Frank Calzón / Foto captura de pantalla
Jan 5, 2021 | 10:13 AM
Por Frank Calzón
Hay que agradecer a Elizardo Sánchez Santacruz y a Ariel Hidalgo el manifiesto Diez propuestas para el cambio en Cuba publicado hace unos días, en que, como unos Jonathan Swift del siglo XXI, presentan un catálogo de medidas al régimen cubano y a la disidencia interna que ellos aseguran resolverán los problemas de Cuba.
Lamentablemente, hay mucho de cierto en lo que dicen sobre los abusos del régimen y lo difícil que será para la nueva Administración estadounidense responder positivamente a los pedidos de la Plaza de la Revolución. Prueba de lo correcto de ese análisis son las declaraciones del ex secretario de Estado John Kerry de que, a pesar de las esperanzas y las buenas intenciones del presidente Barack Obama, las reformas que se esperaban no sucedieron en la Isla.
El Gobierno no cumple sus promesas, como saben los cubanos que un día creyeron en los discursos de Fidel Castro y lo que leían en el periódico Granma. El régimen es conocido alrededor del mundo por el incumplimiento de sus obligaciones financieras.
A pesar de los miles de millones de dólares perdonados por sus acreedores y las repetidas reestructuraciones de la deuda a través de los años, Cuba no cumple con sus pagos. Rusia acaba de s uspender la mayor parte de sus proyectos con La Habana por la incapacidad de la parte cubana. Los estadounidenses, que aún esperan una explicación por las enfermedades de los diplomáticos, saben que solo el acuerdo de las ventas de alimentos y medicinas a Cuba ha sido satisfactorio: La Habana no le adeuda millones a compañías de EE UU, como sí a compañías europeas y de otros países, porque antes de que los barcos con los pollos congelados salgan del puerto yanqui, los pagos ya tienen que haberse recibido.
En el documento se incurre en una serie de inexactitudes, y sus autores se basan en una falsa equivalencia en sus razonamientos. Por ejemplo, no tiene justificación la equivalencia que ellos plantean entre el bloqueo interno, que no permite a nuestros campesinos criar y vender sus pollos, y el embargo que exige pago por adelantado como garantía de cobrar lo debido.
En cuanto a otras restricciones económicas estadounidenses, no van dirigidas a hacerle daño al pueblo cubano, sino a reducir los recursos del régimen para sufragar las tropas cubanas que, por miles y miles, participan en la represión del pueblo venezolano, la subvención de organizaciones violentas y antiestadounidenses alrededor del mundo, y la opresión en la propia Cuba.
El responsable de los actos de repudio, la separación familiar, el hambre y la tragedia que viven los cubanos es el Partido Comunista, la institución cumbre del país.
Repetir las acusaciones del régimen no las hacen verdaderas. El fracaso o no de la política estadounidense hacia Cuba también puede medirse en que durante los últimos cuatro años el régimen no intentó enviar de contrabando aviones de guerra a Corea del Norte, en violación de las prohibiciones de Naciones Unidas. Y, que se sepa, la Seguridad del Estado no se ha robado un cohete de la OTAN, como ocurrió a finales de la Administración de Obama.
En cuanto a aconsejarle a la disidencia interna que no use "retóricas confrontacionales" para supuestamente conseguir que haya menos represión, lo cierto es que ni Oswaldo Payá, ni Harold Cepero, ni Laura Pollán, ni otros mártires cubanos promovieron la violencia o usaron tales retóricas confrontacionales. Y el régimen los acosó y asesinó por igual.
Es lamentable, porque no es verdad y nada tiene que ver con la situación que vive el país, que los autores digan que la disidencia ya no puede esperar una invasión extranjera como en la época de la Guerra Fría. O que ocurran expediciones contra el régimen, como durante los años en que se entrenaban terroristas de varios continentes en la Isla. Estos ya solo son temas de interés para los historiadores, para compatriotas de cierta edad y para la maquinaria propagandística del régimen.
Hace años, algunos pensaban que para que el régimen les permitiese viajar y dar a conocer las violaciones de los derechos humanos, y para llegar a elementos progresistas estadounidenses, tenían que denunciar el "bloqueo". Otros preferían decir la verdad. Los tiempos han cambiado. Tanto el consejero de seguridad nacional de Joe Biden como el secretario de Estado de Donald Trump han denunciado la represión en contra de los activistas del Movimiento San Isidro.
