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Por el periodista ciudadano Pedro Luis Hernández
Aug 16, 2025 | 12:00 PM
Un servidor público, especialmente un gobernante, debe conocer profundamente al pueblo al que sirve; de lo contrario, sus funciones carecen de sentido. El pasado lunes de julio, Marta Elena Feitó Cabrera, Ministra de Trabajo y Seguridad Social, declaró públicamente durante una sesión del Parlamento cubano que en Cuba no existía la mendicidad, sino personas “disfrazadas de mendigos, ilegales del trabajo por cuenta propia que quieren una vida fácil”. Estas declaraciones resultan una ofensa para millones de cubanos que viven bajo el umbral de la pobreza y la miseria, para quienes sobrevivir es una lucha constante y un verdadero conteo regresivo.
Cuando un dirigente es incapaz de comprender las condiciones de vida de su pueblo, el futuro se torna incierto y se destruye la esperanza. La reacción de la ciudadanía no se hizo esperar. El rechazo unánime a tales palabras fue inmediato y contundente. Aunque la alta dirigencia del régimen forzó la dimisión de la ministra, este vergonzoso episodio abre la puerta a múltiples interpretaciones. En primer lugar, evidencia la profunda desconexión entre la dirigencia política del régimen cubano y el pueblo al que dice representar y proteger.
En segundo lugar, muestra que muchos ministros, quienes deberían estar capacitados para cumplir sus funciones políticas, resultan ser ignorantes e incapaces —un hecho demostrado por la frecuencia con que son removidos de sus cargos. Y, en tercer lugar, confirma una vez más que el sistema político cubano es fallido.
Las absurdas declaraciones de Feitó Cabrera solo pretendían criminalizar la indigencia en Cuba, ignorando la realidad de quienes luchan día a día por sobrevivir en condiciones precarias. minimizando la pobreza que existe en los más recónditos parajes del país, provocando así crecientes muestras de rechazo, tanto dentro y fuera de la isla, un rechazo que lleva muestra de rechazo hacia un estado fallido que desprecia a los vulnerables que él ha creado durante más de seis décadas de promesas sin cumplir.
En un país donde un gobernante es incapaz de reconocer la realidad en la que viven sus ciudadanos, la situación está muy deteriorada. La élite gobernante de la isla debe conocer mejor a su pueblo y dejar de ocultar la verdad sociopolítica y económica que enfrenta el cubano de a pie.
En Cuba, según las estadísticas del Observatorio Cubano de los Derechos Humanos, el 89 % de los hogares viven en la miseria, y, como reconoció la propia ex ministra, existen más de 1,200 comunidades que subsisten en condiciones precarias. De estas comunidades emergen los mendigos reales que el régimen se niega a reconocer y que abundan en nuestras calles. Quien aspire a gobernar un pueblo debe vestirse de pueblo, vivir y sentir su día a día. Solo así un gobierno podrá cumplir con su compromiso social y ganarse el respeto de su gente.
Publicado originalmente en la edición 206 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.