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Por el periodista ciudadano Rubén Batista
Dec 5, 2025 | 10:00 AM
Durante décadas, el régimen cubano ha utilizado el bloqueo económico como la excusa perfecta para evadir su responsabilidad ante el fracaso del modelo político imperante. Esta actitud, propia de un sistema que históricamente ha buscado enemigos externos para justificar sus desaciertos, hoy resulta insostenible ante cualquier análisis serio. Y es necesario preguntarse: ¿existe realmente ese “bloqueo abusivo” que la cúpula castrense intenta vender a la opinión pública internacional y por el cual busca respaldo en las sesiones de las Naciones Unidas?
La respuesta es no. No existe tal bloqueo, sino un embargo económico, y ambos conceptos no son equivalentes. Esta narrativa oficialista no es más que un pretexto para quienes temen asumir el fracaso y la responsabilidad política del sistema. Por ello, conviene aclarar ambos términos a fin de disipar cualquier duda.
El bloqueo económico implica un cerco total, la prohibición absoluta de relaciones comerciales y el aislamiento del país en la comunidad internacional. Nada de eso sucede con Cuba. El gobierno mantiene vínculos comerciales con numerosos países, entre ellos la Unión Europea, Rusia, Brasil, México y China. Incluso Estados Unidos continúa siendo uno de los principales proveedores de alimentos de la isla, con operaciones que involucran empresas norteamericanas. Lo que existe no es bloqueo, es embargo, término que explica ciertas restricciones comerciales y algunas prohibiciones en la importación y exportación de determinados bienes y recursos. Esa es la realidad, y la culpa no es de un bloqueo inexistente: es del fracaso del modelo económico cubano.
Un modelo que se ha mantenido dependiente de otros países —primero Rusia y ahora Venezuela—, que ha sido incapaz de desarrollar una industria nacional sólida y productiva, que no ofrece garantías a las inversiones extranjeras, que es incapaz de aprovechar las capacidades y condiciones naturales de una agricultura tropical excelente.
Entre 1960 y 1990, la Unión Soviética prácticamente subsidiaba y abastecía al país con los recursos esenciales que necesitaba, a precios preferenciales. El derrumbe del campo socialista y de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas dejó al descubierto la profunda dependencia económica de Cuba y marcó el inicio real de la crisis del sistema en la isla. Ese colapso no fue consecuencia del mal llamado “bloqueo”, sino de la fragilidad estructural creada por décadas de dependencia absoluta.
El régimen cubano ha sido un fracaso en todos los terrenos. Su incapacidad para sostenerse sin subsidios externos ha convertido al país en una nación parásita, acostumbrada a vivir de la ayuda ajena y a mendigar apoyo por el mundo. Las políticas económicas desacertadas han llevado a la ruina sectores fundamentales, incluida la destrucción de la industria azucarera en un país que antes de 1959 era conocido como “la azucarera del Caribe” por sus altos volúmenes de producción. Desmantelar los centrales azucareros fue, en términos económicos, como fracturar la columna vertebral del país.
Por tanto, la excusa del bloqueo no es más que una farsa sostenida por el régimen para manipular a quienes todavía creen en una narrativa falsa tras décadas de repetición. Incapaces de reconocer las verdaderas causas de la alarmante situación socioeconómica que atraviesa la isla, muchos no advierten que estas causas están profundamente ligadas a la naturaleza misma de un sistema en colapso, inoperante y sin capacidad para brindar garantías ni seguridad a sus propios ciudadanos.
Publicado originalmente en la edición 214 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.