchos de los trabajadores de las pequeñas empresas eran antiguos empleados de estos propios locales en quiebra y que hoy nuevamente el sector privado ha devuelto a la vida.
Queda demostrado con esto una vez más que el socialismo no funciona, no ha funcionado nunca y no funcionará jamás en ninguno de los países donde ha sido implantado, pues sólo garantiza, negocia, surte, aquel que realmente tiene interés en mantener un negocio y en prosperar, es por eso que podemos decir que las MIPYMES llegaron para cambiarlo todo.
Publicado originalmente en la edición 147 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Cimarrón de Mayabeque
Cada día que pasa, el cubano de a pie, ese que vive de un salario mísero que le paga la dictadura por todo un mes de trabajo, se cansa más y más de las mentiras que a lo largo de más de 60 años ha venido contando el régimen.
Esa mejoría esperada, la salida del mal llamado periodo especial, los altos salarios, la eliminación de la dualidad monetaria, nunca han llegado como fue prometido al pueblo; muy por el contrario, todo se ha complicado cada día más.
Las malas decisiones de este estado fallido, las deudas con los países con quienes comercian, el cinismo de los gobernantes y dictadores que a más de medio siglo continúa culpando al embargo económico de los Estados Unidos de Norteamérica de la impróspera situación que existe hoy en la isla.
Si Cuba no prospera, si Cuba no levanta cabeza, es simplemente porque tenemos que liberarnos del yugo de los Castro y de Canel que durante tantos años han chupado del cuello del pueblo, cual sanguijuela.
Hasta que no decidamos quitarnos el miedo a prosperar, a sacudirnos el polvo del pasado de una Cuba que creía en las promesas de un tirano, no vamos a poder ser una nación con oportunidades para sus nacionales.
Aunque parezca mentira, Cuba una vez, antes de 1959, fue un país próspero, con una economía en alza y con comercio de tabaco, azúcar y ron, así como con infraestructura constructiva que hacían del país un paraíso para los cubanos.
Después de ese año todo cambió, Cuba fue en decadencia, comenzó a desaparecer toda la infraestructura, a disminuir la producción azucarera, ronera y tabacalera, ya que la despreocupación de los dirigentes sobre estos sectores fue tal que hoy por hoy se encuentran estos rublos de la economía casi extintos.
Ya los cubanos no quieren saber más de promesas vacías, ya no quieren saber más de mentiras que nunca se cumplen y mucho menos de una dictadura que culpa de sus errores a otras personas y Gobiernos.
Publicado originalmente en la edición 147 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Cimarrón de Mayabeque