LAS TUNAS, Cuba. — Es falso, según dijo el expresidente Barack Obama el 17 de diciembre de 2014, que las políticas estadounidenses respecto a Cuba no han logrado “impulsar nuestros intereses”, como tramposo resulta que los comunistas cubanos quieran aprender a “convivir de forma civilizada”, más allá de sus “diferencias”, según afirmó Raúl Castro aquel mismo día.
Ambivalente entre esas declaraciones, pretendiendo unir dos intereses diferentes e irreconciliables: el de la democracia del pueblo cubano y las pretensiones del régimen para perpetuarse en el poder, el presidente Biden no debería hacer concesiones al castrocomunismo, como no lo hicieron sus predecesores republicanos y demócratas antes que Obama, que sí consiguieron acuerdos para mantener los intereses de los Estados Unidos en la región.
Es falso que desde la administración Eisenhower hasta nuestros días los gobiernos de Estados Unidos y Cuba no hubieran mantenido de forma pública, o secreta, reuniones bilaterales. Anecdótica y particularmente ilustrativa resultó la primera de esas citas.
Aparentemente humilde, pero en realidad orgullosamente mesiánico, en abril de 1959 Fidel Castro fue a Estados Unidos a publicitar su imagen y conseguir dinero, pero sin pedirlo, sino procurando que se lo ofrecieran. “Yo no vine aquí a pedir dinero”, dijo, y recalcó: “No deben pensar en nuestro país como un mendigo”. Como respuesta, no le fue concedido un centavo ni en préstamo ni en calidad de ayuda, cuando aún decía que no era comunista.
Todos los presidentes estadounidenses, excepto Gerald Ford y George Bush (padre), sin hacer concesiones estratégicas, consiguieron del régimen de La Habana acuerdos importantes para Washington; a saber: Kennedy logró la libertad de los prisioneros de la Brigada de Asalto 2506 tras su captura en Bahía de Cochinos; Johnson, el acuerdo migratorio que posibilitó la salida de cubanos a Estados Unidos; Nixon, lo concerniente a la cooperación bilateral para impedir la piratería aérea; Carter obtuvo los acuerdos sobre limitación marítima, pesca, migratorios y, sobre todo, abrió la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, que, de hecho y sin aspavientos, funcionó como una embajada sin poseer ese rango. Ronald Reagan, sin bajar la guardia contra el comunismo, logró los acuerdos migratorios de 1984 y 1987, y, sobre todo, los convenios que hicieron volver a las tropas cubanas de Angola; Bill Clinton llevó a buen puerto los pactos migratorios de 1994 y 1995 para impedir la migración no autorizada y el narcotráfico, donde participaron militares de ambos países; George W. Bush, a quien los castrocomunistas dedicarían diatribas en cientos de páginas y miles de horas de radio y televisión, no solo hizo de Estados Unidos el mayor proveedor de productos agrícolas a Cuba, sino que logró hacer de Raúl Castro y sus soldados los guardianes exteriores de la base naval de Guantánamo cuando la convirtió en una cárcel antiterrorista.
No diga ahora la administración Biden, como antes dijo personalmente Obama, que las políticas de Estados Unidos durante décadas “no ha logrado impulsar nuestros intereses”. Los objetivos estratégicos de los Estados Unidos concernientes al régimen castrocomunista en los años de la Guerra Fría fueron cumplidos con creces. Estados Unidos no quería una alianza político militar entre la Unión Soviética y Cuba que influyera en las Américas. Mucho antes de Obama, esa alianza no existía porque la administración Reagan tuvo un rol decisivo en la desaparición de la Unión Soviética.
Los presidentes estadounidenses antes de Obama y Biden estuvieron en desacuerdo con la exportación de la llamada “revolución cubana” a los países de Latinoamérica y África. Como consecuencia, todas las guerrillas impulsadas por Fidel Castro y Che Guevara terminaron hace mucho tiempo con todos los generales en la mesa de negociaciones en Nueva York, y con Fidel Castro suprimido de las campañas africanas cuando quiso hacer de libertador de pueblos con idiosincrasia propia.
Entonces sería preferible que los socialistas en Estados Unidos admitieran su adhesión a esa ideología y que, por tal razón, además de para salvar al castrocomunismo de la crisis en que se encuentra, pretenden una relación amigable con el régimen cubano. Podrán comportarse como fariseos, con hipocresía y falsedad, pero no pretendan vendernos que cambiaron las relaciones con los comunistas por el bien de la democracia de Estados Unidos y de Cuba.
Publicado originalmente en Cubanet.
CDMX, México. – La constitución cubana de 2019 cancela la posibilidad de la prensa libre y de la opinión pública porque los medios de difusión ―el régimen solo reconoce los medios estatales de propaganda― siguen secuestrados por el único partido legal de la dictadura. En otras palabras, ni libertad de expresión para los ciudadanos, ni libertad de prensa para los periodistas. Todos los “medios” oficiales cubanos están subordinados al discurso del Departamento Ideológico del PCC.
