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Opinión
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La revolución SÍ abandona a sus hijos
Jan 21, 2023

En el programa televisivo Mesa Redonda del 11 de diciembre de 2020, Marino Murillo, quien fuera en aquel entonces el jefe de la Comisión de Implementación y desarrollo de los Lineamientos, expresó que “con la Tarea Ordenamiento ningún ciudadano quedará desamparado ni olvidado” y añadió respecto a los jubilados, “fueron los trabajadores del pasado y no tenemos ningún derecho de dejarlos sin protección”. A dos años de implementarse, la realidad es otra. 

Rosa Reyes tiene 73 años, vive en el reparto Salomé del Municipio de Camagüey. Perdió su vivienda con el paso del huracán Irma en el 2017 por tierras agramontinas. Desde aquel entonces está esperando a que el Estado le entregue los materiales de la construcción para levantar su casita, como ella misma dice. Cuenta con una chequera de 1500 pesos, que apenas llega al final de mes, entre la compra de los mandados, medicamentos, aseo personal, un saco de carbón porque no tiene más equipos para cocinar y otras cositas, la cuenta no le da.

Esther fue gran parte de su vida profesora de Economía Política en la Universidad de Camagüey Ignacio Agramonte Loynaz. Durante muchos años, según cuenta, ha padecido de reumas, sus hijos la abandonaron, así como el gobierno y su propia Universidad en la que contribuyó a formar a miles de profesionales. De su propio dinero de jubilación tiene que pagarle a una mujer que solo viene a ayudarla una vez a la semana.

Juan José, es ciego, hace algún tiempo perdió la visión por problemas de glaucoma, más de cinco operaciones, todas en vano. Ya jubilado con más de 40 años laborales, cobra una pensión de 1678 pesos, ante mi pregunta, ¿viejo que hace en la calle?, su repuesta con una voz cansada, «luchándola mijo, la cosa no está fácil». A pesar de los obstáculos que le puso la vida, camina todos los días desde su casa en la calle 20 de mayo hasta el Casino Campestre de la ciudad de Camagüey, para trabajar cuidando aparatos en este parque.

Esta es una realidad que afecta a la mayoría de las personas de la tercera edad en Cuba, que, como Juan, Rosa y Esther dedicaron toda su vida al trabajo y en la actualidad son los más perjudicados en esto de la inflación, el ordenamiento y la subida de los precios, porque sus chequeras tristemente no les da para satisfacer sus necesidades básicas y su edad no los acompaña para «lucharla». Olvidados por la Revolución que un día ayudaron a «construir» y hoy les paga con el abandono y la incapacidad de garantizarles sus necesidades básicas.

 

Publicado originalmente en el Blog Tantenado Cuba

 

Publicado originalmente en el Blog Tanteando Cuba

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La lista
Jan 20, 2023

Pasaporte, tenis cómodos, dos licras, dos camisetas, un abrigo, ropa interior y el cargador del teléfono. Es una lista corta, es muy poco lo que se empaca en la mochila, solo lo necesario. Más pesa el alma, dividida entre los amigos que han emigrado a otras latitudes y los abuelos a quienes ya no les cerraré los ojos; me consuela pensar que al menos les calentaré el estómago con un poquito de leche y una carnita, cuando se pueda.

Si Cuba no fuera la prisión ruinosa que es, si no fuera un sepulcro blanqueado, esta lista estaría de más. Si mis quince años de trabajo honrado me permitieran gozar de un techo sin filtraciones, comida decente, salidas con los amigos y algún que otro viaje al extranjero, esta mochila estaría vacía, la lista más bien sería de artículos de canastilla. Pero no, la ideología de la pobreza, la desidia y la opresión nos empuja a emigrar; los deseos de ver a otros seres queridos, cumplir un sueño, alimentar a los que se quedan, nos arrastran.

