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Por la periodista ciudadana Adriana Travieso
Feb 25, 2024 | 10:28 AM
Hace unos pocos días me encontraba comprando algunos productos en una de las popularmente conocidas como carretillas, justo en el momento en que estaban contabilizando la mercancía del día anterior y la nueva de esa mañana, cuando de repente apareció un inspector estatal en el lugar.
El hombre, portafolio en mano y dispuesto a realizar la labor para la que fue entrenado por la dictadura, comenzó enseguida a preguntarle a la vendedora por todos los productos que se encontraban en el puesto, la procedencia, los papeles y hasta los precios que de hecho estaban visibles en una tablilla, justo delante de donde se encontraba parado este señor.
Al darse cuenta de que estaba comprando, claro, porque era yo conocida de la dependienta, le cuestionó el porqué de mi compra si aún estaban abriendo, esta intentó explicarle todo, pero el hombre sólo pensaba en qué cuantía de multa imponerle porque estaba vendiendo a una persona antes de terminar el cuadre de la mercancía.
Yo me pregunto, ¿acaso estos inspectores no son cubanos? ¿Acaso no pasan por nuestras mismas miserias diarias? Es doloroso ver cómo estos funcionarios, en su mayoría corruptos, apelan a su poder para intimidar al pequeño comerciante, al emprendedor que día a día tiene que guerrear para ganarse la vida y mantener a su familia, mientras la dictadura hace y deshace a sus anchas. ¿Por qué estas personas no van a las tiendas en MLC?
Ahí es donde hay que poner el ojo, en un establecimiento donde los cubanos de a pie no pueden comprar, donde los precios suben, vuelven a subir y nadie dice nada, nadie hace nada. Al pequeño comerciante sí lo asfixian por subirle un peso a cualquier producto que de hecho ya compran caro, porque el campesino que los produce tiene que sacar su ganancia, pues el régimen no les facilita nada para garantizar las cosechas en el campo.
Justo en ese momento yo me pregunté, ¿quién ve con los ojos del pueblo? Nos matan, nos machacan y no oprimen mientras la dictadura tiene los precios más altos y en monedas a las que no se puede acceder con el salario promedio de un trabajador estatal, eso, eso no lo ve nadie o simplemente no lo quieren ver.
Publicado originalmente en la edición 163 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Cimarrón de Mayabeque