logotipo ICLEP

Se nos mueren nuestros viejos de hambre en Cuba

Foto de Ashkan Forouzani en Unsplash

Por la periodista ciudadana Yaquelín Herrera

Jun 25, 2025 | 10:00 AM


Abordar hoy el impacto de la crisis alimentaria en la tercera edad en Cuba implica enfrentar una realidad marcada por desafíos cotidianos, incertidumbre y una profunda vulnerabilidad. Las personas mayores en la isla, que ya tienen necesidades especiales de salud y nutrición, se ven aún más afectadas por la creciente escasez de alimentos básicos, un problema que se ha agravado en los últimos años debido a la incapacidad del régimen para garantizar la alimentación de su población.

Con más de 2,4 millones de personas mayores —cerca del 23% de la población oficial— este grupo es especialmente vulnerable ante la escasez y el encarecimiento de los productos esenciales. Para ellos, las dificultades no solo se traducen en largas colas y esperas agotadoras, sino en una desprotección nutricional que impacta de manera severa su salud. Muchos ancianos viven solos o dependen de pensiones bajas que no alcanzan para comprar los pocos alimentos disponibles, cuyos precios se han disparado.

Estas carencias generan un deterioro físico progresivo que se manifiesta en pérdida de peso, debilitamiento muscular, fragilidad ósea y mayor riesgo de enfermedades crónicas. A esto se suma un estrés psicológico constante, ansiedad y un sentimiento de abandono que se intensifica ante la imposibilidad de acceder a alimentos básicos.

La situación empeora por la falta de apoyo real de las instituciones de Seguridad Social, que ofrecen cantidades insuficientes y productos debaja calidad para las necesidades de la tercera edad.

Fuentes cercanas al sistema estatal de racionamiento indican que el Estado solo logra cubrir aproximadamente el 30% de las necesidades nutricionales de los adultos mayomayores, obligándolos a depender de la solidaridad comunitaria, la ayuda familiar o, en el peor de los casos, a saltarse comidas o mendigar en las calles.

Durante 2024 y la primera mitad de 2025, este panorama se ha vuelto aún más crítico: un 96,9% de los ancianos encuestados por organizaciones no gubernamentales y civiles reportan haber perdido acceso a alimentos debido a la inflación descontrolada y la caída del poder adquisitivo.

Esta realidad los mantiene totalmente vulnerables y desvalidos . Según estos informes, siete de cada diez cubanos han tenido que dejar de desayunar, almorzar o cenar por falta de recursos. Frente a esta dramática realidad, la buena voluntad del pueblo cubano se ha levantado frente a la indiferencia del régimen.

Surgen estrategias de resistencia como la solidaridad para compartir alimentos y la organización de redes de apoyo barriales, que funcionan como paliativos, pero no alcanzan a resolver la emergencia alimentaria. Nuestros ancianos mueren de hambre, y esta es una responsabilidad directa.


 

Publicado originalmente en la edición 203 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.


 

0 Comentarios

Añadir comentario