La lista es corta. La mochila es pequeña pero el peso es inmenso y el dolor incalculable. El alma se rompe en pedazos y sangra a lágrima viva. Cuba pesa, se queda atrás, bajo las nubes, y a la vez se lleva encima, como una cruz invisible que nos abrasará el pecho siempre. Cuba duele lo mismo estando dentro que fuera. Ahora entiendo a Martí cuando hablaba de su horror al frío, de tiranos, de derechos, de patria y libertad.

 

Publicado originalmente en la revista La Hora de Cuba.

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El indifunto: de cómo The New York Times resucitó a Fidel
Jan 19, 2023

Allá en el año 57 del pasado siglo, Herbert L. Matthews, un reportero estadounidense que simpatizó con los comunistas durante la Guerra Civil española llegó a La Habana con la misión de desinformar a su país y al mundo sobre lo que ocurría en Cuba. 

Por entonces, los servicios de información de Fulgencio Batista habían hecho creer a los cubanos que Fidel Castro había muerto. Para el Gobierno batistiano era indispensable crear la falsa impresión, o la fake news, de que el problema castrista había sido resuelto en la escaramuza de Alegría de Pío. Escudado en aquella falsa victoria, el ejército constitucional tendría libertad de actuar a su antojo. Ahora sabemos que, de haberse cumplido, el antojo nos hubiera ahorrado seis décadas de penurias.

Pero Matthews era un experto en conflictos ideológicos que contaba, además, con el arma mediática idónea para refutar a Batista: las páginas de The New York Times. Y no solo desmentirlo, sino pintarlo como un fascista al estilo de Francisco Franco, a pesar de haber sido un antifranquista que concedió santuario a los partisanos que huían de España. 

Herbert llegó a Cuba en febrero, disfrazado de turista gringo en viaje de pesquería y acompañado de su esposa británica. Subió a la Sierra y escribió un largo reportaje que resucitó a Fidel de entre los muertos y lo elevó al olimpo de los héroes hemingwayanos, un nuevo Roberto Jordán dinamitador de puentes de la novela Por quién doblan las campanas.

La noticia de que Castro seguía vivo desmoralizó al ejército batistiano y encandiló al mundo. Mientras tanto, la tropa de Fidel marchaba en círculo ante la cámara y desinformaba al tonto útil de Matthews. En vez de denunciar a Castro como el clásico comunista ibérico, Matthews decidió presentarlo como un Robin Hood criollo. Por esa labor de tergiversación, fue recibido y condecorado múltiples veces en el Palacio de la Revolución. 

El Roberto Jordán criollo dinamitó los cimientos de la República de Cuba y demolió el puente que conectaba al país con el mundo moderno, por lo que puede decirse que Matthews es el autor de una de las más destructoras campañas de demolición mediática de la Historia. 

El daño que sus reportajes ocasionaron a Cuba y a Latinoamérica es inconmensurable, mientras que su personaje ficticio logró obnubilar a tres generaciones de cubanólogos de todo el mundo. En cambio, el Batista de Matthews seguirá siendo, por toda la eternidad, el prototipo del dictador bananero y no el progresista que apostó por la modernización acelerada de nuestro país. 

Hace pocos años, en 2014, el mismo modelo desinformativo reapareció en las páginas del mismo periódico, ahora digitalizado. Herbert Matthews había reencarnado en el reportero colombiano Ernesto Londoño. La coincidencia de propósitos de los editoriales de Londoño en The New York Times y su perfecta sincronía con la política de apertura hacia Cuba de la administración de Barack Obama fue cuestionada, oportunamente, por la periodista Terry Gross, de NPR, en su programa Fresh Air

A la pregunta de si Lodoño y la administración de Barack Obama actuaron de mutuo acuerdo para impulsar una política aperturista hacia Cuba, el reportero respondió que “no han faltado las especulaciones y teorías conspirativas sobre la coincidencia de esos editoriales, y bien mirado, por la vehemencia con que tratamos el tema, y por el momento del anuncio el mes pasado [17 de diciembre de 2014], ciertamente es una pregunta válida”.