El nuevo proyecto de Ley de Comunicación, que no fue presentado ante el Parlamento en diciembre pasado probablemente por el rechazo popular en las redes sociales, mantiene el control sobre los contenidos y permite solo los que sean “socialistas”; por lo tanto la crítica social sigue atada a los criterios de los censores del Partido.
Lo novedoso de la ley es que permite el financiamiento de los medios oficiales como Granma, Cubadebate, Trabajadores, Juventud Rebelde, Tribuna de La Habana, etc., por patrocinadores cubanos o extranjeros; y deja que estos cobren por colocar publicidad en sus páginas impresas o digitales.
De esta forma, la ley oficializa el financiamiento internacional que ya, por ejemplo, han recibido instituciones como el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), bajo la dirección de Mariela Castro, hija del dictador Raúl Castro.
Lo perverso del asunto es que los periodistas independientes y los medios de prensa independientes al Partido no tienen ningún derecho a ser financiados porque no son reconocidos como legales dentro del país por la dictadura.
El proyecto de ley entiende la comunicación social solo en el sentido vertical del Partido-Estado hacia la sociedad, pero la ciudadanía no tiene canales abiertos para incidir en el Gobierno, en las políticas que le perjudican, ni en detener los abusos de poder de las autoridades.
La participación popular sigue constreñida a los espacios cerrados reducidos, y a los temas que defina previamente el Partido único, lo que algunos especialistas califican de “participación parroquial” de la ciudadanía. La opinión pública no aparece en el texto de la ley, y el control popular se menciona varias veces, pero no se explica la posibilidad de hacerlo.
El 16 de enero Cubadebate publicó un artículo de la Dra. Martha Prieto Valdés con informaciones falsas sobre el proyecto de ley de Comunicación Social. En su función de jurista, esta especialista intentó persuadir a la población de que la ley respeta sus derechos de libertad de expresión, libertad de prensa y de control del Gobierno por la ciudadanía:
“Entonces, pensando en Cuba, los medios, instituciones y organizaciones que se implican en la comunicación tienen el mandato de propiciar la realización de estos derechos; deben tener claro que, con este hacer cotidiano, expresan el pensamiento crítico que nace del pueblo para cambiar todo lo que debe ser cambiado, y preservar lo que acordamos, además de contribuir a la realización efectiva del control popular”.
En otras palabras, los medios secuestrados por el PCC son los únicos autorizados a canalizar la crítica ciudadana y el control popular sobre el Gobierno, es decir, los censores del PCC y su Instituto de Información tienen las manos libres para silenciar la opinión pública nacional.
Esta interpretación falsa y fuera de contexto de Prieto Valdés no hace más que confirmar su respaldo a la dictadura comunista cubana y su menosprecio a los derechos e intereses del “soberano”. En la próxima sesión del Parlamento cubano esta ley se aprobará por unanimidad y a mano alzada, como viene ocurriendo desde 1976. Contraria al Derecho Internacional, la dictadura cubana no reconoce a la opinión pública.
Publicador originalmente en Cubanet.
Este texto fue publicado en junio de 2022, pero ICLEP lo republica por su vigencia en el caso de Lázaro Yuri Valle Roca.
Eralidis Frómeta extiende uno de sus delgados brazos, para señalar una marca en el frente de su casa, en La Habana. Oficiales de la policía política, borraron con espátulas palabras que había pintado por la libertad de su esposo, periodista independiente, preso desde junio de 2021 por cubrir una manifestación contra el régimen en la avenida Zanja.
La casa de Eralidis queda en Nuevo Vedado, símbolo del esplendor capitalista antes de 1959, y raudamente habitada por los líderes Socialistas que condenan el modo de vida burgués al tiempo que lo disfrutan. Eralidis dice que la policía política se puso nerviosa cuando ella pintó "Libertad para Lázaro Yuri Valle Roca". No querían que "los jefes" tuvieran en su propio vecindario, donde pasean tranquilos a sus perros y sus hijos aprenden a manejar los autos del estado, el recordatorio de un preso. Quedaron a penas unas sílabas trucidadas en la pared de la casa, como en la boca de cientos de presos políticos cubanos, condenados mayormente por pronunciar, escribir o distribuir palabras que al Estado no le gusta escuchar.
El control del lenguaje, establecer una métrica de qué es políticamente correcto decir y qué no, limitar el libre flujo de ideas en nombre de alguna bondad y erigir castigos para el disidente, es raíz de tiranía. El analista político Michael Knowels, en su libro Speechless, reconoce el castigo en distintas variantes, desde lo social a lo penal. Por eso Eralidis ha vivido detenciones, pero también cortes de Internet; multas, y también actos de repudio por acólitos castristas; citaciones policiales, pero difamaciones en webs afines al socialismo. Detrás de todo puede adivinarse la mano del Estado.
Día a día Eralidis usa las redes sociales para denunciar el injusto encarcelamiento de Lázaro Yuri. Sus posts van encabezados con números: 340, 341, 342. Son los días que su esposo, de 60 años de edad, y con petición fiscal de seis, pasa en la prisión de máxima seguridad Combinado del Este.
La paulatina penetración de Internet en la isla, que el régimen admitió para recibir divisas desde el exterior, pero que aplazó todo lo posible previéndolo como un terreno espinoso en su control de la información, ha ofrecido una válvula de escape para la sociedad civil. Si en la "vida real" no pueden asociarse, expresarse o reunirse, en el plano virtual sí. Por supuesto, es una empresa estatal socialista, Etecsa, la que maneja la conectividad de los cubanos. No es la libre competencia empresarial la que ofrece contratos, sino un monopolio hecho a la medida del Partido Comunista.
Eralidis lo sabe, y espera cuando no tiene acceso a internet para volver a postear sobre el calvario de su esposo. Vivir en el último estado totalitario del hemisferio occidental no es sencillo. Acá el tiempo se convierte en una melaza densa y oscura. Entre sus dedos huesudos sostiene uno de los muchos cigarros que lleva a su boca en el día para calmar la anisedad.
En los últimos días de mayo ha esto esperando una llamada. La que Fiscalía debió haber hecho desde el día 16, para fijar la fecha del juicio. El 14 de junio de 2022 se cumple un año desde que Lázaro Yuri fuera detenido por cubrir con su celular el lanzamiento de octavillas con frases de José Martí, Antonio Maceo y por la democracia en el centro de La Habana. Eralidis estrella una colilla humeante contra la mesa de la cocina y se repite: "él es inocente, él es inocente".
No hay incertidumbre como la del que enfrenta a un tirano en su propia cara. Cuba posee varios récords hemisféricos oscuros, entre ellos el del país con más encarcelados por motivos políticos. La ong Prisoners Defenders contó mil 218 entre mayo de 2021 y abril de 2022.
Familias como la de los hermanos Nadir y Jorge Martín, lo intentan todo desde el pacifismo. Marta Perdomo, madre de ambos jóvenes, presos por participar en el las manifestaciones antisocialistas del 11 de julio de 2021 (11J), publicó semanas atrás una carta abierta al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, en la que solicitaba mediación con el régimen para liberar de los manifestantes, sobre los que han caído hasta condenas de más de 20 años.
"Yo, como madre, fiel cristiana protestante, le he pedido a Dios que en su infinita misericordia se apiade de nuestros presos", escribió Perdomo, al tiempo que recordaba que otras mujeres, católicas, han hecho igual desde su fe, con el objetivo de lograr la "incondicional excarcelación de aquellos que salieron a pedir libertad y cambios democráticos para nuestra isla".
Pero López Obrador, promotor del Grupo de Puebla, y entonces de visita oficial en Cuba, nunca respondió a Perdomo y las otras madres firmantes.
Semanas después de la detención de Lázaro Yuri, estalló el 11J en casi toda la isla. Una protesta ciudadana que reclamaba alimentos en un país hambriento, medicinas en una isla enferma y libertad en una nación cautiva. Sus únicos antecedentes, por la masividad, se encuentran en las ciudades de La Habana y Camaguey a fines del siglo pasado.
Eralidis recuerda que el 11 de julio de 2021 salió a la Avenida 26 y tomó un viejo taxi Chevrolet hasta Centro Habana para unirse a las manifestaciones. Coreó "Patria y Vida", "Abajo [Miguel-Díaz] Canel", con todos sus pulmones, antes de que comenzara una brutal represión policial y de simpatizantes del socialismo contra los protestantes. Cuando habla de estar allí lo refiere como un privilegio. "Mi esposo no tuvo ese privilegio", lamenta, mientras recuerda su nombre. Lo repite como las madres y padres de los presos políticos. Repiten para que el silencio no trague sus vidas. Permanecer callados es dejar sellado el sepulcro que el régimen cavó en el presidio.
Publicado originalmente en Diario de las Américas.
MIAMI, Estados Unidos. — Recientemente acaba de fallecer Vittorio Garatti, el último de los tres arquitectos que diseñaron la legendaria Escuela de Arte en los terrenos del otrora Country Club habanero.
El cubano Ricardo Porro lo había invitado junto a otro italiano, Roberto Gottardi, para llevar adelante al proyecto que había sido idea del dictador Fidel Castro y uno de sus lugartenientes, Ernesto Che Guevara, mientras jugaban golf en el mencionado sitio incautado a sus dueños originales.
