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Por el periodista ciudadano Tom Toledo Ventura
Nov 25, 2023 | 10:30 AM
Dentro de unos pocos días los jóvenes que culminaron sus estudios de preuniversitario en el curso escolar 2022 -2023 y que obtuvieron carreras universitarias por sus resultados académicos, partirán hacia las diferentes unidades de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior a cumplir con el Servicio Militar General.
Por un período de un año y de manera obligada, estos muchachos con edades inferiores a los 20 años de edad, interrumpirán sus estudios para realizar labores que el régimen cubano cataloga como imprescindibles y de la más alta importancia.
Algunos irán hacia las unidades de combate de las fuerzas armadas a cumplir misiones que por diferentes motivos le han costado la vida a un número importante de jóvenes, otros trabajarán en entidades agrícolas del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) y el resto simplemente trabajará en la fumigación contra el mosquito o en la chapea del Marabú en tierras ociosas.
También es contradictorio que algunos jóvenes que no estudian ni trabajan y que se dedican a realizar actividades consideras como ilegales, no sean llamados a cumplir el Servicio Militar y que continúen sin aportar nada a la sociedad.
Alberto Perdomo, padre de un joven que obtuvo la carrera de Telecomunicaciones con un promedio superior a los 99 puntos, considera absurdo que jóvenes talentosos pierdan la continuidad de sus estudios realizando labores ajenas a su perfil profesional. “Mi hijo es un joven que debido a su personalidad sale muy poco de su casa y solo le gusta la computación. Ahora está recorriendo los barrios de Santa Clara trabajando en la campaña contra el mosquito.
Pienso que este país no se puede dar el lujo de desperdiciar tiempo y talento en la situación en que se encuentra nuestra economía”, aclaró. Minerva Fraga, psicóloga social que atiende el Consejo Popular Escambray, opina que posponer los estudios de jóvenes que terminaron el preuniversitario para llevarlos al Servicio Militar General por un año, desvía su interés del estudio y los atrasa en su meta de convertirse en profesionales.
“En mi consulta no son pocas las familias que manifiestan estar totalmente en contra de que sus hijos pierdan un año de estudio en el cumplimento de esas tareas, a las cuales catalogan como inservibles y de ninguna utilidad para su futuro. Un año es mucho tiempo para un joven y muchos deciden no ingresar a la universidad, el gobierno debería reconsiderar esto ya que es mucho lo que se pierde”, advirtió.
Publicado originalmente en la edición 106 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Páginas Villareñas.