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Por el periodista ciudadano Lidier Pérez
Mar 6, 2023 | 3:30 PM
Cuando de alimentar al pueblo se trata, hay que dejar todo discurso triunfalista, barnizado con la caduca ideología política. No se llevan planes de producción a la mesa, sino alimentos tangibles, reales. Los cubanos están cansados de las promesas oficiales, que no pasan de ser promesas. El país necesita producir, ese es nuestro gran problema.
La falta de producción de bienes y servicios, es algo bien complejo, por varias razones, primero la deteriorada infraestructura económica y en segundo lugar la incompetencia de nuestros economistas. Resulta absurdo tantas medidas y estrategias, que no logran concretarse en la práctica, porque no se ajustan a la realidad que se vive.
El régimen solo defiende un sistema político, que no se sustenta en un sistema de producción real es como pretender sostener un castillo en el aire. Los economistas cubanos no han hecho nada, salvo ejercicios de dirección, que han empeorado la situación económica. La subjetividad ha primado sobre la objetividad del momento, como un intento desesperado de sobrevivir a la muerte inminente. Es hora de renunciar al discurso vano e inútil. Como decir que el 2023 es promisorio, en que realidad vive la dirigencia del país.
Si usted observa este mundo con los ojos y los oídos abiertos y lee los reportes del Fondo Monetario Internacional, y de otros organismos internacionales, sabrá que el futuro inmediato y mediato es gris con tendencia a negro. No se trata de seguir adoptando medidas que no se cumplen y otras que no se pueden cumplir, ni de echarle las culpas a los territorios, o a algunos dirigentes, se trata de buscarle soluciones reales y urgentes a los problemas y carencias, y dejar de usar el Bloqueo como la excusa de todo. Cansa una sociedad, que a cada paso está contaminándose con la mentira y la incompetencia, de quienes deben hacerla mejor. La realidad es superior a la ficción que el régimen cubano pretende vender.
No podemos continuar ofreciendo una realidad, que no existe, que muestra un modo de vida que no es real. Quien quiera ganarse el aplauso del pueblo deberá servir al pueblo, con la transparencia y sacrificios que ello exige. La dignidad y el valor del gobernante se miden, no por las palabras que pretenden acariciar el oído, sino por las obras que benefician y dignifican. Durante la tregua fecunda, nuestro Martí escribió a Máximo Gómez: "General un pueblo no se manda como un ejército". Esa ha sido la norma durante más de 65 años. Un pueblo se gobierna con la verdad por delante y ofreciéndole un futuro mejor y real.
Publicado originalmente en la edición 151 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano