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Opinión
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En peligro la salud de todos los cubanos
Nov 5, 2025

La última semana de octubre ha estado marcada por el temor de los cubanos ante el creciente brote de arbovirosis, como el dengue y la chikunguña, virus que mantienen disparadas las alarmas epidemiológicas en 14 provincias del país, especialmente en La Habana y en Matanzas, donde el número de enfermos aumenta día a día, incluyendo menores de edad, quienes carecen de los medicamentos necesarios para enfrentarlas.

Ante esta compleja situación, el Sistema de Salud Cubano, ya colapsado, no puede hacer frente a esta nueva pandemia, cuyas secuelas pueden resultar fatales, generando un profundo temor en la población. Aunque los medios oficialistas han intentado ocultar la realidad, ya resulta imposible disimular la magnitud del problema.

Buscar un culpable puede parecer banal para muchos, y de seguro se señalaría a los mosquitos; sin embargo, el verdadero responsable, aquel que trata de esconder su rostro tras bambalinas, es sin duda el régimen cubano y su fracaso como sistema social, incapaz de garantizar los derechos más elementales del individuo, entre ellos el derecho a la salud.

El vector que transmite estas enfermedades se multiplica no por casualidad, sino por los salideros de agua, la basura sin recoger en las calles durante meses, la falta de controles biológicos y de fumigaciones. Estas condiciones pueden provocar incluso la muerte cuando no existen los medicamentos requeridos para su tratamiento, y todo esto es responsabilidad única del gobierno y de un sistema de salud que ya ha agotado todas sus posibilidades.

El colapso del sistema de atención primaria en Cuba, aquel que alardeaba de brindar al pueblo atención médica gratuita y de calidad, se ha convertido hoy en una vieja fábula que, para tristeza de muchos, no puede garantizar la seguridad de la vida cuando la enfermedad golpea.

El deteriorado estado de las instituciones de salud del país, junto con la escasa disponibilidad de medicamentos y recursos, representa un reto para los médicos y, al mismo tiempo, constituye un foco de peligro potencial para la población desprotegida y necesitada de sus servicios.

 

Publicado originalmente en la edición 211 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.

 

 

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La igualdad mutila la libertad de los pueblos
Nov 4, 2025

Pretender que todos los hombres tienen que ser iguales es un tema controversial. Si bien es cierto que la Constitución norteamericana expresó hace más de un siglo que “todos los hombres somos iguales ante el Creador”, esa idea no significa que, para igualarlos a todos, haya que despojar a unos de sus bienes para entregarlos a otros o igualar a todos en la miseria. Ya eso es un discurso muy diferente, propio de una izquierda comunista que, al pretender igualar a todos, limita cada día más la libertad del individuo.

El ejemplo no está lejano; lo hemos estado viviendo durante más de 60 años. Cuando triunfó el régimen comunista en enero de 1959, el discurso populista de Fidel Castro y las promesas de justicia social e igualdad comenzaron a aplicarse despojando a los dueños de industrias y negocios de sus propiedades, sin retribuir ni indemnizar sus pérdidas. Para entenderlo mejor, se trataba de robarle a unos para enriquecer a otros, al estilo del Robin Hood inglés, violando el derecho a la propiedad, práctica que se sigue aplicando hasta el día de hoy.

El respeto a la propiedad no es algo nuevo, y en Cuba nunca ha sido garantizado por el régimen. Los años 80 y 90 fueron testigos de la llamada Operación Maceta, en la que muchos cubanos fueron privados de sus bienes bajo el supuesto lema de la igualdad social. En este proceso abusivo se sancionaba la iniciativa personal y se penalizaba el emprendimiento.

Con la intención de igualar a todos los cubanos en la pobreza —la forma más sutil de control social que hace al individuo dependiente del gobierno— toda iniciativa privada que se permite en la isla está marcada por leyes y decretos que limitan las capacidades creativas de cualquier cubano que pretenda implantar su negocio.

Esta política de control no solo se manifiesta en el terreno económico. Desde el punto de vista político e ideológico, la limitación de la libertad es una cruda realidad, sostenida sobre un sistema jurídico que se ha convertido en el perro guardián del sistema.