En cuanto a que el pueblo cubano ha fracasado y la disidencia se encuentra en un punto muerto, el número en aumento de las protestas, el milagro de cubanos jóvenes que a pesar de toda una vida de adoctrinamiento demandan sus derechos y se niegan a emigrar, las miles de denuncias en las redes sociales y el renacer de la sociedad civil (abolida en su totalidad en 1968), indican que los presos políticos plantados y el movimiento por los derechos humanos iniciado por Ricardo Bofill y Gustavo Arcos, y continuado por el Proyecto Varela y las Damas de Blanco, sí lograron preservar las reservas morales que son imprescindibles para alcanzar la libertad y reconstruir la nación cubana.
Después de algún tiempo en silencio, démosles la bienvenida a estos dos hijos pródigos para que se sumen a la tarea urgente que todos los cubanos encaramos. Hay mucho por hacer en el extranjero. En la Isla, la disidencia ha demostrado su valentía, dedicación y capacidad. Más allá de consejos, lo que necesitan con urgencia es apoyo material, solidaridad de las democracias alrededor del mundo, de la prensa y los líderes de opinión.
Nunca ha estado Cuba más cerca de la libertad. Cuando Ariel Hidalgo y Elizardo Sánchez Santacruz luchaban en Cuba por los derechos humanos, la diáspora los apoyó y confió en ellos. El régimen tiene miedo y la represión aumenta. No abandonemos nosotros ahora a nuestros compatriotas en Cuba.
No solo de decálogos vive la disidencia. La hora de la acción pacífica transformativa hace mucho que está en camino, por donde quiera que camine un cubano. Se llama liberación y está muy cerca. Las heridas a la familia cubana no sanarán mientras nuestro hogar esté ocupado por quienes nos hirieron, hieren y herirán.
Diez propuestas para el cambio en Cuba
Ariel Hidalgo / Elizardo Sánchez Santacruz, Miami | 02/01/2021
A casi cuarenta años de lucha cívica organizada del movimiento disidente en Cuba, los supervivientes de la media docena de prisioneros políticos que iniciaron esa lucha en 1983 exhortan a una reflexión desapasionada de la situación general del país y de las posibilidades del momento presente, sin ansias de protagonismo y pensando solo en el bien del pueblo cubano.
Balance:
- El modelo instaurado en Cuba desde los años 60 del siglo XX ha demostrado, por sus resultados, su ineficiencia para resolver los problemas fundamentales de la sociedad. Las propias metas de lograr el acceso de toda la población a una educación y una atención médica universales fueron menoscabadas por una economía irracional, por coartar los estímulos productivos y las aspiraciones de superación de los ciudadanos, y sostener a una burocracia parasitaria.
No se trata de la falsa disyuntiva entre socialismo y capitalismo, pues la República de los Consejos de la Hungría del 55 y el "Socialismo con rostro humano" de la Checoslovaquia del 68, alternativas frustradas brutalmente por los tanques rusos, y la vía de la Yugoslavia autogestionaria, fueron opciones rechazadas por la dirigencia castrista aun desaparecido el bloque soviético, y prefirió seguir manteniendo el modelo de centralismo de Estado que demostró su inoperancia en la propia Unión Soviética con su implosión en 1991.
El propio líder político que promovió su instauración en Cuba confesó, antes de fallecer, a un periodista de la revista The Atlantic que ese modelo "ya no funciona, incluso para los cubanos".
- Las restricciones económicas de Estados Unidos sobre Cuba como respuesta a las confiscaciones de propiedades estadounidenses y luego reforzadas como instrumento de presión sobre la dirigencia castrista no solo ha fracasado en sus objetivos, sino que ha aumentado las precariedades del pueblo y solo ha servido para desviar la responsabilidad de esa dirigencia por las nefastas consecuencias de su ineficacia y su bloqueo interno al pueblo.
- La negación de derechos fundamentales, como la libre asociación y expresión de las ideas, dio lugar en los 80 al nacimiento de una corriente pacífica de oposición y de derechos humanos conocida como "disidencia interna", que se extendió por todo el país y no ha podido ser acallada, y menos exterminada, a pesar de amenazas, intimidaciones, ostracismos y encarcelamientos.
- Sin embargo, ese movimiento ha fracasado hasta hoy en lograr los cambios deseados para el país al no poder salir de la marginalidad social por el temor generalizado de la población a la represión gubernamental y, sobre todo, porque muchos de esos grupos, influidos por organizaciones opositoras del exterior en un contexto diferente, adoptaron retóricas confrontacionales de apoyo a la política de plaza sitiada que los distanció de la mayor parte del pueblo, y en especial de sectores intelectuales y académicos críticos que, por otros caminos, buscaban soluciones al conflicto nacional.
- La profunda crisis económica del país, en particular la crisis energética, agudizó las calamidades de la población y el descontento, aunque gran parte de la frustración no se manifieste aún abiertamente por temor, pero podría explotar multitudinariamente con graves consecuencias irreparables, que para nadie sería saludable, ni para la dirigencia, ni para los disidentes, ni para el pueblo.
- El régimen no puede ya relajar las tensiones internas acudiendo a grandes éxodos masivos, como fueron en el pasado Camarioca, el Mariel y los balseros del 94, tras el decreto del presidente Obama de devolver a todos los refugiados que llegaran ilegalmente, y por otra parte, para la población, ya no es tan fácil la liberación individual mediante la emigración, lo cual acentúa la urgencia de una solución interna al conflicto.
- Cuba no cuenta ya con un proveedor seguro y estable de combustible como fue antes la Unión Soviética y luego Venezuela. El posible mejoramiento de relaciones con un nuevo Gobierno demócrata en Estados Unidos podría significar nuevas oportunidades para poner fin a esa carencia, pero tras la experiencia de la Administración de Obama, es muy difícil que se materialicen sin concesiones en el campo de los derechos humanos.
- Los opositores no pueden esperar ya cambios radicales en Cuba, ni por una intervención militar tras el fin de la Guerra Fría, ni por expediciones por cuenta propia sin suficientes recursos armados ni apoyo popular, ni golpes de Estado fruto de una inteligencia y contrainteligencia muy efectivas, ni por una explosión social que solo traería caos y muchas muertes.
- La desaparición física de los "dirigentes históricos" por razones biológicas no traerá cambios positivos, sino que dejará mafias empresariales inescrupulosas al frente de las empresas estatales, con un poder suficiente como para pactar con carteles de la droga que ambicionan vías más seguras para el tráfico hacia el apetecible mercado norteameriano.
- El resultado electoral que aprobó la actual Constitución demuestra que, aun sin contar la ausencia de garantías y la opinión generalizada de que muchos la aprobaron por temor, la cifra brindada por el sector oficial sobre la minoría que expresó su inconformidad es un porcentaje suficientemente significativo como para ser tenido en cuenta.
Conclusiones: ¿qué se puede hacer?
1. Los cubanos no pueden contar con otros factores fuera de ellos mismos para solucionar sus problemas. Podrían los disidentes encontrar apoyo de la comunidad internacional a favor de su lucha por los derechos humanos, y la dirigencia, ayudas de países aliados para aliviar la escasez de petróleo, pero ninguno de los dos grupos contendientes podrá resolver definitivamente sus conflictos si no es entre ellos y el pueblo cubano.
2. La contienda régimen-disidencia ha caído desde hace mucho en un punto muerto en el cual la primera, con todo su poder, no ha podido liquidar a la segunda, y la segunda no ha podido avanzar mucho más para un cambio del sistema.
3. Que el régimen castrista no haya podido acabar con el movimiento disidente, como hizo con todos los intentos opositores armados, demuestra que la solución del conflicto cubano no podrá resolverse por medio de la violencia y la fuerza, ni mediante encarcelamientos ordenados por esa dirigencia, ni rompiendo vidrieras por parte de potenciales manifestantes, sino a través de soluciones pacíficas y dejando a un lado las confrontaciones.
