Los cubanos que en algún momento se detienen a presenciar el principal informativo de la televisión cubana, el noticiero estelar de las 8:00 P.M., pueden notar que un individuo salta como la figura principal de este noticiario: DíazCanel. Es una promoción abrumadora, como queriendo demostrar algo; algo carente. Se abre con él y más tarde, a modo de cascada, vuelve una y otra vez a lo largo del informativo.
No hay un respiro para el televidente. Estadísticas conservadoras de aquel que se sienta frente al televisor, números no oficiales que se comentan en los barrios, arrojan que alrededor de un tercio del tiempo del noticiero es empleado por el presidente. Respecto a lo anterior (el tercio empleado por Canel), debemos aclarar las posibles fluctuaciones, debido al carácter elástico del informativo, que un día dura 35 minutos y otro una hora.
Planteado de otro modo, a qué responden las incontables apariciones del presidente de la República en el Noticiero Nacional de la Televisión cubana. ¿Qué se quiere decir con esto al pueblo cubano? Lo que salta a primera vista: el aparato ideológico del Partido Comunista pretende, aunque sea de modo subliminar – para aquel que voltee cara y oídos en cada aparición del presidente–, que el hombre se está ocupando; si bien la realidad nacional cada día va de mal en peor. Estamos en presencia de una promoción abrumadora y escandalosa, a la imposición de una figura a como dé lugar; similar a la fabricación de un líder sin pedigrí popular; algo tan cuestionado por el régimen en otras latitudes del orbe, en mayor medida, en Estados Unidos.
¿Qué ha traído esta avalancha de Díaz Canel en el noticiero? Lo que antes era visto ya no se ve. La gente no se molesta en prender la televisión, para ver ‘el NTV de Díaz-Canel’. Otros, seleccionando intervalos de tiempo, prenden el aparato cuando suponen el segmento del pronóstico del tiempo o los deportes, luego, lo vuelven a desconectar. Existe una realidad, el grueso de los cubanos ignora este espacio. Lo ignora por una razón: es una promoción en la justa medida de la incapacidad del régimen; y los tiempos de la muela han quedado atrás.
Publicado originalmente en la edición 186 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa.
Es bueno, necesario, y ya urgente, pensar el futuro de Cuba. Eso hemos hecho en el VIII Encuentro del Centro de Estudios Convivencia este fin de semana del 25 y 26 de febrero de 2023, comenzando con la conmemoración del 170 aniversario de la muerte del Venerable Padre Félix Varela y haciendo en la práctica lo que el “santo cubano” nos enseñó a hacer primero: pensar Cuba.
Ese mismo día la comunidad científica de la Isla declaraba al sacerdote y patriota entero como el “Fundador de la Ciencia Cubana”. Es muy significativo que ahora se regrese a lo que hace más de un siglo se le ha reconocido al Padre Varela, y también lo que le fue ocultado por décadas después de 1959: su condición de sacerdote católico, su santidad ya declarada por el Apóstol José Martí y su calidad de pionero en las ciencias, al introducir en Cuba los primeros laboratorios de física y química que fueron puestos a disposición de los alumnos del Seminario San Carlos y San Ambrosio, matriz cristiana de la nación cubana.
Ciento setenta años después un grupo de cubanos de los dos pulmones: Isla y de la Diáspora, nos hemos encontrado por octava ocasión para pensar Cuba y continuar el Itinerario de Pensamiento y Propuestas para la Patria.
Ha sido el mejor encuentro de todos los que hemos organizado en Convivencia: por la calidad sustancial de los contenidos y aportes, por el número de los participantes, por la diversidad de formas de pensamiento, por el respeto irrestricto a la opinión plural, por el talante proactivo y realista de las propuestas, por la altura de miras, por la serenidad de los debates. También por la honestidad y la profesionalidad de los conferencistas y por el método parlamentario de las plenarias y equipos de trabajo, que nos permitió ejercer la democracia en vivo.
Pero, sobre todo, ha sido significativo por lo que considero más importante: el ambiente de fraternidad, el clima de alegría, el compartir de cuatro generaciones de cubanos de las más diferentes opciones políticas, todas pacíficas. Por el clima familiar entre creyentes, agnósticos y ateos, por la presencia de dos sacerdotes cubanos, dos religiosas cubanas y numerosos laicos comprometidos, por el intercambio de experiencias sin discriminaciones, sin conflictividad generacional, sin descalificaciones.