Por supuesto que ninguno de los tres arquitectos se interesó por dicha circunstancia “pequeño burguesa” referida a la propiedad privada y se montaron sin miramientos en el tren del castrismo.
El karma, sin embargo, suele jugar malas pasadas y tan temprano como en 1965 las obras de la Escuela se detuvieron. De hecho, la construcción siempre quedó inacabada.
La crisis económica ya empezaba a corroer la inoperancia de la dictadura y los arquitectos, al parecer, no cedieron a la hora de sugerir ideas, materiales y soluciones más baratas, incluso en términos estéticos, para sus respectivos diseños.
También se sabe que Alicia Alonso nunca estuvo de acuerdo con la parte dedicada al ballet de la mencionada Escuela, diseñada precisamente por Garatti, porque la hacía perder poder y terminó saboteando el proyecto a tal punto de que muchísimos años después Carlos Acosta, bailarín, coreógrafo y director cubano de bien ganada fama en Inglaterra, trató de terminar la construcción y establecer allí su ballet, sin contar con Garatti, quien no cesaba de quejarse por la usurpación, pero los comisarios culturales castristas se lo impidieron.
No era la primera vez que el arquitecto sufría los desmanes de la revolución que defendió con lo mejor de su oficio. Años después de que fuera cancelada la construcción de la Escuela, Garatti estuvo detenido en las mazmorras de la policía política cubana acusado de colaborar con el enemigo como espía.
Luego de tal debacle política, Porro y Garatti abandonaron la Isla, mientras Roberto Gottardi se avecindó en la misma hasta su fallecimiento.
La belleza de la Escuela de Arte entró en franca contradicción con los espantosos códigos de construcción soviéticos abriéndose paso irremediablemente en el país caribeño, que siempre se distinguió por contar con sofisticados y funcionales arquitectos hacedores del esplendor urbanístico habanero.
La fascinación por esa ciudad dilapidada y los sitios turísticos disfuncionales del país en general siguen llamando la atención y ahora The New York Times, publicación que suele entrar subrepticiamente en componendas de la dictadura con su archienemigo y salvador, los Estados Unidos, acaba de dar a conocer 52 sitios para visitar este año, donde Cuba, paradójicamente, ocupa el número 27.
Según la sección, se viaja por comida, cultura, aventura y belleza natural y la lista del presente año incluye estos y muchos otros elementos.
En el reconocido inventario anual, a Cuba la precede Salalah, Omán, en el Golfo Pérsico, por su hermosa naturaleza de cascadas de agua fresca y playas y le sigue la ciudad de Odense, en Dinamarca, donde acaban de inaugurar un extraordinario museo dedicado a la memoria de Hans Christian Andersen.
La explicación del por qué la visita a Cuba es recomendada resulta ser algo truculenta y no se ciñe solamente a valores turísticos sociales y naturales. Irremediablemente se hace presente la doctrina que sigue perturbando a la población.
Es internacionalmente conocido que la Isla se encuentra inmersa en una profunda crisis, sin remedio a la vista. Buena parte de la población solo piensa en fugarse de aquella encerrona y The New York Times enfatiza en las playas de arenas blancas, fachadas de colores pasteles, valles de riqueza tabacalera y una banda sonora musical que no cesa en sus pueblos y ciudades.
Incluso menciona a Santa Clara como “capital regional anegada en historia”, referencia velada a la batalla que allí dirigiera Ernesto Che Guevara, donde le rinden pleitesía con una estatua.
El texto termina potenciando una suerte de turismo comunitario para ayudar al dilapidado pueblo cubano como si se pudiera eludir la avaricia totalitaria sin escrúpulos.
“Menos de dos años después que históricas protestas fueran respondidas con dura represión y en lo que el país se reconstruye del huracán Ian, viajar a Cuba y apoyar a su gente, nunca ha sido tan valioso”.
Publicado originalmente en Cubanet.
Imagen tomada de Atlántica.
¡Míralo como no para!!! ¡Se piensa que el carro es de él!! ¡Después dicen que no hay combustible!!! Son expresiones cotidianas de los que día a día enfrentamos la gran odisea de conseguir algo en las paradas de guaguas para llegar a nuestro destino. La realidad es que la situación del transporte en las provincias cubanas es pésima y añadirle las inescrupulosas actitudes de muchos choferes estatales.
El Ministerio del Transporte en nota publicada en el sitio oficial Cubadebate el 5 marzo de 2020, aclaró que “la obligación de detenerse en las paradas y puntos de embarque es para los vehículos pertenecientes a las entidades estatales. En coordinación con los Gobiernos provinciales se continuará el monitoreo y enfrentamiento con el máximo rigor a las violaciones que en este sentido se presentan”.
Sin embargo, son los dirigentes y funcionarios del partido, gobierno, empresas, los primeros que no tienen conciencia, no se sensibilizan y pasan en sus carros con aire acondicionado, ventanillas bacanas, asientos vacíos y no paran ni tan siquiera ante la señal del inspector de transporte o amarillo como se les conoce popularmente. ¿Qué pasaría si estos personajes tendrían que coger guagua, hacer señas y magia en la carretera para poder llegar a su casa o trabajo? ¿Qué moral tienen para exigir?
Por ejemplo, en Camagüey luego de las seis de la tarde el transporte público desaparece y durante el día las guaguas no tienen horario fijo para pasar y cuando lo hacen, la mayoría de los choferes se detienen unos metros antes de la parada oficial o simplemente no paran. La Dirección Provincial de Transporte no se pronuncia al respecto y mucho menos toman medidas para aliviar este escenario.
Ante esta difícil situación, muchos transportistas privados se aprovechan para cobrar a la población precios altos. Y a esto hay que sumarle, el cambio ilegal de las rutas de choferes de guaguas en busca de ganancias, en un escenario marcado por la inflación económica que, obliga a cada cubano de a pie, contar centavo a centavo su salario hasta el fin de mes.
Varias son las justificaciones del régimen para excusarse de la crisis del transporte que afecta a la Isla y las actuaciones de muchos que lucran y viven a costa de los recursos del pueblo, entre ellas, la histórica: afectaciones ocasionadas al país del embargo impuesto por los Estados Unidos. Mientras, el gobierno cubano invierte anualmente millones de pesos en la construcción y mantenimiento de hoteles, dejando a un lado sectores que son necesarios para garantizar una mejor calidad de vida.
La mala situación del transporte público en Cuba es un problema desde hace años, pero el régimen no hace nada para solucionarlo, y cada año prometen que mejorará y no terminan cumpliendo y es el cubano de a pie quien termina pagando las consecuencias de la ineficiente gestión y la poca capacidad de quienes gobiernan la Isla.
*LISTADO DE CHAPAS RECOGIDOS POR MI DE ALGUNOS CARROS ESTATALES QUE NO HAN PARADO
*137 576
*208 124
*056 595
*007 104
*056 595
*056 994
*148 8956
*007 085 (gobierno)
*232 016
*119 617
*237 070
*120 127
*140 140
*004 427
*076 654
*060 847
*120 104
*006 947
*137 623
*208 131 (gobierno provincial)
LA HABANA, Cuba. — “Cuadrando la caja” es un programa de la televisión cubana dirigido al análisis de la economía nacional y sus relaciones con el mercado global. Se transmite semanalmente por el canal Caribe Noticias, y lo amplifica el portal Cubadebate.
Su presentadora, Marxlenin Pérez Valdés, Dra. en Historia y Filosofía, y profesora titular de Marxismo en la Universidad de La Habana, explica el tránsito de la economía cubana a nuevas formas de producción y propiedad. Pero a Chencho Amargura, el filósofo callejero de Centro Habana, no le queda clara la misión del programa por lo que ha visto hasta ahora.
Algunas de las emisiones han versado sobre: “Delitos económicos, sus caras ocultas y visibles”; “Cooperativismo, luces y sombras”; y “Utilidades excesivas en las empresas cubanas”. De entre todas, no obstante, la que dejó a pocos al margen de la discusión en las redes sociales y los cotilleos de pasillos fue la titulada: “¿Otra empresa estatal socialista es posible?”, transmitida el pasado 29 de diciembre y que contó con la intervención de Agustín Lage Dávila —hermano del defenestrado Carlos Lage—, un personajillo que se vende como científico, pero que realmente es uno de los ideólogos del conservadurismo comunista antiliberal.
Según afirmó “Tin” Lage (como le dicen sus allegados), la concentración de capital privado en un grupo de los hoy llamados oligarcas fue lo que empobreció aún más a Rusia en la década de 1990, cuando Boris Yeltsin liberalizó la economía. ¿Olvidaría el eminente miembro del cartel comunista que la mayoría de los oligarcas formados en los ’90 crecieron al compás de la Canción del Komsomol leninista? Fueron mafiosos excomunistas los que corrompieron, prostituyeron, depredaron y hundieron al Estado para aupar a Vladímir Putin, quien se convertiría en el carnicero de Chechenia, Georgia y Ucrania.
¿Temerá Agustín Lage a la insurrección de los emprendedores, la conjura de los cooperativistas o la conspiración de los cuentapropistas que traiga libertad de mercado, prosperidad, abundancia? ¿Temerá que surjan nuevos y más fuertes actores económicos que desbanquen a los obesos burócratas con pinta de oligarcas, comprometidos con el partido único, y desbaraten la piñata, como hicieron los sandinistas en Nicaragua, repartiéndose entre ellos las empresas del Estado?
En su discurso antiliberal, Agustín Lage nos recordó la frase de Francisco Franco, el caudillo ibérico: “Todo está atado, y bien atado”. En Cuba todo está atado, especialmente a los corruptos mecanismos de GAESA, con sus hoteles vacíos en medio de apagones y ruinas, ante la miopía de la Contralora General de la República, Gladys Bejerano.
Entre otras retumbantes expresiones de Agustín Lage Dávila figura su explicación de que la importancia de mantener a la empresa estatal socialista está en “su irremplazable rol para mantener la medicina gratuita”.
¿Estará en su sano juicio el bigotudo doctor? La medicina en Cuba no es gratuita, se paga a costa de los bajos salarios, principalmente de los médicos, y de los trabajadores en general. Además, la existencia de otras formas de medicina pública, como la cooperativa y la privada, lograrían una sana competencia por el bien de la salud de la ciudadanía.
El fanatismo ideológico de la moderadora Marxlenin Pérez, solazada con uno de los herederos de Fidel Castro, es un caso de estudio.
“Cuadrando la caja” es un programa idiotizante y oportunista, dedicado a defender a ultranza un sistema que empobrece y humilla a los ciudadanos, quienes, contrario a lo que dijo Agustín Lage, padecen hambre y no tienen acceso a un sistema de salud pública digno; ni siquiera pueden contar con una aspirina para aliviar el dolor de cabeza.
El círculo vicioso de corrupción e ineficiencia en que se desenvuelve la empresa estatal socialista, impide cuadrar la caja de las finanzas nacionales. La cuadratura del círculo castrista está dotada con los atributos conocidos para que sean su principal obstáculo.
Publicado originalmente en Cubanet.
LA HABANA, Cuba. — En Venezuela, el régimen de Nicolás Maduro, cuando estaba contra las cuerdas, y valiéndose de una falsa oposición —la llamada “oposición funcional”—, logró disolver el gobierno interino de Juan Guaidó y dividir a la verdadera oposición entre los que aceptan dialogar con el oficialismo y los que no. En eso, como en la represión pura y dura, le ha sido muy provechosa la asesoría de la Seguridad del Estado cubana.
En Cuba, donde ni siquiera hay los atisbos de democracia que quedan en los países del llamado socialismo del siglo XXI, la Seguridad del Estado ha tenido éxito en sembrar la división y los antagonismos en los movimientos opositores al castrismo.
Paradójicamente, la fragmentación, el individualismo, la improvisación, la espontaneidad, han hecho mucho más difícil el trabajo de los represores. Una oposición unida hubiese sido para la Seguridad del Estado más fácil de descabezar; pero los represores optaron por dividir. Entonces, atizando las diferencias y los bretes para tener a los opositores enfrentados y que no logren ponerse de acuerdo ni siquiera sobre los muchos puntos que tienen en común, la policía política se ha visto enfrascada en un rompecabezas en el que pasa mucho trabajo para seguir el hilo de las tramas creadas por sus infiltrados y provocadores, o de las que brotan entre los opositores por celos, ansias de protagonismo, intolerancia, etc.
Un exilio numeroso, militante, con recursos económicos y una fuerte presencia en la política estadounidense, ha hecho que existan paralelamente dos oposiciones a la dictadura: una interna y otra en el exterior. A veces las tácticas, estrategias e intereses de ambas se interfieren; y a través de sus infiltrados y provocadores la Seguridad del Estado ha aprovechado esta situación para avivar los conflictos dentro de las facciones opositoras.
Se ha dado el caso de que algunas organizaciones del exilio —tampoco exentas de la infiltración del G2—, para adelantar sus agendas, han provocado la fractura o duplicación de proyectos en Cuba que tenían resultados tangibles.
La cuestión no es sacrificar o subordinar proyectos que funcionan por otros que están en veremos, a ver si resultan y qué sale de ellos. No necesariamente lo novedoso es lo mejor.
No es que apostemos al malo o regular conocido (del que ya sabemos sus méritos y también de la pata que cojea) antes que al bueno por conocer. La vida nos ha enseñado a dudar de los tipos carismáticos y con condiciones naturales de liderazgo; también de los demasiado valientes y de labia fácil. Si vamos a buscar nuevos líderes, las experiencias pasadas y recientes indican que hay que ser cautelosos. No necesitamos caudillos, ya bastantes hemos tenido en la historia, sino ciudadanos responsables y políticamente maduros, capaces de hallar soluciones mediante el consenso y el debate.
Es lógico el cansancio por los tantos documentos que periódicamente emiten determinados líderes opositores; que desconfiemos del lenguaje populista como para complacer a todos y la ingenuidad respecto a la posibilidad, casi impracticable —al menos por ahora—, de desmontar la dictadura a partir de sus propias leyes.
Los mínimos resquicios que por descuido deja la “legalidad socialista” no son como para hacerse demasiadas ilusiones y creer que la disidencia, diezmada, aún sin acabar de salir de los muros del ghetto y sin conquistar las mentes y los corazones demasiado apáticos y asustados de la población, está en capacidad de imponer condiciones al régimen. ¡Qué decir entonces de proyectos que dictan su ultimátum a la dictadura como si las fuerzas opositoras, luego de controlar varias provincias, estuviesen a las puertas de La Habana!
No será con documentos ni conceptos políticos que resultan abstractos ante tanto agobio cotidiano que se logre la movilización popular.
Reunir en un proyecto a muchos de los más importantes nombres de la oposición y la sociedad civil puede resultar decisivo para conseguir la unidad, pero la experiencia nos ha enseñado que las firmas, por sí solas, no bastan. Pronto algunos de los firmantes empezarán a disentir de algunos puntos y hasta de las comas, o argumentar que no leyeron bien el texto, o que no están conformes con que su firma aparezca más arriba, más abajo o junto a la de fulano o mengana. Luego vendrá el regateo de méritos y la habitual sarta de descalificaciones mutuas. Entre ellas, la más socorrida: la acusación de que “el otro” trabaja para la Seguridad del Estado.
Más que una falsa unidad impuesta bajo dudosos presupuestos y de armar concertaciones improvisadas, se deben buscar los puntos de concordancia y el modo de que los diferentes proyectos opositores se complementen. Si las afinidades no son lo suficientemente fuertes para cohesionarnos, mantengamos entonces el pluralismo.
Cuando digo que no debemos perder la pluralidad, no es que abogue por la olla de grillos en que a veces parece convertirse la oposición. Hablo de pluralismo, pero con respeto y tolerancia a la hora de debatir.
Ahora mismo no hay muchos líderes opositores dispuestos a sacrificar sus proyectos en pos de uno común, con resultados a mediano o largo plazo. Menos todavía que acepten subordinarse modestamente a otro líder.
Por forzar una unidad para la que no estamos preparados no debemos sacrificar la pluralidad dentro de la oposición, la diversidad de enfoques y visiones. Es algo que ya tenemos adelantado en el camino a la democracia, donde se busca el consenso y no la unanimidad. Tengámoslo en cuenta antes de precipitarnos a las filas de otro partido único, a aplaudir las órdenes de un Disidente en Jefe.
Publicado originalmente en la web Cubanet.
Lo ha soltado en el programa Mesa Redonda el profesor de la Universidad de La Habana Fabio Fernández Batista y la sentencia ha corrido como pólvora en las redes sociales. Me imagino que de no haber sido planeada esa “ruptura” en el patrón narrativo altamente censurado de un programa televisivo como ese, que responde y se debe directamente al régimen cubano, ahora mismo debe estar ardiendo el Departamento Ideológico del Partido Comunista mientras los verdugos acomodan la cabeza del intrépido panelista en la picota.
Realmente es difícil imaginar que una disrupción así haya sido planeada por el “sistema”, en tanto resulta contraproducente para una dictadura obsesionada con proyectar discursivamente una idea de “unidad monolítica”, pero de esta gente tan torpe en el manejo de su propia imagen uno puede esperar cualquier cosa, más cuando no “de pronto” deciden debatir el asunto del “patriotismo” sino precisamente la víspera de otra ronda de conversaciones de alto nivel con representantes del gobierno de los Estados Unidos.
No dudo que, frente al “enemigo” por seducir, por ablandar, el numerito “incendiario” haya sido apenas ese show necesario para contar con al menos una prueba reciente de que las cosas van cambiando en Cuba, porque si algo no se les puede negar a los funcionarios e ideólogos cubanos —y el profesor Fabio es esas dos cosas— es la capacidad histriónica que les permite desdoblarse en el personaje que el contexto político demande. Todo sea por alcanzar el “objetivo común”, es decir, oxigenar a un régimen que se asfixia, o escapar de él cuando las cosas no salen como los “actores” quisieran.
Y si bien esa frase de “se ha perdido el orgullo de ser cubano” no podía salir de la boca de Miguel Díaz-Canel o de cualquiera de sus más cercanos, el show “seductor” había que montarlo con actores secundarios de modo que no fuera tomado como una “declaración oficial” sino como esa “oportuna” (aunque muy desafortunada) señal de “apertura” tan necesaria para un gobierno que llega a la mesa de negociaciones con un denso historial de represión política, e incluso con un nuevo Código Penal que castiga el disentimiento.
Porque si la víspera de la visita de Barack Obama, en marzo de 2016, un show similar en objetivos fue montado en el popular programa humorístico “Vivir del cuento”, incluso con el mismísimo presidente estadounidense como parte del elenco, esta vez no se podía repetir el “escándalo”, no solo porque no se trata de la visita de Biden, sino porque ya es más que conocido que “Vivir del cuento”, sin dudas muy jocoso, ha sobrevivido a la censura solo porque es el botón de muestra que usa el Departamento Ideológico del Partido Comunista para vender al mundo la idea de que “han cambiado”.
Y por supuesto que han cambiado, si comparamos estos tiempos actuales con los de Fidel Castro (tiempos en que al doctor Fabio y a Pánfilo los hubieran guardado en paradero desconocido bajo siete llaves o hubieran terminado como custodios en el zoológico de 26, así como Roberto Robaina pasó de canciller a guardaparque), pero sucede que jamás deberíamos olvidar que estos nuevos “directores de teatro” han nombrado su obra “Continuidad” (no “Cambio”), y que si “cambian” lo hacen como el pescador cambia de carnada y anzuelo cuando el pez “se le hace el difícil”.
Cambiar, sí, pero de estrategia. Aunque la vejez de estos seductores ya no les deja disimular la decadencia y las “malas intenciones”. Y por donde quiera que observemos el disfraz que visten, asoman los costurones y demás chapucerías. Porque afirmar así tajantemente que “se ha perdido el orgullo de ser cubano”, y que tal generalización brote de un señor doctorado —haya sido planeada o ciertamente espontánea su participación—, es una chapucería ideológica que no tiene consistencia alguna con la realidad, en tanto se toma una parte como si fuese el todo, e incluso se confunde la emigración y el exilio con una acción de repudio o “dejación” de la nacionalidad, cuando realmente lo que está sucediendo en nuestra sociedad —dispersa por el mundo— y sobre todo con los jóvenes es una conjunción de fenómenos mucho más complejos y alarmantes.
Ahora que las redes sociales nos permiten vulnerar y sondear el ámbito privado ajeno, es posible que encontremos ejemplos de sobra de esa “pérdida del orgullo de ser cubanos”, pero igual encontraremos pruebas de actitudes totalmente opuestas o que se ubican en diferentes zonas de algo que no es un espacio de solo dos extremos, positivo y negativo, sino más bien un espectro de sentimientos por lo nacional que nada tiene que ver con esa estúpida idea de “ser como yo digo o no eres”, que es la plasmada por el régimen en su fórmula represiva y excluyente de “patria socialista”, y que funcionarios e ideólogos como el propio Fabio refrendaron en la “Nueva Constitución”.
Si bien es cierto que hay cubanos y cubanas que se avergüenzan de serlo, también lo es que no se trata de un fenómeno exclusivo de esta época, como tampoco una actitud generalizada que sirva para definir la actual. Lo que quizás tras la “generalización” del profesor se esconda una muy mala intención, y es la de excluir (vituperando y castigando) del concepto de “patriotismo” toda manifestación que no comulga o se distancia de esa nefasta idea de “patriotismo” promovida por el castrismo donde se intenta confundir la lealtad al gobierno con la lealtad a la patria.
Entonces en ese punto, bajo ese concepto manipulado, falseado, oportunista y antipatriótico de lo que es “patria”, sin dudas habría millones de cubanos y cubanas que no sienten “orgullo” de ser “patriotas” porque simplemente asocian “patria” con “dictadura”, con falta de libertades, con represión.
Pero en todo caso es “pérdida del orgullo”, no por convicción sino por confusión, por manipulación ideológica, y entonces esa distorsión del concepto de “patriotismo”, inducida con total mala intención, al punto de quebrar el amplio concepto de “nacionalidad” —y de usar y retirar este como premio o castigo por la lealtad política—, es en realidad un crimen brutal contra todo un pueblo.
Sobradas manifestaciones de patriotismo hay tanto dentro de Cuba como en la lejanía geográfica y estas no se reducen a repetir consignas, leerse las obras completas de Martí y vestir una guayabera. Se puede hablar en inglés, soñar en francés, vestir de Prada, aborrecer el clima tropical y el sabor del guarapo, y aún continuar siendo tan patriotas como el que más pueda sentirse haciendo lo contrario. Porque si no, ¿en dónde pondríamos a Celia Cruz y a Alejo Carpentier, por solo nombrar dos indiscutibles patriotas que tomaron decisiones distintas con respecto al régimen de Fidel Castro?
No se trata de “pérdida del orgullo de ser cubanos” a lo que estamos asistiendo por estos días, se llama, en todo caso que quisiéramos generalizar, “hartazgo de vivir eternamente oprimidos”, y en ese caso no hay mejor muestra de patriotismo que tomar distancia del opresor y hacer lo que entendamos que debemos hacer para recobrar la libertad negada.
Publicado originalmente en Cubanet.