El poeta inglés Alexander Pope escribió en una ocasión: "El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a decir veinte más para sostener la certeza de la primera". Una gran verdad que parece haberse convertido en un hábito nocivo del régimen cubano y su prensa oficial. El pasado 30 de diciembre el diario oficialista Escambray, publicaba un artículo bajo el título La prioridad sigue siendo el pueblo, donde su autora, la periodista Carmen Rodríguez Pentón abordaba el comportamiento de la economía espirituana al cierre del 2023.
En su publicación Rodríguez Pentón retomaba las palabras del gobernador provincial Alexis Lorente Jiménez, quien hablaba "de resultados meritorios de la economía", palabras poco creíbles en una provincia, donde la realidad actual del contexto dice todo lo contrario.
Resulta absurdo y engañoso hablar de resultados económicos en un territorio donde la inflación se mueve de manera galopante, como resultado del desabastecimiento oficial, asfixiando a la población con precios extremadamente altos, imposibles de costear por quienes apenas reciben 2500 pesos de salario mensual.
No se puede hablar de logros, ni de un incremento del cinco por ciento de la producción agropecuaria, como refiere la periodista, cuando los mercados estatales permanecen vacíos y los pocos productos agrícolas en venta, hoy en manos de comerciantes privados, han adquirido precios inaceptables.
En otra parte del texto, la autora señala que del presupuesto del año se destinaron más de 63 millones de pesos para los barrios y comunidades en situación de vulnerabilidad y se aprobaron acciones de transformación en 54 de los 70 asentamientos con estas características identificados en el territorio.
Cifras que resultan imposibles de creer cuando miles de familias continúan viviendo en condiciones de indigencia y pisos de tierra. Cómo hablar de avances discretos en una provincia donde servicios sociales como salud pública, transporte y alimentación atraviesan una de las peores crisis de la historia.
Cuando la prensa es incapaz de llamar las cosas por su nombre, de denunciar y mostrar el verdadero rostro de la realidad, ha dejado de ser una defensora del pueblo y se ha convertido en parte de la farsa política y se ha apartado del periodismo verdadero, aquel que como dijera Martí no es aprobación bondadosa, sino látigo con cas cabeles en la punta.
Publicado originalmente en la edición 172 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano
Nuestra mente fue creada con un objetivo preciso: garantizar nuestra supervivencia. Por eso podemos compararla con una madre sobreprotectora, siempre alerta a cualquier cosa que pueda dañarnos.
De hecho, nos avisa continuamente de peligros e imagina todo tipo de escenarios que, en su mayoría, nunca sucederán. Le encantan los mensajes del tipo: “¿y si…?”, “cuidado con…”.
Nos compara continuamente con los demás, porque necesita garantizar nuestra integración en la “manada humana”, y nos advierte de todo lo que pueda significar un rechazo de esa “manada”.
Además, busca a toda costa que estemos seguros, y nos empuja a “proveernos”: de bienes, de prestigio, de poder. Todo para que “no nos pase nada”.
El problema es que, al igual que más allá del ojo está el horizonte, más allá de las seguridades humanas está esa mezcla de anhelos, rebeldía y sueños que se llama el espíritu, que se alimenta de libertad, de verdad y riesgo, y que es capaz de ponerse delante de la propia mente y decirle: “Soy consciente de lo que me dices, y te lo agradezco, porque sé que quieres protegerme, pero no puedo dejar que tomes el control de mi alma”.
Necesito, mente, asumir mis miedos y seguir adelante, porque si no lo hago, esos miedos acabarán paralizándome, y terminaré a salvo, pero siendo un esclavo.
Necesito, mente, ser libre frente a la “manada”, frente a lo que puedan decir o pensar de mí, y existir, aunque otros en la “manada” se disgusten porque no pienso como ellos.
Necesito, mente, liberarme de la seguridad que me dan el tener, el estar bien “conectado”, el vivir “en regla” con los estándares que fijan el poder o la “prudencia social”.
Necesito creer que mis sueños de libertad son posibles.
Necesito dejar de escucharte cuando, para protegerme, lo sé, intentas convencerme de que, ni yo ni mi pueblo tenemos fuerza para provocar un cambio, cuando me dices que no podemos organizarnos, que lo que unos y otros hacen, aquí y allá, es demasiado poco e insuficiente para voltear la balanza. Necesito dejar de creerte cuando me dices que nadie desde el poder se cuestiona el desastre en que vivimos, que nadie desde “arriba” está interesado, al igual que yo, en que las cosas cambien.
Porque, ¿sabes algo, mente?, creo que cuando le decimos al cerebro que no podemos, él mismo busca los modos para no poder; pero si le decimos lo contrario, que sí es posible el mañana que añoramos, creo que creará incluso nuevas conexiones para ayudarnos a poder.
Sé que tú seguirás alertándome, que te sobrecogerás de miedo cuando me veas dialogar con la verdad, o cuando defienda la justicia, y te aterrarás cuando alce la voz y diga serenamente lo que pienso.
Me suplicarás que me calle, que me inhiba, que no me exponga. Y yo te comprenderé, y te abrazaré, y te diré: “Gracias, mente, por ese pensamiento, pero mi espíritu tiene alas, y no quiero vivir seguro, pero con las alas rota.
Lamentablemente, ahora mismo existe un triste fenómeno en progreso en la Isla, muestra del desespero de la gente: los hogares cubanos cada vez más parecen zonas de guerra. Estancias descoloridas y sin muebles, los moradores lo han vendido todo para poder comer.
Desde que usted rebasa el umbral de cualquier hogar de personas de pueblo se percibe la agonía del país: escenarios deprimentes que indican la rendición de armas frente a las tradicionales ilusiones humanas.
Ver bonito los lugares ya no es cosa de cubanos. Priman los recibidores, lo conocido en la Isla como sala, desprovistos de muebles; paredes con rasgos prehistóricos de pintura, donde ladea algún que otro cuadro buscando piso; persianas rotas, debido a la falta de recursos para reparaciones; etc.
La sala cubana no cuenta con muebles; todo se ha vendido para comprar comida. La inflación generada por la Tarea Ordenamiento del régimen se ha engullido a parte de los hogares de la mayoría del pueblo. La sala es sólo cuatro paredes para acceder al resto del inmueble.
El interior de los hogares no escapa a esta tragedia nacional. “¿Qué hago con un refrigerador vacío, para qué lo quiero si no tengo comida?”, comentó el artemiseño residente en el reparto Toledo y profesor de biología, Yordanis Castellano Díaz. Pero, si la sala del cubano llama al llanto no es menos la cocina-comedor.
Aquí, el elemento significativo, después de la ausencia de electrodomésticos, lo constituyen las paredes tiznadas. Cuando no hay gas para cocción y arrecian los apagones, lo cual inhabilita la cocina eléctrica, sólo queda cocinar lo poco que se tiene con leña como combustible.
A toda esta desgracia material se agrega un elemento crucial: el número creciente de suicidios e infartos cerebrales. Es raro el día que en un barrio no amanezcamos con la noticia ‘Fulano se ahorcó o a Zutano lo encontraron muerto, desde hace días tenía la presión por las nubes’.
¿Quién no tiene la tensión arterial alta en Cuba?; y sin medicamentos. No se puede tener casa bonita ni ilusión humana cuando los derechos más elementales del hombre para estar vivo, no se tienen. Cuando esto sucede no hay ideología que le sirva al hombre.
Vivir en Cuba escapa a las palabras de un titular de prensa por muy crudas y realista que sean. Nadie vende todo lo que tiene si comer no fuera tan importante; y quien poco a poco vende lo que posee para comer se queda sin recursos para escapar del país.
Se trata de una triste y agónica realidad en una tierra cautiva por una monarquía familiar. Hoy, no hay esperanzas. Los caminos de los cubanos de la Isla cada día se cierran más.
Publicado originalmente en la edición 207 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa
¿Cuánta certeza hay sobre la mesa de que los cubanos se toman en serio las históricas etiquetas que ha usado y usa el régimen para denigrar a quienes rompan filas? La vía pública tiene la última palabra. Las esquinas y las colas hablan. No existe ninguna certeza. A los cubanos de hoy le entran por un oído y le salen por el otro las palabras gusano, merolico, traidor, etc. Muestra de ello, el último chiste callejero en Cuba: “Fulano nos traicionó hace dos días, está en Miami. Yo pienso traicionar la próxima semana”.
Lo que tiempos atrás pudo haber sido motivo de estigma social, de ser catalogado contrarrevolucionario, hoy se asume como lo más natural del mundo. Las personas hablan abiertamente dondequiera sobre las intenciones de abandonar el paraíso comunista. Ya pocos están dispuestos a someterse al experimento de hombre nuevo. No valen los abanderamientos a deportistas con palabras altisonante, donde en ocasiones está presente el Presidente de la República, al final mucho de los atletas escapan; y a ninguno lo conmueve la palabra traidor.
Tiempos atrás, el apelativo merolico era sinónimo de delincuente, de personas de escasos valores. La razón, el dinero y el comunismo eran incompatibles, al menos teóricamente. Hoy, ser merolico es un orgullo y un proyecto de vida a seguir. Incluso, ahora el régimen cataloga el meroliqueo como “iniciativa privada”, pero sigue siendo el mismo merolico que cuando a las autoridades les place lo reprimen. Es usual escuchar en la cola de la bodega mientras se espera el pan el siguiente diálogo:
–¿El médico del consultorio está enfermo que hace días no lo veo? –¿Quién? –Ramoncito. –¡Ah! No. Ramoncito nos traicionó la semana pasada. Y aquí, en esta cola hay una pila de gente que va a traicionar pronto. Lo están vendiendo todo, hasta el último alfiler. El hombre nuevo está en Miami. Lo interesante de este diálogo radica en que todos explotan de la risa. Hasta el comecandela del barrio ríe, se divierte el policía vestido de civil, por palabras que tiempos atrás conducían a los calabozos de la policía política.
Es cuestión de imposición de la realidad, donde se combina la masividad de criterios con el poco respeto que en la actualidad se les tienen a las etiquetas usadas por la dictadura para denigrar. El régimen tendrá que sacarse de la manga otros modos de denigrar a los cubanos que rompan filas. Ya la palabra gusano ni cosquilla hace en la conciencia de la gente, menos aún, “Fulano nos traicionó”, el último chiste callejero en Cuba.
Publicado originalmente en la edición 228 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Amanecer Habanero.
En los asuntos del cubano de a pie, por muchas vueltas que el Noticiero de la Televisión Cubana (NTV) les de, al final termina por imponerse el rumbo de la lógica humana. Es una dirección infalible, sin grietas. Sucede ahora mismo con el éxodo creciente de maestros en Cuba. ¿Por qué los maestros abandonan las aulas? ¿Estamos ante un desplome viral del amor a las tizas? No, mucha gente en la Isla ama su profesión y lamenta alejarse del salón de clases, pero la necesidad obliga.
Según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), el salario de un educador cubano oscila entre 3 800 y 4 500 pesos mensuales –ni 20 dólares al cambio actual–; monto que se reduce a un paquete de pollo de 10 libras, sin contemplar ningún otro gasto.
Los maestros deben permanecer ocho horas en clase, pensando entre números, palabras y conceptos, que ese día no tiene jabón para bañarse y sin saber qué van a comer o darles a los hijos cuando lleguen a casa.
Un jabón cuesta 250 pesos y un litro de aceite tres veces esa cifra. Es lógico que ante esta situación los conceptos a los estudiantes se joroben y los números se tuerzan dentro de la ecuación; de ahí que muchos educadores, por decoro, abandonen las aulas y se concentren en sobrevivir en cualquier otro empleo. Ahora mismo faltan en las escuelas cubanas 17 278 docentes. Dato aportado en un reportaje de la televisión oficialista por la directora general de Educación Básica, Marlen Triana Mederos.
Según Triana Mederos, la situación es más crítica en La Habana, Mayabeque, Matanzas, Artemisa y Sancti Spíritus. Sólo que en Artemisa las improvisaciones del régimen lejos de aportar solución, empeoran el proceso docente. Ante la presión de los directivos de Educación de todos los niveles a directores de escuela, cualquier ciudadano sirve para ponerlo frente a un aula. Lo importante en este caso es tener cubierta la plantilla, para objetivos propagandísticos, aunque el maestro “a la fuerza” no sepa dónde empiezan los números o terminan las vocales.
En la concreta, como suele decirse en buen cubano, el déficit de 17 278 docentes es una cifra extremadamente conservadora y edulcorada. Algunas apuntan, personas que trabajan en el sector, que este número pudiera multiplicarse por dos. “No importa que sea ñato, lo importante es que respire”, apuntan los mismos directores de centros escolares, bajo la presión de los funcionarios municipales. ¿Qué calidad de la enseñanza puede haber aquí?
De la situación anterior están los padres al tanto, de ahí que pocos se fíen de la escuela estatal y complementen la preparación de sus hijos con los costosos maestros particulares. ¿Quién no sabe que un número importante de los maestros que quedan en aulas deben invertir su escaso salario para la reventa de cosas en las mismas escuelas?
Los docentes más penosos meroliquean, por medio de las auxiliares docentes o de las encargadas de la limpieza. La solución es una y todos la saben. Basta de muelas desde el mundo paralelo del NTV. Hoy, los ingenuos de este planeta se buscan con pinzas. Los maestros no pueden continuar siendo los nuevos mendigos de Cuba.
Publicado originalmente en la edición 207 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Majadero de Artemisa
El camino que ha tomado la educación en Cuba es un tema poco tratado, pero sumamente preocupante para la sociedad actual. El déficit de maestros en las escuelas y las afectaciones en el sector educacional han creado baches irrecuperables que durante varias generaciones afectarán el desempeño en toda la isla.
Hoy mismo, uno de los temas más preocupantes en esta materia no es sólo la pésima calidad de las clases, sino el déficit de maestros que existe en todos los centros educacionales, ya que muchos han decidido jubilarse, otros han cambiado de profesión por los bajos salarios y muchos más han decidido emigrar del país en busca de nuevas oportunidades.
Si bien es cierto que la educación en Cuba no ha sido nunca de las mejores, tampoco ha sido de las peores, pero esto se ha visto afectado por todos los cambios sociales que hemos sufrido los cubanos durante estos últimos años pues la inflación, la desvalorización del peso cubano, los bajos salarios y otros tantos factores más, han desmotivado a las nuevas generaciones a inclinarse hacia la noble profesión de la enseñanza en todas sus ramas, así como han obligado a los maestros de antaño a desistir en su esfuerzo por reincorporarse a la docencia.
Primero este sector fue sumamente afectado por la pandemia de covid-19 que limitó sustancialmente la impartición de clases a los docentes, y ahora todo el desastre financiero llegó para ponerle la tapa al pomo. Desde que se implantó el reordenamiento monetario e incrementó la inflación en toda la isla, pocos no han sido los educandos que abandonaron el barco, así como tampoco han sido muchos los que han optado por elegir el magisterio como su vocación profesional.
Cuba, que fue uno de los primeros países de Latinoamérica en erradicar el analfabetismo generalizado, ahora mismo va camino al precipicio del desarrollo académico, ya que la dictadura no ha sido capaz de fomentar incentivos que eleven la calidad educacional en el país.
Publicado originalmente en la edición 161 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, Cimarrón de Mayabeque
El recién finalizado VII Pleno del partido, desarrollado en La Habana, entre el 15 y 19 de diciembre, se convirtió en el nuevo escenario para otra de las farsas del régimen cubano. Lejos de presentar un 2024 diferente al año que finaliza, pidieron más "resistencia creativa" y prometieron nuevas medidas restrictivas.
En un país al borde del colapso económico, la alta dirigencia del régimen se reunió solo para dejar claro que no abandonará el poder y que el 2024 no traerá cambio para los cubanos. En un discurso vano, amañado y carente de objetividad, el régimen centró sus análisis en dos ideas básicas: fortalecer más el papel del Partido Comunista y pedir resistencia al pueblo cubano.
