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Por la periodista ciudadana Yaquelín Herrera
May 4, 2025 | 10:30 AM
No hace falta una máquina del tiempo ni una terapia regresiva para experimentar la prehistoria —aquella era en que el ser humano vivía en un estado semisalvaje, desprovisto de los servicios más básicos—: basta con residir en Cuba para revivir esa amarga realidad.
La existencia de más de nueve millones de cubanos, según las estadísticas más recientes, no dista en nada de la de nuestros antepasados prehistóricos. Las carencias y la permanente lucha por sobrevivir se han convertido en el pan de cada día de la isla.
Si antes los homínidos se batían contra fieras salvajes, hoy sus “fieras” adoptan la forma de gobernantes y funcionarios públicos corruptos que despojan a la población de sus derechos más elementales. Derechos como el acceso a alimentos, medicinas, electricidad, agua y gas — considerados logros indiscutibles de la modernidad— son aquí un privilegio inalcanzable.
En la Cuba actual, la “bella isla” se transforma en un escenario de privaciones: cortes eléctricos de más de veinte horas diarias y la falta de gas para cocinar frustran los escasos recursos que la inflación y el sistema permiten llevar a la mesa.
Esta regresión forzada deja claro que, a fuerza de carencias y desamparo, los cubanos han retrocedido hasta una Edad de Piedra ficticia, en la que cada día se libra una batalla entre la incertidumbre y la voluntad de seguir adelante.
Ante un panorama tan humillante y violento la vida del cubano resulta un verdadero suplicio. El hombre de las cavernas es un ganador ante él, pues al menos los alimentos estaban delante de él y solo debía cazarlos y el fuego no era ya un problema, pues él lo controlaba, no como sucede en este desdichado país, donde hasta el fuego lo controla el gobierno y cocinar resulta una verdadera tortura.
Publicado originalmente en la edición 200 del medio de comunicación comunitario del ICLEP, El Espirituano.