Eventos como las condenas injustas impuestas por tribunales manipulados a los participantes en las protestas del 11 de julio y las diferentes manifestaciones ocurridas en varios territorios de la isla son una muestra de la restricción de la libertad en nombre de la igualdad. Una igualdad que censura la libertad de expresión y de opinión, y que se sustenta en un texto constitucional modificado a ultranza para proteger los intereses de la élite dominante.

El socialismo no puede promover la llamada igualdad social, porque su naturaleza es la de aniquilar la libertad. Todos los hombres somos iguales en cuanto a las oportunidades, pero en la práctica funciona en sacrificio personal y de la individualidad, y en eso el comunismo no aporta nada.

 

Publicado originalmente en la edición 211 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.

 

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Cuba: un país peligroso para vivir en los últimos tiempos
Oct 28, 2025

Durante muchos años, el régimen cubano ha vendido al mundo la imagen de un país tranquilo y seguro, donde se puede transitar libremente por calles y barrios, como si se tratara de un paraíso terrenal. Sin embargo, esa visión está completamente alejada de la realidad.

La Cuba de los años 80 es solo un recuerdo. Aquella época en la que escuchar hablar de un crimen o un asalto era algo poco común ha quedado atrás. Hoy vivimos con el temor constante de ser asaltados, asesinados en plena vía pública o de recibir la noticia de un nuevo feminicidio. La Cuba actual ya no es segura, y vivir en ella supone un riesgo para la vida. El viejo discurso oficial no concuerda con la cruda realidad.

En los últimos años, el índice de criminalidad en el país ha crecido de manera alarmante. Resulta casi imposible que transcurra una semana sin reportes de asesinatos, robos o asaltos. La tranquilidad ciudadana dejó de ser una garantía. La muerte de mujeres inocentes, en su mayoría jóvenes, a manos de sujetos violentos, es noticia frecuente en las redes sociales, como consecuencia de la falta de leyes que sancionen a los asesinos con el rigor necesario.

Del mismo modo, los asaltos en las calles para robar, en gran parte cometidos por jóvenes y adolescentes, se han convertido en otra dolorosa realidad que crece cada día. No se trata de exagerar los argumentos: la tranquilidad que una vez existió ya no está. Ahora, junto a la represión política, se manifiesta otra forma de violencia, aún más letal: la violencia cotidiana, de la que cualquiera puede convertirse en víctima fatal.

En medio de un escenario de inseguridad y carencias, la violencia se ha transformado en un problema social incontrolable que ha cobrado la vida de muchos inocentes. Las fuerzas policiales, centradas en la represión política, hacen muy poco por contener la creciente ola de violencia que sacude al país.

El peligro a perder la vida a manos de un delincuente callejero, a veces por el más simple detalle u objeto, ya no es un simple temor, sino una realidad que no podemos descartar, como ha ocurrido ya en varios lugares del país, cobrando vidas inocentes, y muchos de ellos jóvenes que apenas comenzaban a vivir. Esta es la triste realidad que nos ha tocado vivir: el resultado de un régimen fracasado que no puede ofrecer ninguna garantía de seguridad, porque ha priorizado su permanencia en el poder por encima de la paz y la tranquilidad de sus ciudadanos.

Vivir en Cuba significa convivir con el sobresalto diario, con la constante preocupación por el hijo o el hermano que salió a la calle y tarda en regresar, sabiendo que en cualquier momento puede convertirse en víctima. Así transcurre nuestra vida.

 

Publicado originalmente en la edición 210 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.

 

 

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Lo que calla el Ministerio de Denuncias Exteriores
Oct 22, 2025

El Ministerio de Denuncias Exteriores del Gobierno cubano, conocido de manera oficial como Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex), realizó el pasado 17 de septiembre una conferencia de prensa en la que denunció los efectos del embargo. El titular de esa cartera, Bruno Rodríguez Parrilla, enumeró las supuestas consecuencias de esa medida que, según el gobierno de la isla, impide que se desarrolle la economía cubana. Sin embargo, el canciller obvió mencionar que el principal culpable de la actual crisis económica y social que atraviesa Cuba es el Partido Comunista.