Al mismo tiempo, las páginas editoriales del NYT lanzaban una estridente campaña de desinformación (Cuba’s Impressive Role on Ebola, NYT, octubre 19, 2014), cuyo objetivo era demostrar que al castrismo le importaba la salud de los africanos. Unos médicos fabricados en las universidades cubanas como peones del juego político y sometidos a condiciones de esclavitud moderna, fueron usados por el Granma del Hudson como un “impresionante ejemplo” de cooperación en la lucha contra el ébola en África Occidental. 

En lugar de investigar las denuncias de maltrato y acoso policíaco de los médicos esclavos, el NYT dedicó sus recursos a la sincronización de otra maniobra de mentiras que adelantaba la narrativa del guionista presidencial Ben Rhodes, nuevo avatar de Matthews. Sobre los opositores encarcelados, Rhodes afirmó: “Ellos no creen que sean presos políticos. Están presos por diversas violaciones de las leyes cubanas”.

En 1959, Matthews declaró en el NYT: “No hay rojos en el gabinete ni en ninguno de los altos cargos en el gobierno o el ejército cubano”. Cuarenta años más tarde, James C. McKinley anunciaba en un titular: “En la ciudad donde Fidel triunfó, la mayoría aún lo apoya”. Y el mismo año, desde las mismas páginas, Serge F. Kovalevski reportaba: “Las cosas no son perfectas en la Cuba de Castro, pero el sueño comunista sobrevive”.

Hace unos días, en el más reciente episodio de una campaña de falsedades que comenzó hace más de medio siglo en la Sierra Maestra, los periodistas Frances Robles y Ed Agustin unían sus voces al coro de los desinformadores. Según el dúo Agustin-Robles, Joe Biden tardaba en abolir las políticas cubanas de Donald Trump “por temor a desencadenar el enojo de la diáspora cubana y provocar la ira del senador Robert Menéndez” (citaban al simpatizante William LeoGrande), un argumento canallesco que el periodista Boris González Arenas ha desmontado en un excelente artículo de Diario de Cuba.

La nueva campaña aperturista de Joe Biden impone a los cubanos el último modelo de ficción política salido del taller de Rhodes. El pequeño empresario independiente, identificado con el acrónimo comercial PYMES, es un troll que solo existe en el espacio ficticio del diferendo. El levantamiento del embargo sería, entonces, la respuesta falsa al falso renacimiento del sector empresarial en Cuba, y dejaría intacto el bloqueo impuesto por el Partido.

Cada batalla ideológica contra The New York Times ha sido otra Alegría de Pío para los cubanos, pues es un hecho que el castrismo habría muerto hace muchos años si la prensa americana no se hubiera empeñado en resucitarlo periódicamente. 

Gracias a las recientes revelaciones de los Twitter Files, vimos cómo funciona el modelo de colusión de la prensa liberal con los intereses creados de la izquierda reaccionaria. Si la mitología castrista presume de los 636 atentados al Comandante, conviene recordar el batallón de spin doctors que lo ha salvado de la muerte cívica 636 veces. 

Matthews, Rhodes, Robles, Agustin, McKinley, Kovalevski y Londoño han sido los doctores Frankenstein del Fidel indifunto, mientras que el papel del ayudante Igor se lo disputan ahora Emily Mendrala, Rick Herrero, Max Lesnik y el profesor López Levy. 

 

Publicado originalmente en la web YucaByte.

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La primera patria es la Familia
Jan 17, 2023

La contradicción de fundar y dejar ir, amar lo fundado más que a uno mismo y velar por su altura con esperanza y temblor describe al agitado remanso de la familia.

Antes de amarnos no existía nuestro hijo. Al amarnos afloró ese apacible volcán que trastocó nuestras vidas. El tallo nuevo reverdeció el árbol todo, desde la flor en su frente hasta las raíces abrazadas de dos mundos distintos.

La dicha del hijo es ahora cardinal. No esencial o primordial, sino cardinal: que guía y da certeza para guiar y formar. La felicidad nuestra, en gran medida, está más encauzada a que él disfrute del mar, que a pasear por la orilla de manos tomadas; a que él corra, salte y cante, que a bailar e ir al cine.

Él es otro puente que acopla nuestras manos a través de las suyas. No desmiembra nuestra unión, sino que la fortalece; no empobrece la felicidad que hemos atesorado, la expande a un área nueva que antes de él no existía, que nació cuando supimos que era un destello de vida dentro de otra vida.

Esa frágil conexión entre vértice y vértice produce en la familia fortaleza a prueba de todo: la del sacrificio. Sabemos que es frágil el que se ama, humano en caer y acertar, levantarse y errar, y la vida propia, también frágil, debe anteponerse para guardar la del otro. Vida por vida. Se ha hecho, y así padres, hermanos y abuelos lo harán hasta el fin de los días.

La primera patria es la Familia. En la ética cristiana, es el primer ministerio. Para el que vive en un país diluido por el Socialismo, constituye el refugio inmediato. Edifiquen una familia fuerte, con compasión y valores, y la comunidad y la nación serán mejores.

 

Publicado originalmente en Vida Cristiana

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INMERSIÓN
Jan 16, 2023

Sumergirse en la Cuba profunda es peligroso, deja surcos en el alma. La persona sensible que lo ha hecho ya no regresa igual a la superficie, ya no puede ver con indiferencia las fotos que los turistas publican en Instagram ni las siempre optimistas noticias de la prensa nacional. Experimentar la Cuba de callejones, pedraplenes, pueblos, caseríos, casuchas, solares, ruinas, centrales, guajiros, campamentos, prostitutas, exconvictos… da miedo, da vengüenza, trauma, duele.

La Habana, ciudad que maravilla por sus contrastes, guarda bajo su cielo y sus molduras de yeso la historia de un país, de los gozos y esperanzas de su gente, de sus crímenes y miserias humanas, de sus diferencias sociales, sus odios y venganzas de clase. La ciudad de columnas fracturadas y vidrieras deslumbrantes, de perros de pelea y carros americanos de lujo, nos presenta, a la vuelta del hotel más caro, la pobreza más aterradora y denigrante como un elemento más de su pintoresco paisaje urbano. Todo eso nos parece lejano hasta que al fin atravesamos el umbral y nos encontramos ya, irremediablemente, dentro del misterio, entre escombros y marginalidad, con el puñal de la desesperanza al costado.

El campo, ese resto de Cuba, que aún con sus ciudades nos empeñamos en llamar “campo” (y lo es en su forma más triste y más hermosa), esa cara oculta de la Luna con un aire más limpio, no acapara tanta atención como la capital, ni instantáneas, ni visitantes. Esa gran “área verde” adornada de maleza y marabú no es tan importante, nunca lo ha sido, y su gente lo sabe, lo asume, mira desde el foso las cimas de La Habana, encandilada por el brillo de la cúpula del Capitolio, que flota como un diente de oro sobre jardines vedados a los transeúntes. ¿A quién le interesa el caserío de Guayabal en lo más recóndito de la aridez tunera? ¿O las comunidades del lomerío con su jerga singularísima y su gente que aún lava entre piedras y palos? ¿O el maestro de pueblo que va a trabajar, con la nevera vacía y los zapatos rotos, después de una madrugada de apagón? Luego de un bautismo por inmersión en esta naturaleza verde, sepia y salvaje, en este pedazo del mapa que siempre nos ha parecido menos Cuba porque no está en los libros de Historia, se saborea y se entiende a Cuba.

Donde el extranjero ve postales costumbristas de rostros alegres, contrastes y colorido tropical, el cubano que bajó a las profundidades sólo ve promesas en ruinas, pobreza denigrante, niños sucios y viejos desdentados abandonados a su suerte que intentan ganarse la vida sonriendo a los turistas, mientras al otro extremo, se levantan montruos de concreto y cristal para albergar a más turistas y engrosar los bolsillos del monopolio militar, y así continuar el círculo vicioso de la riqueza inmerecida de unos pocos a costa de la miseria y la invisibilidad de la mayoría.

 

Publicado originalmente en la revista La Hora de Cuba

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El lente de Tanteando Cuba nos muestra la realidad de las viviendas en los barrios camagüeyanos
Jan 14, 2023

Camagüey, ciudad legendaria de más de 500 años de historia, contempla en su interior tradiciones, costumbres y alegría. Dentro de las fronteras de su centro histórico, el gobierno en el territorio realiza grandes inversiones para su conservación y embellecimiento, mientras en los barrios la realidad es otra, incluso en muchas partes de la propia ciudad, no todo es color de rosa

Estas imágenes en el lente de Tanteando Cuba, nos demuestran el deterioro y abandono de las calles, las edificaciones y las viviendas por la ceguera a conveniencia, la dejadez, la insensibilidad de los dirigentes del partido y el gobierno, el mal trabajo de las autoridades pertinentes y la lejanía que existe entre los supuestos “representantes del pueblo” y los problemas reales del cubano de a pie. Reflejan la mala aplicación de las políticas asistenciales. Demuestran que a las comunidades complejas no se intervienen por un día, sino que requieren meses de transformación y trabajo constante con una mejor distribución y manejo de los recursos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Publicado originalmente en el blog Tanteanto Cuba

 

 

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La FEU, de la autonomía a la subordinación
Jan 13, 2023

Surgida en el proceso de emergencia y fortalecimiento de la sociedad civil cubana en la segunda década del pasado siglo, la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) arriba a su centenario reducida a una pieza del sistema totalitario que encabeza el Partido Comunista de Cuba (PCC).

Conscientes de la necesidad de cambios, decididos a participar en los destinos de la nación cubana, e imbuidos en la reforma que tuvo lugar en 1918, en la universidad argentina de Córdoba y en el propósito enunciado por el rector Carlos de la Torre, en 1921 (acerca de que la Universidad debería manejarse con absoluta independencia, menos en lo relativo al manejo de sus fondos) un grupo de estudiantes cubanos fundaron, el 20 de diciembre de 1922, una asociación cívica independiente: la FEU.

En 1962, en el proceso de desmontaje de la sociedad civil que se había estructurado en la República —después de establecidos los límites a la libertad de expresión con el discurso de Fidel Castro conocido como "Palabras a los intelectuales"—, la autonomía universitaria fue eliminada y la FEU subordinada al poder establecido.

Hasta ese momento la autonomía había transitado por un proceso gradual de democratización que, en apretada síntesis, puede resumirse en los siguientes momentos: en 1842 las autoridades coloniales concedieron a la Real y Literaria Universidad de La Habana el derecho de elegir a sus directivos; en 1885 se estableció que cualquier profesor universitario pudiera ocupar el cargo de rector; a partir de 1898 los cargos de rector, vicerrector y decano de facultad fueron elegidos por el claustro universitario; y en 1910, en sus Estatutos, la Universidad de La Habana quedó definida como un organismo superior docente, con autonomía en todo lo que relativo a su régimen interior, gobernada por un rector, un Consejo Universitario y un claustro general.

La FEU, a partir de su fundación, se concentró en la profundización de ese proceso. El Primer Congreso Nacional de Estudiantes, en octubre de 1923, exigió la personalidad jurídica y autonomía de la Universidad de La Habana en asuntos económicos y docentes. El Gobierno de los Cien Días, encabezado por Ramón Grau San Martín, puso en vigor en septiembre de 1933 la autonomía universitaria. En 1935, el Gobierno de Carlos Mendieta la dejó sin efecto, hasta que en 1937, el presidente Federico Laredo Bru, declaró a la Universidad de La Habana "corporación del interés público con amplia autonomía". Y la Constitución de 1940, en su Artículo 53, declaró que: "La Universidad de La Habana es autónoma y estará gobernada de acuerdo con sus Estatutos y con la ley a que los mismos deban atemperarse".

La institución de la autonomía universitaria desempeñó un papel crucial en todos los acontecimientos políticos ocurridos en la República hasta la instauración del Gobierno revolucionario en 1959, el cual, en febrero de ese año, al sustituir la Constitución de 1940 por la Ley Fundamental del Estado Cubano, en el Artículo 53 ratificó que el Consejo Universitario, integrado por el rector, el vicerrector, los decanos de las 13 facultades y un secretario, continuaba siendo el Gobierno de la Universidad de La Habana.

Sin embargo, en medio de una situación conflictiva por la lucha ideológica dentro de la Universidad –en violación de lo refrendado en Ley Fundamental de febrero de 1959–, el Consejo Universitario fue sustituido por una Junta Superior de Gobierno, cuyo poder quedó en manos de un representante designado por el Gobierno, paso que resultó decisivo para el control de la Universidad por el Estado.

Luego, en diciembre de 1960, el Gobierno revolucionario creó el Consejo Superior de Universidades, presidido por el ministro de Educación e integrado por cuatro representantes de cada una de las tres universidades y cuatro del Gobierno Revolucionario. A petición de este Consejo se acometió la reforma universitaria que fue presentada el 10 de enero de 1962, el mismo día que el dirigente comunista, Juan Marinello, fue designado, por el Gobierno, rector de la Universidad de La Habana, lo que representó un retroceso respecto a 1898, cuando la elección de ese cargo era responsabilidad del claustro universitario.

La prueba de los verdaderos objetivos de la reforma universitaria la ofreció el dirigente comunista Carlos Rafael Rodríguez quien, a la vez que dijo que la nueva Universidad sería regida conjuntamente por profesores y alumnos, aclaró: "en la medida en que la revolución universitaria es obra de una verdadera revolución y que el socialismo preside las transformaciones, no es posible pensar en los profesores y los estudiantes como dos grupos antagónicos (…) Un profesor de conciencia revolucionaria, orientado por el marxismo leninismo y militante de esa ideología durante años (se refería a Juan Marinello), no necesitará de la presencia vigilante de los estudiantes junto a él en el Gobierno de la Universidad, porque tendrá la madurez suficiente para enfocar los problemas de la educación superior con un criterio certero" ("La reforma universitaria", Cuba Socialista, La Habana, número 6, febrero de 1962).

Con la Reforma de la Enseñanza Superior, promulgada en Cuba en enero de 1962, se eliminó la autonomía universitaria, se colocó a los centros de educación superior bajo control del Estado y se puso luz verde a las arbitrarias expulsiones de profesores y alumnos que se venían realizando desde 1959.

Subordinada al poder, la FEU dejó de ser fuente de cambios sociales para convertirse  en defensora del status quo; función que asumió mayor fuerza a partir de abril de 1971, cuando el Gobierno revolucionario, inmerso en un esfuerzo por mejorar las relaciones dañadas con la Unión Soviética, decidió apartar del camino a los intelectuales de izquierda que se oponían a la represión contra la libertad de expresión y a la sovietización del país. Esto condujo a la excluyente consigna enarbolada por la FEU en su condición de cancerbera del poder: "La Universidad para los revolucionarios". Algo que puede sintetizarse como la revolución primero, una imposición que no se limitó a escritores y artistas, sino que incluyó e incluye hasta hoy a todos los cubanos.

En la clausura del I Congreso de la FEU, el 13 de marzo de 1979, Fidel Castro tratando de encaminar las energías estudiantiles en otra dirección, preguntó a los delegados: "¿Acaso la Revolución le ha quitado a la masa estudiantil su campo de lucha? No. (…) La Revolución, en cambio, creó un campo de lucha mucho más amplio, mucho más universal, una tarea gigantesca: (…), la de construir el socialismo, la de practicar el internacionalismo". Y en la "Declaración Final del VIII Congreso de la FEU", en junio de 2013, repitió que: "no hay mayor responsabilidad y tarea para los hijos del Alma Mater, que la defensa de la continuidad de la Revolución y el socialismo".

La continuidad de esa línea acaba de ser ratificada por el presidente Miguel Díaz-Canel en el X Congreso de la FEU, quien en la clausura —coincidente con el centenario de la asociación— dijo: "La FEU prerrevolucionaria luchaba por la revolución. La FEU de nuestros días es una parte esencial del cuerpo de la revolución. Lo que en apariencia es una diferencia, en esencia es continuidad". Palabras que confirman el tránsito sufrido por esta asociación, al transitar de autonomía a la subordinación.

 

Publicado originalmente en Diario de Cuba

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Cuba Sabe, sin pan ni casabe
Jan 12, 2023

No hay pan, ni siquiera el patrimonial casabe, pero el régimen cubano se atreve por estos días con una nueva edición del controvertido festival culinario Cuba Sabe, evento que, desde la Agencia de Turismo Cultural Paradiso, es coordinado por Lis Cuesta Peraza, esposa del actual gobernante, Miguel Díaz-Canel.

Auspiciado principalmente por los ministerios de Turismo y Cultura, además de la Embajada de China en La Habana (país al que está dedicada la presente edición) y la cadena hotelera Iberostar, el nuevo episodio que repite por sede principal el Hotel Grand Packard tendrá sus actividades, talleres, conferencias y banquetes entre los días 12 y 14 de enero.

El anuncio fue ampliamente divulgado en algunos de los medios de prensa afines al régimen cubano, sin embargo, se ha tenido cierta moderación en hablar del tema en la radio y televisión nacionales, así como en los principales diarios oficiales, quizás para evitar arrojar más leña a un fuego donde no es precisamente comida en abundancia lo que se cuece sino mucho malestar y rechazo popular hacia una gestión económica que, durante décadas, solo ha generado hambre, desabastecimiento general y, por tanto, la extinción de prácticamente la totalidad de las tradiciones culinarias de la Isla.

Al nivel de la calle, por la casi nula información que trasciende, muy poco se comenta sobre tal paradoja (la de financiar un evento para hablar de sabores, comidas y tradiciones culinarias donde estos escasean), pero los que han estado inmersos o al tanto de la celebración, entre ellos los propios trabajadores de las instalaciones turísticas involucradas, no dejan de calificar de burla lo que sin dudas lo es, más cuando uno de los puntos flacos del turismo cubano, quizás entre los primeros en una lista que cada día se hace más extensa, es precisamente la mala calidad de la gastronomía, así como la poca variedad de platos autóctonos e internacionales que se sirven incluso en hoteles “de lujo” como el propio Grand Packard.

Y como prueba suficiente, para quienes nada conocen de la realidad cubana, estarían los numerosos comentarios negativos dejados por huéspedes y turistas, tanto nacionales como extranjeros, en sitios como TripAdvisor, pero aquellos que desean ahorrarse el tiempo de investigación y han tenido la experiencia del “mal sabor de boca”, solo necesitarán revisar la memoria de su propio paladar a su paso por cualquiera de los restaurantes, cafeterías y bares de Cuba, en especial los estatales, para concluir que Cuba Sabe 2023 es, más allá de un evento pretencioso, otra tomadura de pelo de un Gobierno al que solo le queda como recurso de salvación el extender la cortina de humo para camuflar todo aquello que no marcha nada bien.

Porque de eso —de simulación, de engañifa promocional— es lo que va este Cuba Sabe, en un contexto político-económico donde reinan a perpetuidad los sinsabores, más cuando se trata de un país donde la población está obligada a pelear en infernales colas por la comida escasa y racionada, mientras se privilegia a una élite asociada al poder, usándose así el acceso a los alimentos como evidente método de control político-social. Y no hay mejor evidencia sobre tal afirmación que la marcada diferencia entre flacos y barrigones, entre gente de a pie famélica y mandamases sobrealimentados. 

Cuba Sabe pudiera ser como la vajilla de lujo en la vitrina del pobre avergonzado y presuntuoso, en tanto vacía y polvorienta sirve solo como adorno para las fotos. Pero mucho más da la impresión de ser truco de feria, de ilusionismo y estafa para turistas ignorantes de lo que realmente ha sucedido con la gastronomía cubana en estas casi siete décadas más de prohibiciones absurdas que de escasez, en tanto la mesa del cubano fue vaciada (más bien saqueada) por ese aluvión de políticas en las que el placer y la abundancia fueron calificados por los comunistas como “vicios del capitalismo” y, en consecuencia, castigados como sinónimos de  “burgués”.

En realidad, la historia de nuestra cocina nacional ha sido una verdadera sucesión de políticas malintencionadas, demenciales, fracasadas, anticulturales y, en tal sentido, una historia de tragedias a perpetuidad, incluida entre ellas quizás como una de las más lamentables, la desaparición de las tradiciones culinarias de los chino-cubanos, en buena medida como efecto de las expropiaciones de los negocios privados que hacían tan peculiar y pintoresca a esta comunidad.

Ahí está el fantasma de lo que fuera el Barrio Chino antes de 1959 para constatación de la magnitud del desastre, y como una prueba más de cuantas hipocresía y perversidad hay en dedicar Cuba Sabe a una cocina que fue condenada a la extinción. 

Hoy en el llamado Cuchillo de Zanja se hace bien difícil degustar un simple rollito de primavera o cualquiera de las frituras, verduras, pescados, mariscos y helados que hace más de medio siglo atrás distinguieron los puestos y fondas de chinos en todas las ciudades cubanas. 

Igual ha sucedido con cada capítulo distintivo de la gastronomía nuestra lo indígena, lo español, lo africano, que ha acabado en esta actualidad miserable donde no solo nos venden “pollo por pescado” sino que nos condenan a beber polvo de chícharos tostados por café, así como a engullir raras elaboraciones que solo en virtud de la costumbre nos arriesgamos a llamar “picadillo”, “croquetas” o “mortadella” cuando en verdad parecen cualquier cosa menos alimentos para seres humanos.

En estos más de 60 años, obligados a llenar el estómago con lo que aparezca, sin reparar demasiado en sabores y gustos personales, en tradiciones y raíces, los cubanos hemos perdido la noción de lo que es comer por verdadero placer, e incluso la de alimentarnos de manera saludable, y como un acto de elección. 

Comer en Cuba es un verdadero calvario y la Isla toda sabe y huele a puros actos de supervivencia. Desde precios que ni en la cafetería más humilde están al alcance del mejor de los salarios estatales hasta la política discriminatoria que solapadamente han retomado algunos establecimientos para el turismo extranjero donde el cliente cubano es rechazado porque, al parecer, tanto él como su bolsillo cargado de pesos cubanos restan “categoría” al ambiente. 

Pero más allá del hotel de lujo donde quizás el tufo de la mala comida se disimule con fuertes dosis de ambientador, los olores rancios nos envuelven en los lugares donde “mejor” se come en La Habana, así como la carne en mal estado jamás termina en la basura sino en el pan con croquetas o el arroz amarillo que tan “amablemente” nos regala el vecino o nos sugiere el chef mientras el camarero, entre susurros, nos cuenta de cosas peores, como de gente que ha comido gatos y tiñosas, ya a conciencia o bajo engaño.

Si Cuba, tan solo en cuestiones de gastronomía, sabe y huele a algo en especial, no es a otra cosa que a esos atropellos que sufrimos a diario, más allá del “apartheid turístico”, tanto nacionales como extranjeros, y son el pésimo servicio, las malas elaboraciones y la inestabilidad de las ofertas, inclusive allí donde informa el noticiero que “marchan bien” las cosas.

Obligado a alimentarse mal, con el hambre casi como una marca en los genes, el cubano, por el contrario de lo que dicen algunos, no está obsesionado con la comida, sino desesperado por el hambre, y en el mejor de los casos angustiado por haber pasado días, meses, años sin la posibilidad de elegir libremente alguna vez su bocado. De modo que la Isla nos sabe mal, es decir, muy lejos de lo que debe saber Cuba, desde los salones del hotel Packard, en la boca de Lis Cuesta Peraza. 

Hoy Cuba no tiene pan ni casabe. Cuba sin carne de cerdo en nuestras mesas, sin yuca y maíz, sin pescados y mariscos, sin el vasito de leche y sin el café de la mañana, sin la memoria y el legado de lo que alguna vez fuera nuestra cocina, sabe a ausencia.   

 

Publicado originalmente en el diario Cubanet

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