El autor, periodista independiente, y su familia sufrieron acoso por parte del Estado hasta salir al exilio en agosto de 2022
Por Yoe Suarez
Jan 17, 2023 | 11:20 AM
La contradicción de fundar y dejar ir, amar lo fundado más que a uno mismo y velar por su altura con esperanza y temblor describe al agitado remanso de la familia.
Antes de amarnos no existía nuestro hijo. Al amarnos afloró ese apacible volcán que trastocó nuestras vidas. El tallo nuevo reverdeció el árbol todo, desde la flor en su frente hasta las raíces abrazadas de dos mundos distintos.
La dicha del hijo es ahora cardinal. No esencial o primordial, sino cardinal: que guía y da certeza para guiar y formar. La felicidad nuestra, en gran medida, está más encauzada a que él disfrute del mar, que a pasear por la orilla de manos tomadas; a que él corra, salte y cante, que a bailar e ir al cine.
Él es otro puente que acopla nuestras manos a través de las suyas. No desmiembra nuestra unión, sino que la fortalece; no empobrece la felicidad que hemos atesorado, la expande a un área nueva que antes de él no existía, que nació cuando supimos que era un destello de vida dentro de otra vida.
Esa frágil conexión entre vértice y vértice produce en la familia fortaleza a prueba de todo: la del sacrificio. Sabemos que es frágil el que se ama, humano en caer y acertar, levantarse y errar, y la vida propia, también frágil, debe anteponerse para guardar la del otro. Vida por vida. Se ha hecho, y así padres, hermanos y abuelos lo harán hasta el fin de los días.
La primera patria es la Familia. En la ética cristiana, es el primer ministerio. Para el que vive en un país diluido por el Socialismo, constituye el refugio inmediato. Edifiquen una familia fuerte, con compasión y valores, y la comunidad y la nación serán mejores.
Publicado originalmente en Vida Cristiana