Durante la conferencia de prensa, Rodríguez Parrilla no mencionó que la corrupción imperante en el país no es culpa del gobierno de Donald Trump, ni del de Dwight Eisenhower, sino del mismo gobierno que él representa. No hizo alusión tampoco a los miles de ancianos que piden limosnas en las calles cubanas. Mucho menos al fracaso de la llamada Tarea Ordenamiento, una desastrosa medida económica implementada con el planeta a las puertas de una pandemia.

Claro, no se podía esperar menos, quien habló fue el mismo canciller que calló ante la invasión rusa contra Ucrania, el que ni siquiera menciona los intentos del gobierno de Nicolás Maduro por hacerse con la Guyana Esequiba y apoyó los ataques iraníes contra objetivos civiles en Israel, incluidos hospitales. Y que por otra parte apoya al gobierno chavista, en el que militan varios funcionarios vinculados al Cártel de los Soles, una organización criminal catalogada como terrorista por varios gobiernos, incluido el estadounidense. En tanto, condena los esfuerzos de los Estados Unidos por combatir el narcotráfico en la región.

Rodríguez Parrilla tampoco dijo una palabra sobre el hecho de que mientras buena parte del pueblo cubano se ve obligado a comprar los medicamentos a sobreprecio, la empresa cubana BioCubaFarma inaugura fábricas de medicamentos en China y Vietnam con el objetivo de llevar esos productos a países latinoamericanos. Todo eso, obviamente, con la venia del Gobierno y del Partido Comunista.

Como era de esperar, arremetió contra el gobierno estadounidense acusándolo de genocida y de violar los derechos humanos de los cubanos. Una acusación que sería risible, si no fuera por lo indignante que resulta el hecho de que fue hecha por un funcionario del Estado cubano que viola hace más de 66 años los derechos fundamentales de cada ciudadano de la isla. El mismo que encarcela y reprime a todo aquel que se atreve a oponérsele.

El Ministerio de Denuncias del Gobierno cubano, no del pueblo, dejó claro una vez más que quienes ejercen el poder en la isla viven en una realidad divorciada de la del pueblo. Pero la mentira tiene patas cortas y 66 años es demasiado tiempo.

 

Publicado originalmente en la edición 245 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa

 

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Nicolás Maduro: entre la espada y la pared
Oct 21, 2025

El envío de barcos de guerra y de 4 500 soldados para reforzar la lucha contra el narcotráfico en la región a finales del mes de agosto, por parte de la administración Trump, ha puesto a temblar al Gobierno de Nicolás Maduro, en el que hay personas que ocupan altos cargos vinculadas al denominado Cártel de los Soles, incluido el mismísimo Diosdado Cabello, una de las principales figuras del chavismo.

¿Qué es el Cártel de los Soles? Es un grupo criminal integrado por miembros de las Fuerzas Armadas de Venezuela y del Gobierno de ese país que se dedica al tráfico de estupefacientes; fue incluido por el gobierno de Donald Trump en el listado de organizaciones terroristas, junto a los poderosos cárteles mexicanos y otras organizaciones.

Contra el citado grupo, en el senado colombiano fue aprobada recientemente una iniciativa para declararlo como organización terrorista y criminal; algo similar sucede en España a partir de una propuesta hecha por el partido político Vox, y lo mismo hizo el Gobierno argentino de Javier Milei hace unas semanas.

Entre las personas vinculadas al chavismo señaladas de pertenecer al Cártel de los Soles se encuentran, además de Diosdado Cabello, Tarek El Aissami, José David Cabello, el ex Director Nacional de Inteligencia Hugo Carvajal, Freddy Bernal y Néstor Reverol, entre otros. Muchos de ellos han sido sancionados por el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, acusados de narcotráfico. Pero hay más: el 11 de noviembre de 2015, agentes de la DEA arrestaron a un hijo adoptado y a un sobrino de Cilia Flores, la esposa de Nicolás Maduro, cuando intentaban introducir en los Estados Unidos 800 kilogramos de cocaína procedentes de Venezuela.

En fin, que las cosas no pintan nada bien para el Gobierno chavista, que ha optado por movilizar a más de 4 millones de milicianos. Por si fuera poco, el día 18 la Asamblea Nacional venezolana aprobó una ley nombrada “Ley Aprobatoria del Tratado de Asociación Estratégica y Cooperación entre Venezuela y Rusia”, país con el que el régimen de Maduro tiene importantes acuerdos militares, hasta el punto de que en la nación sudamericana hay una fábrica de fusiles AK-103 Kalashnikov.

