LA HABANA, Cuba. — En Venezuela, el régimen de Nicolás Maduro, cuando estaba contra las cuerdas, y valiéndose de una falsa oposición —la llamada “oposición funcional”—, logró disolver el gobierno interino de Juan Guaidó y dividir a la verdadera oposición entre los que aceptan dialogar con el oficialismo y los que no. En eso, como en la represión pura y dura, le ha sido muy provechosa la asesoría de la Seguridad del Estado cubana.
En Cuba, donde ni siquiera hay los atisbos de democracia que quedan en los países del llamado socialismo del siglo XXI, la Seguridad del Estado ha tenido éxito en sembrar la división y los antagonismos en los movimientos opositores al castrismo.
Paradójicamente, la fragmentación, el individualismo, la improvisación, la espontaneidad, han hecho mucho más difícil el trabajo de los represores. Una oposición unida hubiese sido para la Seguridad del Estado más fácil de descabezar; pero los represores optaron por dividir. Entonces, atizando las diferencias y los bretes para tener a los opositores enfrentados y que no logren ponerse de acuerdo ni siquiera sobre los muchos puntos que tienen en común, la policía política se ha visto enfrascada en un rompecabezas en el que pasa mucho trabajo para seguir el hilo de las tramas creadas por sus infiltrados y provocadores, o de las que brotan entre los opositores por celos, ansias de protagonismo, intolerancia, etc.
Un exilio numeroso, militante, con recursos económicos y una fuerte presencia en la política estadounidense, ha hecho que existan paralelamente dos oposiciones a la dictadura: una interna y otra en el exterior. A veces las tácticas, estrategias e intereses de ambas se interfieren; y a través de sus infiltrados y provocadores la Seguridad del Estado ha aprovechado esta situación para avivar los conflictos dentro de las facciones opositoras.
Se ha dado el caso de que algunas organizaciones del exilio —tampoco exentas de la infiltración del G2—, para adelantar sus agendas, han provocado la fractura o duplicación de proyectos en Cuba que tenían resultados tangibles.
La cuestión no es sacrificar o subordinar proyectos que funcionan por otros que están en veremos, a ver si resultan y qué sale de ellos. No necesariamente lo novedoso es lo mejor.
No es que apostemos al malo o regular conocido (del que ya sabemos sus méritos y también de la pata que cojea) antes que al bueno por conocer. La vida nos ha enseñado a dudar de los tipos carismáticos y con condiciones naturales de liderazgo; también de los demasiado valientes y de labia fácil. Si vamos a buscar nuevos líderes, las experiencias pasadas y recientes indican que hay que ser cautelosos. No necesitamos caudillos, ya bastantes hemos tenido en la historia, sino ciudadanos responsables y políticamente maduros, capaces de hallar soluciones mediante el consenso y el debate.
Es lógico el cansancio por los tantos documentos que periódicamente emiten determinados líderes opositores; que desconfiemos del lenguaje populista como para complacer a todos y la ingenuidad respecto a la posibilidad, casi impracticable —al menos por ahora—, de desmontar la dictadura a partir de sus propias leyes.
Los mínimos resquicios que por descuido deja la “legalidad socialista” no son como para hacerse demasiadas ilusiones y creer que la disidencia, diezmada, aún sin acabar de salir de los muros del ghetto y sin conquistar las mentes y los corazones demasiado apáticos y asustados de la población, está en capacidad de imponer condiciones al régimen. ¡Qué decir entonces de proyectos que dictan su ultimátum a la dictadura como si las fuerzas opositoras, luego de controlar varias provincias, estuviesen a las puertas de La Habana!
No será con documentos ni conceptos políticos que resultan abstractos ante tanto agobio cotidiano que se logre la movilización popular.
Reunir en un proyecto a muchos de los más importantes nombres de la oposición y la sociedad civil puede resultar decisivo para conseguir la unidad, pero la experiencia nos ha enseñado que las firmas, por sí solas, no bastan. Pronto algunos de los firmantes empezarán a disentir de algunos puntos y hasta de las comas, o argumentar que no leyeron bien el texto, o que no están conformes con que su firma aparezca más arriba, más abajo o junto a la de fulano o mengana. Luego vendrá el regateo de méritos y la habitual sarta de descalificaciones mutuas. Entre ellas, la más socorrida: la acusación de que “el otro” trabaja para la Seguridad del Estado.
Más que una falsa unidad impuesta bajo dudosos presupuestos y de armar concertaciones improvisadas, se deben buscar los puntos de concordancia y el modo de que los diferentes proyectos opositores se complementen. Si las afinidades no son lo suficientemente fuertes para cohesionarnos, mantengamos entonces el pluralismo.
Cuando digo que no debemos perder la pluralidad, no es que abogue por la olla de grillos en que a veces parece convertirse la oposición. Hablo de pluralismo, pero con respeto y tolerancia a la hora de debatir.
Ahora mismo no hay muchos líderes opositores dispuestos a sacrificar sus proyectos en pos de uno común, con resultados a mediano o largo plazo. Menos todavía que acepten subordinarse modestamente a otro líder.
Por forzar una unidad para la que no estamos preparados no debemos sacrificar la pluralidad dentro de la oposición, la diversidad de enfoques y visiones. Es algo que ya tenemos adelantado en el camino a la democracia, donde se busca el consenso y no la unanimidad. Tengámoslo en cuenta antes de precipitarnos a las filas de otro partido único, a aplaudir las órdenes de un Disidente en Jefe.
Publicado originalmente en la web Cubanet.
Lo ha soltado en el programa Mesa Redonda el profesor de la Universidad de La Habana Fabio Fernández Batista y la sentencia ha corrido como pólvora en las redes sociales. Me imagino que de no haber sido planeada esa “ruptura” en el patrón narrativo altamente censurado de un programa televisivo como ese, que responde y se debe directamente al régimen cubano, ahora mismo debe estar ardiendo el Departamento Ideológico del Partido Comunista mientras los verdugos acomodan la cabeza del intrépido panelista en la picota.
Realmente es difícil imaginar que una disrupción así haya sido planeada por el “sistema”, en tanto resulta contraproducente para una dictadura obsesionada con proyectar discursivamente una idea de “unidad monolítica”, pero de esta gente tan torpe en el manejo de su propia imagen uno puede esperar cualquier cosa, más cuando no “de pronto” deciden debatir el asunto del “patriotismo” sino precisamente la víspera de otra ronda de conversaciones de alto nivel con representantes del gobierno de los Estados Unidos.
No dudo que, frente al “enemigo” por seducir, por ablandar, el numerito “incendiario” haya sido apenas ese show necesario para contar con al menos una prueba reciente de que las cosas van cambiando en Cuba, porque si algo no se les puede negar a los funcionarios e ideólogos cubanos —y el profesor Fabio es esas dos cosas— es la capacidad histriónica que les permite desdoblarse en el personaje que el contexto político demande. Todo sea por alcanzar el “objetivo común”, es decir, oxigenar a un régimen que se asfixia, o escapar de él cuando las cosas no salen como los “actores” quisieran.
Y si bien esa frase de “se ha perdido el orgullo de ser cubano” no podía salir de la boca de Miguel Díaz-Canel o de cualquiera de sus más cercanos, el show “seductor” había que montarlo con actores secundarios de modo que no fuera tomado como una “declaración oficial” sino como esa “oportuna” (aunque muy desafortunada) señal de “apertura” tan necesaria para un gobierno que llega a la mesa de negociaciones con un denso historial de represión política, e incluso con un nuevo Código Penal que castiga el disentimiento.
Porque si la víspera de la visita de Barack Obama, en marzo de 2016, un show similar en objetivos fue montado en el popular programa humorístico “Vivir del cuento”, incluso con el mismísimo presidente estadounidense como parte del elenco, esta vez no se podía repetir el “escándalo”, no solo porque no se trata de la visita de Biden, sino porque ya es más que conocido que “Vivir del cuento”, sin dudas muy jocoso, ha sobrevivido a la censura solo porque es el botón de muestra que usa el Departamento Ideológico del Partido Comunista para vender al mundo la idea de que “han cambiado”.
Y por supuesto que han cambiado, si comparamos estos tiempos actuales con los de Fidel Castro (tiempos en que al doctor Fabio y a Pánfilo los hubieran guardado en paradero desconocido bajo siete llaves o hubieran terminado como custodios en el zoológico de 26, así como Roberto Robaina pasó de canciller a guardaparque), pero sucede que jamás deberíamos olvidar que estos nuevos “directores de teatro” han nombrado su obra “Continuidad” (no “Cambio”), y que si “cambian” lo hacen como el pescador cambia de carnada y anzuelo cuando el pez “se le hace el difícil”.
Cambiar, sí, pero de estrategia. Aunque la vejez de estos seductores ya no les deja disimular la decadencia y las “malas intenciones”. Y por donde quiera que observemos el disfraz que visten, asoman los costurones y demás chapucerías. Porque afirmar así tajantemente que “se ha perdido el orgullo de ser cubano”, y que tal generalización brote de un señor doctorado —haya sido planeada o ciertamente espontánea su participación—, es una chapucería ideológica que no tiene consistencia alguna con la realidad, en tanto se toma una parte como si fuese el todo, e incluso se confunde la emigración y el exilio con una acción de repudio o “dejación” de la nacionalidad, cuando realmente lo que está sucediendo en nuestra sociedad —dispersa por el mundo— y sobre todo con los jóvenes es una conjunción de fenómenos mucho más complejos y alarmantes.
Ahora que las redes sociales nos permiten vulnerar y sondear el ámbito privado ajeno, es posible que encontremos ejemplos de sobra de esa “pérdida del orgullo de ser cubanos”, pero igual encontraremos pruebas de actitudes totalmente opuestas o que se ubican en diferentes zonas de algo que no es un espacio de solo dos extremos, positivo y negativo, sino más bien un espectro de sentimientos por lo nacional que nada tiene que ver con esa estúpida idea de “ser como yo digo o no eres”, que es la plasmada por el régimen en su fórmula represiva y excluyente de “patria socialista”, y que funcionarios e ideólogos como el propio Fabio refrendaron en la “Nueva Constitución”.
Si bien es cierto que hay cubanos y cubanas que se avergüenzan de serlo, también lo es que no se trata de un fenómeno exclusivo de esta época, como tampoco una actitud generalizada que sirva para definir la actual. Lo que quizás tras la “generalización” del profesor se esconda una muy mala intención, y es la de excluir (vituperando y castigando) del concepto de “patriotismo” toda manifestación que no comulga o se distancia de esa nefasta idea de “patriotismo” promovida por el castrismo donde se intenta confundir la lealtad al gobierno con la lealtad a la patria.
Entonces en ese punto, bajo ese concepto manipulado, falseado, oportunista y antipatriótico de lo que es “patria”, sin dudas habría millones de cubanos y cubanas que no sienten “orgullo” de ser “patriotas” porque simplemente asocian “patria” con “dictadura”, con falta de libertades, con represión.
Pero en todo caso es “pérdida del orgullo”, no por convicción sino por confusión, por manipulación ideológica, y entonces esa distorsión del concepto de “patriotismo”, inducida con total mala intención, al punto de quebrar el amplio concepto de “nacionalidad” —y de usar y retirar este como premio o castigo por la lealtad política—, es en realidad un crimen brutal contra todo un pueblo.
Sobradas manifestaciones de patriotismo hay tanto dentro de Cuba como en la lejanía geográfica y estas no se reducen a repetir consignas, leerse las obras completas de Martí y vestir una guayabera. Se puede hablar en inglés, soñar en francés, vestir de Prada, aborrecer el clima tropical y el sabor del guarapo, y aún continuar siendo tan patriotas como el que más pueda sentirse haciendo lo contrario. Porque si no, ¿en dónde pondríamos a Celia Cruz y a Alejo Carpentier, por solo nombrar dos indiscutibles patriotas que tomaron decisiones distintas con respecto al régimen de Fidel Castro?
No se trata de “pérdida del orgullo de ser cubanos” a lo que estamos asistiendo por estos días, se llama, en todo caso que quisiéramos generalizar, “hartazgo de vivir eternamente oprimidos”, y en ese caso no hay mejor muestra de patriotismo que tomar distancia del opresor y hacer lo que entendamos que debemos hacer para recobrar la libertad negada.
Publicado originalmente en Cubanet.
*ICLEP republica este texto, que vio la luz en mayo de 2022, por su pertinencia en el contexto actual de las relaciones entre la tranía cubana y la administración demócrata de Joe Biden.
En el año 2012 después de mucha burocracia y por supuesto, antes de ser blanco de la policía política yo logré obtener una licencia de trabajador privado "cuentapropista". Mi licencia era de transportista.
Yo había regresado de una beca en Suiza donde ahorré dinero durante 2 años e invertí en un carro americano y mis padres que trabajaban en Angola también compraron este tipo de carros. Ellos además compraron una casa y la pusimos a rentar.
Creamos un negocio familiar y con amistades para trabajar con el turismo y en la práctica funcionábamos como una agencia de viaje a la cual le llamamos qvainside.
Cada vez que nosotros los cuentapropistas lográbamos obtener ingresos decentes, la dictadura cubana y su aparato burocrático (ONAT, Ministerio de Transporte, MININT) arremetían contra nosotros subiendo impuestos descomunalmente, "reordenando el transporte para impedirnos ir a otras provincias o a lugares turísticos (como la república idependiente de Varadero o de los cayos turísticos), para toparnos los precios, para obligarnos a ir por rutas y calles específicas.
Los policías e inspectores vivían todo el tiempo deteniendo a los transportistas por cualquier motivo o sin motivo alguno y aplicando grandes multas o exigiendo altos sobornos para permitirnos continuar trabajando.
Uno trabajaba muy asustado, con miedo, con estrés y con frecuencia uno terminaba detenido en una estación de policía por cosas como tener el carné de la licencia operativa un poco estrujada y no querer sobornar al policía.
Nunca hubo un real mercado mayorista con piezas de repuestos a precios terrenales. Las baterías, radiadores, alternadores, motores de arranque, gomas ... solo se encontraban a altísimos precios en el mercado negro.
Yo conocía e interactuaba con cuentapropistas de todas las provincias y constaté que estos problemas y mi indignación no era un fenómeno ni personal, ni local, ni siquiera provincial sino de alcance nacional.
La ley tributaria sufría varias modificaciones en un año, casi cada 6 meses el PCC inventaba alguna regulación nueva para maltratar mas al cuentapropista y reducir al máximo el margen de ganancia.
En uno de los reordenamientos, a mí y a muchos de mis amigos no nos dieron licencia operativa para trabajar fuera de la provincia, sin embargo a otros cuentapropistas que hicieron exactamente los mismos trámites (e incluso algunos tenían vehículos en peor estado que el de nosotros) sí les dieron licencia para trabajar en todo el país, algo totalmente discrecional y que luego me entero que respondía a temas de confiabilidad, de integralidad revolucionaria, de sobornos o relaciones con los altos funcionarios y por supuesto, algunos de estos transportistas privilegiados eran colaboradores de la policía política.
El 31 de octubre de 2020 cuando me manifesté con unos carteles exigiendo libertades económicas para el pueblo por las calles Belascoaín y San Rafael, fui violentamente detenido y ahora hago un corte en la historia de ese día para abreviar. Fui interrogado por varios oficiales de la Seguridad del Estado que me amenazaron con procesarme por sedición.
Estos represores me aseguraron que "la Revolución no iba nunca a permitir que creciera el sector privado ni que se enriqueciera porque esto pondría en peligro a la propia revolución". También me dijeron que ellos no permitirían que en Cuba se aplicara un modelo como el de Vietnam o China, porque en las condiciones de Cuba, terminaríamos de vuelta en el capitalismo y el neoliberalismo.
Mi conclusión es que remover a la dictadura es una condición necesaria para permitir el crecimiento del sector privado. La dictadura sabe que para subsistir necesita mantener débil, pequeño y controlado al sector privado.
Joe Biden, estás cometiendo un grave error y lo estás haciendo en el peor momento, luego de que la dictadura aprobara un abusivo y medieval Código Penal.
Tomado de Atlántica.
LA HABANA, Cuba. — Hasta los cubanos más despistados han comenzado a preguntarse qué pasará en los próximos meses con tantos acontecimientos sucediéndose, algunos a favor y otros en contra del régimen cubano. Al tiempo que este se niega a pagar una deuda con la justificación improbable de que la misma fue negociada a espaldas de Fidel Castro, Western Union retoma sus operaciones en la Isla y The New York Times ha publicado una nota promocionando a la Isla como destino turístico, elogiando sus playas, sus plantaciones de tabaco, la ¿alegría? de su gente y hasta las protestas, que a partir de ahora también formarán parte de los temas que el turista no debe perder la oportunidad de abordar al tratarse de un hecho épico, único y quizás irrepetible.
Tan satisfactoria ha sido la publicación del diario neoyorquino que el Ministerio del Interior la replicó, porque es grande y vergonzosa la connivencia de la izquierda norteamericana con el órgano represivo que ha llenado las cárceles de presos políticos y desterrado a varios cubanos en los últimos años, sirviéndose para ello de las propias aerolíneas estadounidenses.
Es obvio que lo que importa es el dinero, principalmente el que pueda ser absorbido por el régimen. Hasta ahora no se ha explicado por qué la Western Union no entregará las remesas en efectivo y en dólares, para que cada beneficiario maneje su dinero como le dé la gana; sino que solo ofrece la opción de depositarlas en cuentan ancladas a bancos cubanos, todos controlados por la dictadura. Los nuevos términos de operabilidad de la empresa favorecen principalmente al castrismo, que podrá disponer de un volumen mayor de divisas justo cuando enfrenta al menos dos demandas por no pagar deudas contraídas hace más de veinte años.
Mientras ellos mueven ese dinero como estimen conveniente, los cubanos deben conformarse con comprar lo poco que hay en las tiendas en MLC, cada vez más caro, o vender la moneda libremente convertible en el mercado negro. Acumularla no es recomendable teniendo en cuenta que de la noche a la mañana el régimen podría decretar su fin, como hizo con el CUC, y canjearla a moneda nacional según la tarifa que se le ocurra, ocasionando enormes pérdidas a los ciudadanos.
Mientras cientos de cubanos que no poseen patrimonio ni patrocinador buscan alcanzar en balsa las costas estadounidenses a riesgo de ser regresados, y miles se disponen a invertir en un patrocinador como antes se preparaban para costear la travesía desde Nicaragua, la Casa Blanca hace todo lo posible para resolverle el problema a la dictadura, con el pretexto de ayudar al pueblo.
Del lado de acá, sin embargo, no se observan mejoras económicas ni buena voluntad en las altas esferas. No se contempla una amnistía que beneficie al menos a los presos del 11J que no cometieron “actos vandálicos”, como tampoco se aprecia un crecimiento esperanzador del sector privado fuera de esos negocios “estratégicos” que se hallan en buenos términos con la cúpula.
El éxodo como mecanismo de presión a Washington funcionó una vez más porque no estaba en funciones un presidente radical. De lo contrario la historia hubiera sido otra. Habría bastado una firma para decretar el cierre total de la frontera sur, dejando a López Obrador con un tremendo conflicto que lo habría obligado a cerrar su propia frontera con Guatemala, y así sucesivamente, en un efecto dominó que hubiera forzado a Nicaragua a eliminar, o al menos suspender temporalmente esa lucrativa exención de visa para los cubanos, que tantos millones de dólares aportó a los corruptos regímenes de Daniel Ortega y Miguel Díaz-Canel.
Una sola firma habría bastado para que cada día en Cuba se reeditara el 11J. Pero todo fue muy bien calculado y la Casa Blanca se dejó apabullar. Casi 300 000 cubanos llegados a Estados Unidos, y otros miles desperdigados por el mundo, para que ahora vengan a hablar de parole y que The New York Times insista en presentar a Cuba como el paraíso que demócratas y republicanos saben muy bien que no es.
Tal vez Cuba va camino a la anexión. Tal vez sí es la fruta madura, que ahora rueda hacia las manos del vecino por obra de los inicuos que le arrancaron toda posibilidad de ser verdaderamente independiente y soberana.
Es difícil hallarle una explicación a todo lo que está ocurriendo entre las flexibilizaciones de Washington y el ocultamiento de información por parte del régimen con respecto al litigio que se tramita ante un tribunal de Londres. La parte cubana miente descaradamente a la vez que esconde la identidad de los presuntos culpables que habrían puesto en riesgo la soberanía del país al negociar con “fondos buitre” sin autorización de un gobierno que siempre se ha jactado de saberlo todo.
Hay que ser idiota para creer que unos funcionarios lograron burlar al ojo codicioso del castrismo, como también hay que serlo para tragarse el cuento de que la misteriosa empresa Orbit S.A. ha dejado a los militares fuera del negocio multimillonario al que estaban acostumbrados. Más sensato sería aceptar que Estados Unidos está facilitando la mayor cantidad posible de dólares al régimen cubano para que este pueda liquidar algunas deudas, y respire.
Así las cosas, solo falta quitar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo para que este deshielo, que se ha tramitado sin ruido, siga su curso por la puerta grande.
Publicado originalmente en Cubanet.
Mi abuelo paterno, Alejandro (Cuco) Núñez, fue el primer gran patriota que conocí en mi vida de manera personal. Lamento no haberlo aprovechado más, cuando murió yo apenas era un adolescente. Cuco Núñez era alto, casi seis pies de estatura. Caminaba algo encorvado y con los brazos abiertos. Siempre usaba un sombrero de ala ancha, un cuchillo largo con su funda en el cinto, y alpargatas. Tenía una memoria enciclopédica, tanto para recitar las décimas de Celestino García, y algunas propias, como para hablar largamente de las Guerras de Independencia, con datos, fechas y anécdotas, que aprendió de veteranos mambises. De hecho, hubo mambises en sus ascendentes. Era gallero, preparaba gallos de lidia, pero eso quedó ahí, no trascendió a nadie de la familia. Fue un hombre carismático y conversador, la gente le hacía corro, lo mismo en una fiesta que en un funeral. Tenía una voz fuerte, algo cascada por fumar tabaco. Recuerdo que una de sus muletillas era "y ese negocio". Lo del patriotismo era muy en serio. A su primera hija la nombró Cuba. A la segunda quería ponerle América, pero esa vez mi abuela se puso en sus trece, y quedó como María del Carmen. El asunto es que mi abuelo Cuco fue un patriota cabal, y jamás soportó al comunismo ni a Fidel Castro.
