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Por el periodista ciudadano Pedro Luis Hernández
Oct 28, 2024 | 2:00 PM
El escritor búlgaro Tzvetan Todorov, en su obra Los enemigos íntimos de la democracia, que trata sobre la Bulgaria comunista de los años cincuenta, afirma: "La palabra libertad era aceptada, por supuesto, incluso se valoraba, pero, al igual que otros elementos de la propaganda oficial, se utilizaba para ocultar o compensar su ausencia".
"A falta de la cosa en sí, continúa expresando Todorov, teníamos la palabra. Los que querían participar en la vida pública sin convertirse en esclavos del dogma tenían que poner en práctica una variante de ese «arte de escribir olvidado» del que habla Leo Strauss, la lengua de Esopo. No decir, sino insinuar, un juego sutil del que también se podía acabar siendo víctima. Por lo que a mí respecta, era sensible a la falta de libertad de expresión, que carcomía también lo que la fundamenta, la libertad de pensamiento".
Las palabras del destacado intelectual muestran los peligros del sistema comunista, cuando de libertad se habla. En una extrapolación de las citadas palabras, la realidad de ellas se ajusta a Cuba, donde su sistema político, una copia del original comunismo europeo de los años cincuenta, donde el discurso oficial habla de una libertad que no existe y a nombre de ella extorsiona y condena.
Para cada cubano expresar libremente sus opiniones y puntos de vistas, diferentes al oficialismo resulta un peligro y un delito. Cuestionar al régimen y exigir el cambio constituye un motivo suficiente para formar parte de los más de mil presos políticos que hoy permanecen en las cárceles.
En un país donde marcar una diferencia es delito, donde decir la verdad es condenable y callar y soportar parece ser la norma única del sistema, no se puede hablar de una verdadera libertad, no de esa libertad como consigna, que manipula y provoca temores, sino de esa verdadera libertad que no teme a nada y que se ejercita en todos los aspectos de la vida, que acepta las diferencias y las respeta.
Como bien expresara Todorov, no puede haber una verdadera libertad en un país donde se limita la libertad de pensamiento y de expresión, porque estos constituyen los verdaderos fundamentos de la libertad.
Cada medida ley o decreto que el régimen cubano ha dictado tiene un propósito: socavar los fundamentos de una libertad que apenas existe y en cuyo nombre esclavizan la mente y las acciones de millones de cubanos, que aún no acaban de entenderlo que significa ser libres.
La verdadera libertad es el ejercicio responsable de todos los derechos y garantías que le asisten al ser humano, sin presiones, violencias y de acuerdo a los principios de la verdadera democracia.
Decía nuestro Martí: "Ser cultos es el único modo de ser libres", pero no esa cultura que enseñan los buenos libros, sino la posibilidad de hacer valer las ideas que ellos enseñan, sin que nada ni nadie lo impida.