Para los cubanos contemporáneos no hay un aparato industrial en la Isla que haya generado tanta ansiedad, por sus altos y bajos, que la termoeléctrica matancera Antonio Guiteras, o el fantasma de los apagones, alias por el cual se le conoce en el argot popular debido a su poder de apagar.
Es ese el bloque de generación energética con más potencia instalada en el país –de ahí el hueco que causa con cada salida–, que un día está de buenas y otro amanece con el “moño vira’o”, como dice la gente en la calle.
Pero, a esa incertidumbre contribuye en alguna medida los medios de comunicación oficialista, que en su empeño de alejar del subconsciente colectivo el aura de los apagones se enreda en las noticias que dan.
El 30 de marzo en el Noticiero de la Televisión cubana (NTV) se anunció, desde la misma industria matancera, que después de haber salido el 24 de febrero último del Sistema Eléctrico Nacional (SEN) por avería, a finales de mayo el bloque volvería a sincronizar con la red. Sin embargo, esta aparente buena noticia trae una cola, algo al final, que mueve el ocaso de la nota como perro sato: terminando el año 2023 la industria se someterá a una reparación capital que tomará no menos de seis meses.
La de cal, al fin el régimen comprendió que no es factible, desde el punto de vista político, sacar a este monstruo de la generación energética en meses de verano, cuando el calor hace insoportable la vida. Raso, se puede caer la dictadura. Ya el régimen no está en condiciones de imponer su voluntad, como hasta la fecha ha sido costumbre, de machacar a placer a los cubanos. Todo indica que ahora valora las posibles consecuencias.
Los cubanos no están en condiciones de volver a soportar noches enteras tirados en los portales esperando el fin del apagón de turno. Tampoco que los pocos alimentos que se tienen de deterioren por falta de refrigeración en meses calurosos.
La de arena, que la incorporación de la Guiteras en mayo no es garantía de ausencia de apagones, desde mayo hasta fin de año. En la misma cola de la nota reposa el infortunio: hasta que la industria no se someta a la reparación capital de fin de año el fantasma de la avería estará presente.
Como se aprecia, la incorporación de la planta en el quinto mes del año no es una esperanza total, es una semiesperanza. La puerta se quedará abierta, en cualquier momento ellos pueden regresar. ¡Apagones!
Publicado originalmente en la edición 212 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Amanecer Habanero.
Desde hace mucho tiempo, tengo una intuición que me preocupa. Si yo fuera traficante de drogas y pidiera a alguien hacer una entrega, recompensándolo con una buena suma de dinero, creo que mucha gente me diría que “no”, pero por miedo: miedo a ser descubierto, miedo a tener problemas con la justicia, miedo a meterse en líos… Tengo la intuición de que poca gente me diría: “No… porque está mal”.
Cristo se autodefine en el Evangelio como “el camino, la verdad y la vida”, es decir, como el punto de referencia de todas nuestras decisiones, y lo hace porque él “permanece en el padre” y el Padre “permanece en él”.
Esto saca del juego la absolutización de muchas otras motivaciones: lo que me gusta o me disgusta, lo que tengo o no deseos de hacer, lo que menos problemas me dé, lo que más convenga a mis intereses privados, lo que no provoque el rechazo o la molestia de otros… En realidad, seguir a Jesús como Camino, Verdad y Vida significa aprender a poner en el centro de nuestras decisiones un criterio básico: lo que está bien.
En la medida en que ese criterio empieza a vertebrar nuestras decisiones:
- Crece la paz, que nace de la fidelidad a la conciencia.
- Se ensancha nuestra libertad, porque pierde fuera en nosotros el hecho de no ser comprendidos, aceptados, apoyados o aplaudidos. Nos hacemos más resilientes ante el rechazo, la exclusión o la crítica.
- Generamos una “sana indiferencia” ante nuestros proyectos, ideales, sueños, aspiraciones… La “sana indiferencia” no significa que no nos importen nuestras metas personales o que no trabajemos por lograrlas, sino que les negamos el protagonismo del sentido de nuestra vida, porque ese protagonismo se lo hemos dado a hacer “lo que está bien”.
- Se nos descomplica la vida, porque al poner el foco en realizar “lo que está bien”, supeditamos a este foco todo lo demás, incluido nuestro afán de éxito o de protagonismo, se nos da mucho mejor “desproblematizar los problemas”, y toma más relevancia la búsqueda sincera del bien mayor para todos.
Elegir el bien no es un aprendizaje sencillo, porque sabemos que el mal y la incoherencia son caminos más fáciles y más rápidos; porque a veces vemos cómo se nos adelantan aquellos que han decidido silenciar su conciencia, y porque mantener la fidelidad al bien es un acto de fe, un salto al vacío de la mano de un Dios que no nos ahorra crucifixiones, que nos empuja muchas veces a contracorriente, y que no tiene otro modo de sosegar nuestro espíritu inquieto que repitiéndonos: “yo estoy contigo”.
Muchas son las causas por las que la agricultura cubana no satisface las demandas alimenticias de nuestro pueblo, bajos rendimientos, pérdidas de las cosechas por plagas o fenómenos atmosféricos extremos y mal manejo de los mecanismos de distribución encargados de hacer llegar a nuestras mesas los alimentos, son las más señaladas por los especialistas vinculados al sector agropecuario.
La organizaciones Mundubat y Veterinarios sin frontera, miembros de un proyecto de colaboración ejecutado en la isla hace más de 10 años, publicaron un estudio que dio a conocer datos muy aclaratorios sobre la realidad que vive la agricultura cubana y fundamentalmente el sector cooperativo.
El análisis realizado por estas organizaciones no gubernamentales, indicó que las pérdidas durante las cosechas y la recogida representan aproximadamente el 30% de la producción total, mientras que en las fases de distribución alcanzan un 27%.
Sin embargo, el documento reconoce como positivo, que las cooperativas agropecuarias agrupen el 80 % de las tierras y producen cerca del 90% de los alimentos del país, aunque resaltó que esta cifra solo garantiza el 20% de las necesidades alimentarias de la población.
Alexei Pérez, ingeniero agrónomo que laboró por más de 30 años en la Delegación de la Agricultura en la provincia de Villa Clara, concuerda con el estudio realizado por estas organizaciones. Pérez opina, que muchos de los problemas que presenta la producción de alimentos en Cuba en la actualidad, se deben a la debilidad y falta de organización de los mecanismos que dirigen al sector cooperativo, los cuales frenan su desarrollo.
"Las cooperativas cubanas carecen de autonomía para producir, muchas veces les dicen desde los gobiernos lo que tienen que sembrar, a cuanto y a quien pueden venderlo. Tampoco poseen mecanismos sobre la eficiencia y sostenibilidad de su producción, lo que las coloca en una posición muy difícil para lograr rentabilidad", explicó.
El ingeniero también refirió, que la falta de inversión en nuevas tecnologías para el adecuado manejo de los suelos y las dificultades para acceder a equipos modernos como los tractores multiusos y las maquinarias para el riego, influye en la degradación de las tierras y causan los bajos rendimientos.
“Los máximos dirigentes del estado y fundamentalmente el presidente cubano, hablan de quitar trabas y crear mecanismos eficientes para lograr aumentar la producción de alimentos, el cual es considerado un sector estratégico de la economía. Lamentablemente todo eso se queda en palabrería para los medios de difusión de la información y nunca se cumplen en la realidad”, acotó.
Publicado originalmente en la edición 93 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Páginas Villareñas.
Me jubilo sin júbilo alguno. Me retiro del “columnismo”. Mis columnas, durante años, las distribuyó mi colaboradora más estrecha, Lucía Guerra. He cumplido 80 años. Padezco Parálisis Supranuclear Progresiva. El nombre lo dice todo.
Es una enfermedad rara del cerebro. Me la diagnosticaron en el hospital “Gregorio Marañón” -uno de los mejores de España- tras una resonancia magnética. Tres personas por cada 100,000 la padecen. No es contagiosa, ni heredada. No hay cura para ella. No se sabe cómo comienza ni por qué se origina. Es de la familia del “parkinsonismo”, pero sin temblores. De ahí la confusión en el diagnóstico. Se caracteriza por impedirme conversar bien y leer, más allá de los titulares (Linda, mi mujer, y nuestra hija, Gina, me leen los diarios), no así escribir todo lo “bien” que me ha permitido llevar más de medio siglo escribiendo -entre otras cosas- una columna “sindicada” a la semana. He escrito miles de columnas y debo a mis artículos todo lo que he hecho posteriormente.
Este PSP que ahora me afecta se caracteriza (como el otro, el de los comunistas cubanos), por el “habla lenta o arrastrada” que hizo que dejara los comentarios en CNN en español (donde tanto compartí con Andrés Oppenheimer, Camilo Egaña y otros notables periodistas), pese a los esfuerzos por retenerme que hizo mi amiga Cynthia Hudson, presidente de la cadena. O en veinte estaciones de radio, comenzando por El zol de la mañana, bajo la dirección del matrimonio dominicano Espaillat, Montse y Antonio, siguiendo con La hora de la verdad en RCN de Bogotá, en un espacio dirigido por Fernando Londoño, hasta la modestísima emisora por Internet que orienta Orlando Gutiérrez hacia Cuba, y tiene uno de sus más sólidos baluartes en Julio Estorino. Además, durante años mis comentarios llegaron a Cuba por medio de Radio Martí. Gracias por tolerarme en sus filas.
Al periodista cubano Carlos Castañeda lo vi llegar a Puerto Rico a finales de los sesenta con un trabajo que a mí me parecía muy difícil: levantar El día de Ponce hasta que compitiera con El Mundo de San Juan. Si yo hubiera sabido los planes de Carlos con cierta antelación me habría quedado a librar esa batalla, pero ya tenía hasta los boletos para España. Había sido aceptado en la Universidad Complutense de Madrid para hacer el doctorado. Mi familia y yo nos embarcábamos en una nueva aventura europea.
Era el primer semestre de 1970. Castañeda mudó El Día para San Juan, le cambió el nombre, le llamó El Nuevo Día e hizo un tabloide con grandes titulares, fotos ad hoc y grandes caricaturas. Pronto se quedó solo en el terreno. El Mundo cerró. De aquel lance antes de instalarme en Madrid guardo un consejo que fue muy importante en mi vida profesional: “Busca en New York a Joaquín Maurín -me dijo Castañeda-. Es un exiliado español. Dile que tú quieres escribir columnas para su agencia ALA (American Literary Agency). Ahí están los mejores de la lengua, entre otros, Germán Arciniegas y Pablo Neruda”. Lo hice. Maurín me pidió una muestra. Se la di. Cuando la encontré reproducida en 156 diarios me juré cuidar mis columnas. Y así he hecho desde entonces.
Joaquín Blaya me llamó a Madrid. Era un chileno, presidente de Univisión. Luego lo sería de Telemundo. Me pidió un comentario a la semana y dejó que yo escogiera el tema. Sería, claro, de actualidad. La promesa de Maurín se había cumplido. ALA le daba difusión a mis ideas y éstas me abrían otros campos como la TV, mucho mejor pagados que la prensa plana. Pero Blaya demostró que era un ejecutivo de altísima calidad. En una oportunidad en que me dieron un minuto para explicar una hipótesis de un cura antropólogo, profesor de una universidad de NY, sobre el programa del Welfare, diseñado fundamentalmente por hombres, y su impacto en mujeres de bajos recursos. Sin duda, un tema polémico. El canal 41 de NY vio la rentabilidad política, o actuó por temor, bajo la indicación de la gerencia. Lo cierto es que Al Sharpton, ministro baptista, fue a pedir mi cabeza al canal, sin haber oído mi comentario en español, y Blaya me defendió con total firmeza.
Cuando The Miami Herald parió un pliego en español creyeron que sería un fenómeno pasajero. Pero luego comprobaron que aumentaba el perímetro del castellano. Como el mundillo de los editores de diarios es muy reducido, se hablaba con mucho respeto de Carlos Castañeda y de la hazaña que había realizado en Puerto Rico. Lo llamaron y de ahí nació El Nuevo Herald en la primera parte de los ochenta. Allí comparecieron Roberto Suárez, Gustavo Pupo Mayo, Sam Verdeja, Armando González, Roberto Fabricio y el gran Carlos Verdecia, exdirector de El Nuevo Herald.
Creo que fue Pupo Mayo. Me ofrecieron la dirección de El Nuevo. No la acepté. No quería desplazarme de España. Me ofrecieron dirigir la página de “Opiniones”. Puse dos condiciones para que no aceptaran: sólo estaría presente la primera semana del mes. Las otras tres las pasaría en España. (A fin de cuentas, inauguré el trabajo a distancia que se popularizó durante la pandemia). La segunda condición era que fueran mis adjuntos Araceli Perdomo, de cuya integridad se contaban cosas muy positivas en la redacción, y Andrés Hernández Alende, para no cometer errores ni injusticias. Al extremo que, andando el tiempo, tras mi renuncia, Araceli y Andrés me sustituyeron en el cargo. A lo largo del tiempo El Nuevo Herald ha sido mi casa.
He tenido la oportunidad de escribir en los mejores periódicos de América Latina, de España y de USA. En los últimos tiempos mi columna semanal ha aparecido en El Libero, el mejor periódico digital de Chile, y en El Independiente, un excelente diario digital que sacan Casimiro García-Abadillo, Victoria Priego (dos grandes veteranos del periodismo español) y -en la parte internacional- Ana Alonso. Esos dos diarios completan el cuadro del ámbito de la lengua en el que he tenido el privilegio de dar la batalla de y por la libertad. Al final de mis memorias, Sin ir más lejos, publicadas por Silvia Matute en “Debate”, editora también de “Penguin-Random House”, en español, cité al filósofo Julián Marías por su humilde frase. Hoy lo vuelvo a hacer: “Hice lo que pude”.
Amado Ortiz, economista retirado que reside en Santa Clara, opina, que la tasa de cambio del dólar por pesos cubanos seguirá manteniendo su tendencia al alza en el mercado cambiario informal, y que las medidas establecidas por el Estado para contrarrestar esta situación, no ayudan a evitarlo.
“Cada anuncio oficial realizado por los gobiernos de un lado u otro del estrecho de la Florida, causó inestabilidad en el precio del dólar, pero solo de manera temporal. La autorización del envío de remesas por Western Unión y la apertura del mercado cambiario oficial, no han tenido el efecto que se esperaba”, aseguró Ortiz.
También dijo, que esta situación mantiene en un sobresalto constante a propietarios de viviendas, vehículos y dueños de negocios privados, que solo pueden observar cómo en unos pocos días se devalúa o valoriza lo que tanto trabajo les costó conseguir.
Los titulares de cuentas bancarias en entidades oficiales y los que prefieren tener dinero en efectivo guardado en sus casas, también sufren por la volatilidad del mercado cambiario. La posesión de divisas estuvo fuertemente penalizada en la isla durante décadas hasta su autorización en 1993. Para cualquier ciudadano cubano poseer dinero extranjero podía costar años de cárcel y lamentablemente muchos cubanos enfrentaron largas condenas por esa situación.
Hoy en día no ocurre así y contar con billetes verdes con el rostro de Franklin, Lincoln o Washington, es una señal de éxito que demuestra poder económico. La tendencia en los grupos de compra venta en las redes digitales demuestra que la mayoría de los bienes que se venden se valúan en dólares estadounidenses, demostrando el poderío de la divisa extranjera sobre la moneda nacional.
Todo esto afecta duramente a la mayoría de la población de nuestro país, que no cuenta con recursos suficientes para acceder a este tipo de mercado y las divisas extranjeras. En la otra cara de la moneda están los que reciben dólares y a pasos agigantados van integrando las nuevas clases sociales. Empresarios, artistas, deportistas y hasta dirigentes del régimen gobernante las conforman.
Este grupo social prefiere mantener su patrimonio en dólares, lo que les permite vivir muy por encima de la media nacional. Otro escenario es el mercado cambiario oficial manejado por el Estado, el que prácticamente no tiene influencia en la subida o bajada de los precios de lo que se vende para el pueblo. Para muchos ciudadanos de a pie, estas casas de cambio solo son un espejismo y no representan la verdadera realidad del poder adquisitivo de los cubanos.
Publicado originalmente en la edición 93 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Páginas Villareñas.
Una noticia que en los últimos días ha tenido una cobertura desproporcionada, con titulares grandilocuentes en redes sociales y demás agencias de prensa, ha sido el asalto este 17 de abril a la reportera de la televisión cubana jubilada ya, Julita Osendi, en el malecón habanero y a plena luz del día.
¡Extraño que el hombre nuevo haga estas cosillas! No obstante, hay que partir del hecho que se trata de una figura mediática; aunque debido al actual descalabro económico y de todo tipo de valores que vive la isla “ante el delincuente todos los cubanos somos iguales”. Aclaró la periodista que de inmediato contactó con la policía, a las 9:30 A.M., y a las 11: 00 A.M. todavía esperaba por la aparición de los agentes del orden.
Por lo que, según ella, se fue decepcionada. Esto es, defraudada, una figura pública con alcance nacional. En su perfil de Facebook la reportera colgó: “No se puede salir, menos una mujer de la tercera edad; no existe un solo policía que pueda apoyar en una situación así (pasaron dos en motos eléctricas que no habían recibido ningún aviso de la jefatura) y tercero: ¡aquí no hay quien viva!”.
Con este nivel de decepción Julita tuvo la solución en sus manos y no la aprovechó: el cartel, esa cosa sencilla de papel con alguna que otra palabra. Una de las armas de exterminio en masas más temidas por la dictadura. Ante la impotencia, bastaba un cartel –sin muchos requisitos, no es que los cubanos anden por las calles con pinceles, con el creyón labial hubiera resuelto–, un cartel que dijera algo así como “Abajo la dictadura”. Hasta un helicóptero le hubieran enviado.
Es una realidad hoy en la isla, el cartel aterroriza. La dictadura se siente desnuda, como niño de teta ante ese pedacito de papel con algunos garabatos. Puede que un asesinato u otro hecho grave no tenga tanta repercusión para la junta militar como un cartel. El atraco a Julita Osendi abre una puerta en Cuba de cómo tener protección inmediata –esto va para los turistas también– de la policía cubana.
Con el deterioro de la seguridad ciudadana en las calles cubanas sería recomendable no olvidar al salir de casa un cartel ya preparado debajo de la vestimenta. Si hay que usarlo, si lo atacan, quiera Dios que no, lo saca. En esto consiste el fallo de Julita Osendi en el Malecón Habanero: olvidó el cartel en casa. El celular quizás no lo hubiera recuperado, pero al menos no se hubiera decepcionado tanto de cómo andan las cosas en Cuba.
Publicado originalmente en la edición 191 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa.
El castrismo ha sido catastrófico para Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, además, de una amenaza cierta al progreso y estabilidad del resto de los países del hemisferio por su vasta, profunda y diversas formas de operar contra la democracia, tantas, que, a pesar de los fracasos acumulados, no dejan de ser polos de atracción para quienes contemplan el poder como botín de guerra.
Décadas después de su aparición, esas naciones y las que se les han aproximado, Ecuador un ejemplo valido, presentan serios problemas de gobernabilidad, exacerbados por una miseria crónica y total ausencia de libertades y derechos, situación que obliga a los ciudadanos conscientes de sus prerrogativas, a combatir el oprobio con las trágicas consecuencias de muerte, cárcel y exilio.
Sin embargo, es un orgullo para todos que, aunque la tragedia en esos cuatro países es una penosa realidad, la resistencia no ha sido quebrada en ninguno de ellos, puesto que la represión por cruda que sea, no logra extinguir los espíritus libres.
Sin embargo, sería muy provechoso para esos resistentes tener un apoyo más concreto de la comunidad internacional. Ir más allá de las declaraciones altisonantes y de sanciones que pocas veces se implementan a plenitud, ya que una red de regímenes de fuerza como la que han construido los castros chavistas, no se destruye, tampoco se neutraliza, con paños tibios y en solitario, porque amen de tener el poder no le faltan amigos listos para servirles, como es el caso de Luis Inacio Lula da Silva y la señora Cristina Fernández, entre otros.
Cierto que la mayor responsabilidad radica en los pueblos que padecen la tiranía, pero la historia ha demostrado que las dominaciones transnacionales, no pueden ser derrocadas por acciones unilaterales. Es necesario una acción común y decidida de parte de quienes les impugnan. No hay país libre de depredadores, no hay vacuna contra los demiurgos, diría Anatole France, con capacidad para destruir lo construido, un aviso de que no se debe perder tiempo en lo que ha de hacerse.
Por otra parte, deberíamos tener presente, que los caudillos que imponen la ignominia de un gobierno de fuerza son los mayores responsables de esa desdicha, pero no los únicos. Sus colaboradores y seguidores comparten responsabilidad, porque como escribiera José Martí, “Ver con calma un crimen es cometerlo”, y esos regímenes se caracterizan por difundir su crueldad para lograr el ansiado control social, logrando así, numerosos cómplices que se reciclan en la vesania.
Esas dictaduras cuentan con una vasta clientela de servidores que pueden mutar de victimas a victimarios, estos últimos, se transforman en siervos abusados cuando hacen una toma de conciencia de su complicidad, o, incurren, en alguna veleidad que el amo interpreta como punible y les castiga.
No faltan autócratas voluntariosos y talentosos, sujetos sin piedad y crueldad sobrada, pero aun así no pueden construir por su sola voluntad un régimen a su imagen y semejanza. Tienen que procurarse una cuadrilla de ejecutores en el sentido literal del término y de constructores que cumplan esas funciones.
La labor de los autócratas, llámense Fidel y Raúl Castro, Hugo Chávez, Daniel Ortega, Miguel Díaz Canel, Evo Morales o Rafael Correa, es asistida y complementada por oportunistas siempre presentes, o por quienes creen a sangre y fuego en sus propuestas. Ellos son quienes concretan con sus actos las consignas oficiales y hacen dejación de sus derechos voluntariamente.
El trabajo que cumplen estos déspotas, incluida la caminata hasta el poder, es favorecida por malos juicios, desidia y complicidad de un amplio sector de sus coterráneos. De los cuales, tal vez, la mayoría, los más bulliciosos partidarios, provengan del pueblo llano, no obstante, han de contar, al menos, con un sector de la clase dirigente, intelectuales, empresarios, líderes sociales, artistas y profesionales, para poder construir su imperio, al menos eso sucedió en Cuba, también se apreció en Venezuela y Nicaragua.
Aunque como cubano nos apene, debemos reconocer que el régimen insular ha suministrado un caudal de experiencias y conocimientos a sus pares latinoamericanos. Los dictadores de las naciones mencionadas y los que pueda deparar el futuro, han podido imponer su voluntad gracias a la asesoría directa del totalitarismo castrista que ha enviado a muchos de sus verdugos a difundir como debe imponerse sistemática e institucionalmente, el terror.
Para nadie es un secreto que en Cuba la población se encuentra decepcionada, sobre todo la juventud que no quiere seguir perdiendo su tiempo bajo un régimen comunista que le impide tener una vida digna acorde al siglo XXI.
La escasez de todo tipo de alimentos y artículos de primera necesidad, junto a otro sinnúmero de desastres que se vive en la cotidianeidad cubana, han hecho que los jóvenes prefieran separarse de su familia y emigrar en busca de una mejor vida. Han emigrado personas de todos los niveles culturales, desde los más bajos hasta los universitarios que dedicaron años a los estudios, tarea difícil y llena de sacrificios, pero la frustración de vivir en este país es superior al orgullo de ser ingeniero o licenciado.
Todo esto ha dado lugar a que el sector de la salud se vea afectado grandemente, miles han sido las bajas de doctores y enfermeros que no aguantaron más el tener que levantarse de madrugada y en muchas ocasiones tener que ir a la consulta a pie; o cobrar un salario mísero que no les alcanzaba para comer ni vestir, o no tener recursos con qué trabajar. Todo eso tiene a la dictadura perdiendo el juicio.
Para tratar de conseguir personal e incorporarlos a hospitales y policlínicos, se creó un nuevo curso de formación de enfermeros con una duración de un año y en el que se pueden matricular todas las personas que quieran; cabe recalcar que los que se han inscrito hasta el momento son aquellos que no tienen posibilidad de emigrar por falta de presupuesto, o lo hacen por embullo de familiares y amigos.
La población, como mismo yo, he visto este tema como una locura, no por menospreciar la capacidad de muchos, pero sé que la mayoría de los matriculados no tienen capacidad ni siquiera para sacar sangre a una persona, pero incorporar personal de la salud a las consultas médicas es el objetivo primordial de la dictadura no importa que estos no cuenten con la capacidad suficiente para enfrentarse a la tarea de salvar vidas; demostrar que un sistema ya fallido no decae está convirtiendo los centros médicos en mataderos.
Publicado originalmente en la edición 254 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Panorama Pinareño