Sin embargo, el presidente Donald Trump ha afirmado que su intención no es invadir Venezuela, sino fortalecer el enfrentamiento a la plaga del narcotráfico, una lucha que se ve bloqueada por las posiciones de gobiernos como el del presidente colombiano Gustavo Petro, quien ha afirmado en más de una ocasión que el Cártel de los Soles no existe y que es solo un invento de la ultraderecha para atacar a gobiernos que no responden a sus intereses. La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum, que también enfrenta en su país una fuerte crisis en lo que al tráfico de drogas se refiere, dijo en el mes de agosto que su Gobierno no tiene pruebas de que Nicolás Maduro esté vinculado con los cárteles de la droga.

Lo cierto es que el Comando Sur, la fuerza encargada de ejecutar la tarea, ha destruido ya tres embarcaciones vinculadas con el tráfico de drogas, mientras Nicolás Maduro y sus secuaces intentan mostrar un poderío militar que no tienen, como tampoco pueden demostrar que no tienen vínculos con el narcotráfico.

 

Publicado originalmente en la edición 245 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa

 

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Sin campo no hay país: la tierra y el trabajo campesino como pilares de Cuba
Oct 11, 2025

No es un eslogan, es una realidad. Cuba fue desde su fundación un país eminentemente agrícola, con una producción de azúcar, café, tabaco, frutas, viandas y vegetales de un volumen en crecimiento que satisfacía la necesidad nacional y creaba un excedente destinado a la exportación a otros países.

Pero con la revolución y sus leyes de Reforma Agraria, más la cadena de errores y obviedades que caracterizaron los siguientes 60 años, aquella superproducción de la agricultura cubana quedó varada y pasó poco a poco al olvido. Sistemáticos periodos de crisis y deterioro del sector agrícola han derivado en una subrepticia economía de supervivencia.

La inflación, los incumplimientos de planes de producción y pagos, la absurda política de represión y extorsión contra el campesino, la nefasta política estatal de acopio y la institucionalización del intermediario, convirtieron a la agricultura en un sector de bajo rendimiento y desmotivación para los que tienen que labrar la tierra y cultivarla.

¿Cómo se organiza la producción agrícola en Cuba?

La revolución desechó las leyes tradicionales y hábitos de cultivo del campesinado nacional. A partir de 1959 la política agraria pasó a manos del Estado y la colectivización conformó una estructura de tenencia de las tierras que priorizó a las empresas estatales y sus múltiples experimentos: Unidades Básicas Presupuestadas (UBP), Unidades Básicas de Producción Agropecuaria (UBPA), Cooperativas de Producción Agropecuarias (CPA), Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS), y finalmente los productores privados, que quedaron a la zaga.

Aunque las empresas estatales cuentan con el apoyo de leyes encaminadas a darles más ventajas sobre los agricultores independientes, sus políticas ineficaces han entorpecido el crecimiento y la productividad de la agricultura. La gestión privada con mayor eficiencia por naturaleza choca con una barrera de dificultades normativas y trabas burocráticas.

Las oportunidades para los agricultores particulares son escasas, sesgadas por normas jurídicas que acorralan al productor en un callejón sin salida y los repliegan a una forma de producción de corte esclavista.

La última propuesta del Gobierno para salvar al país de la debacle alimenticia en que vive fue en abril de 2021, cuando aprobó un plan de 63 medidas para estimular la producción en el campo.

Este plan, como tantos otros en 60 años, terminó fracasando. Por la misma causa de siempre: la imposición de las ineficientes reglas del Estado y el Partido en una labor que solo el hombre de la tierra, en condiciones ideales de trabajo y con una remuneración que lo estimule realmente a continuar el trabajo, puede hacer producir el campo cubano.

La Asociación de campesinos independientes en 2019 hizo un llamado de alerta al Gobierno sobre la hambruna que se avecinaba. Escribió una carta dirigida a las máximas autoridades del Estado sobre proposiciones de los campesinos para salir de la crisis, pero nunca recibieron respuestas.