La mayoría de las intervenciones estuvieron dirigidas a dejar en claro que no se aceptará ningún otro partido en la Isla, y a justificar una vez más la incompetencia de la gestión gubernamental con el bloqueo.
Usando la tradicional estrategia de culpar a otros por los errores de casa el régimen culpó del descalabro socioeconómico a las supuestas "campañas del enemigo" que buscan demostrar que el proyecto socialista no tiene perspectivas y a la manipulación en las redes de temas sociales que intentan desvirtuar al impacto del bloqueo en la vida del país y contraponer las formas de gestión no estatal al Socialismo.
Durante el cónclave oficialista se abordaron la puesta en práctica de 16 proyectos, de ellos ninguno habla de mejoras económicas para el pueblo cubano, todos se centran en el fortalecimiento del papel del Partido Comunista, el trabajo político ideológico, el fortalecimiento del marxismo y la comunicación política, entre otros.
Una mirada detenida muestra realmente que no está en la política del régimen ninguna mejora, solo promesas y como único objetivo el de fortalecer el aparato político que les garantice mantenerse en el poder. Esto es lo que algunos analistas fuera de Cuba ha llamado una muestra mas de la violencia del régimen.
La propuesta de lograr un partido cada vez más democrático, en el que se profundicen los debates de los problemas de la sociedad, resulta ser una burla total. En una sociedad donde existe un solo partido político hablar de democracia política es una afrenta y una burla de mal gusto.
Como cierre a la farsa oficialista las palabras de Miguel Díaz- Canel rompieron cualquier expectativa de mejoras. Al comunicar un nuevo paquete de medidas a implementar, el puesto a dedos dejó claro que el 2024 será un año de más limitaciones y carencias para los cubanos.
Publicado originalmente en la edición 171 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano
Las promesas del designado presidente cubano Miguel Díaz-Canel sobre un 2023 como un año mejor, parecen haberse ido por el inodoro. La realidad de la isla hoy es considerada por muchos como desbastadora. Según refiere el economista cubano Carmelo Mesa –Lago: "Cuba se enfrenta a la peor crisis económica desde el Periodo Especial". Crisis que se manifiesta de forma total en cada una de las diferentes esferas del poder político y económico.
El cierre del 2023 muestra a un país con una gran inestabilidad económica, con un bajo crecimiento económico en el sector industrial, el que se refleja en un prolongado desabastecimiento de alimentos, medicinas, la falta de combustible, y una agresiva inflación que desvaloriza por días a la moneda nacional.
El efecto de esta crisis, propia de las políticas de ajuste económico, ha recaído una vez más sobre una población carente y abandonada a su suerte, que depende de la limosna oficial expresada en una libreta de abastecimiento, cuyos productos disminuyen mes tras mes.
Otro de los graves problemas que afectan con fuerza la débil economía de la isla lo constituye la producción azucarera. La pasada zafra fue una de las más bajas de la historia, no superó las 350 mil toneladas y no cubrió ni siquiera la mitad de las necesidades del país. El déficit fiscal sigue siendo alto. Los ingresos no se incrementan lo necesario para los gastos que tiene el presupuesto del estado. Las arcas del estado no logran cubrir las necesidades básicas de la población, y en particular de los grupos vulnerables de la sociedad cubana.
De igual manera la agricultura, fuente principal de alimentos, solamente ha recibido este año, según estudios realizados por economistas del patio, solo el 40 por ciento del combustible, el 4 por ciento de los fertilizantes y el 20 por ciento del alimento animal que necesita.
Producciones claves del país, entre las que destacan la producción de carne y huevo han colapsado. La producción de huevo ha disminuido de 5 millones diarios en 2020 a 2,2 millones en 2023, según refiere la especialista n economía Rosa Muñoz Lima en su artículo Cuba y sus múltiples crisis, y la situación del programa porcino en el país, un gran consumidor de carne de cerdo es desalentadora, pues la tendencia es a una disminución progresiva. Estas carencias han agudizado a niveles extremos la crisis alimentaria que se vive y que promete continuar en el 2024.
Publicado originalmente en la edición 171 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano