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Cuba: ventiladores de castigo y mirando al cielo, un pronóstico de hace más de tres décadas

Foto de Federico Espinosa en Unsplash

Por la periodista ciudadana Silvia Alonso Urrutia

Nov 22, 2024 | 10:30 AM


Cuenta un amigo y colaborador de esta publicación ciudadana, que dijo estar presente cuando la caótica puesta en marcha de la última industria del níquel en Moa, provincia de Holguín, que el actual descalabro en la generación de energía en el país se veía venir desde hace más de 30 años. Agrega, que solo el régimen no movió un dedo para anticiparse a lo que estaba por llegar.

Es decir, nos quedamos sin Gobierno. Se explica el amigo, nosotros los reporteros, incluido los lectores, todos oídos, nos adentramos en los vericuetos de sus informes técnicos; que no todo en la Isla es basureros y fosas derramadas en las calles. Hay más miserias de lo que un país puede soportar.

Y el ingeniero hace una secuencia de puntos para dar crédito a su tesis. Primero: Las condiciones políticas de los asesores soviéticos que prestaban servicio en la planta niquelífera y por extensión de la sociedad allende los mares, de los eslavos pioneros en el planeta de la hoz y el martillo, la mayoría de ellos, pero la inmensa mayoría, rechazaban el sistema comunista imperante en su país.

Y lo decían con total franqueza. Entonces, dijo el ingeniero cubano: “Si esta gente inventó el socialismo y hoy piensan así, es que el asunto rojo huele mal”. Las señales apuntaban a la posibilidad de que colapsara el comunismo en la URSS; de donde venía el petróleo de las termoeléctricas cubanas. Segundo: De la Unión Soviética llegaban a Cuba cada año 11 millones de toneladas de petróleo, en ocasiones 12. Recordar que una tonelada de este combustible equivale a 6.29 barriles U.S., y hoy Cuba necesita diariamente 115 000 barriles diarios. Es decir, los soviéticos mantenían con vida al país.

Se dependía de ellos y esto podía terminar de un momento a otro, como más tarde sucedió. Tercero: No es secreto que el crudo nacional es de pésima calidad, con contenido de azufre rayano al 8% y de vanadio, otro mata tubos, de hasta 150 partes por millón (ppm).

Dice el ingeniero colaborador de Amanecer, y explica a nuestros lectores, que todo el entendido sabe de los terribles daños que provoca el pentóxido de vanadio (V2O5), que al final todo concluye en ácido sulfúrico (H2SO4), sustancia extremadamente corrosiva; algo así como el asesino ideal de todo hierro vivo en el planeta.

Concluye el experto que cuando colapsó la URSS y se cerró la llave de carburante hacia la Isla era cierto que no había en ese momento más opción que usar el crudo nacional. Claro, bajo ciertos ajustes, como: mezcla de hidrocarburos para suavizar la rabieta del chapapote cubano; comprar nuevas cámaras de combustión, dígase las alemanas, en busca de optimización eficiente de la mixtura; y el acortamiento de los ciclos de mantenimiento. Pero, después de esto, que eran acciones transitorias, el régimen se quedó cruzado de brazos.

La dictadura tuvo más de 30 años para revertir esta situación y prevenir lo que hoy estamos sufriendo, y no hizo nada. Por ejemplo, levantar nuevas termoeléctricas o desarrollar los parques de energía renovable, y no lo hicieron. Pusieron todos los huevos en la canasta del turismo. Cuba no ha cambiado de lugar y si hay algo que sobra en esta parte del planeta es sol. Solo que antes de finalizar su disertación el ingeniero quiso agregar algo: el casco ideológico de la dictadura en el asunto.

Cuenta el colaborador de Amanecer, que un asesor del ministro de Energía y Minas, hombre jovial y genio en el tema, en una reunión con la máxima dirección del país cometió el error de alertar sobre lo que estaba por venir.

Al hombre lo desaparecieron y nunca más regresó a Moa, para sus consejos técnicos a cerca de la industria del níquel. Dicen que lo han visto vendiendo pirulí en alguna que otra esquina habanera. Pero, cuál fue la justificación para hacerlo tierra.

No confiar, en este caso un alto asesor, en la izquierda internacional y menos aún en las proyecciones de la revolución cubana. En otras palabras, desconfianza en el castrismo. Algunos aseguran que le dijeron: “Entonces tú no confías en la Revolución”.

Hoy, el régimen corre de aquí para allá con los paneles solares al hombro, que ya no sabe dónde sonarlos. Los quita y los pone, siempre improvisando. Algo que pudo hacerse hace más de 30 años con visión de país; mientras, ahora mismo, los ventiladores de castigo en las paredes y mirando al cielo. Algo que se veía venir. No todo en Cuba es bloqueo.

 

Publicado originalmente en la edición 248 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Amanecer Habanero

 

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