No es el límite geográfico lo que está en centro del conflicto sobre el patriotismo. Es el límite ideológico. Lo que está en crisis no es el patriotismo en sí mismo, sino la carga ideológica con que trataron de fusionarlo, el discurso que se implantó hace seis décadas en Cuba y que pretendió crear una unión indisoluble entre patriotismo, fidelismo y socialismo. Ese mismo límite permite a Oliver Zamora referirse al patriotismo de un extranjero que asesinó cubanos como el Che Guevara, pero le impide aceptar el patriotismo de una cubana completa como Celia Cruz, que puso el nombre de Cuba muy en alto, tanto por su arte, como por su imagen pública. El problema es, por tanto, la ideología. Una ideología que agotó todos sus recursos, porque también agotó todas las posibilidades, y por supuesto, la paciencia del pueblo cubano, que tampoco es infinita. No se trata de crear nada para atraer a la gente con un ideas renovadas usando las plataformas modernas, ni "buscar soluciones de acuerdo al momento actual", creo que estamos todos cansados de la misma oración. Sólo debemos rescatar lo originario, lo que siempre estuvo ahí.
La diversidad no es una amenaza, por el contrario, es la mayor riqueza. La única manera que tiene nuestro país de superar el agujero negro en que hemos caído, es abrirnos a la diversidad que forma a Cuba. La ideología en Cuba siempre ha tratado de uniformar, porque esa es la naturaleza de las ideologías. Y no tiene ningún sentido hablar de diversidad cultural, religiosa y sexual si no se habla de la diversidad política. Negar el patriotismo o la cubanía a los críticos y opositores al régimen, por el simple hecho de serlo, no ha sido un simple error, sino el resultado de una perversa estrategia cuidadosamente diseñada. Si una ideología es excluyente, si divide a los cubanos, es antipatriota. Sólo estamos asistiendo a las consecuencias de algo tan absurdo. La patria, como la familia, tiene que ser necesariamente congregante.
Por lo demás, no hay nada de patriotismo en el hecho de resistir en una cola. Es totalmente absurdo el discurso que busca edulcorar la miseria. La realidad es que el pueblo sufre miseria, y es algo humillante, una injusticia que clama al cielo. Hay algo de cierto en lo que dijo el profesor, más allá de que haya sido o no un guión preconcebido: el patriotismo no está siendo impugnado por nadie en específico . Es simplemente la realidad que contradice y también desborda todo el discurso ideológico.
No me preocupa el patriotismo. Confío en que los cubanos de bien seguiremos amando a Cuba más allá del lugar donde estemos, y vamos a seguir deseando lo mejor para nuestro país. Sé que Cuba se va a rehacer, al igual que nuestro orgullo nacional.
*Tomado de Atlántica
El pastor Lorenzo Rosales Fajardo sintió el brazo de un militar en el cuello, estrangulándolo firmemente, mientras era movido hasta un auto policial. Ocurrió el 11 de julio de 2022 (también conocido como 11J), en la ciudad de Palma Soriano, en la parte oriental de Cuba. En esa fecha miles de personas salieron a las calles para reclamar libertad y terminaron protagonizando las protestas más grandes contra el socialismo en 60 años.
La manifestación en la ciudad de Rosales Fajardo fue pacífica, pero tal vez fue de las que más molestó al régimen: uno de los líderes históricos de la Revolución, Ramiro Valdés, señalado como responsable de cientos de ejecuciones y torturas, se presentó ante los manifestantes para calmarlos, pero la gente coreó en su cara “¡Asesino!”. Algo impensado en seis décadas de terror.
Rosales Fajardo fue uno de los cubanos que perdió el miedo e hizo por vez primera uso de su derecho a la manifestación pacífica en espacios públicos. Calles y plazas se llenaron de gente, primero en un pequeño poblado llamado San Antonio de los Baños, en el Occidente de la Isla, y luego en Palma Soriano, en el extremo oriental. El facilitador de estos levantamientos espontáneos fue Facebook, la red social más extendida en el país, según uno de los responsables del primer chispazo, el pastor Alexander Pérez. Un poblado vio a otro alzarse, las ciudades los fueron imitando, y así hasta que decenas de localidades gritaban contra el tirano.
Líderes evangélicos como Rosales Fajardo se unieron a las manifestaciones del 11J. Mientras, numerosos creyentes hicieron contribuciones decisivas para que el mundo conociera de las protestas, como el fotógrafo Marcos Évora, cuyas imágenes tomadas en La Habana el 11 de julio han ilustrado informes de organismos defensores de derechos humanos y noticias sobre el suceso.
De hecho, el grupo religioso con mayor cantidad de líderes reprimidos a causa de las manifestaciones fue el evangélico. Pastores de Matanzas y Las Tunas fueron detenidos por acompañar a sus comunidades y hacer uso de sus derechos civiles. Ellos marcaron un antes y un después en romper ese mantra repetido por la Revolución Socialista de que los religiosos no debían meterse en política.