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El feminicidio masivo del gobierno cubano
Oct 4, 2025

Hace unos meses, el Observatorio de Género de Alas Tensas (OGAT) y la plataforma Yo Sí Te Creo en Cuba (YSTCC) dieron a conocer dos atroces crímenes cometidos en La Habana contra mujeres, con los cuales suman ya 26 hechos de ese tipo registrados por esas organizaciones en el país en lo que va de año.

Sin embargo, hay un fenómeno mucho más grave y es el feminicidio masivo al que están sometidas las mujeres por parte del Estado cubano. El gobierno de la nación antillana en ese sentido es culpable de destrozar a las familias de centenares de miles de mujeres, recordemos que en los últimos años casi un millón de cubanos han abandonado el país en busca de un mejor futuro, entre ellos se cuentan hijos, nietos, sobrinos y hasta padres de jóvenes y adolescentes.

Por otra parte, la crisis económica que atraviesa la isla somete a las féminas a una doble carga de estrés, pues ellas son las que llevan el mayor peso en lo que a las labores domésticas se refiere, con todos los contratiempos que representan los extensos apagones, los elevados precios de la mayoría de los productos y la escasez de otros.

Todo esto repercute en el ámbito familiar donde las mujeres pueden sufrir maltratos físicos, verbales o psicológicos, causados muchas veces los dos últimos, por la tensa situación que se vive en los hogares cubanos.

Por otra parte, en pleno siglo XXI una cifra considerable de mujeres cubanas se ven privadas de usar elementos básicos en un hogar. Pues debido a las incontables horas de apagones y la escasez de gas licuado, combustible que se ha distribuido para su venta solo dos veces este año y del que dependen millones de hogares en Cuba, se ven obligadas a cocinar con carbón, lavar a mano, usar en vez de una olla reina o arrocera calderos llenos de tizne.

Para colmo, se ven imposibilitadas de disfrutar de la programación televisiva por muy mala que esta sea, de mantenerse informadas y de tener un acceso a internet decente, en este último caso por obra y gracia del tarifazo.

El discurso del gobierno cubano llama heroísmo y sacrificio vivir entre esas penurias diariamente, cuando realmente somete a las mujeres cubanas a un feminicidio masivo. Según el concepto de feminicidio que aparece en Wikipedia, este se define también como un acto de máxima gravedad, en un contexto cultural e institucional de discriminación y violencia de género, que suele ser acompañado por un conjunto de acciones de extrema violencia y contenido deshumanizante.

 

Publicado originalmente en la edición 243 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa

 

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No se puede tapar el sol con un dedo en Cuba
Oct 1, 2025

En días recientes, autoridades del Ministerio de Salud Pública de Cuba aseguraron que el dengue es una enfermedad endémica del país, dejando entrever que poco se puede hacer para erradicarlo y que la población debe resignarse a convivir con él, pese al grave peligro que representa.

Esta declaración oficialista resulta ofensiva y funciona como la justificación perfecta para encubrir la crisis de un sistema de salud colapsado por la falta de recursos.

¿Cómo es posible que el régimen cubano utilice tales argumentos para responder ante un problema sanitario que ya ha costado varias vidas, incluidas las de niños?

Si bien el dengue tiene origen en regiones tropicales, su control y eventual erradicación son posibles mediante una estrategia adecuada, enfocada en la eliminación del mosquito Aedes aegypti, su principal transmisor. Sin embargo, cuando la voluntad oficial se limita a justificar el fracaso, el argumento resulta banal y vacío.

El incremento de casos reportado en las últimas semanas en varias 

provincias es consecuencia de la falta de control de los criaderos de mosquitos, localizados en charcos provocados por salideros, montones de basura acumulada durante meses en calles y zonas residenciales, y la ausencia de fumigación sistemática. Estas son las verdaderas causas y todas señalan a un único responsable: el régimen cubano y sus instituciones.

No se puede seguir justificando lo injustificable para evadir responsabilidades. Menos aún cuando está en juego la salud de la población, que ya sufre las carencias y limitaciones del contexto actual.

El régimen cubano no puede seguir evadiendo su responsabilidad con el bienestar y la seguridad ciudadana. Cada vida perdida no es una cifra más, sino la evidencia irrefutable de su incompetencia.

 

Publicado originalmente en la edición 209 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.

 

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