4. Sin embargo, las condiciones presentes están generando un terreno propicio para que tanto esa disidencia como una intelectualidad reformista en los marcos legales puedan seguir avanzando en sus propuestas debido a las posibilidades que las redes sociales han ido facilitando a la ciudadanía, no solo la información, sino la divulgación masiva e instantánea tanto de propuestas como denuncias, lo cual se vio bien claro recientemente en diciembre de 2020 por el número de personas que acudió tanto para apoyar la huelga de hambre del Movimiento San Isidro por la liberación del rapero Denis Solís como en la concentración de artistas que solicitaban un diálogo ante el Ministerio de Cultura.
5. Es preciso subrayar que en los casos citados, un factor que estimuló esa incorporación popular fue el carácter pacífico adoptado en estas protestas, que desmentía las acusaciones gubernamentales contra los manifestantes de "mercenarios pagados por el imperio". La disidencia no podrá ganar terreno con esas posibilidades tecnológicas si mantiene retóricas impopulares, como el apoyo a las restricciones económicas de Estados Unidos sobre Cuba, en particular a viajes y remesas. Por el contrario, debe condenar todos los bloqueos y restricciones que afectan económicamente a las familias cubanas, tanto los impuestos por el Gobierno estadounidense como por el Gobierno cubano contra el pueblo en su lucha por la subsistencia.
6. La dirigencia castrista debería tomar nota sobre los síntomas de apoyo popular a quienes solicitan pacíficamente el fin del hostigamiento tanto a las manifestaciones artísticas como a las actividades económicas de ciudadanos independientes, apoyo que no solo se evidencia en las calles sino incluso en las redes sociales entre muchas personalidades que hasta el presente habían apoyado al régimen, y poner en una balanza qué puede ser peor: si realizar las concesiones que pondrían fin a las tensiones o negarlas y militarizar las ciudades con la consecuencia probable de una explosión social. Quienes están incitando a la violencia no son los disidentes, ni los intelectuales, ni los artistas, sino el propio Gobierno, al negarse a dialogar con los segmentos más moderados que solo piden un entendimiento pacífico y de respeto mutuo.
7. La dirigencia debe liberar a todos los prisioneros de conciencia y dejar de perseguir a quienes hacen uso de sus derechos de libre expresión y asociación, y las organizaciones disidentes, dejar claro que no favorecen el revanchismo contra quienes han perpetrado violaciones de derechos humanos, y abogar por una amnistía general que beneficie tanto a disidentes que sufren prisión u otras penas como a elementos gubernamentales que han cometido abusos de poder, lo cual no significa que no se restablezca la verdad y se asuman las responsabilidades, tal y como se llevó a cabo en Sudáfrica bajo la presidencia de Mandela.
8. La disidencia debe tender puentes con aquellos cubanos que aunque no han roto con el régimen, mantienen posiciones críticas o independientes, tratar de limar asperezas y resquemores con otros compatriotas que por otros caminos están brindando sus aportes por una Cuba mejor.
9. El régimen tiene la posibilidad de lograr un cambio de actitud de gobiernos e instituciones internacionales que lo condenan por violaciones de derechos humanos, cambiando su propia postura hacia los activistas, dejando de verlos como enemigos y valorando la utilidad de su labor en detectar arbitrariedades y abusos de poder de algunos de sus propios funcionarios que dañan la imagen del Gobierno y generan descontento en la población. Si autorizaran la creación de un comité nacional de activistas elegidos por los propios grupos de derechos humanos, que elevaran a las altas instancias sus quejas a cambio de que estas reciban la debida atención, no tendrían necesidad de enviar sus denuncias al plano internacional, y el régimen recibiría el beneplácito de la comunidad mundial. No matar al mensajero.
10. El Gobierno debería permitir, en universidades o centros de convenciones, paneles donde representantes del Gobierno, intelectuales críticos, reformistas y disidentes discutan cuáles cambios podrían implementarse para sacar a Cuba de la crisis, sin dogmatismos ideológicos, sino pensando pragmáticamente en el bienestar de la población y en el destino de la patria. Exhortamos a todos los cubanos de buena voluntad, independientemente de sus ideas políticas y país de residencia, a contribuir en la misión conjunta de restañar todas las heridas de la gran familia cubana y levantar el hogar nacional, en aras de un porvenir donde reine la paz, la fraternidad y el progreso.