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La igualdad mutila la libertad de los pueblos

Foto de Ricardo IV Tamayo en Unsplash

Por el periodista ciudadano Rubén Batista

Nov 4, 2025 | 9:00 AM


Pretender que todos los hombres tienen que ser iguales es un tema controversial. Si bien es cierto que la Constitución norteamericana expresó hace más de un siglo que “todos los hombres somos iguales ante el Creador”, esa idea no significa que, para igualarlos a todos, haya que despojar a unos de sus bienes para entregarlos a otros o igualar a todos en la miseria. Ya eso es un discurso muy diferente, propio de una izquierda comunista que, al pretender igualar a todos, limita cada día más la libertad del individuo.

El ejemplo no está lejano; lo hemos estado viviendo durante más de 60 años. Cuando triunfó el régimen comunista en enero de 1959, el discurso populista de Fidel Castro y las promesas de justicia social e igualdad comenzaron a aplicarse despojando a los dueños de industrias y negocios de sus propiedades, sin retribuir ni indemnizar sus pérdidas. Para entenderlo mejor, se trataba de robarle a unos para enriquecer a otros, al estilo del Robin Hood inglés, violando el derecho a la propiedad, práctica que se sigue aplicando hasta el día de hoy.

El respeto a la propiedad no es algo nuevo, y en Cuba nunca ha sido garantizado por el régimen. Los años 80 y 90 fueron testigos de la llamada Operación Maceta, en la que muchos cubanos fueron privados de sus bienes bajo el supuesto lema de la igualdad social. En este proceso abusivo se sancionaba la iniciativa personal y se penalizaba el emprendimiento.

Con la intención de igualar a todos los cubanos en la pobreza —la forma más sutil de control social que hace al individuo dependiente del gobierno— toda iniciativa privada que se permite en la isla está marcada por leyes y decretos que limitan las capacidades creativas de cualquier cubano que pretenda implantar su negocio.

Esta política de control no solo se manifiesta en el terreno económico. Desde el punto de vista político e ideológico, la limitación de la libertad es una cruda realidad, sostenida sobre un sistema jurídico que se ha convertido en el perro guardián del sistema.

Eventos como las condenas injustas impuestas por tribunales manipulados a los participantes en las protestas del 11 de julio y las diferentes manifestaciones ocurridas en varios territorios de la isla son una muestra de la restricción de la libertad en nombre de la igualdad. Una igualdad que censura la libertad de expresión y de opinión, y que se sustenta en un texto constitucional modificado a ultranza para proteger los intereses de la élite dominante.

El socialismo no puede promover la llamada igualdad social, porque su naturaleza es la de aniquilar la libertad. Todos los hombres somos iguales en cuanto a las oportunidades, pero en la práctica funciona en sacrificio personal y de la individualidad, y en eso el comunismo no aporta nada.

 

Publicado originalmente en la edición 211 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.

 

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