Mi desconocido, pero apreciado y respetado amigo, Américo Darío Gollo Chávez, un venezolano que honra el gentilicio, tiene la opinión de que los tiranos solo mueren cuando sus obras desaparecen, en consecuencia, Fidel Castro y Hugo Chávez, están vivitos y coleando como popularmente se decía en la Cuba que perdimos, por solo hacer referencia al nefasto legado de dos sujetos que además de destruir a sus países de nacimiento, perjudicaron seriamente el resto del hemisferio.
Para desgracia de venezolanos y cubanos, esos dos opresores se apropiaron de ambas naciones con la complicidad de amplios sectores de la población gracias al encanto que ejercieron sobre muchos de sus compatriotas, logrando, como consecuencia, un alto nivel de servidumbre, lo que hizo posible unos regímenes de gran capacidad destructiva.
Lo primero a afirmar sobre Castro y Chávez, es que traicionaron a sus respectivas naciones. Fueron crueles hasta con sus partidarios y brutalmente feroces con sus opositores, demostrando una incapacidad absoluta en la generación de riquezas, aunque contaron con poderes absolutos en la gestión económica.
Los regímenes que impusieron fueron un rotundo fracaso, con la excepción de su sobrevivencia y el hecho de haber extendido sus maléficas propuestas, a otras naciones como Bolivia, Nicaragua y en su momento, al Ecuador de Rafael Correa.
Fidel Castro entregó la Isla a la extinta Unión Soviética por más de treinta años, convirtiendo al país en un satélite de Moscú y así recibir los subsidios necesarios que le permitirían perpetuarse en el poder, e imponer un sistema de control sin precedentes en el hemisferio.
La dependencia de Moscú se institucionalizó en la Constitución de 1976, que, en su Preámbulo, decía, “Apoyado…en el internacionalismo proletario, en la amistad fraternal y la cooperación de la Unión Soviética y otros países socialistas y en la solidaridad de los trabajadores y pueblos de América Latina y el mundo” y se concretó con el absoluto respaldo a las incursiones imperialista del Kremlin, particularmente África y Afganistán.
Fidel Castro, copió al detalle del modelo soviético y hasta corrigió algunas debilidades de este, haciendo que el totalitarismo establecido en la Isla fuera mucho más férreo que el de la metrópoli, como afirman ciudadanos que residieron en los dos países.
Por su parte Hugo Chávez, otro depredador, traicionó a su país sometiéndolo ciegamente a la voluntad imperial de Fidel Castro. Venezuela, se transformó en una especie de provincia de Cuba, sin dudas, la más rica, que proveía al despotismo insular de los bienes necesarios que era incapaz de producir.
El legado de Chávez es tan devastador, quizás más, por las amplias riquezas del país sudamericanos, que el de los hermanos Castro. El militar golpista quebró el ritmo institucional que el país había asumido en 1958, e incentivo la corrupción gubernamental a cotas inimaginables. Despilfarró miles de millones de dólares, empobreciendo a unas de las naciones más ricas del hemisferio.
Aun aquellos que muestren simpatías hacia Hugo Chávez y Fidel Castro, si les resta un mínimo de sentido común, deben concluir que ambos mandatarios fueron nefastos para sus países con independencia de la justicia que pudieran implicar sus propuestas políticas y sociales, las que enarbolaban mientras manipulaban y reprimían a la población.
Tal y como apunta el amigo Gollo Chávez, los regímenes de ambos autócratas les han sobrevivido, agrego, en las personas de otros dos incapaces, Nicolás Maduro y Miguel Díaz Canel, cuya gestión es tan precaria como la de sus antecesores, llevando a no pocas personas a olvidar quienes fueron en realidad los constructores de esas dictaduras, responsabilizando a los actuales déspotas de los crímenes del presente y también de los del pasado.
Hay que trabajar intensamente para que Fidel Castro y Hugo Chávez no se transformen, gracias a la gestión de sus admiradores, en dioses benefactores cuyos discípulos no fueron capaces de interpretarlos correctamente, algo que podría ocurrir con Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia, dos subproductos del castro chavismo.
Castro y Díaz Canel, Chávez y Maduro, son géneros lógicos de propuestas ideológicas y políticas que a través de la historia han resultado en fracasos, no solo por su intrínseca maldad y desconocimiento de la condición humana, además de que su implementación obliga a un control social que violenta los más elementales derechos de las personas.
Uno de los modos de aprender es por asociación: unimos unas frases a otras y las repetimos, de modo tal que nada más decir las primeras palabras, todo lo demás va llegando, en su debido orden. Es lo que nos sucede cuando empezamos a rezar diciendo: "Padre nuestro..."
Los hebreos hacían este ejercicio con los salmos, y repitiéndolos una y otra vez, asociaban frase tras frase hasta aprendérselo, de modo tal que, según las circunstancias que vivían, les brotaba de su interior un salmo u otro.
A Jesús, en la cruz, le brota espontáneamente un salmo: el salmo 22, que empieza diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?... te llamo de día y no respondes".
Luego, como acostumbraban hacer los hebreos, el salmo mira al pasado, hace "anamnesis", recuerda situaciones similares y dice: "en ti confiaban nuestros padres... y los ponías a salvo; a ti gritaban y quedaban libres, en ti confiaban y no los defraudabas".
Y vuelve entonces al presente: "pero yo soy un gusano, no un hombre... al verme se burlan de mí" y dicen: "acudió al Señor, que lo ponga a salvo, que lo libre si tanto lo quiere".
Sin embargo, nada de esto lo hace perder la fe porque "desde el vientre materno tú eres mi Dios". Por eso pide: "no te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre", y necesito tu auxilio porque "estoy derramado como agua, tengo los huesos descoyuntados; mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas; tengo la garganta seca como una teja, la lengua se me pega al paladar".
Por eso, "no te quedes lejos, fuerza mía, apresúrate en socorrerme". Y cuando eso ocurra "contaré tu fama a mis hermanos, en plena asamblea te alabaré", porque aquel a quien clamo "no ha sentido desprecio ni repugnancia de la desgracia de un desgraciado, no le ha escondido el rostro; cuando pidió auxilio, le escuchó".
No es un salmo de desesperanza sino todo lo contrario: es la oración de alguien que pone su confianza absoluta en Dios, a quien considera su fuerza y su esperanza.
No es tampoco el salmo de un improvisado, sino de alguien que ha trabajado profundamente su intimidad con Dios. Por eso, aunque humanamente no existen ni esperanzas ni horizontes, la fe logra sostenerlo.
Es cierto que, por mucha fe que se tenga, las cruces necesitan un tiempo para "asentar el golpe", para respirar profundo y calcular la batalla que la vida nos presenta, a veces de modo repentino e inesperado. Pero luego de ese "primer momento", viene la gran diferencia entre maldecir la cruz y lo que la provoca, y hundirse en el dolor y la amargura, o creer, desde lo más profundo, que Dios no permite sufrimientos inútiles, que Dios sólo deja al sufrimiento tocar a nuestra puerta cuando nos trae una bendición, que Dios no permite la muerte sin la resurrección.
Y desde esa certeza, levantarse, caminar, buscar, hasta encontrar la luz, tantas veces escondida en medio de la noche.
Hace un tiempo atrás el impopular presidente Miguel Díaz Canel, pese al uso manipulador que hacen las redes sociales, aseguraba que eran las que estaban confundiendo al pueblo. Desde entonces la campaña oficialista ha tratado por todos los medios y vías de desacreditar la información que circula en este espacio virtual. Empeños frustrados, que se mueven en el vacío. Las redes sociales han desmantelado el velo tradicional del silencio y han comenzado a brindar una imagen real de Cuba, que muy pocos tenían.
Pretender acallar su protagonismo, cuando de información sobre la isla se trata, es imposible. Para los cubanos, las redes sociales son seguidas, como una buena plataforma de denuncia social, que se ha convertido en un látigo contra la dictadura impuesta a un pueblo por más de 62 años. La apertura y posibilidad de hacer periodismo ciudadano, donde se denuncian diariamente los problemas y represiones, le está quitando el sueño a la dictadura cubana. En ocasiones o casi siempre los cubanos utilizaban los medios establecidos por el sistema, antes de llegar a las redes sociales o a la prensa independiente, por miedo a las represalias. Hoy ese paradigma ha cambiado, pese a la presencia de la represión contra la prensa independiente, y el uso de las redes sociales ha desplazado al monopolio comunicacional del régimen.
El intento de acallar las voces opuestas al discurso oficial, se ha visto frustrado. No puede concebirse que el pueblo no pueda expresar la insatisfacción hacia un régimen que solo hace promesas y pretende sostenerse con consignas. Las redes sociales, han echado por tierra el discurso mediático, del oficialismo. Cada palabra que circula por internet, desde la isla, son palabras del cansado y hambriento cubano, censurarlas solo generan más comentarios, y lo más triste es que cada denuncia viene acompañada con pruebas y eso sí les preocupa. A la élite política de Cuba, no le basta con haberse perpetuado en el poder. Ahora pretenden acallar las voces de más de once millones de cubanos, algo que se les ha ido de la mano. En estos tiempos de teléfonos celulares, redes e internet, ya no pueden seguir con las farsas, ya no pueden mentir a esta nueva generación, o llamar enemigos a todo aquel que se queja del mal que han hecho. No es limitar las formas de comunicación, ni los contenidos, sino generar mensajes coherentes y humanos, que se corresponda con la realidad, solo así desaparece el temor a las redes.
Publicado originalmente en la edición 153 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano
Cuando Jesús intenta lavar los pies a Pedro y éste se resiste, Jesús no le dice: si no dejas que te lave los pies no tienes nada que ver conmigo; sino: si (YO) no te lavo los pies. Es Jesús el que insiste en lavar los pies. En otras palabras, es como si Jesús le dijera: no impidas que yo te lave los pies, no impidas que yo muestre la identidad de Dios, que es amor, que es servicio, porque si lo impides, no tienes nada que ver conmigo.
El Jueves Santo es la celebración de la Pascua, del “paso” del Señor, del Dios que viene una y otra vez a nuestras vidas trayendo siempre una experiencia de liberación. Por eso, este día trae consigo una súplica: deja a Dios pasar, déjalo cuestionar tus ídolos, tus altares, tus preferencias; déjalo sustituir tus seguridades; déjalo tocar tus miserias, esas a las que nos aferramos porque nos hacen más llevaderas nuestras esclavitudes. Deja a Dios pasar...
Y hay muchos modos de dejar a Dios pasar.
Cuando sirves, cuando ayudas, cuando cuidas al otro, y lo acompañas, lo proteges, lo miras, lo escuchas, lo consuelas, lo tratas bien estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando perdonas y cambias el puño en mano, y eliges abrir las puestas que cerraron la soberbia y la rabia, o el disgusto, la decepción o el dolor estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando buscas comprender, y prefieres la compasión al juicio, y tratas de entender que nadie hace daño de gratis, que la maldad nace muchas veces de heridas sufrientes, de inseguridades inconfesables o miedos escondidos estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando decides alegrar la vida de alguien, y sorprenderlo con un gozo que no espera, y prestarte a ser instrumento de Providencia y de mano que bendice en su necesidad doliente estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando te reconcilias: con tus errores que te condenan, con aquellos a los cuales alejaste sin motivo, con los familiares que no te gustan, con la Iglesia que un día abandonaste estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Cuando decides confesarte, y reconocer que en tu vida hay mal, y pecado que daña y te daña; cuando te decides a hacer un camino hacia la eucaristía que Jesús creó para alimento de tu alma estás dejando a Dios pasar por tu vida.
Y cuando dejas pasar a Dios, tu vida se ilumina, con una luz que no se queda en ti, sino que empieza a tocar las oscuridades de otros, porque el paso de Dios libera siempre: te libera el alma, pero también las manos, los pies y la mirada.
Son tres actividades independientes, pero cuando las artes y los deportes, como cualquier disciplina, se desarrollan bajo un manejo dictatorial, aún peor, totalitario, como es el estado cubano, la gestión, individual o colectiva, queda sujeta a la voluntad gubernamental.
Habrá quienes no entiendan las protestas, que, dicho sea, no son contra los deportistas, sino contra el régimen que representan, aunque como ciudadanos, ellos también tienen derechos y deberes con su comunidad.
Confieso que recuerdo con amargura aquellos días de condenas a muerte que se cumplían en 24 horas, que muchos deportistas y artistas destacados, premiados en el exterior, en sus primeras declaraciones a la prensa dedicaban sus galardones a Fidel Castro o simplemente decían que éste era su inspiración.
Las distinciones que obtienen los deportistas bajo esa clase de regímenes son producto de sus esfuerzos, pero el gobierno las capitaliza e instrumenta una campaña de propaganda que contribuye a la desinformación y a la dependencia del atleta. Algo similar ocurre con los avances científicos o de cualquier tipo que se puedan producir en el país, hacen creer, difunden los resultados, como progresos genuinos del sistema, no de la nación, menos, de los individuos que con su talento y dedicación, alcanzaron el éxito.
Un premio o reconocimiento a un cubano que representa la isla, por la condición totalitaria del sistema, se refleja en el haber del régimen y conduce a un sector de los que se oponen, a no sentir el triunfo como algo nacional, como un suceso que pertenece a todos.
He participado en protestas contra la dictadura en eventos deportivos. Confieso que no es sencillo. Me he sentido como el personaje del libro “Las dos mitades del Vizconde” de Ítalo Calvino, que describía a un aristócrata dividido físicamente por la mitad por una bala de cañón, lo que repercutía en la conducta contradictoria de los dos hemisferios del sujeto.
Compleja la situación que presentó Calvino en su breve novela, similar a la que padecemos los que enfrentamos regímenes totalitarios capaces de apropiarse de la totalidad de los valores de una nación. Cierto que están los que no tienen problemas con sus mitades, ellos son un todo y como ariete se conducen sin sufrir las consecuencias.
A principios de la década del 80, en un estadio de Valencia, Venezuela, se celebró un certamen deportivo al que asistieron boxeadores cubanos.
Fue una jornada intensa. Junto a Kemel Jamis, ex prisionero político, y dos compatriotas más, nos personamos en el recinto con un par de grandes letreros que decían, “Bienvenidos hermanos deportistas cubanos” y otro, “Condenamos tiranía Castro-Comunista”, la reacción de parte de los esbirros de la dictadura, cubanos y venezolanos no se hizo esperar, por suerte, para nuestra integridad física, efectivos de la Guardia Nacional intervinieron y nos sacaron del estadio bajo custodia.
Protestar es un derecho, máxime cuando no se agrede a las personas ni se dañan propiedades públicas o privadas.
El totalitarismo introduce al ciudadano en un debate perenne. Conciencia, sentimientos, intereses, política e ideología, se enfrentan en un debate constante, que complica agudamente arribar a la conciliación. El régimen que impera en Cuba es tan absorbente e incluyente que por mucho que se esfuerce el individuo, no puede sustraerse de la influencia del sistema, salvo que rompa de manera absoluta con sus raíces y lo que de ellas derivan.
Esta percepción en alguna medida también se fundamenta en que el mesianismo totalitario, más allá de la voluntad y hacer de cada ciudadano, inculcó durante décadas la certeza de que la Patria y Fidel Castro eran una única entidad, absolutismo que condujo a la creencia de que cualquier decisión individual contraria, repercutiría negativamente en los valores y compromisos de la Nación.
Todo esto genera un enfrentamiento irreconciliable entre las dos supuestas mitades, no solo en los aspectos deportivos o similares. Incide en todo, hasta en la ayuda que puedas prestar a un familiar, porque la realidad es que el totalitarismo como un gigantesco embudo lo engulle todo.
¿Pero qué hacer? El totalitarismo es una sucia trampa que nos corroe. En la Isla todo está secuestrado, incluso nuestros seres queridos, y ¿puede haber Patria, sin familia?
Durante más de 60 años la dictadura ha racionado la comida al pueblo mediante la libreta de abastecimiento, a través de la cual no solo controlan lo que llega a cada familia, sino que además limitan las posibilidades de compra para los que viven de un salario. Hace algunos años rodó en la calle una bola, un chisme sobre el fin de este pequeño cuaderno que durante tantos años ha martirizado la vida a los más necesitados; pero tras la Covid-19 volvió a tomar fuerza haciéndola cada día más imprescindible, puesto que hasta hoy todo lo volvieron a controlar por ahí.
El pollo, el aceite, el arroz, etc., todos estos productos que antiguamente eran liberados, ahora son regulados una vez más por la dichosa libretica, que al final solo ha logrado más miseria y más necesidad en todo el país, pues en las bodegas no existen opciones ni siquiera para los poseedores de este instrumento socialista que para nada funciona. Por insólito que parezca, hoy en Cuba la libreta de racionamiento es parte de la idiosincrasia nacional, pero con muchas cosas en contra, pues al controlar todo por ella, las nuevas familias que surgen y no la tienen se ven obligados a recurrir al mercado informal para poder acceder a los productos. Esto ha sido criticado por muchas personas, pero al final la dictadura nunca ha querido eliminarla y crear verdaderos mercados abastecidos con comida para que la población con su dinero, con ese que cobran por cada mes de trabajo, puedan acceder a los alimentos que necesitan para vivir decentemente como merece cualquier persona en el mundo, y así no tener que esperar a que una vez al mes el régimen reparte en las bodegas la miseria que venden por la libreta de abastecimiento.
Publicado originalmente en la edición 143 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Cimarrón de Mayabeque
Hay un detalle muy llamativo en el Evangelio de la Pasión según san Mateo. Cuando Jesús dice que uno de los discípulos lo va a entregar, todos preguntan: "¿Seré yo?"
¿Es que no estaban las fidelidades claras?, ¿o es que la fidelidad es un tema mucho más complejo?
La fidelidad en un matrimonio, por ejemplo, no se reduce a no tener relaciones sexuales con otra persona. Incluye la discreción de lo que se conoce sólo porque se comparte intimidad con la pareja, incluye la aceptación paciente de los "malos momentos" del otro/a; incluye el sabes estar, callar, escuchar cuando la otra persona lo necesita; incluye la sensibilidad para ayudar, para facilitar la vida, para "atraer" a los hijos y permitir que el otro/a coja un respiro sí, la fidelidad es un tema complejo.
La fidelidad a Jesucristo es la fidelidad a una relación de intimidad, de afecto, de comunión. Por eso, tiene sentido la pregunta de los discípulos: "¿Seré yo?"
¿Seré yo el que reduzca la relación con Cristo a la misa del domingo?
¿Seré yo el que se avergüence de decir que soy cristiano según el ambiente en que me mueva?
¿Seré yo el que se calle ante criterios anti evangélicos, pero políticamente correctos con tal de no ser excluido, atacado, o tenido como alguien que no tiene "mente abierta"?
¿Seré yo el que mantenga una doble vida, según me vean o no me vean, me conozcan o no me conozcan?
¿Seré yo el que siga culpando a "esta vida tan agitada" de no hacer tiempo para quedarme a solas con Dios?
¿Seré yo el que me siga negando al perdón y a la reconciliación con aquellos que me han herido?
¿Seré yo el que ignore al pobre en cualquiera de sus carencias (materiales, pero también de consejo, de apoyo moral, de compañía, de compasión)?
¿Seré yo el que tenga muy claro el ideal cristiano de la familia, pero en la práctica viva como "luz de la calle y oscuridad de la casa"?
¿Seré yo el que pase los días sin rezar por mi pareja, por mis hijos, por mis padres?
¿Seré yo el que siga arrastrando defectos, pecados, hábitos, ambientes, pero no me decida a hacer nada concreto por cambiar?
¿Seré yo?
De hecho, cuando la amistad con Jesús se hizo inconveniente, todos lo abandonaron, Pedro lo negó, Tomás dudó, los discípulos de Emaús huyeron, pero también es cierto que luego, excepto Judas, todos volvieron, Pedro dio la vida, Tomás reconoció a Jesús como "Señor mío y Dios mío", los discípulos de Emaús regresaron... porque yo puedo ser infiel, incoherente, negligente pero también puedo descubrir que "todo lo puedo en aquel que me fortalece", que todo lo puedo en aquel que eligió la cruz para decirme: "levántate y anda".
Las supuestas elecciones de los candidatos a diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular del pasado 26 de marzo y desde hace días ya la dictadura estaba utilizando varios métodos para hacer que el pueblo se concientice con estas votaciones que, al fin y al cabo, no lo benefician en nada. En Cuba nadie elige, nadie propone, nadie vota por nadie, todo es un paripé para hacer ver al mundo que ese presunto poder popular le da a los cubanos la posibilidad de elegir quienes los represente, aunque ya hoy todos conocen que no es así, que las elecciones no son más que una patética pantomima para que vuelvan a salir los mismos esbirros de la dictadura.
Desde mensajes subliminales a través de la tv, la radio y otros métodos de difusión masiva, hasta carteles propagandísticos en todo el territorio fueron puestos por el régimen en espacios públicos para continuar moldeando las mentes de los pocos que aún creen en ellos. Mientras tantas necesidades oprimen al pueblo, el régimen gasta todos los recursos sin escatimar para llevar a cabo su obra de teatro, pero, aunque siempre han estado seguros de que van a salir electos los candidatos que ellos estimen convenientes, en estos días han citado por los CDR a las personas para concientizarlos. Ellos saben que si no lo hacen no va a ir nadie a las urnas. El pueblo ya no cree ni respeta estas elecciones fraudulentas a pesar del bombo y el platillo que puedan darle. La mala gestión de la dictadura Castro-Canel ha abierto los ojos al pueblo de forma gradual pero contundente. Hoy ya no es como antes, hoy los cubanos ya no tienen ilusión por ir a las urnas, por marcar con una X al candidato que los representará porque saben que cada cruz marcada no es más que la prolongación de una decadente dictadura que ya huele a cadáver.
Publicado originalmente en la edición 143 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Cimarrón de Mayabeque