Héctor Luis Valdés Cocho
Dec 12, 2020 | 12:55 PM
Por Hector Luis Valdés Cocho
Un amanecer soleado aquí en Nuevo Vedado, cuando recibo la noticia, vía WhatsApp, de que me estaban preparando el ya esperado para mi acto de repudio. Recordemos que estoy rentado, por ende, el dueño del alquiler me suplica encarecidamente que no salga y que haga caso omiso a las provocaciones de los escasos vecinos que ya se juntaban en las afueras del edificio.
Créanme que la noticia no me tomó por sorpresa, ya que era evidente que toda aquella imagen que hubiera sido expuesta en el noticiero nacional de televisión, lógicamente días después sería víctima de un acto de odio como este que se me estaba preparando.
Sentía a lo lejos los fuertes chirridos de la qué horas después me entero de que era la presidenta del CDR, cazuela y cuchara en mano (como si anunciando el almuerzo en un albergue fuera): ¡Vamos vecinos! ¡Vamos cederistas! ¡Un Sí por Cuba! ¡Un Sí por Fidel, por la Revolución!
En mi imaginar, me esperaba cientos de zombis hipnotizados gritando en los bajos de mi casa, cientos de entes con el odio en la mirada, repudiando a una sola persona por su manera de pensar.
A los minutos siguientes escuchaba; ¡Viva la Revolución! ¡Esta cuadra es Revolucionaria! ¡Afirmamos nuestro compromiso con Fidel!
¡Escuchaba silbatos, gritos de Viva! en voces de niños. A lo lejos podía sentir una canción en voz de la ya fallecida Sara González.
Pasada la hora, nada ocurría, nada pasaba. Asombrado estaba, porque en el barrio en que vivo la mayoría de los residentes son simpatizantes del sistema, afines a esta "revolución”. Esperaba algo más que los alaridos de esa señora visiblemente cansada y tres señoras más igualmente fatigadas.
Esperaba algo más que la inocencia de los niños silbando, con la alegría en sus rostros; la inocencia es perdonada, aún tienen muy poca edad para saber lo que están haciendo.
Ciertamente estoy asombrado, en shock; aún no me lo creo. No soy muy conocido por mis vecinos, no me llevo con ninguno de ellos, no nací aquí y así y todo nadie bajó a ese lamentable y fracasado intento de desmoralizarme.
Hoy sentí gozo, sentí triunfo, ¡sentí victoria!
Me hace feliz que el cubano de a pie cada día que pase, se esté dando cuenta que algo está mal, que algo se está descomponiendo, que algo aquí no es lo que realmente se da a conocer. Es lindo ver qué a pesar de los miles de campañas realizadas para incitar a este tipo de ignorancia social, el cubano no caiga en una red de araña. Igual sentí gozo al ver a mi anciana vecina, esa a la cual todas las mañanas le brindo café, verla que me mira y me dice: ¡No bajaré! ¡Sé quién eres y no me importa!
¿Lindo no? Para mí más que acto de repudio fue una crónica de un fracaso anunciado. Fue un acto de afirmación de que aún hay cubanos con moral, con vergüenza, con corazón en el medio del pecho.
Hoy gracias a Dios, reinó el amor, triunfó el sentimiento de hermano a hermano, reinó ese sentir del cubano que suda, que busca el día a día, el que sufre.
Eso ojalá y mis compañeros lo hayan podido sentir, aunque en mi pesar sé que no fue así.