A finales del mes de junio la viceministra de la Industria Alimentaria, Mydalis Naranjo Blanco, dio a conocer que los mares que rodean a Cuba no tienen suficientes peces para satisfacer el consumo de los cubanos; pero de lo que sí está clara la población es que sí hay suficientes para la exportación a Canadá, China y España, países a los que en el pasado año se exportó alrededor de 66.43 millones de dólares en productos del mar, según cifras encontradas en el medio independiente Diario de Cuba.

El destino final de esa gran suma de dinero no es para beneficiar al pueblo y la forma en la que hoy vive, lo demuestra. Posteriormente, en el mes de julio, en la Asamblea Nacional del Poder Popular el viceprimer ministro Jorge Luis Tapia insistió en que el pueblo cubano debía abogar por la acuicultura familiar, la cual resultó muy factible durante el período especial de los años 90.

Para el dictador la solución está en hacer estanques en los hogares y que el pueblo mismo críe. Esto es un gran disparate. Primeramente, no todo el mundo tiene un espacio en su casa para hacer un estanque, ni siquiera agua para tomar y cuando menos para mantener un estanque de peces.

Pero, ¿la alimentación dónde el pueblo la va a buscar? ¿El barriga llena tampoco pensó en eso? En numerosas ocasiones el régimen achacaba los bajos rendimientos de la acuicultura a la falta de alimentos en las propias empresas estatales, ¿cómo ahora va a venir con este cuento?

Las asambleas, las cuales debían dar solución a los problemas que los mismos dictadores crearon, son el sitio perfecto en el que discuten cómo el propio pueblo debe darles solución a sus errores.

Tampoco son capaces de reconocer que cada vez que inventan algo lo que hacen es perjudicar a la población, su descaro e incorrecta forma de dirigir un país sólo dan al traste miseria y necesidades.

Publicado originalmente en la edición 261 del medio de comunicación comunitario del ICLEP,  Panorama Pinareño