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Por Sacerdote Alberto Reyes
May 12, 2023 | 2:48 PM
Quiero y debo decir que escribo este artículo desde mi deseo más profundo de diálogo y reflexión. Soy consciente de que puede haber contenidos que no gusten, pero ¿y si pasáramos por encima de lo emotivo y de lo “oficialmente establecido” y buscáramos encarar la realidad, para encontrar soluciones? Ese es el espíritu de este escrito.
Toda ciencia tiene su modo propio de expresar sus postulados. La psicología no suele entrar a definir si un comportamiento es “bueno” o “malo”, para eso está la moral. La psicología habla de comportamientos "funcionales” y “no funcionales”. Es decir: los modos a través de los cuales respondemos a las circunstancias de la vida, funcionan… o no funcionan.
Desde los mismos inicios del proceso revolucionario cubano, hubo personas que se opusieron a un sistema que, por definición, es hegemónico, es decir, que se desenvuelve a partir de un grupo de poder que establece y define la vida social en todos los sentidos, a la vez que mantiene la oposición fuera de la ley o de la legitimidad. Desde el inicio, mucha gente se opuso a un sistema de partido único, de ideología única, a una única línea de pensamiento y acción.
Desde el inicio, la respuesta a esas personas fue la exclusión, la violencia, incluso la muerte, actitudes estas aplaudidas por unos y aceptadas desde el silencio y el miedo por otros.
Los años han ido pasando, y cada vez más, en las actitudes del pueblo cubano se ha hecho patente su deseo de un cambio político, de un sistema diferente, de una vida diferente. Desde los comentarios a pie de calle hasta las manifestaciones multitudinarias, pasando por un río ininterrumpido de emigración y de
enfrentamientos puntuales, este pueblo ha dicho y sigue diciendo, una y otra vez, que ha llegado para todos el momento de una transición.
Hasta ahora, los modos en que se ha respondido a estos reclamos no han sido otros que la ignorancia, los “linchamientos mediáticos”, la represión violenta, la cárcel... Una y otra vez las voces continuas de nuestro pueblo que gritan “libertad” han sido ignoradas; una y otra vez las manifestaciones populares, que han sido mayoritariamente pacíficas, han sido reprimidas con violencia barriobajera, seguido de explicaciones absurdas que humillan la inteligencia, de actos teatrales de “reafirmación revolucionaria” y, en la medida de lo posible, de música y comida, un poco de circo y un poquito de pan de consolación.
Y así ha ocurrido una y otra vez, en mayor o menor magnitud, mientras este pueblo sigue diciendo de mil modos posibles, pero claramente, que desea un cambio profundo y radical, que desea un cambio de sistema.
La psicología elemental diría: “no funciona”: ignorar la voz del pueblo no funciona; reprimir, golpear, encarcelar, intimidar… no funciona, no va a funcionar. Lo único que pueden provocar estos métodos es alargar la agonía y hacer crecer el resentimiento, el hastío y la violencia del alma, que podría estallar como ola arrasadora e incontenible.
Y yo me pregunto: ¿y si los que en este momento dirigen este país se decidieran a escuchar la voz del pueblo?, ¿y si fueran ellos mismos los que propusieran los cambios necesarios? Porque, ¿quién tiene en estos momentos el poder para coordinar un diálogo nacional?, ¿quién tiene la experiencia política necesaria para acompañar un cambio de sistema?, ¿quién tiene en sus manos los mecanismos para que todo pueda hacerse desde el diálogo y la paz ciudadana?
Pretender que no existe lo que existe no hace que lo que existe no exista. Y el ansia de una Cuba donde podamos respirar libertad, participación ciudadana y prosperidad no es una idea peregrina, es un hecho. Ignorarlo no funciona.