Esa suerte de ley no escrita ha pasado de generación en generación en los últimos 60 años en Cuba, y su arraigo tiene dos explicaciones lógicas. Por una parte, los liderazgos cristianos encontraron en esa frase un refugio para que las instituciones sobrevivieran a los fusilamientos masivos en las primeras décadas del proceso revolucionario, a los decomisos de (muchas más) propiedades, a los cierres e ilegalizaciones de denominaciones religiosas. En un peligroso ambiente de fanatismo izquierdista, los líderes hicieron silencio para permitir que los fieles conservaran un lugar de reunión, y la institución ―aunque muy disminuida― pudiera continuar su labor espiritual y social. La actitud de la mayoría de las iglesias no fue exclusiva, sino que se inserta en un momento de silencio de la sociedad civil en su conjunto, con honrosas excepciones.
Y en segundo lugar, el mantenimiento de la Iglesia fuera de la política permitió al régimen neutralizar una abierta oposición, desde el pensamiento y la acción. Recordemos que en Cuba la Iglesia es la última entidad de la sociedad civil que mantiene, con muchos obstáculos, su estatus legal; además, forma su propio liderazgo, y tiene un gran prestigio por su protagonismo en la recuperación y ayuda ante desastres naturales, por ejemplo.
De otro lado, con el aumento paulatino del acceso a internet desde 2015, el régimen ha ido perdiendo control sobre la libertad de expresión. Ahora perfiles de Facebook, canales de YouTube o webs independientes o internacionales (como las del Family Research Council, Praguer U, Heritage Foundation o el Daily Wire) ayudan a toda una generación de cubanos interesados en la libertad a encontrar argumentos y reflexiones profundas sobre lo que ocurre en su realidad inmediata. Por primera vez, de modo masivo, millones de habitantes en la Isla tienen la posibilidad de escapar del adoctrinamiento Socialista.
Valga decir que Cuba es el país del hemisferio occidental donde por más tiempo ha estado prohibido educar a los hijos fuera del centralizado sistema de enseñanza estatal, donde el régimen persigue la prosperidad y donde abrir un medio independiente puede llevar a los periodistas a la cárcel.
La mayor parte de las iglesias, sin embargo, está desligada de la tiranía socialista; se rige por una cosmovisión que no solo propone una alternativa a la idea estatista, sino que se le opone abiertamente. Y ha empezado a actuar. Especialmente después de que el Estado avanzara desde 2018 en una serie de reformas del cuerpo legal nacional que afecta a instituciones preestatales como la Familia y el Matrimonio. Por ejemplo, entre 2018 y 2019 decenas de denominaciones cristianas hicieron campaña contra 21 artículos de la nueva Constitución comunista, especialmente contra aquellos que introducían elementos de ideología de género en la Carta Magna. Tanto en escenarios virtuales (especialmente redes sociales) como “físicos”, se dieron acciones cívicas, como la recogida de casi 190 000 firmas a favor de la Familia. E hicieron historia: esta fue la mayor recogida de firmas desde la sociedad civil en más de 60 años contra una política del Estado marxista.
A contrapelo de las prohibiciones del régimen para crear asociaciones independientes, las iglesias Liga Evangélica, Bautista Oriental y Occidental, Metodista y Asambleas de Dios, las de mayor membresía en la Isla, fundaron la Alianza de Iglesias Evangélicas de Cuba (2019), en abierta contraposición al oficialista Consejo de Iglesias de Cuba. La legalización de esa asociación fue vetada por el régimen; los líderes religiosos resultaron reprimidos: recibieron citaciones policiales y se les prohibió salir del país.
Hoy la Alianza sigue activa, aunque clandestinamente para evitar las acciones del régimen y grupos radicales marxistas.
Desde los creyentes también han salido otras iniciativas contra la dictadura en los últimos años. Una de ellas, la Carta de los Siete (2019), tuvo gran repercusión entre los medios independientes cubanos. Fue una declaración pública de intelectuales evangélicos contra la falta de libertad de expresión y a favor del derecho de los padres a elegir la educación que será dada a sus hijos. La carta abogaba, además, por la libertad de los pastores Ramón Rigal y Ayda Expósito, detenidos y condenados por practicar el homeschooling con sus hijos y otros niños de sus comunidades en la ciudad de Guantánamo.
El 1ro. de mayo de 2021 un grupo de jóvenes evangélicos en La Habana intentó romper el cerco policial en torno al artista contestatario Luis Manuel Otero Alcántara, entonces en huelga de hambre por la falta de libertad artística en la Isla. Los jóvenes pretendían llegar hasta Otero Alcántara para brindarle asistencia religiosa, pero fueron detenidos por la policía política, escoltados lejos del retén policial, y amenazados por su solidaridad.
A finales de ese mismo mes, circuló en redes sociales una carta abierta firmada por pastores cubanos que demandaba a la dictadura la liberación de los presos políticos en la Isla. A esto se sumaron masivos llamados a ayuno y oración por la situación del país, sumido en un pico de la continua crisis de la centralizada economía y el ambiente represivo del régimen.
Semanas después, ocurrió el 11J.
Los pasos del pastor Lorenzo Rosales Fajardo en las calles de Palma Soriano aquella fecha de 2021 traían los ecos de un movimiento de desobediencia civil fundado en la búsqueda por la libertad y la idea cristiana del individuo como hechura de Dios. El cómodo engaño de los tiranos, de que los cubanos que profesan una fe no deben intervenir u opinar en temas políticos ―es decir, que son ciudadanos de segunda― parece ir cayendo en Cuba. Emerge con fuerza en los espacios públicos aquello de que es más importante obedecer a Dios antes que a los hombres.
Las consecuencias de ese viaje hacia la libertad han afectado a muchos, como a Rosales Fajardo, quien permanece en la prisión de máxima seguridad de Boniato, en Santiago de Cuba. Ha sido condenado a siete años de cárcel. También ha sufrido tortura. Su esposa no pudo verlo hasta casi un mes después de la detención. Entonces encontró a un hombre famélico, irreconocible, pero con una firmeza admirable, que aun bajo el totalitarismo cubano encuentra en decir y actuar en la Verdad el reposo de los justos.
Publicado originalmente en YucaByte.
Mientras casi todo lo que alguna vez construyó la Revolución cubana se está desintegrando en óxido, marabú, grietas, arrugas y desencanto, aún el castrismo saca pecho con sus éxitos en Salud. Así, aprovechando el impacto del coronavirus, la propaganda estatal se intensificó mezclando notas de chovinismo sanitario con loas al régimen a ritmo de "La fuerza de un país", pegajosa melodía del fidelista dúo Buena Fe.
Esta sempiterna y ahora intensificada propaganda sobre los "logros de salud de la Revolución", ha conseguido que muchos cubanos crean vehementemente que los índices de esperanza de vida y mortalidad infantil son conquistas de la política castrista, y eso tiene un peso fundamental en el apoyo o poca confrontación que recibe el Gobierno de una amplia porción del pueblo, que teme perder salud si cambia el sistema.
Pero, ¿respaldan los datos esta propaganda oficial?
Esperanza de vida al nacer
Los cubanos comenzaron el siglo XX viviendo como promedio apenas 33,2 años; eso no mejoró robustamente hasta la década del 30, durante la cual se adicionaron 4,1 años a la esperanza de vida. La década del 40 aportó seis años más, pero fue en los 50 cuando sucedió el mayor avance de longevidad en la historia de Cuba, ¡8,3 años! Ese impulso, debido al buen desenvolvimiento económico y el mejoramiento de los servicios de salud logrados en los años previos a la Revolución, llegó hasta los 60, década en la que se adicionaron otros 8,1 años a la esperanza de vida promedio.
Desde entonces, el aumento de esperanza de vida desaceleró, e incluso, a consecuencia del fracaso económico, ha habido preocupantes retrocesos. Según datos de "Cuba. Epidemia de Covid-19. Modelo Logístico", del académico Juan Carlos Albizu-Campos, entre 2012 y 2021 las mujeres cubanas perdieron 6,7 años de esperanza de vida y los hombres 7,5, una verdadera tragedia.
Y si las cifras absolutas demuestran que el gran salto de longevidad de la sociedad cubana sucedió antes de la Revolución, si miramos cifras relativas al resto de América Latina encontramos que, en 1960, Cuba superaba en casi ocho años la media de esperanza de vida latinoamericana, mientras ahora la supera en menos de cuatro —o está por debajo, según los datos de Albizu-Campos—, lo que indica que el continente, en conjunto, ha avanzado en longevidad más que la Cuba revolucionaria durante estos últimos 60 años.
Paradójicamente, el fracaso económico del régimen castrista contribuye a que los cubanos estén más sanos, manteniéndolos "a salvo" de la obesidad —el mayor problema nutricional de América—, gracias a la escasez de alimentos y al ejercicio que impone la falta de transporte. Añádanse todas las muertes no ocurridas en accidentes viales por existir solo 5,6 vehículos por cada 100 cubanos, frente a 26,7 en Latinoamérica o 91 en EEUU. En todo caso, una salud forzada es castigo, no dicha.
Mortalidad infantil
Sobre el bajo índice de mortalidad infantil del que tanto se ufana el castrismo es importante destacar que antes de 1959 ya traía un mejoramiento sostenido y estaba entre los primeros del continente. Pero queremos centrar la atención en la investigación de los economistas Vincent Geloso y Benjamin Powell junto al médico Gilbert Berdine, quienes han encontrado medidores objetivos que cuestionan la fiabilidad de las estadísticas que provee el Gobierno cubano. Expliquémoslo.
El índice de mortalidad infantil recoge las muertes acaecidas durante el primer año de vida, mientras el menos publicitado índice de mortalidad fetal contabiliza los fallecimientos sucedidos entre la semana 20 de gestación y el momento antes del parto.
Estos investigadores han encontrado que, sin justificación alguna, la correlación entre el índice de mortalidad fetal y el índice de mortalidad infantil en Cuba duplica la encontrada a nivel mundial, lo que los lleva a la fuerte sospecha de que en la Isla se clasifican sistemáticamente las muertes neonatales —ocurridas hasta una semana después del parto— como muertes fetales, disminuyendo así, mediante amaño estadístico, el índice de mortalidad infantil.
Costo sanitario
Ahora pensemos en el costo de estos "logros de la Revolución", pues, aunque sea la salud lo más valioso para muchos, esta sigue teniendo un coste; los recursos que a ella se dedican, forzosamente tienen que restarse de fines alternativos, también útiles y deseados.
A falta de poder comprar o crear tecnología, y teniendo disponible un pueblo como mano de obra semiesclava, la política castrista ha consistido en masificar la asistencia primaria —que acapara más del 40% del gasto sanitario nacional—, fabricando médicos a escala industrial, tantos que hoy Cuba exhibe el mayor número de galenos per cápita del mundo (nueve por cada 1.000 habitantes), siete veces más que Latinoamérica y el triple que Estados Unidos.
Para sostener tal ejército de batas blancas, el país está entre los que más PIB dedican a salud —aun cuando los salarios de los médicos son de los más bajos del mundo y la infraestructura se cae a pedazos—, lo que indica que el sistema sanitario castrista es excesivamente caro e ineficiente: tiene que gastar mucho más que los demás para obtener unos índices de salud levemente mejores... si es que son ciertos.
Conclusiones
El relato propagandístico de los "logros de salud de la Revolución" se mantiene sobre un sistema sanitario desproporcionadamente caro, que entorpece el desarrollo de la economía, lo que impide incluso la sostenibilidad a largo plazo del propio sistema sanitario.
Publicado originalmente en Diario de Cuba.
Por nuestras ciudades, calles y parques deambulan muchas personas de un lugar a otro sin un rumbo exacto, no tienen un hogar para vivir, padecen de adiciones, duermen a la intemperie, en los portales de las casas o han sido abandonadas por sus familias quedando desamparados.
Según el Censo de Población y Viviendas de 2012, al menos 1,108 personas con esta situación, sobreviven en Cuba. Se subdividen, en 958 hombres y 150 mujeres. Unos 641 están en el grupo etario de 16 a 59 años y otros 467, tienen 60 años o más. Estas cifras, tal vez inexacta, demuestran una verdad muy latente en las avenidas cubanas.
La madrugada del 16 de enero de 2023 en Cuba fue de las más frías, con reportes por debajo de los 10 grados Celsius (°C), incluso récords en algunas regiones del país, como es el caso de la provincia de Guantánamo que la temperatura bajó a 9.9 °C.
Ante esta situación ¿qué medidas han tomado el Gobierno y el Partido para protegerlas de estos días invernales? Tanteando Cuba salió a buscar respuestas en los protagonistas de este comentario.
Miguel, como se le conoce en la zona por donde está, cerca de la tienda “El Encanto” de la ciudad de Camagüey. Tiene 44 años, lleva un tabaco apagado en la boca y dos pomos pequeños de crema en una mano, “por si alguien quiere comprármelo”, me dice.
Cuenta que hace años anda de portal en portal. Su hermano lo botó de la casa y cada vez que va por allá, este le da golpes para que se vaya. Una señora mayor que vende cigarros y tabaco frente a la acera que siempre está sentando, le da cuando puede un poco de café o un plato de comida.
“Es una buena persona, no se mete con nadie y yo trato de darle algo a pesar que la cosa está apretada”, cuenta la señora, quien quiso mantener su anonimato.
Miguel
En Cuba existe un Programa de Prevención, Asistencia y Trabajo Social, que tiene especial énfasis en el funcionamiento de los Centros de Protección Social para la Atención a las Personas con Conducta Deambulante, según publicó el medio de prensa Cubadebate.
Estos centros tienen un carácter temporal. En ellos se tiene que hacer una caracterización social de las personas, asegurarles protección, asistencia médica y rehabilitación, e incluso aseo y ropa. Entre sus misiones, está garantizar la reinserción al medio social y familiar.
La ministra de Trabajo y Seguridad Social, Martha Elena Feitó Cabrera detalló que esas instituciones no se pueden convertir en albergues. Cada caso tiene que llevar una solución, que puede ser el traslado a un hogar de ancianos, a un hospital siquiátrico o al seno de la familia obligada a la protección.
En cada provincia debe haber un Grupo Provincial de Prevención, que es el que coordina todo lo referente a la atención de estas personas, pero sin dudas, en la práctica no funcionan
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Manolito y su hermano Ricardo llevan más de 4 años en la calle. Dos años viviendo en un portal ubicado en la Avenida de la Caridad, cerca del Palacio de los Matrimonios de la ciudad de Camagüey.
«Nuestro armario, son esas tres cajas que ves ahí, de las cuales nos han robado pitusas y otras cositas más», dice Manolito
Para poder alimentarse, lo mismo que recogen materia prima o las personas los buscan para que cuiden colas durante las noches. También, de la panadería que les queda en frente, reciben algunas bolitas de pan para ir tirando.
«Si almorzamos no comemos, si comemos no almorzamos, porque todo está bien caro, y acá luchamos lo que se pueda»
«En este mismo piso que estamos sentados ahora, hemos pasado cumpleaños, fin de años, frío, mucho frío, con lágrimas en los ojos junto a las perritas que jamás dejamos abandonas», expresa Manolito con una voz llorosa.
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Manolito
Por otra parte, es difícil encontrar normas jurídicas que protejan a los vagabundos.
El artículo 71 de la Constitución de la República de Cuba, dice que “se reconoce a todas las personas el derecho a una vivienda adecuada y a un hábitat seguro y saludable”.
También, el artículo 88 dicta que “el Estado, la sociedad y las familias, en lo que a cada uno corresponde, tienen la obligación de proteger, asistir y facilitar las condiciones para satisfacer las necesidades y elevar la calidad de vida de las personas adultas mayores”. Y el artículo 89, refiere que “el Estado, la sociedad y las familias tienen la obligación de proteger, promover y asegurar el pleno ejercicio de los derechos de las personas en situación de discapacidad”.
A pesar de esto, cada día es más común ver recorriendo nuestras calles a muchos Manolito, Miguel y Ricardo a la vista de todos y de los principales encargados de prestarle ayuda a estas personas que, sin importar el motivo que los haya inducido a estar así, tienen la responsabilidad estatal y no lo hacen.
Urge diseñar políticas más eficientes y crear otras formas de inclusión en las que el respeto a los derechos de estas personas en condiciones de vida muy extrema se inserte en una nueva cultura, para de esta forma contribuir a su bienestar social y no queden Olvidados.