Gallo
Feb 16, 2021 | 1:48 PM
Publicado originalmete en la edición 144 del medio de comunicación comunitario del ICLEP Cocodrilo Callejero
Ya los gallos de Cuba no cantan
Por el periodista ciudadano Wilfredo Fajardo
No hay que ser un insigne observador para percatarse que desde hace algún tiempo a las madrugadas cubanas le falta algo, un sonido de fondo: el canto de los gallos. Los gallos han desaparecido. Es como si un Covid para los gallos hubiera diezmado el género.
Pero, esta pandemia del ave más numerosa del planeta, con más de 16 000 millones, llega en un momento en que el gobierno en su típica bravuconería de solar pondera la agresividad del gallo de pelea. Según la propaganda oficialista los revolucionarios son gallos de pelea, así dice la tonada en moda. No obstante, sería poco inteligente tomar de símbolo algo que está bajo el azote de una pandemia y que apenas suena.
Es simbolismo se desmorona. No es coincidencia que tanto símbolo como patrocinador cada día estén más ausente del panorama nacional. El misterio de la desaparición del canto de los gallos en las madrugadas de la isla ha dejado confuso a unos cuantos. Otros aseguran que entre la santería y el hambre hay que buscar la causa.
Lo cierto es que aquel animalito vistoso que se paseaba por el barrio con total naturalidad ha desaparecido. El gallo que asome la cresta fuera del patio queda sujeto a la más cruenta casería. De azotea en azotea es seguido el animalito. No interesa que sea gallo relevante; como el ave del presidente del Comité de Defensa de la Revolución (CDR) se va. La gente tiene hambre y cuando la gente tiene hambre no hay símbolo ni muela que pare la avalancha. Se comen el gallo de pelea, al presidente del CDR y a Díaz Canel si aparece.
Numerosas son las señales que muestran el deterioro de la realidad nacional. Del robo y sacrificio de vacas ni hablar. Sin embargo, otro sonido desapareció en el amanecer de fin de año: el terrorífico chillido del sacrificio de los cerdos.
A las madrugadas cubanas a penas le quedan sonido, van despareciendo en la misma medida que el gobierno prolonga su apego al poder. Un país sin gallos, vacas y cerdos es un país sin tradición. Con el canto del gallo en las madrugadas sabíamos que estábamos vivos, luego del despertar violento por un mal sueño. Ahora, después del sobresalto, no sabemos si estamos vivos o continuamos muertos dentro de la pesadilla.
Los chillidos del sacrificio de los cerdos al final de la madrugada de fin de año nos despertaban con la sensación de felicidad, al tomar conciencia de que se avecinaba una jornada diferente, un día donde la familia se reunía para festejar. Ahora, el 31 de diciembre es un día como todos los demás; donde el pariente que llega de visita tiene que traer las cinco libras de arroz de la cuota.
Como se aprecia el país ha cambiado. Las tradiciones van desapareciendo. Sueños cortos y pesadilla eterna. Vacas que se van al cielo y cerdos que no van a la mesa. Familias que ya no se reúnen el fin de año. Pero, si al menos los gallos cantaran quizás fuera…, pero los gallos no quieren cantar. Es muy simple la razón: no hay por qué cantar.