Comprobar que se puede debatir serenamente, que se pueden construir consensos entre la Isla y la Diáspora y entre muy diferentes escuelas políticas, económicas, diversas y complementarias formaciones académicas, provoca y consolida una experiencia de esperanza realista en el futuro de Cuba.
Esta visión levanta el ánimo sin olvidar, al contrario, precisamente acicateados por la más grande crisis estructural, antropológica y social que ha vivido nuestro país. Hemos pensado nuestro futuro con los pies bien puestos en nuestra realidad sufriente, con el corazón pegado a los miles de presos políticos, perseguidos y muertos en la Isla, en las selvas o en los mares, que nos sirven de ejemplo e inspiración. Ha sido una experiencia que nos habla de que es posible levantar la cabeza, erguir el alma y pensar el futuro sin alienarnos del presente y sin desmemoria del pasado.
Hemos experimentado que en la diferenciación y complementación de roles de la sociedad civil cubana se necesitan también los laboratorios de pensamiento y propuestas, llamados think tanks, cuyo lugar se ubica en el espacio intermedio entre la academia y la comunidad política. Por un lado, toma de la academia la formación, la información y la altura de análisis, aplicándolos en propuestas más concretas y específicas.
Al mismo tiempo, aporta a la comunidad política, y a otras instancias de la sociedad civil, un servicio de estudio que los ritmos del activismo, la inmediatez y el agobio de la existencia cotidiana, no permiten detenerse a crear, estructurar visiones y pensamiento elaborado que los think tanks pueden poner al servicio de todos.
Ha sido una experiencia edificante y llena de semillas de esperanza. Vivir en dos días, con un pequeño grupo de alrededor de cuarenta personas, lo que deseamos poder vivir en el futuro de Cuba libre, democrática y próspera.
No es una utopía, no es cuento, no es plan, es experiencia vivida y compartida en los encuentros de Convivencia, nunca mejor nombre y proyecto de vida. En la evaluación, los participantes expresaron de diferentes maneras esta sensación de sanación y esperanza. Yo me uno a algunos de ellos que lo expresamos así:
Esta es, en pequeña matriz, en fecunda semilla, la Cuba en que yo quiero vivir.
La rivalidad y enemistad política no debe conducir a la victimización del adversario, como lo hacen los regímenes de corte castrista y sus pares como el marxismo y el nazi fascismo, todos inspirados en ideas que conciben la gestión de gobierno como actos divinos que no pueden ser cuestionados.
Los partidarios de esos regímenes actúan como si fueran feligreses de una cofradía. Invocan la palabra de su señor con devoción y si les ordenan el degüello de sus víctimas no tienen reparo en ejecutarlos, sin embargo, a pesar de la maldad que muestran, hay personas que pueden tener dudas en victimizar a estos victimarios cuando reniegan de la fe por la cual estuvieron dispuestos a acabar con la vida y el derecho de los otros.
Los victimarios no deben ser convertidos en víctimas, sin embargo, es necesario, por sanidad moral y física, que reconozcan sus culpas. El olvido, perdón o castigo es potestativo de aquellos a quienes abusaron, pero la sociedad tiene el derecho de exigir un acto de contrición de quienes usaron la maldad como forma de vida. No debe haber crimen sin castigo.
El castrismo, como sus secuelas de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, más otros gobernantes proclives a la Tentación Totalitaria como calificara Jean François Revel, son generadores de victimarios de variada intensidad criminal, empero, en todos esos mandatos sin excepción, se han producido deserciones de depredadores de oficio que, en ocasiones, se transforman de renegados a oportunistas, capaces de imponer a sangre y fuego la Nueva Palabra si tienen oportunidad.
A través de los años he conocido y compartido con algunos renegados. Personas de bien que reconocen haberse equivocado y tuvieron el coraje de rectificar su rumbo combatiendo al riesgo que fuera necesario, incluido la cárcel, la motivación de sus probables injusticias. Confieso que admiro a esas personas, aunque no tanto como a aquellos que nunca se dejaron obnubilar por la utopía. Merecen respeto por su rectificación, pero más que todo, por su decisión de combatir a quien lo convirtió en instrumento de odio.
La vigencia de este tema lo aprecié recientemente en una conferencia auspiciada por la Fundación de los Derechos Humanos en Cuba que dirige Tony Costa, conducida hábilmente por la periodista Maite Luna, que mostró el alto número de sujetos, que, en su complicidad con el totalitarismo, actuaron con extrema crueldad y vesania, contra personas que solo estaban haciendo uso
Desde hace ya algunos años, el desarrollo local como forma de levantar la decadente economía del país ha sido un punto presente en cada discurso de la dictadura, pero a pesar de que esto es algo que se dice y redice, en la realidad no pasa más allá de la palabra y los planes de algunos dirigentes poco visionarios. Si bien no es menos cierto que parte de las grandes economías mundiales provienen del desarrollo local como pilar fundamental para el sustento familiar y social de las comunidades, e inclusive del país, en Cuba la economía de desarrollo local basada en los principios de la privatización de pequeñas y medianas empresas no avanza por culpa del propio régimen.
Desde las sombras dirige el enfoque de los emprendedores bajo sus propios intereses, poniéndoles frenos burocráticos y absurdos que para nada tienen que ver con el concepto de este tipo de mercado emergente. Uno de los problemas más frecuentes para la funcionabilidad de estos negocios que verdaderamente aportarían a la economía, es la persecución constante de actores vinculados a la dictadura que burocratizan y entorpecen el negocio privado, así como la inexistencia de mercados mayoristas para el abastecimiento de las materias primas a todas estas minindustrias.
Cabe reconocer que hoy la mayor parte de los servicios que necesita la población están siendo cubiertos por los particulares, quienes a pesar de todos estos contratiempos siguen importando todos los recursos de países como Panamá, Nicaragua o México, cubriendo así ese bache comercial creado por el propio régimen en sus mismos establecimientos. Pero desgraciadamente, mientras existan en este país personas que frenen el desarrollo local por temor al enriquecimiento de quien sí quiere trabajar, el sector privado nunca pasará de pequeñas y medianas empresas a grandes negocios que aporten a sus conciudadanos mejores condiciones de vida, empleos bien pagados e inclusive la tan añorada prosperidad que necesitan los cubanos.
Publicado originalmente en la edición 140 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Cimarrón de Mayabeque
El desabastecimiento de alimentos es un problema generalizado desde el occidente hasta el oriente del país, lo que genera cada día más indignación entre la población que, a pesar de contar con el dinero, la mayoría de las ocasiones no puede adquirir los productos que necesita. Esta escasez no solo se está viendo en las tiendas en moneda nacional, sino también en las de MLC (Moneda Libremente Convertible); mientras la dictadura apuesta por un plan de soberanía alimentaria, los pinareños buscan una forma de sortear la carestía diaria, pero la mayoría de las veces no la encuentran. El aceite, por ejemplo, en estos últimos días ha estado más escaso que nunca, aunque desde hace años viene presentando problemas.
La situación con este líquido graso hoy es crítica, ni siquiera el que la dictadura vende en las bodegas (250 ml por persona) ha llegado a las manos del pueblo, esto ha dado lugar nuevamente a que el precio de un litro de aceite oscile por los 1300 pesos, que es la mitad del salario de un trabajador. Este producto con el que sí cuenta el sector privado, ¿de dónde sale? A contrabando de los centros de la dictadura, acaparado hasta por los mismos directivos que se llevan la mayor parte del negocio, por eso nunca llega directamente al pueblo.
El abasto de aceite al mercado cubano pende del hilo de la capacidad de compra en el exterior, en otras palabras, del financiamiento con que se cuente. Cuba importa el refinado a granel para envasarlo en plantas ubicadas en La Habana y Camagüey, y compra también soja en grano para producirlo en la única fábrica del país que está en Santiago de Cuba; lo que quiere decir que la isla depende de los productos de otros países, no es capaz de buscar una solución para producir desde adentro, siempre como un parásito mientras el pueblo llora de tanta necesidad.
Publicado originalmente en la edición 249 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Panorama Pinareño
Estados Unidos se fundó sobre la premisa de que la libertad es un valor universal. Thomas Jefferson, en la Declaración de Independencia, fue inequívoco: “Sostenemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales; que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Pero ¿realmente la libertad es valorada universalmente por todos los pueblos, en todas partes, en todo momento?
Históricamente, no se puede argumentar que la libertad es un valor universal. El profesor Jesse Rufus Fears, al dar una conferencia sobre la Historia de la Libertad, señala que la gran civilización egipcia que construyó las pirámides ni siquiera tenía una palabra para libertad en su vocabulario; China y Mesopotamia nunca desarrollaron una idea clara de libertad; y en China, las enseñanzas de Confucio se referían al orden y no a la libertad.
En condiciones de tensión, muchos pueblos han estado dispuestos a renunciar a sus libertades políticas e individuales para proteger a su nación de los ataques extranjeros. La Ley Patriota de EE. UU., que reducía las libertades individuales al ampliar los poderes de los organismos encargados de hacer cumplir la ley, fue promulgada por el Congreso tras los ataques del 11 de septiembre. La Ley Patriota es un ejemplo contemporáneo de una decisión nacional para disminuir la libertad.
Y, sin embargo, prácticamente todos los presidentes estadounidenses han articulado la política exterior estadounidense sobre la premisa de que la libertad es un valor universalmente deseado, y hemos librado varias guerras para defender el principio de la libertad universal. Pero, ¿qué sucede cuando los individuos de otras naciones no valoran la libertad como nosotros? ¿Deberían ser obligados a ser libres?
La libertad se define más fácilmente como tener la capacidad de actuar sin restricciones. La libertad está relacionada, pero no es idéntica al concepto de libertad. Ser libre es ser autodeterminante; tener libertad es estar liberado de algo. La libertad está asociada con las instituciones; la libertad es personal. Para mantener esta discusión alejada de debates filosóficos esotéricos sobre la libertad, estoy pensando aquí en la libertad en el contexto sociopolítico.
Y para enmarcar mejor la cuestión de si la libertad es un valor universal, tomemos prestado el desglose de la libertad del profesor Fears en tres componentes de libertad nacional, política e individual. La libertad nacional es la libertad de una nación para ser independiente del dominio o control extranjero. La libertad política es la libertad de elegir a nuestros propios funcionarios de gobierno, el derecho a decir lo que queremos en el discurso político y a darnos las leyes bajo las cuales seremos gobernados. La libertad individual es la libertad de vivir como elijamos, siempre y cuando no dañemos a nadie más.
Estas libertades no necesariamente se encuentran juntas. Por ejemplo, se puede decir que Corea del Norte o Cuba tienen libertad nacional, pero no libertad política o individual. El Imperio Romano se enorgullecía de sus libertades individuales, pero carecía de libertad nacional o política ya que todas las naciones que lo componían estaban gobernadas por Roma.
En los Estados Unidos hemos logrado una integración notable y equilibrada de la libertad nacional, política e individual. Pero de eso no se sigue que todas las naciones quieran nuestro tipo de libertad. Hemos encontrado nuestro acuerdo de libertad enormemente útil y beneficioso, y creo que es el mejor arreglo social que se ha ideado hasta ahora. Pero otras sociedades pueden necesitar encontrar formas de organizar sus naciones de manera que reflejen mejor sus propias tradiciones y cultura. A pesar de nuestras propias intenciones bien intencionadas, si la libertad no es un valor universal, debemos aceptar de mala gana la libertad de otros pueblos para definir su propia identidad.
Puede que la libertad no sea un valor universal, pero es duradero. En la primavera de 2019, visité Riga, Letonia, donde en 1818 el bulevar principal se llamó Alexander Street en honor al zar Alejandro. Cuando Letonia obtuvo su independencia por primera vez en 1923, el bulevar pasó a llamarse Freedom Street. Ese nombre provocativo no convenía a los ocupantes nazis durante la Segunda Guerra Mundial que la rebautizaron como Calle Adolf Hitler. Más tarde, cuando los soviéticos ocuparon Letonia, la rebautizaron como Calle Lenin. Pero cuando Letonia recuperó su independencia en 1990, el famoso bulevar, una vez más, se convirtió en Freedom Street. Que siempre permanezca libre.
El último libro del Dr. Azel es “Sobre la Libertad”
Hoy el Evangelio habla de actitudes aparentemente muy complicadas, cuando no imposibles: ofrecer la otra mejilla, ceder ante el que te presiona, amar a los enemigos… Necesitamos explicar algunas cosas.
Ningún ser humano tiene poder sobre lo que siente. Hay personas que nada más verlas te iluminan el alma, y hay personas que, nada más pensarlas, te hacen explotar el hígado y te llenan de bilis el torrente sanguíneo. Ni en un caso ni en el otro podemos hacer un cambio a voluntad. Sentimos lo que sentimos, y punto.
Por eso, Cristo no nos está pidiendo “sentir” amor, porque ante algunas personas de nuestra historia, eso puede que sea prácticamente imposible. Cristo nos pide vivir en actitud de amor, elegir las conductas del amor por encima de los deseos que puedan nacer del más legítimo dolor, de la ira, de la decepción…
¿Qué significa “vivir en actitud de amor”? En primer lugar, elegir tratar bien al otro, con independencia de lo que me haya hecho. Siempre puedo tratar al otro con respeto, con educación, con amabilidad.
