Usar y retirar el amplio concepto de “nacionalidad” como premio o castigo por la lealtad política, es un crimen brutal contra todo un pueblo. Foto: Marcos Évora
Por Ernesto Pérez Chang
Jan 30, 2023 | 10:35 AM
Lo ha soltado en el programa Mesa Redonda el profesor de la Universidad de La Habana Fabio Fernández Batista y la sentencia ha corrido como pólvora en las redes sociales. Me imagino que de no haber sido planeada esa “ruptura” en el patrón narrativo altamente censurado de un programa televisivo como ese, que responde y se debe directamente al régimen cubano, ahora mismo debe estar ardiendo el Departamento Ideológico del Partido Comunista mientras los verdugos acomodan la cabeza del intrépido panelista en la picota.
Realmente es difícil imaginar que una disrupción así haya sido planeada por el “sistema”, en tanto resulta contraproducente para una dictadura obsesionada con proyectar discursivamente una idea de “unidad monolítica”, pero de esta gente tan torpe en el manejo de su propia imagen uno puede esperar cualquier cosa, más cuando no “de pronto” deciden debatir el asunto del “patriotismo” sino precisamente la víspera de otra ronda de conversaciones de alto nivel con representantes del gobierno de los Estados Unidos.
No dudo que, frente al “enemigo” por seducir, por ablandar, el numerito “incendiario” haya sido apenas ese show necesario para contar con al menos una prueba reciente de que las cosas van cambiando en Cuba, porque si algo no se les puede negar a los funcionarios e ideólogos cubanos —y el profesor Fabio es esas dos cosas— es la capacidad histriónica que les permite desdoblarse en el personaje que el contexto político demande. Todo sea por alcanzar el “objetivo común”, es decir, oxigenar a un régimen que se asfixia, o escapar de él cuando las cosas no salen como los “actores” quisieran.
Y si bien esa frase de “se ha perdido el orgullo de ser cubano” no podía salir de la boca de Miguel Díaz-Canel o de cualquiera de sus más cercanos, el show “seductor” había que montarlo con actores secundarios de modo que no fuera tomado como una “declaración oficial” sino como esa “oportuna” (aunque muy desafortunada) señal de “apertura” tan necesaria para un gobierno que llega a la mesa de negociaciones con un denso historial de represión política, e incluso con un nuevo Código Penal que castiga el disentimiento.
Porque si la víspera de la visita de Barack Obama, en marzo de 2016, un show similar en objetivos fue montado en el popular programa humorístico “Vivir del cuento”, incluso con el mismísimo presidente estadounidense como parte del elenco, esta vez no se podía repetir el “escándalo”, no solo porque no se trata de la visita de Biden, sino porque ya es más que conocido que “Vivir del cuento”, sin dudas muy jocoso, ha sobrevivido a la censura solo porque es el botón de muestra que usa el Departamento Ideológico del Partido Comunista para vender al mundo la idea de que “han cambiado”.
Y por supuesto que han cambiado, si comparamos estos tiempos actuales con los de Fidel Castro (tiempos en que al doctor Fabio y a Pánfilo los hubieran guardado en paradero desconocido bajo siete llaves o hubieran terminado como custodios en el zoológico de 26, así como Roberto Robaina pasó de canciller a guardaparque), pero sucede que jamás deberíamos olvidar que estos nuevos “directores de teatro” han nombrado su obra “Continuidad” (no “Cambio”), y que si “cambian” lo hacen como el pescador cambia de carnada y anzuelo cuando el pez “se le hace el difícil”.
Cambiar, sí, pero de estrategia. Aunque la vejez de estos seductores ya no les deja disimular la decadencia y las “malas intenciones”. Y por donde quiera que observemos el disfraz que visten, asoman los costurones y demás chapucerías. Porque afirmar así tajantemente que “se ha perdido el orgullo de ser cubano”, y que tal generalización brote de un señor doctorado —haya sido planeada o ciertamente espontánea su participación—, es una chapucería ideológica que no tiene consistencia alguna con la realidad, en tanto se toma una parte como si fuese el todo, e incluso se confunde la emigración y el exilio con una acción de repudio o “dejación” de la nacionalidad, cuando realmente lo que está sucediendo en nuestra sociedad —dispersa por el mundo— y sobre todo con los jóvenes es una conjunción de fenómenos mucho más complejos y alarmantes.
Ahora que las redes sociales nos permiten vulnerar y sondear el ámbito privado ajeno, es posible que encontremos ejemplos de sobra de esa “pérdida del orgullo de ser cubanos”, pero igual encontraremos pruebas de actitudes totalmente opuestas o que se ubican en diferentes zonas de algo que no es un espacio de solo dos extremos, positivo y negativo, sino más bien un espectro de sentimientos por lo nacional que nada tiene que ver con esa estúpida idea de “ser como yo digo o no eres”, que es la plasmada por el régimen en su fórmula represiva y excluyente de “patria socialista”, y que funcionarios e ideólogos como el propio Fabio refrendaron en la “Nueva Constitución”.
Si bien es cierto que hay cubanos y cubanas que se avergüenzan de serlo, también lo es que no se trata de un fenómeno exclusivo de esta época, como tampoco una actitud generalizada que sirva para definir la actual. Lo que quizás tras la “generalización” del profesor se esconda una muy mala intención, y es la de excluir (vituperando y castigando) del concepto de “patriotismo” toda manifestación que no comulga o se distancia de esa nefasta idea de “patriotismo” promovida por el castrismo donde se intenta confundir la lealtad al gobierno con la lealtad a la patria.
Entonces en ese punto, bajo ese concepto manipulado, falseado, oportunista y antipatriótico de lo que es “patria”, sin dudas habría millones de cubanos y cubanas que no sienten “orgullo” de ser “patriotas” porque simplemente asocian “patria” con “dictadura”, con falta de libertades, con represión.
Pero en todo caso es “pérdida del orgullo”, no por convicción sino por confusión, por manipulación ideológica, y entonces esa distorsión del concepto de “patriotismo”, inducida con total mala intención, al punto de quebrar el amplio concepto de “nacionalidad” —y de usar y retirar este como premio o castigo por la lealtad política—, es en realidad un crimen brutal contra todo un pueblo.
Sobradas manifestaciones de patriotismo hay tanto dentro de Cuba como en la lejanía geográfica y estas no se reducen a repetir consignas, leerse las obras completas de Martí y vestir una guayabera. Se puede hablar en inglés, soñar en francés, vestir de Prada, aborrecer el clima tropical y el sabor del guarapo, y aún continuar siendo tan patriotas como el que más pueda sentirse haciendo lo contrario. Porque si no, ¿en dónde pondríamos a Celia Cruz y a Alejo Carpentier, por solo nombrar dos indiscutibles patriotas que tomaron decisiones distintas con respecto al régimen de Fidel Castro?
No se trata de “pérdida del orgullo de ser cubanos” a lo que estamos asistiendo por estos días, se llama, en todo caso que quisiéramos generalizar, “hartazgo de vivir eternamente oprimidos”, y en ese caso no hay mejor muestra de patriotismo que tomar distancia del opresor y hacer lo que entendamos que debemos hacer para recobrar la libertad negada.
Publicado originalmente en Cubanet.