Publicado originalmente en la edición 93 del medio de comunicación comunitario del ICLEP Cimarrón de Mayabeque
Un hombre de paja, un tirano a la sombra y un pueblo que anhela libertad
Por el periodista ciudadano Rafael Pita
Nunca había pensado en el concepto de hombre de paja, en lo adelante (HDP). Quizás piensen en un espantapájaros, aunque este concepto también aplica, pero hablamos por definición de una persona que se supone que tiene capacidad de decisión en cualquier tema pero que, en realidad, sólo cumple órdenes al pie de la letra de alguien que tiene más poder que él.
Desde que el dictador en jefe cedió su trono al primer HDP en el reino del caimán dormido hemos tenido una representación teatral de un gobierno dirigido desde la sombra.
Estas supuestas transiciones de poder han querido mostrar que en esta dictadura unilateral “existe el boto popular”, pero, si esto fuese así desde hace muchos años que no hubiera ni HDP ni tiranos en el poder porque el pueblo de esta isla maravillosa solo anhela libertad e igualdades, pero por desgracia 62 años después de que comenzara la pesadilla hay un nuevo tirano manejando los hilos del poder desde la sombra mientras un nuevo HDP caricaturiza la “rovolución” a nivel internacional.
En todos estos años me he ido dando cuenta cuantos HDP están aflorando sin que el verdadero jefe tenga que dar la cara.
Están en todos los ámbitos de la sociedad, en lo político, económico y, por supuesto, en lo social, donde se desenvuelven como pez en el agua. Con sus declaraciones intentan hacernos ver que cualquier tiempo presente es mejor que el pasado y que lo que necesita nuestra sociedad es mano dura, más trabajar y, cómo no, absoluta sumisión al dictado de lo que dicen su jefe.
Da vergüenza ver como nuestro principal HDP se somete al dictado de un tirano que se esconde tras bambalinas con tal de recoger migajas de las sobras que este mandatario corrupto deja después de jartar sus bolsillos con la riqueza que, por derecho, corresponde al pueblo cubano.
A ojo de buen observador, sin ir más profundo, nos damos cuenta que en este país las clases sociales se dividen no solo en ricos y pobres, aquí la cosa es un poco más compleja, contamos con la sociedad esclavizada y explotada por años, contamos con los parásitos que chupan de la teta del pueblo sin piedad alguna, contamos con hombres de altas esferas, pero que aun así son nada en tierra de nadie, tenemos al HDP principal y sus lacayos y en el punto más alto tenemos al tirano, a ese que siempre ha llevado con mano de hierro a un pueblo de seda.
Pero, ahora que el pueblo se ha levantado a luchar por su anhelo de libertad, los HDP están siendo obligados a cortar sus hilos de marionetas y el tirano ya no está.
Remesa, cinismo y acomodos: claves para entender la continuidad del socialismo en Cuba
Por Jorge Olivera
La emblemática tienda La Época, ubicada en el corazón del municipio de Centro Habana, reabrió sus puertas recientemente bajo la modalidad de compra con tarjetas magnéticas, las cuales tienen que ser cargadas en dólares o euros. Pese a esa particularidad, que debería limitar el acceso de la mayoría de la población ─a juzgar por los desvalorizados salarios en pesos cubanos que reciben los trabajadores en la Isla─, las largas colas comenzaron desde la apertura del centro comercial.
Se trata de un fenómeno a ver en el resto de las entidades que funcionan bajo la citada modalidad de pago, lo cual evidencia que el flujo de moneda dura puede haber disminuido a causa de la crisis económica internacional provocada por el coronavirus, pero no al punto de suscitar una caída abrupta en la capacidad de adquirir productos para el consumo o la reventa.
En teoría, no debían existir tales aglomeraciones en las afueras de la red de centros comerciales que expenden productos en divisas. Sin embargo, el pugilato para llegar a las estanterías es una realidad que se impone por encima de visiones a la postre superficiales o limitadas sobre un asunto con enormes complejidades.
Ciertamente, la ingeniosidad del cubano vuelve a la palestra en el marco de otra crisis, ahora matizada por un mayor número de personas asentadas en otras regiones del mundo que envían, en la medida de sus posibilidades, alguna partida monetaria a sus allegados.
Se trata de un esquema muy bien perfilado por los manganzones de la nomenclatura y su séquito de colaboradores. Provocar la salida masiva de personas hacia otras latitudes para convertirlas en parte del instrumental que se usa en el sellamiento de las grietas de la disfuncionalidad sistémica del modelo económico ha sido una estrategia mantenida a lo largo de los años. Son varios miles de millones que llegan a las arcas públicas en forma de remesas. Una recaudación multimillonaria sin invertir un centavo y que contribuye a perpetuar un estatus quo fundamentado en la sospecha mutua, las ilegalidades, el parasitismo social, la manipulación informativa y la doble moral.
Esas inyecciones monetarias son la medicina para aliviar los dolores del desabastecimiento crónico y el principal lubricante para mantener en funcionamiento la economía sumergida, principal fuente de suministros de la población, junto a los desfalcos que ocurren a diario en los predios de entidades productivas y de servicio estatales.
Es entendible un descenso en la captación de divisas por concepto de remesas y de los hurtos que potencian el mercado negro, pero la situación no es aún lo suficientemente grave como para promover una protesta masiva a causa del hambre u otras necesidades de primer orden.
La adaptación a los peores escenarios es una verdad insoslayable en el acontecer nacional. De alguna manera, la gente aplaca sus agonías y si es preciso descarga sus frustraciones con su prójimo en el fragor de una disputa por comprar un paquete de muslos de pollo o detergente. Esa es la verdad que subyace en el tejido de una sociedad enferma.
La emancipación no puede llegar mientras la mayoría se resigne a asumir sus privaciones con apatía o soltando una carcajada. Estar varias horas cuidando el turno para comprar cualquier cosa no es algo que cause pavor en los dominios de la supervivencia. Los lamentos son esporádicos, ceñidos a la brevedad y también al cuidado de no extralimitarse.
En esencia, el denominador común del cubano promedio es garantizar lo mínimo para comer, bañarse con una astilla de jabón, cubrir esporádica o parcialmente otras necesidades y darle rienda suelta a la idea de irse a vivir al extranjero.
En medio de estos niveles estacionarios de resignación, crece el activismo contestatario sin que todavía alcance el poder de convertirse en un factor primordial para el cambio hacia la democracia. No es fácil la tarea en un escenario caracterizado por el miedo y el cinismo.
A menudo, tanto los más azotados por las carencias como quienes se sostienen de las remesas enviadas por sus familiares son los que integran las brigadas de respuesta rápida para agredir a quienes se manifiestan en contra de la dictadura. Son la vanguardia en los actos de repudio que organiza la policía política y los representantes del gobierno.
El envilecimiento no es una categorización irrelevante en los señoríos de un régimen abusador y torpe. Lamentablemente, es una categoría social que se extiende por toda la Isla y que frena los esfuerzos emancipadores de cientos de activistas.
Cortesía Cubanet
Hasta Hitler – con su Gestapo- fue mejor que los Rastro (Los esbirros traicionados)
por Esteban Fernández
Todo fue color de rosa para ellos. No tenían ningún mérito en la lucha contra Batista, pero eso fue absolutamente perdonado y ocultado. Habían sido delincuentes comunes o vagos consuetudinarios, pero eso quedaba relegado ante unos gritos y aspavientos de “¡Viva Fidel!”.
Todas las injusticias cometidas por ellos eran justificadas ante sus ojos gracias a la envidia y odio por todo el que había triunfado. De delincuentes, de marihuaneros, para sorpresa de todos y de ellos mismos, pasaban a ser policías, soldados, chivatientes, milicianos y hasta comisionados municipales.
De sentirse marginados por la sociedad pasaban a ocupar un puesto gubernamental. De lumpen pasaban a tener un carnet del G2 y una pistola en la cintura.
¿Trabajar? No, no tenían que trabajar, sólo actuar como si estuvieran haciendo algo, perseguir a todo el que se rebelaba o al católico que rezaba en una misa, chivatear a todo el que les luciera sospechoso de algo, o a quienes desde niño les envidiaban hasta una bicicleta un 6 de enero.
Un alarde de cortar caña, participar en un mitin relámpago en un parque, arrestar a un vecino, poner delante de su fachada un letrero de "Comité de Defensa", les otorgaba la distinción de recibir unas migajas más que el resto de la población.
¡Qué insana alegría la de entrar en la casa de un envidiado coterráneo, hacerle un inventario, registrar todo, y abusar de una familia que su único delito era intentar salir de aquel infierno!
Al pariente, al amigo de la familia, al benefactor que les había dado la oportunidad de laborar en su negocio, ahora les pagaban alegrándose del robo de la empresa y aceptar con orgullo los cargos de interventores.
De carteristas, expendedores de drogas, jamoneros en los molotes, pasaban a fajarse por recibir unos pesos más si participaban en las escuadras de fusilamientos, guarda fronteras que asesinaban a quienes deseaban buscar la libertad como en Cojimar, a ser guardias abusadores en una de las cien mil cárceles que ahogaban a los ciudadanos a base de torturas y bayonetazos.
Con una facilidad que daban ganas de vomitar gritaban “Paredón”, escupían a las monjitas que echaban del país, y derriban las efigies de los Santos en todas las iglesias del país.
Pero un día aciago (aciago para ellos) la URSS se fue a la bancarrota, la nación se vio sumida en la más absoluta miseria, y un grupo pequeño de mayimbes y pinchos quisieron mantener sus grandes privilegios. Y los sacrificaron a ellos.
La salvación, la forma de mantener la piñata, era acudir a aquellos que había sido abusados y habían escapado, y sacrificar, lanzar en las hogueras a los abusadores. Y los esbirros de quinta categoría quedaron relegados y abandonados a su suerte. Eran absolutamente desechables.
Llegaron a la Isla rozagantes y triunfantes los que ellos habían convertido en parias, en víctimas de miles de abusos.
Con dinero, trayendo divisas, y pudiendo entrar en playas, paladares, diplotiendas, lugares de diversión, Tropicana, Varadero, la Bodeguita del Medio, hoteles de lujo, a los cuales ellos no tienen ni derecho a barrer los pisos allí.
Los obligaron a besarles el trasero a "los gusanos convertidos en mariposas" que ellos habían despedido con gritos de “¡Qué se vaya la escoria, no los necesitamos, no los queremos!”
Y recorren todos los pueblos de la isla con las ropas harapientas, pedigüeños, sin recibir ayuda médica, sin tener amigos en el extranjero que los socorra. Y aquellos esbirros como "Escaparate" (en la foto) y Elio Guevara que tanto daño me hicieron les dicen a los visitantes: “¡Dile a Estebita que hizo muy bien en irse!”.
Se han reproducido como las cucarachas, existen muchos nuevos apapipios, pero que se miren en ese espejo porque tarde o temprano correrán con la misma suerte y serán desechados de igual forma.
Y no se sorprendan con lo que les voy a decir: ¡Ni Hitler le hizo eso a sus tropas de choque ni a su Gestapo!
Por Dr. Oscar Elías Biscet
Alguien que no conocía Cuba preguntó asombrado por qué tanta gente estaba esperando los alimentos o las medicinas si están normados para cada persona según sus necesidades. Por supuesto, era la primera ocasión que el forastero se encontraba de visita en Cuba y aunque conocía de las vicisitudes de los isleños, pudo constatar de primera mano el imparto de la escasez y las colas desencadenados por el régimen socialista cubano.
Sin embargo, lo más difícil de esta situación de escasez es que esas colas para adquirir las medicinas y los alimentos se hacen desde la noche anterior y muchas veces varios días. Los consumidores se esconden dónde pueden por las noches. Yo he visto videos en la red sobre personas subidas en los arboles esperando el amanecer, porque pueden ser arrestados y multados por la policía. Lo más deprimente de esa caótica situación es la presencia de los ancianos y en muchas ocasiones no pueden adquirir los medicamentos racionalizados pues se agotaron por la escasa distribución.
Mientras esta situación de pobretería social por una crisis económica crónica agudizada (contracción de la economía en un 11% el año pasado que no se observaba hace 30 años), donde la gran mayoría de los cubanos está en la marginalización de las riquezas y la cúpula gobernante del Partido Comunista de Cuba disfruta ampliamente de las mieles del poder. Estos son los que dicen desear erradicar la pobreza en la sociedad y, a la verdad, se refieren a ellos, pues elevan su fortuna mal habida e igualan en la miseria a la gente en el país.
Recientemente las redes se hicieron virales con la difusión de un video donde el nieto del tirano Fidel Castro, Sandro, exponía desvergonzadamente la opulencia que goza. Se refería a su auto de lujo Mercedes Benz y dijo: “Tú sabes que somos sencillos, pero debes en cuando hay que sacar estos jugueticos que tenemos en casa”. Y a exceso de velocidad avanzaba por la carretera y siguiéndole competitivamente con su lenguaje vulgar. Este grandulón relleno de vanaglorias por su juguetico, sin embargo, los niños cubanos no tienen juguetes en todo el año e incluso, ni el Día de los Reyes, su propio abuelo, el tirano Fidel Castro, lo borró del almanaque cubano.
Mientras el nieto de Fidel hacia alarde de codicia, la mayoría de los cubanos no poseen autos y muchos médicos, maestros e ingeniero no tienen carros ni para asistir a sus trabajos en Cuba. Incluso los pocos que adquirieron esa propiedad tuvieron que salir a las misiones internacionales, exportación de las diferentes profesiones por el estado, y dejar sus familias por varios años, bajo la vigilancia y secuestrados por el régimen para garantizar sus regresos a la isla. Estoy seguro por la práctica diaria que el 90 % de estos profesionales no son poseedores de automóvil.
Por supuesto, el lujo excesivo de Fidel Castro, su hermano Raúl, y sus secuaces más allegados del régimen se hicieron más evidente con el paso de los años y el deterioro progresivo socioeconómico en el país. La deserción de personar del servicio de seguridad de estas figuras de la nomenclatura, quienes revelaron al público la falsa modestia en que vivían y que sus riquezas y derroches podían sobrepasar a la de cualquier dueño de negocios legales de países capitalistas y libres.
El tirano Fidel Castro fue clasificado entre los mandatarios más rico del mundo por la lista de Forbes. Según esta revista económica, Fidel dejó a su muerte una inmensa fortuna de 900 millones de dólares. El dictador Castro negó tal afirmación sobre su fortuna y dijo que no tenía ni un dólar, cuando uno analiza esa respuesta comprende que es una verdad corrompida, porque es cierto de que no tiene en posesión un dólar sino millones de dólares ocultados por sus testaferros en los bancos del mundo. Esta opulencia se debió al secuestro de un país y sus acciones corruptas nacionales e internacionales que convirtieron a Cuba en un narco-Estado.
El régimen castrosocialista en sus seis décadas de usurpación del poder del país, comenzó la comercialización de automóviles en la isla, hace alrededor de 6 años, en el 2014. Y aunque el acceso a ese comercio es abierto a cualquiera persona, por los elevados precios, en monedas extranjeras, libremente convertibles, y al contado o sea sin créditos, los profesionales de la salud, educación o cualquier otra especialidad o simples trabajadores, no pueden obtener estos equipos automovilísticos y sería un sueño irrealizable para toda su vida.
En la lista oficial de precios y autos disponibles de la empresa CIMEX para la venta en Cuba, su única agencia comercial está en el municipio playa, en la capital del país. Los precios oscilan desde 13 mil (BMW) a 236 866 MLC (Peugeot). La variedad del producto es escaza, alrededor de 14 tipos, ninguno es Mercedes Ben clase A, 2021, su valor, 35 mil dólares, puede comprarse a créditos en EEUU. Además, imposible para un cubano trabajador, su salario medio ronda los 37 dólares (879 pesos), que en este tiempo no alcanza ni para alimentar a la familia.
La actitud deplorable de Sandro, hizo decir a un familiar de él, que era una papa podrida, mostrándolo como el único problemático de la familia, y en realidad la conducta de máxima podredumbre comenzó con Fidel Castro y su hermano Raúl, cuando se robaron el país y destruyeron la libertad de la nación. El ejemplo más evidente es la expulsión de los inquilinos del Barrio más lujo de Cuba, el Country Club, en La Habana, y la ocupación de sus hermosas mansiones por Fidel, su familia y secuaces más cercanos.
Por eso, todas esas gentes son continuidad del castrocomunismo; porque desean mantener privilegios al estilo del nieto del tirano Fidel Castro, sustentados en la depauperación y humillación del pueblo cubano e indisolublemente unidos al régimen. Sandro, quien es un empresario y DJ, es propietario de Efe Bar Cuba, el Fantaxy y el bar Espacio La Habana, todos en la capital cubana. Claro está, ningún simple ciudadano cubano pudiera tener esos privilegios de vida lujosa en la Cuba socialista. Quizás estos negocios serían una forma de completamiento de un blancamiento del dinero sucio. No obstante, la verdad se definirá con la jurisprudencia en una Cuba libre y democrática.
Si bien deseo que cada cual pueda disfrutar de lujos resultados de su intelecto y trabajo. Por lo que los cubanos debemos luchar para desintegrar la tiranía castrista y que la población con sus talentos y esfuerzos, en libertad intelectual y económica, pueda prosperar hasta el máximo nivel de desarrollo en la sociedad y todo ese bienestar sea el reflejo de una sociedad libres y democrática en los valores de libertad y justicia con el renacer de la República de Cuba.
Cortesía La nueva Nación
Publicado originalmente en la edición 103 del medio de comunicación comunitario del ICLEP El Espirituano
Una realidad más allá de los medios de comunicación del régimen
Por la periodista ciudadana Magalis Santana
Hay un dicho popular que dice que una mentira repetida muchas veces llega a convertirse en una verdad, y en eso son unos maestros los medios de comunicación de la isla y todo el andamiaje político del régimen montado tras bambalinas.
Las reiteradas intervenciones y campañas de descrédito orquestadas contra líderes y organizaciones de la sociedad civil cubana opuestas al régimen castrense, han pasado más allá de lo permisible y aceptado en una sociedad democrática, que no es el caso de Cuba.
Antes del 26 de noviembre los medios de comunicación del régimen cubano nunca abordaron con tanta violencia contra las fuerzas contestarias al sistema político cubano, después de esta significativa fecha la escalada mediática parece no concluir y esto obedece a varias razones, que se esconden tras el show que ofrecen en los medios oficialistas cubanos, cuestiones que merecen un análisis más preciso para desentrañar una realidad no vista por muchos.
Más allá de enfrentar a la presión social dentro de la isla, el gobierno cubano trata de evitar cualquier apoyo o simpatías de la población hacia estas fuerzas de cambio, que ya han comenzado a preocuparle, porque se han convertido en un catalizador del cambio y han logrado atraer la atención de amplios sectores del pueblo, pese a lo que muchos pretendan ignorar.
El uso de una fraseología de un discurso bien elaborado y diseñado desde la élite de poder, lenguaje que poco disimulado es un mensaje de advertencia, más que una información mediática. Este es un procedimiento ya viejo en la estrategia oficial.
Una mirada crítica al montaje mediático permite ver como el ensañamiento contra líderes opositores, es una de las prioridades del sistema, esto no es una excusa. Para quienes son capaces de mirar más allá de las apariencias en Cuba existe una situación sociopolítica propicia para el cambio, que se expresa en un empeoramiento por encima de lo normal de la situación de miseria y penalidades de las masas, se está manifestando una crisis estructura del poder político del régimen, los de abajo no quieren ser gobernados como antes y los de arriba ya no pueden mantener ese poder, por ello la ofensiva, intentando una línea divisoria contra el liderazgo popular dentro de Cuba.
El último show mediático que involucraba a menores de edad, no convence mucho, la falta de coherencia se presta para un torpe montaje, pero más allá de esto se ve una arista oculta y es sencillamente clara: la oposición directa al régimen cubano sigue ganando simpatizantes y eso es lo que quieren evitar, solo hay que aprender a verlo.
Publicado originalmente en la edición 57 del medio de comunicación comunitario de ICLEP Páginas Villareñas.
Evitando lo inevitable
Por la periodista ciudadana Lisandra González
Por estos días de nuevo confinamiento. Todos los ciudadanos que residimos en la ciudad hemos observado un incremento notable de la presencia policial en los lugares donde existe gran afluencia de público, colas en tiendas, carreteras, parques y hasta los barrios más humildes, están fuertemente custodiados, los agentes se mantienen día y noche observando todo lo que se mueve y se toman atribuciones que muchas veces están fuera de la ley.
Piden la documentación a todo el que les parezca, registran y husmean en bolsos, maletas o carteras privadas en plena calle, incluso a riesgo de contraer la Covid, todo sin motivo alguno y en la gran mayoría de las ocasiones de una manera violenta o prepotente y por supuesto sin el consentimiento de los propietarios. Solo pareciera que quieren que las personas sientan miedo y se queden en sus viviendas tranquilos sin salir a las calles.
Los cubanos desgraciadamente tenemos que salir todos los días a las calles para sobrevivir, compramos y vendemos productos de primera necesidad que es imposible adquirir por la vía normal en establecimientos y puntos de venta estatal debido a la crisis permanente que vivimos, jabón, aceite, carne, ropa y hasta medicamentos son comercializados de esa manera, y en plena pandemia hay que salir a buscar lo que el gobierno no garantiza.
Por estos días aguantamos todo tipo de humillaciones de agentes del orden corruptos que ni siquiera se cuidan a la hora de atropellarnos, nos insultan, faltan al respeto y nada se puede hacer contra eso.
Cualquier persona común pudiera pensar que estas actuaciones y la fuerte presencia policial pretenden protegernos del mortal virus, desgraciadamente la realidad es otra, su único y verdadero objetivo es que no salgamos a la calle y con ello evitar protestas masivas por la gran crisis que vivimos. Muchas protestas contra el gobierno se han generado en aglomeraciones de personas que explotan ante la imposibilidad de conseguir un producto de primera necesidad, y esto el régimen gobernante en este país lo sabe muy bien.
Muchas multas y decretos son aplicados por los agentes de la ley solo con el propósito de cumplir una meta y de meter miedo, detienen a ciclistas y peatones que no cometen violaciones, solo para realizar trabajo psicológico e implantar el terror en la población. Muchos ejemplos como estos pueden palparse en el día a día de los cubanos, las leyes solo son utilizadas para el beneficio de una minoría y siempre con el objetivo de perpetuar en el poder a un grupo de corruptos.
Perder el miedo es el único camino que nos queda para apurar lo inevitable.
Publicado originalmente en la edición 103 del medio de comunicación comunitario del ICLEP El Espirituano
El futuro de nuestros viejos
Por el periodista ciudadano Fauri Martín
Cuba es hoy uno de los países que presenta los mayores índices de envejecimiento de la población a nivel internacional y dentro del área de América Latina. Según refieren y reconocen estadísticas oficiales del régimen el 20,6% de la población cubana ya tienen más de 60 años. Esta dinámica demográfica comienza a preocupar a muchos cubanos, quienes ven en peligro el futuro, calidad de vida y bienestar general de este grupo etario vulnerable, y más en medio de la compleja situación socioeconómica que enfrenta la isla, después de iniciada por el régimen la mal llamada tarea reordenamiento, proceso de ajuste que ha convertido la vida de la población en un verdadero campo de batalla para lograr sobrevivir.
En este difícil escenario de crecientes limitaciones y carencias se desenvuelve la vida de nuestros ancianos. Como cubanos que somos y el sentido de amor y respeto que tenemos por la familia, nos preocupa a todos como sobrevivirán nuestros viejos, por llamarles cariñosamente de alguna manera, a la política restrictiva del sistema político cubano, y sobre esta preocupante es que se hace necesario dialogar.
Cuando en enero del 2021 se aplicaba en la isla el asfixiante paquetazo oficialista, algo estaba bien claro, ninguna política de reformas económicas en Cuba ha resuelto problema alguno y menos el de garantizar la seguridad de los grupos vulnerables dentro de la sociedad.
Muy ajeno al discurso oficial, de que en Cuba nadie quedará desamparado, la población de la tercera edad está enfrentando una situación extremadamente difícil, la falta de alimentos básicos, las escasas pensiones, que malamente dan para pagar en servicio eléctrico y medicamentos cuyos precios también han subido, unido a los altos precios de productos y servicios sociales han empobrecido considerablemente a esta población longeva.
El discurso oficial, en relación con este grupo etareo, no ha pasado de una retórica llena solo de promesas que parecen no cumplirse.
Basta una mirada a cualquier calle de la isla para contrastar la realidad entre lo que realmente sucede y lo que se promete. Por doquier pululan ancianos mendigando, hurgando en basureros, tirados en espacios públicos esperando que pase un buen samaritano que le extienda su mano y le ofrezca una moneda para comprar algo de comer.
Otros tantos dependen y viven de la misericordia de algún familiar allegado, para quienes llegan a convertirse en una carga, que muchas veces termina con el internamiento en un asilo. No podemos voltear la cara a un lado y la verdad es dura, aunque duela, pero el futuro de la tercera edad en la isla es incierto y al régimen parece no importarle, su mirada solo está puesta en salir de la crisis actual. Que socava las bases del poder político.
Nuestros viejos hoy están esperando porque su vida se tome en cuenta.
Publicado originalmente en la edición 57 del medio de comunicación comunitario del ICLEP Páginas Villareñas.
Esperando por los buenos sentimientos
Por la periodista ciudadana Rachel García
Vivimos en una sociedad extraña donde los sentimientos negativos por desgracia han triunfado sobre los positivos, casi todo lo que se hace termina mal y al final a muy pocos les importa. De una u otra manera, la apatía el desinterés y la chapucería han llegado para quedarse en nuestras vidas, lo que por supuesto hace todo cada día más difícil, y más sombrío sin que se observe una luz en el horizonte.
Todo esto provoca que la vida en este país y sobre todo en los centros de trabajo para muchos transcurra de manera robótica y que sentimientos muy humanos como el deseo de superación y de hacer las cosas bien por solo poner dos ejemplos prácticamente hayan desaparecido, dando espacio a la mentira y a la justificación por todo lo que se hace mal.
A todo esto, se agregan rasgos como la incompetencia, descontrol, el facilismo o la permanente y muy criticada burocracia, que para nuestro asombro sigue floreciendo para tormento de muchos y beneficios de unos pocos, que la aprovechan y alimentan con tal de sacar ganancias y beneficios personales.
Casi todo atenta contra el progreso, consignas ideológicas con más de sesenta años que ya nadie entiende pero que siguen anunciándose para aparentar un falso apoyo al régimen gobernante, o el enemigo omnipresente que siempre está ahí para echarle la culpa de todo, esto las grandes multitudes todavía no lo cuestionan, por lo menos abiertamente.
Los formalismos, justificaciones y la falta de exigencia de la sociedad en general ante lo mal hecho y los sentimientos negativos, facilitan el trabajo de los manipuladores, aprovechados y los mediocres que permanecen en el poder.
Los problemas sociales aumentan cada día y con ellos los sentimientos de odio y conformismo, primero agredimos o pasamos por encima de un vecino en una cola para comprar un producto deficitario, que criticar al verdadero responsable de nuestros problemas, el régimen gobernante.
También preferimos seguir luchando o robando en nuestros centros de trabajo antes que salir a las calles a exigir al gobierno, resultados que nos beneficien de verdad, o por qué no, su renuncia inmediata.
La historia escrita en estos últimos sesenta años demuestra que los sentimientos de todo un pueblo se pueden manipular y utilizar para el beneficio de una clase dominante, seguir aguardando o creyendo por lo prometido, parece un asunto irracional.
Todavía estamos a tiempo de regalarles a nuestros hijos o nietos, un futuro de oportunidades verdaderas y reales en el que los buenos sentimientos vuelvan a florecer.