Lo segundo, renunciar expresamente a todo tipo de venganza, de revancha, de desquite, incluso a esas frases irónicas estratégicamente colocadas en ciertos momentos que de un modo magistral ponen en evidencia al otro, lo humillan, lo ponen en ridículo, frases que son deliciosamente malsanas, pero no evangélicas. Esto es lo que significa “poner la otra mejilla”, dicho de otro modo: “yo no voy a responder a tu mal con otro mal, no voy a hacer lo mismo que tú, no voy a pagarte con la misma moneda, no voy a ser contigo como tú has sido conmigo”.
Y lo tercero, mantenerse disponible para hacer el bien al que nos ha hecho daño. No tengo por qué invitarte a mi fiesta, porque una fiesta no es imprescindible para la vida, pero si necesitas una medicina, si necesitas alimento, o ropa, o información, o colaboración, incluso una transfusión de sangre… aquí estoy, molesto, airado, decepcionado, lo que sea, pero aquí estoy. El Evangelio no me pide invitar a alguien que me ha herido a comer conmigo, pero sí a estar atento a que no se quede sin comer.
Y siempre es bueno aclarar que esto no es hipocresía, porque la hipocresía es un bien con cálculo, es un servicio que mira a una recompensa futura. Amar, en el sentido cristiano, es gratuito, es hacer el bien porque quiero elegir el bien, como hizo el Maestro.
Cristo, ante la traición de Judas, le respondió con dolor: “¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?”, pero no le dijo: “Eres un mal nacido”. Sus discípulos lo abandonaron, pero después de la resurrección los reunió o les encargó la predicación del Evangelio. Pedro, lo negó. Antes de la negación, Jesús le hacía dicho que sería la cabeza del colegio apostólico; después de la negación, Jesús lo confirma en su puesto. Y durante su pasión no deja de escuchar, consolar, interceder, incluso justificar. Nunca deja que su dolor contamine su opción, la opción de vivir eligiendo hacer el bien.
Por eso siempre será posible ofrecer la otra mejilla y amar al enemigo, porque esto no depende de una emoción sino de una decisión: la decisión de no dejar que el mal recibido contamine mi libertad para tender mi mano adolorida o ensangrentada y decirte: “puedes contar conmigo”.
La noticia de la deportación de los 222 presos políticos nicaragüenses a los Estados Unidos, por parte del régimen de Daniel Ortega, este 9 de febrero, se recibió con cierta muestra de alegría y de dolor. Alegría, por cuanto su liberación de las cárceles significaba el fin de años de tortura y dolor. Por otro lado, embarga la tristeza, al ser deportados de su tierra natal, maniobra política bien diseñada por la dictadura en el poder, al modificar la Constitución del país incluyendo la famosa pérdida de la nacionalidad, usado como un recurso de este régimen de izquierda para eliminar la oposición política.
Para los cubanos la noticia ha sido como una luz de esperanza, sobre todo para los más de 1540 presos políticos que se hallan encarcelados por los sucesos del 11 de julio y las restantes manifestaciones que con posterioridad han conmovido a la Isla. Gobiernos, organismos internacionales defensores de los derechos humanos, fuerzas opositoras al régimen cubano y de la sociedad civil independiente, se han venido manifestando, por la liberación de los presos políticos cubanos, encarcelados únicamente por ejercer sus derechos ciudadanos de asociación, manifestación y libertad de expresión.
Cuba exige libertad para sus presos Las exigencias al régimen cubano han encontrado oídos sordos, motivado principalmente por el temor a quienes se han convertido en opositores abiertos y convencidos de la verdadera naturaleza del sistema, y a quienes liberar sería un peligro total para su estabilidad política. Y es que estos prisioneros del régimen han sido marcados por el amargo sabor del presidio, como bien dijera nuestro Martí: “...el dolor del presidio es el más rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia, y seca el alma y deja en ella huellas que no se borrarán jamás”. Y es precisamente ese dolor, el que los cubanos queremos que cese, que las puertas de las cárceles rompan sus cerrojos y que los inocentes salgan a las calles y a sus hogares. Así fue referido y comunicado a los representantes del régimen cubano, por el Cardenal Beniamino Stella, enviado del Papa Francisco, en el aula Magna de la Universidad de La Habana, al expresar: “El Papa desea mucho que haya una respuesta positiva (por parte del gobierno cubano).
Es importante que los jóvenes que en un momento manifestaron su pensamiento, de la forma que conocemos, puedan volver a sus casas”. Este es también el sentir de millones de cubanos, tanto de los que sufren condenas, de sus familiares, como de los buenos cubanos amantes de la justicia y la libertad. Queremos la liberación de nuestros presos.
Publicado originalmente en la edición 150 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano