Dannier Nacedo, exintegrante de uno de los batallones UJC-MININT, encargado de reprimir a la sociedad civil.
Apr 14, 2021 | 9:57 AM
LA HABANA, Cuba. – En los últimos meses el régimen cubano no solo ha incrementado las detenciones arbitrarias y represiones contra opositores y activistas, sino que ha rescatado los actos de repudio que, en la década de los años 80, protagonizaban las organizaciones políticas y de masas contra quienes pensaban abandonar el país.
En la actualidad, los agentes de la Seguridad del Estado no participan directamente en estos actos, sino que controlan a los grupos encargados de hacerlos. A esos grupos se les llama, según relata el joven opositor Dannier Nocedo a CubaNet, “Bon. UJC-Minint, un batallón usado para los intereses de los Órganos de la Seguridad del Estado”.
Nocedo perteneció a este grupo represivo en la provincia Las Tunas por seis años (desde 2012 hasta 2018), de los cuales cinco fue jefe del destacamento provincial.
“El batallón UJC-MININT está hecho para luchar, contrarrestar, salvaguardar. Es el que se va a encargar de hacer chequeos, levantamientos, investigaciones. Se usa también en los cordones de seguridad de los desfiles por el Primero de Mayo, por ejemplo, y puede ser usado como seguridad personal por la visita de algún dirigente a la provincia”, cuenta.
Pero lo más importante para lo que se utiliza el batallón, relata Nocedo, es para hostigar y reprimir a la oposición.
“Esas personas que les montan guardias en los domicilios a todos los disidentes no son [necesariamente] oficiales del Ministerio del Interior (MININT), aunque un oficial es quien está al frente.
Nocedo específica que es mayormente el batallón UJC-MININT, cuyos miembros “son los encargados en un momento dado de golpear a las personas”, el que ejerce la vigilancia ante el hogar de periodistas, activistas y opositores.
El joven tunero también explica que en todas las provincias del país el batallón UJC-MININT funciona de la misma forma; lo que varía es la cantidad de miembros. “En La Habana y Santiago de Cuba, por ejemplo, hay más población y la cosa es más caliente en cuanto a la oposición que aquí en Las Tunas, que siempre ha estado bastante controlada”.
El batallón surgió de un convenio entre la Contrainteligencia y la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC). Lo integran jóvenes “convencidos ideológicamente, que estén dispuestos a defender la Revolución”. En el proceso de selección de sus integrantes, la Juventud Comunista entrega los candidatos a la Seguridad del Estado que, después de investigarlos minuciosamente, decide si pueden ser usados para sus propósitos.
“A los jóvenes reclutados se les crea un expediente y tienen que hacer un juramento de defender a la Revolución. Eres un civil, pero a la vez eres un militar”, asegura Nocedo.
El batallón UJC-MININT sigue el mismo esquema en Cuba entera, explica el joven. “Incluso, hay un oficial en La Habana que atiende el batallón a nivel nacional. El que estaba cuando yo fui miembro era Juan Carlos alias ‘El Chino’. Se encuentran en toda la Isla, donde quiera que ocurra un acto de repudio ahí están”.
El grupo represivo está dividido en destacamento, compañía y escuadra. En la provincia está el destacamento, en cada municipio tienen su compañía y estas se dividen en escuadras. Hay un activista, un organizador y una comisión política que es la que se encarga de sancionar o amonestar cuando alguno de los miembros comete alguna indisciplina.
“Nosotros lo mismo éramos usados por la unidad de enfrentamiento que por la económica, la ideológica; incluso nos usaron con la gente de búsqueda y captura”.
Sobre la forma de proceder en los actos de repudio, Nocedo explica que es la unidad de enfrentamiento de la Seguridad del Estado la que convoca a los dirigentes de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR), orienta al batallón e indica cómo repudiar a los opositores o “CR” (contrarrevolucionarios). El batallón lleva carteles, fotos, consignas revolucionarias y música.
Asimismo, prepara el terreno para cuando llegue el día del acto de repudio el disidente no tenga apoyo en su barrio, sino todo lo contrario.
“Un miembro del batallón se acerca al barrio primeramente, visita al presidente del CDR, le pide un cederista de confianza y se acerca a los demás a hacer falsas historias sobre el opositor; así cuando se vaya a hacer un acto de repudio (los demás) van a salir en contra de esa persona sin saber si es verdad o mentira lo que le dijeron y en defensa del régimen”, detalla.
“La Seguridad del Estado acostumbra a mentir; es así que gana terreno. De esta forma se empieza a trabajar antes de hacer el acto de repudio. Es importante cambiarles la mentalidad a las personas, la idea que tenían de la otra, así cuando toque el repudio van a salir en contra del disidente”.
Nocedo pone el ejemplo de Janner Hechavarría Licea, un joven tunero simpatizante de la iniciativa Somos Más: “un muchacho impecable, profesor de una escuela, fotógrafo, integrado a la sociedad, lo que su forma de pensar era diferente a lo que quiere el régimen”.
“A mí me mintieron y me dijeron que fuera a su casa para hacerle un escándalo”, explica el entrevistado.
Tales mecanismos muestran cómo la Seguridad del Estado “manipula, cómo actúa con este grupo de manera que su nombre quede impune”.
Antes de convertirse en activista de derechos humanos, Nocedo intervino en varios actos de repudio, incluso violentos, como miembro y dirigente de un batallón UJC-MININT.
“Participé en muchos tranques y cierres que se le hizo a la contrarrevolución acá en la provincia. En Providencia 4, un poblado pequeño de Las Tunas, le hicimos varios actos de repudio a una familia activista de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU) que vive allí. También a Roger Curbelo, que es del Movimiento Cristiano por la Liberación, y a todas aquellas personas simpatizantes de Eliecer Ávila acá…”.
Nocedo también relata que en Providencia 4 llegaron a hacer un acto de repudio donde fueron maltratados y reprimidos activistas de la UNPACU. Al siguiente día, los opositores decidieron trasladarse a Las Tunas con carteles, pero fueron recibidos con golpes.
“Esa parte yo no la vi porque llegamos tarde, (…) pero nos contaron que aquello fue brutal. Apenas los activistas se bajaron de la pachanga ya había grupos represores esperándolos y les dieron tremenda entrada a golpes: a uno tuvieron que cogerle puntos en la lengua y a otro le hicieron un ultrasonido porque le dieron tan fuerte en el vientre que escupía sangre”.
Incluso Nocedo llegó a agredir físicamente a un opositor: “Esa es una de las cosas que hoy en día me tienen con cargo de conciencia. Me siento mal pensando en cómo ataqué a una persona por pensar diferente, por expresarse libremente”.
Otro de los métodos que utilizan los batallones para controlar es el llamado “chequeo japonés, en el cual el represor se ubica frente a la casa del opositor para vigilarlo y así sugerirle que no se puede mover”.
El joven opositor también relata que se realizan levantamientos para saber quiénes simpatizan con los opositores o no. De esta forma los primeros se mantienen controlados y a los segundos se les usa para los actos de repudio.
“A veces nos íbamos para casa de Alexis Neris, un opositor que vive en Puerto Padre, para hacerle actos de repudio. No lo dejábamos salir y, si salía, le tiraban cubos con petróleo y agua o con excremento en la puerta de la casa y le ponían audios con canciones revolucionarias a todo volumen”, cuenta.
“Si salía de la casa ―agrega― había personas de nosotros que lo trataban de parar y, si se resistía, pues había que darle un barrido, dos empujones o una galleta”.
Sobre qué lo llevó en aquel momento a ser represor, Nocedo señala la ignorancia y el adoctrinamiento. “El conocimiento que tenía sobre los opositores es que eran personas pagadas para arremeter contra la Revolución y sus logros, y que hacían atentados”.
“Por supuesto, siendo yo un joven eso me indignó y quise aportar mi granito de arena para luchar contra esos bandidos, como me decían ellos. Contra esos delincuentes y terroristas”.
Actualmente, Nocedo es opositor, coordinador de la Convención Internacional Anticomunista en Las Tunas, por lo que ha sido amenazado de muerte por la Seguridad del Estado, asegura.
“En una entrevista que tuve con el mayor Esneider Galindo Silva y el capitán Darío me amenazaron con mandarme a prisión y también a muerte. Me dijeron que como yo no estaba trabajando, caer preso era fácil; que me condenarían por ‘peligrosidad’ y que al entrar a prisión y los reos enterarse que yo había trabajado para la Seguridad del Estado, atentarían contra mi vida”.
Nocedo también declara que haber sido parte del batallón UJC-MININT lo indigna. “Me disgusta recordar que fui parte de esa represión de la que hoy soy víctima”.
“Tengo un cargo de conciencia, un peso que llevo sobre mis hombros; sé que muchos dudan ahora de mí y creen que estoy haciendo el papel de doble agente, pero es bueno que no confíen en nadie porque yo vi mucho y sé que hay personas infiltradas en cada grupo”.
“Hasta ahora he podido disculparme con varios opositores. Con Janner Hechavarría; con Cristian, el coordinador de la UNPACU. Sin embargo, con Waldo, la persona con la cual fui violenta físicamente, no he podido conversar”, lamenta.
Esa es su meta más inmediata ahora: disculparse con aquellas personas que una vez reprimió siendo parte del batallón UJC-MININT y que hoy son sus hermanos de lucha contra la dictadura cubana.
Información de Claudia Montero / Cortesía Cubanet