Foto tomada del perfil de Facebook de Julita Osendi
Por el periodista ciudadano Daniel Camejo
May 3, 2023 | 10:20 AM
Una noticia que en los últimos días ha tenido una cobertura desproporcionada, con titulares grandilocuentes en redes sociales y demás agencias de prensa, ha sido el asalto este 17 de abril a la reportera de la televisión cubana jubilada ya, Julita Osendi, en el malecón habanero y a plena luz del día.
¡Extraño que el hombre nuevo haga estas cosillas! No obstante, hay que partir del hecho que se trata de una figura mediática; aunque debido al actual descalabro económico y de todo tipo de valores que vive la isla “ante el delincuente todos los cubanos somos iguales”. Aclaró la periodista que de inmediato contactó con la policía, a las 9:30 A.M., y a las 11: 00 A.M. todavía esperaba por la aparición de los agentes del orden.
Por lo que, según ella, se fue decepcionada. Esto es, defraudada, una figura pública con alcance nacional. En su perfil de Facebook la reportera colgó: “No se puede salir, menos una mujer de la tercera edad; no existe un solo policía que pueda apoyar en una situación así (pasaron dos en motos eléctricas que no habían recibido ningún aviso de la jefatura) y tercero: ¡aquí no hay quien viva!”.
Con este nivel de decepción Julita tuvo la solución en sus manos y no la aprovechó: el cartel, esa cosa sencilla de papel con alguna que otra palabra. Una de las armas de exterminio en masas más temidas por la dictadura. Ante la impotencia, bastaba un cartel –sin muchos requisitos, no es que los cubanos anden por las calles con pinceles, con el creyón labial hubiera resuelto–, un cartel que dijera algo así como “Abajo la dictadura”. Hasta un helicóptero le hubieran enviado.
Es una realidad hoy en la isla, el cartel aterroriza. La dictadura se siente desnuda, como niño de teta ante ese pedacito de papel con algunos garabatos. Puede que un asesinato u otro hecho grave no tenga tanta repercusión para la junta militar como un cartel. El atraco a Julita Osendi abre una puerta en Cuba de cómo tener protección inmediata –esto va para los turistas también– de la policía cubana.
Con el deterioro de la seguridad ciudadana en las calles cubanas sería recomendable no olvidar al salir de casa un cartel ya preparado debajo de la vestimenta. Si hay que usarlo, si lo atacan, quiera Dios que no, lo saca. En esto consiste el fallo de Julita Osendi en el Malecón Habanero: olvidó el cartel en casa. El celular quizás no lo hubiera recuperado, pero al menos no se hubiera decepcionado tanto de cómo andan las cosas en Cuba.
Publicado originalmente en la edición 191 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa.